Revista Proceso No. 1553, 7 de agosto del 2006
La circulación en Estados Unidos del libro Después de Fidel, escrito por el exagente de la CIA Brian Latell, ha avivado la inquietud por la situación en Cuba y por la contradictoria personalidad de Raúl Castro, a quien su hermano Fidel delegó provisionalmente el poder. Aunque no se desconoce que Raúl, de 75 años de edad, es quien podría dirigir finalmente los destinos de la isla, detrás de él se encuentra un grupo compacto de militares, quienes además de apoyarlo entrarían a su vez en el juego de la sucesión.
WASHINGTON.- Raúl Castro “es ampliamente conocido como uno de los promotores –dentro del régimen de Cuba– más persistentes de la liberalización de reformas económicas”, concluye llanamente Brian Latell en su libro Después de Fidel.
Exencargado del área de América Lati-na de 1990 a 1994 en la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y un ávido investigador de la trayectoria de Fidel Castro desde principios de la década de los sesenta, Latell expone los pros y contras de Raúl Castro como heredero directo e indudable del poder en Cuba después de la muerte de Fidel.“Como líder, Fidel nunca ha vacilado en sus decisiones y algunos de los más altos funcionarios del gobierno cubano dudan sobre si su hermano (Raúl) será lo suficientemente fuerte para sobrevivir mucho tiempo después de que asuma el poder”, subraya Latell en su libro de 273 páginas publicado por la editorial Palgrave MacMillan y cuya traducción al español saldrá a la venta en las próximas semanas.
La incógnita sobre la permanencia de Raúl al frente del gobierno de Cuba, según Latell, no tiene que ver con una falta de apoyo dentro del régimen, ya que el hermano de Fidel cuenta con el respaldo incondicional de “sus amigos”, los jefes militares de las fuerzas armadas que están bajo su mando. El problema, dice, es su personalidad. “El sentimiento compasivo de Raúl contrasta con la imagen de Raúl El Te-rrible (mote que recibió por su decisiones de fusilar o aniquilar a los enemigos de la Revolución Cubana desde los años de lucha en la Sierra Maestra)”, escribe el exagente de la CIA convertido en investigador asociado del Instituto para Cuba y de Estudios Cubano-Americanos de la Universidad de Miami.
En entrevista con Proceso, explica: “A Raúl le falta experiencia en el manejo de crisis, crisis internas, crisis internacionales y políticas. Raúl lo entiende perfectamente bien; también entiende que no tiene el carisma de Fidel; no es muy simpático, pero él lo entiende perfectamente”. Y añade: “La gente cubana se siente incómoda con Raúl, le tiene miedo; la mayoría de los cubanos percibe a Raúl como Raúl El Terrible”.
Identificado por el autor como “el tercer hombre más poderoso de Cuba (después de Fidel y Raúl)”, el general Abelardo Colomé Ibarra, titular del Ministerio del Interior, miembro del Buró Político y del Consejo de Estado de Cuba, “será uno de los dos o tres garantes más confiables y potentes de la sucesión de Raúl después de que Fidel esté incapacitado como líder. Y con las manos de Colomé en muchos de los niveles del voltaje de poder en toda la isla, Raúl tendrá los medios para identificar y neutralizar a cualquiera que cometa la osadía de oponerse a su ascenso”.Aunque Latell insiste en que el general Colomé es un “consumado raulista”, revela el nombre de otros militares que formarán el triunvirato de la vieja guardia que será la garantía de la supervivencia del gobierno de Raúl: general Julio Casas Regueiro, viceministro del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar); general Álvaro López Miera, jefe del personal de Minfar, y el general Ulises Rosales del Toro, encargado de la industria azucarera de la isla.
