Putin
allana su camino/Jesús de Andrés es profesor titular de Ciencia Política en la UNED.
El
País, 19 de septiembre de 2016.
Los
resultados de las elecciones a la Duma celebradas este domingo en la Federación
Rusa se inscriben, por predecibles, en un guion perfilado hace años. Pese a
ello, y pese a las denuncias por irregularidades en no pocos distritos
electorales, la victoria de Rusia Unida es indiscutible. Desde su fundación en
2001, el partido de Vladímir Putin ha conseguido cuatro victorias abrumadoras
en otros tantos procesos parlamentarios, asegurándose una vez más la mayoría
absoluta en la cámara baja. En esta ocasión, con más de un 54% de los votos
(con un 93% escrutado), el resultado es aplastante: 343 escaños de un total de
450.
La
llegada de Putin al poder, allá por el año 2000, supuso numerosos cambios en el
sistema político ruso. Entre ellos, plaza en la que fracasó Yeltsin una y otra
vez, la definitiva creación de un sistema de partidos estable. No está de más
recordar que el actual sistema ruso se erigió sobre las cenizas de un
Parlamento bombardeado por Yeltsin en su disputa por el poder postsoviético;
que la actual Constitución de 1993 fue una “carta otorgada”, aprobada en
referéndum, eso sí, pero no redactada de forma constituyente; o que los poderes
que el texto constitucional concede al presidente exceden a los de cualquier
sistema presidencialista democrático. De ahí que el papel de los partidos
políticos y del propio Parlamento, dadas sus limitaciones y escasas
competencias, sea secundario, aunque no poco importante.
Al
contrario que Putin, Yeltsin nunca estuvo al frente de ningún partido. Más
preocupado por consolidar su poder y legitimar su cargo —no se celebraron
elecciones presidenciales hasta 1996, ¡casi cinco años después de la
desaparición de la URSS!—, dejó de lado la política partidista. A su alrededor
conformó el denominado “partido del poder”, un conglomerado político y
económico con vínculos clientelistas que fue representado en los primeros
procesos electorales parlamentarios por diferentes líderes y partidos. Así, en
1993 fue su ex primer ministro, Yegor Gaidar, quien lideró Opción de Rusia; en
1995, el entonces primer ministro Víktor Chernomirdin fue el llamado a situarse
al frente del bloque presidencial, con Nuestra Casa es Rusia; y en 1999 Serguei
Shoigú, ministro para las situaciones de emergencia, encabezó el cartel
electoral con Unidad. Sus resultados fueron más que discretos: en 1993 venció
el populista Partido Liberal Democrático, del ultranacionalista Vladímir
Zhirinovski, mientras que en 1995 y 1999 lo hizo el Partido Comunista de la
Federación Rusa de Guennadi Ziugánoz.
Desde
un primer momento, Putin estuvo convencido de que para afianzar su poder debía,
además de centralizar territorialmente el país y liberarse de la oligarquía
yeltsinista, controlar el sistema de partidos. Para ello modificó la ley
electoral en 2001, y posteriormente tantas veces como ha sido necesario, y
promovió la gestación de Rusia Unida. Hasta la reciente nueva reforma de 2012,
obligada por las manifestaciones de protesta que estallaron tras las
parlamentarias de 2011, los partidos necesitaban 40.000 afiliados para
registrarse y 100.000 firmas para presentarse a las elecciones. Ello, unido a
que el umbral de votos válidos para acceder a la Duma llegó a estar en el 7%,
miniaturizó el sistema, haciendo imposible la competencia frente a una Rusia
Unida que cuenta con todos los recursos estatales y mediáticos posibles.
El
dominio de Rusia Unida es, sin duda, resultado de una exitosa estrategia
diseñada por Putin, quien en todo momento ha estado más preocupado por
intervenir en los partidos políticos que en su fortalecimiento como institución
estatal. Desde 2003, tan solo han conseguido acceder a la Duma cuatro partidos:
Rusia Unida y tres comparsas que, aunque a veces enseñan los dientes, como en
ocasiones hacen el Partido Comunista o el PLDR de Zhirinovski, a la hora de la
verdad se repliegan en el voto nacionalista común a todos ellos. En un cuarto
de siglo de andadura independiente, Rusia ha pasado del sistema de partido
único soviético a un modelo de único partido.
A
pesar de la alta abstención, la apuesta de Putin ha alcanzado cifras increíbles
para un país en crisis económica. Con este resultado, que previsiblemente
resolverá sus dudas sobre si presentarse o no, ha allanado su camino a la
reelección dentro de dos años, la cual le permitiría ostentar la presidencia
hasta 2024. Ahí, y no en el Parlamento, es donde se dirimirá el futuro de
Rusia. Al fin y al cabo, como decía uno de los dirigentes de Rusia Unida, el
exministro de Interior Borís Grizlov, la Duma no es lugar para discusiones.
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