¿Peña
insostenible/Carmen
Aristegui F.
Reforma…, 24
Jul. 2015
La
imagen de la letrina, el lavabo, el murete y el inaudito hoyo de un túnel por
el que nos dicen se escapó El Chapo Guzmán, ha dado la vuelta al mundo, como
una de las peores imágenes del gobierno de Peña Nieto. La puntilla para un
gobierno y un Presidente que, dentro y fuera de México, empieza a ser visto
como algo más que un "pato cojo".
El
efecto acumulado de eventos y situaciones de gravedad extrema es inocultable.
Ayotzinapa horroriza por la desaparición misma y por la incapacidad de explicar
lo sucedido; Tlatlaya, convertido en símbolo de la barbarie cometida por
agentes del Estado en tiempos de Peña Nieto; Apatzingán, otro tanto. La espiral
no para. Apenas hace unos días, se registró la desaparición y muerte de siete
personas en Calera, Zacatecas, con militares involucrados nuevamente. En Santa
María Ostula, Michoacán, murió un niño de 12 años y el líder comunitario Semeí
Verdía fue detenido en un operativo con cientos de militares y enviado a un
penal de alta seguridad. Acurrucado detrás del Ejército, Peña Nieto o alienta o
no atina a poner freno a violaciones graves a los derechos humanos que incluyen
acciones de exterminio.
En
materia económica, además del reconocido fracaso de la reforma fiscal, el
modelo impulsado no ha atemperado en nada los más grandes problemas nacionales.
Cuatro informes al hilo en las últimas semanas muestran que en materia de
pobreza, desigualdad e impunidad no hay nada sustantivo. Oxfam, OCDE, Coneval
exhiben los grandes rezagos que persisten, por más que nos digan que, ahora,
hay más pobres porque se ha reducido la pobreza extrema. El Índice Global de
Impunidad, del IMCO, por su parte muestra a México como uno de los países con
los índices más altos de impunidad en el mundo.
Peña
Nieto que logró atrapar en un inicio la atención internacional con reformas
estructurales que, según dijo, darían un vuelco a la modernidad y a la
prosperidad, hoy decepciona, incluso, a quienes ayer le aplaudieron. No logra
instrumentar esas reformas como su gobierno quisiera. La dramática caída en los
precios del petróleo arruinó, en parte, la reforma madre energética. Con la
Ronda Uno, el fin del monopolio de Pemex quedó marcado por el desaire de los
inversionistas. Lo que destaca, entre los que ganaron, es la familia política
del ex presidente Salinas de Gortari, los Gerard Rivero, participando en ese y
en otros negocios del sexenio. Se acumulan los escándalos de licitaciones y
contratos en los que participan amigos, contratistas o aliados políticos. La
imagen del gran pastel al que concurren primero aliados y cercanos está
presente en el fallido proyecto del tren México-Querétaro; el acueducto de
Monterrey; el nuevo hangar para el nuevo avión presidencial; las adjudicaciones
petroleras, etcétera. El gobierno de Peña hace evocar los tiempos del
alemanismo.
La
particular manera de entender el tema de la corrupción, que tiene Peña Nieto,
se refleja, por ejemplo, en la salida que tuvo ante el escándalo de la Casa
Blanca. La primera explicación sobre la posesión de Peña Nieto de la Casa
Blanca -propiedad de su contratista- a cargo de su esposa no solo fue
insuficiente sino resultó inverosímil. La Función Pública anuncia que en
algunas semanas más informará sobre si hubo o no conflicto de interés en la
adquisición de la casa y/o en los contratos para Grupo Higa. Habremos de
esperar el informe y sus alcances.
Un
gobierno en la situación actual de Peña Nieto sería insostenible en muchos
lugares del mundo. Ya no digamos sus funcionarios que parecen incombustibles.
En México, no. A pesar de todo se mantienen en el cargo y probablemente
terminen su sexenio. Hay enojo, sin duda, y hartazgo indudable, pero también un
grado de tolerancia o asimilación social y política ante la corrupción, en sus
más variadas acepciones, la represión, la impericia, la cerrazón, el
autoritarismo y los pésimos resultados de un gobierno que, como parte de la
sociedad mexicana, estamos obligados a analizar.
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