“Sus seguidores leales saben que Raúl nunca les hará demandas fanáticas. Valoran el hecho de que la búsqueda de la fama personal y la gloria nunca han sido una de las motivaciones de Raúl, que su retórica nunca ha sido apocalíptica como en el caso de Fidel y que su estilo es más relajado, menos confrontador y que delega autoridad, mantiene relaciones genuinas de colaboración, regularmente solicitando consejo a sus subordinados, como lo ha hecho por varias décadas durante el trabajo con sus socios” dentro de las fuerzas armadas.Latell dice a Proceso que ha mantenido conversaciones con miembros de los gobiernos cubano y estadunidense, cuyos nombres omite por razones de seguridad, quienes le han asegurado que, una vez confirmado como nuevo líder supremo de Cuba, Raúl cambiará inmediatamente algunos de los preceptos tradicionales del radicalismo de Fidel para ganar la simpatía del pueblo cubano, consolidar el apoyo de las fuerzas armadas, e incluso para flexibilizar la política aislacionista que Estados Unidos mantiene sobre Cuba. “Hay una posibilidad grande, tal vez una cruda posibilidad de que Raúl vaya a buscar mejores relaciones con Estados Unidos”, anota el ahora académico de la Universidad de Miami.
Sin embargo, en su libro sostiene que la clave de la permanencia del gobierno de Raúl será su relación con los generales del triunvirato porque éstos saben que el heredero de Fidel “ha hecho de los militares lo más cercano a una verdadera meritocracia entre las instituciones revolucionarias de Cuba”. La gran prueba de fuego para un gobierno cubano en manos de Raúl sería sobrevivir a una etapa de crisis de corto tiempo para canalizar las reacciones tanto del pueblo cubano como de la comunidad internacional, en especial del exilio cubano en Estados Unidos y del gobierno de ese país. “El mismo Fidel reconoció hace un tiempo que el corto plazo, después de que conceda el poder, será el tiempo más peligroso”, acota.
Los generales
El papel de los generales o jefes de las fuerzas armadas de Cuba será crucial para mantener y sostener a un gobierno de Raúl Castro, el tiempo que dure, porque de acuerdo con Latell, el poder e influencia de éstos podría contener cualquier movimiento dentro de la isla o proveniente del exterior para derrocarlo. “Después de unos seis o siete meses de poder en manos de Raúl, ocurrirá la probabilidad de que Raúl cambie las perspectivas de la política cubana, haciéndola más liberal, más flexible mediante reformas económicas similares a las de China; con un comunismo a favor del libre mercado”, dice Latell a Proceso.
En este sentido, Después de Fidel destaca un aspecto importante y clave en el futuro de Cuba respecto de la personalidad de Raúl. “Que es un hombre preocupado por el bienestar social y económico de los cubanos y que simpatiza con la idea de mejorar las relaciones con Estados Unidos, y que con base en ello confía en que en algún momento Washington determine levantar el embargo económico” que impuso sobre la isla. Escribe Latell que esta idea no es exclusiva de Raúl:“Las fuerzas armadas consideran que una mejora en las relaciones con Estados Unidos es un componente necesario para el futuro económico y estabilidad de Cuba, y que daría oportunidad de saltar hacia una mejor comunicación con Estados Unidos. Los cubanos estarían ansiosos de mejorar la cooperación en asuntos operacionales, casi con certeza estarían dispuestos a un intercambio de visitas militares y a aceptar cátedras de militares estadunidenses en el Colegio de Defensa Nacional”.
En el capítulo Más que suficientes cañones, el autor desliza que, si bien es “casi imposible comprobarlo”, con mucha antelación Fidel Castro ha venido preparando los escenarios para la entrega del poder a su hermano Raúl. “Se han venido haciendo los preparativos para una transición tranquila y los militares a todos los niveles cuentan con todos los incentivos para mantenerse unidos como si fuera la única estrategia para preservar sus puestos. Las élites civiles, individuos o alianzas concebibles, no podrán retar a los militares mientras éstos se mantengan unidos... Con un personal de entre 50 o 60 mil efectivos, la institución militar es la más poderosa, competente e influyente en Cuba, y también la más rica”.
