Los dos señores
de Tsipras/ Ricardo Hausmann, a
former minister of planning of Venezuela and former Chief Economist of the
Inter-American Development Bank, is Professor of the Practice of Economic
Development at Harvard University, where he is also Director of the Center for
International Development. He is Chair of the World Economic Forum’s Global
Agenda Meta-Council on Inclusive Growth.
Traducción
de Ana María Velasco
La
Vanguardia | 24 de julio de 2015
Existen
verdades muy antiguas que, si las conocemos, cambian nuestras vidas. Nos
permiten actuar de forma más coherente, dando un recorrido más profundo a
nuestros gestos. Se trata de nociones que surgen en los textos de los mayores
sabios de la historia de la humanidad, gente inspirada como Confucio, Sócrates
y, por supuesto, Jesús. El zarandeo del tiovivo griego de los últimos meses
habría sido completamente distinto si algún pope ortodoxo hubiese tenido la
oportunidad de enseñarle a Alexis Tsipras esta máxima muy sencilla: no podemos
servir a dos señores.
Existe
en nuestra época, y muy particularmente en Europa, un nuevo tipo de fe, que es
la religiosidad bancaria. Los bancos
condicionan toda nuestra vida, como antes lo hacía la Iglesia. Si una pareja
decide juntarse o casarse, la bendición la buscan en la sucursal que les
otorgará el préstamo para la compra del piso. Cuando vamos a un banco a
pedir dinero, tenemos que hacer confesión general: cuáles son nuestros
ingresos, cuál es nuestro grado de estabilidad profesional. En fin, una buena
parte de nuestra vida sale a relucir. Y las decisiones que el banco toma
condicionan las vacaciones que hacemos, las cosas que nos compramos e, incluso,
los hijos que tenemos. Nuestra sucursal bancaria, y en concreto aquel empleado
con el que hay más confianza, ejercen de directores espirituales.
Esto
que pasa con las personas, también ocurre con las empresas. Por ello, los
bancos son sagrados en la Europa actual. Y ese es el motivo de que, en la
presente crisis, se les haya tratado a cuerpo de rey. Era la santa madre
iglesia contemporánea que estaba en causa. Resulta curioso observar nuestras
ciudades: donde antes había una red de templos y de monasterios, que
acompañaban los días de las personas, lo que hoy existe es una telaraña de
sucursales bancarias, que son las que llevan la existencia de la gente.
Nacido
en 1974, Tsipras tenía seis años cuando Grecia ingresó en la entonces CEE.
Creció y maduró en este marco. Por ello, ha asimilado la vigente religión
bancaria occidental, que claramente acepta. Pero resulta que, además, profesa
otra fe opuesta: la de un mundo distinto, un paraíso de izquierdas. El viejo
sueño de la revolución rumbo a una sociedad igualitaria. Las crónicas de
internet cuentan que su segundo hijo se llama Ernesto, en honor a esa estampa
de la historia que es Che Guevara.
Tsipras
intenta, pues, servir a dos señores: respeta los dómines del sistema bancario
y, por otra parte, rinde culto a los altares de la revolución. Todas las
ingenuidades que ha cometido se deben a esta convicción equivocada de que es
posible servir a dos deidades. Por querer reverenciar a dos señores, la
pregunta del referéndum no fue la lógica: ¿quiere usted permanecer en el euro,
con todo lo que ello conlleva? Si esta hubiese sido la cuestión, los griegos no
habrían votado en unas urnas que tenían doble fondo. Y así lo que podía haber
sido un digno gesto cívico se transformó en un acto inútil.
Pero
esto separaba las aguas, y Tsipras cree, cree de hecho que es posible servir a
dos señores. La gente que posee este tipo de convicción se viste de un modo
típico. Si Merkel usa sus trajes de terciopelo como un mecánico se pone su mono
de trabajo, estos gastan traje sin corbata. El traje se lo dan a los bancos, y
a lo que estos representan, y la ausencia de corbata es lo que existe en ellos
de revolucionario.
Matteo
Renzi, que tiene esa mirada ratonil de los italianos más agudos, intentó
aclararle las ideas a Tsipras y le regaló una corbata. Pero el líder griego
siguió con lo suyo y ocurrió lo que en estos casos siempre pasa: acorralado en
la cumbre de líderes europeos de la zona euro, el jefe de Syriza tuvo que
elegir a uno de sus dos señores y despreciar al otro. Todos sabemos el
resultado: ganaron los bancos. Fue una pena que Tsipras no se llevara a
Bruselas la corbata que Renzi le dio: esa era la hora de estrenarla.
Esto
de que no se puede servir a dos señores se sabe hace dos mil años. Y lo curioso
es que no sólo Tsipras pretende hacerlo. La política de la península Ibérica
está llena de gente que persigue esta fe imposible. António Costa, por ejemplo,
el líder socialista en Portugal, se propone aumentar la inversión pública, los
salarios de los funcionarios y seguir con el déficit controlado. Como Costa usa
corbata –y la usa flamantemente–, sabemos que nada de esto debe ser verdad. El
problema surge cuando un líder político cree en sus ingenuidades.
En
Europa nos esperan años de fuego: no ha habido tiempo para crear un sentimiento
continental profundo y los nacionalismos, con las dificultades, han renacido
por todas partes. La Unión se desintegra sin desintegrarse. Nos aguarda un
proceso largo con muchas batallas, y una de esas contiendas se librará en
Catalunya. Las elecciones españolas, además, serán capitales. Y el juego
seguirá, entre el abismo y una estabilidad siempre inestable. Debemos pedirles
a los políticos que se dejen de dobles servidumbres: que sean lúcidos, claros,
y que nos indiquen los caminos reales que se abren ante nosotros, con sus
respectivas consecuencias.
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