El libro de Latell ha recibido varios reconocimientos nacionales e internacionales, sobre todo porque utilizó documentos de inteligencia tanto de Cuba como de Estados Unidos, y ha cobrado relevancia a raíz de la intervención quirúrgica a la que fue sometido la semana pasada el legendario líder cubano, situación que obligó a Fidel a delegar el poder a su hermano Raúl, cinco años menor que él. Esta coyuntura muestra un escenario de crisis para Cuba. Y es que, incluso no descarta la muerte de Raúl, quien el pasado 3 de junio cumplió 75 años. “El régimen de Castro estaría al filo de la desintegración. La muerte de Raúl arrojaría a una lucha simultánea por el poder a las tres líneas de sucesión más críticas del país: al Partido Comunista Cubano, al gobierno y al Ministerio de Defensa”. Latell sostiene que en los más altos mandos del gobierno y ejército cubano no existe un consenso interno sobre quién reemplazaría a Raúl como jefe de las fuerzas armadas: “El general Colomé Ibarra, que es el militar de más alto rango, no tiene la capacidad de ocupar un puesto más alto que el que ostenta; el general Casa probablemente sería una elección polarizante por las manchas de corrupción que se ha ganado por su forma de actuar y ejercer el poder que le corresponde”.
Sin Raúl en el escenario, Latell vaticina una crisis similar a la que ocurrió en 1988 en China con las protestas estudiantiles en la plaza Tiananmen, con una gran diferencia: Que los militares cubanos probablemente no estarían dispuestos a disparar indiscriminadamente contra los manifestantes civiles. “Un escenario de pesadilla para Cuba y Estados Unidos es la anarquía en la isla que inevitablemente resultaría en una masiva migración marítima de cubanos al estado de la Florida”, vaticina Latell, y agrega: “Habría llamados políticos influyentes para una intervención estadunidense o internacional, que sería la peor situación para los dos países. El temor a una crisis así, es probablemente la razón fundamental por la cual Raúl y el alto comando (de Cuba) cabildearon, erróneamente hasta el momento, para acercarse a las fuerzas armadas de Estados Unidos”.
Los fracasados intentos de Raúl para establecer contacto con el Pentágono son comparados por Latell con el que se dio a finales de 2003, poco después de que el gobierno de Estados Unidos decidió llevar como prisioneros a la base militar de Guantánamo a presuntos terroristas detenidos en Afganistán y posteriormente en Irak. “Raúl le dijo a unos reporteros que si los miembros de Al Qaeda detenidos en Guantánamo lograran escapar al territorio estadunidense, él daría garantías de que serían detenidos y regresados a Guantánamo”, relata Latell.
Como líder supremo del gobierno cubano, Raúl determinaría como principal objetivo el acabar o reducir significativamente el embargo económico de Estados Unidos a la isla.Respecto al futuro de Cuba y de los hombres que podrían ocupar el poder en la isla después de Raúl, Latell señala básicamente a cuatro personajes de la vida política cubana:
1.- “Nadie, con la posible excepción del exministro del Interior, Ramiro Valdés, ha parecido tener una oportunidad de suplantar a Raúl en la línea de sucesión”.
2.- “Carlos Lage, secretario y primer vicepresidente del Consejo de Ministros, miembro del Buró Político y del Consejo de Estado, disfruta de la confianza de Fidel, mayormente en el manejo de los asuntos económicos, desde hace varios años y más que cualquier otro funcionario. Evidentemente, Lage también trabaja bien con Raúl”.
3.- Ricardo Alarcón, el presidente de la Asamblea Nacional, ha desarrollado un número considerable de papeles prominentes como diplomático y estadista, y es miembro del Buró Político. Pero al igual que otros subordinados civiles que son obsequiosos y dóciles ante su presencia (la de Fidel), él no se ha ganado el suficiente respeto de Raúl y los generales como para ocupar un puesto de más autoridad”.
4.- Felipe Pérez Roque ha sido uno de los colaboradores favoritos de Fidel en los últimos años. Inicialmente, el objetivo clave para el régimen sucesor será el de mantener las apariencias de una continuidad fidelista, en lo más posible, pero los generales raulistas, cinco de los cuales son parte del Buró Político, podrían ser los que tomarían la decisión final sobre quién debe gobernar –en el caso de la ausencia de Fidel y Raúl, en cualquier orden–, de acuerdo con las conclusiones del libro Después de Fidel.
“Por ello, un régimen raulista estaría noblemente comprometido a mantener el orden y las expectativas populares de un cambio político verificable”, acota Latell, y por ello insiste en que aun con Raúl como máximo líder del gobierno cubano y por la presión de los generales, él estaría obligado a gobernar con un balance preciso y equilibrado, actuando con sabiduría para anular el descontento civil con una mejora en los niveles de vida pero sin abrir rápidamente los valores de la revolución.
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