26 dic 2010

La pesadilla de un director penitenciario

La pesadilla de un director penitenciario Verónica Espinosa
Proceso # 1782, 26 de diciembre de 2010;,
SAN LUIS POTOSÍ, SLP.- Están completamente infiltrados. Las mismas autoridades admiten que esos espacios son ingobernables, a no ser que los grupos del crimen organizado establezcan ahí su propio orden. Se trata de los penales estatales, donde imperan las amenazas, el miedo…
En el Centro de Prevención y Readaptación Estatal (Ceprereso) de La Pila, el más grande de la entidad, quienes se erigen en “gobierno” son Los Zetas. Ubicado en la capital potosina, este universo carcelario alberga a mil 700 internos y amenaza con estallar.
Rogelio Zamarripa Anguiano, uno de los últimos directores del penal –su encomienda duró menos de dos meses–, fue sacado a la fuerza por las autoridades de la Dirección de Prevención con el pretexto de que lo iban a cuidar para evitar su eventual ejecución. 
Al principio, dice a Proceso, recibió amenazas; luego le armaron un motín, que encabezó un zeta de nombre Juan Carlos García López, El Oaxaca, porque el funcionario se negó negociar con su grupo criminal. Al final, insiste, fue virtualmente secuestrado por las autoridades de la Dirección de Prevención, hasta que lo rescató su hijo.
De larga trayectoria en el sistema penitenciario –fue director del antiguo penal de Guadalupe; del Ceprereso La Pila durante el sexenio del priista Fernando Silva Nieto (1997-2003), y también en Islas Marías–, Zamarripa relata que durante el breve periodo en que estuvo por segunda vez en La Pila (mayo-junio de 2010) encontró “sólo indiferencia, temor y sumisión en sus superiores, así como un equipo casi totalmente infiltrado”.
Revela: “Adentro se hace lo que quieren los grupos, pues tienen maniatado al gobierno estatal; nadie puede entrar a las áreas si ellos no lo permiten. Al segundo día dos custodios se presentaron en mi privado. Me dijeron que el jefe –“el comandante”, le llaman– mandaba decir que me fuera porque era un obstáculo. Los paré en seco: les dije que no lo haría”.
A partir de esa negativa, continúa, comenzó a recibir amenazas telefónicas en su oficina y en su domicilio. También detectó que las áreas donde estaban recluidos exfuncionarios o expolicías o reos peligrosos eran controladas por 30 internos.
Ellos, dice, eran quienes se encargaban de mover a los internos de una zona a otra; además, tenían el apoyo de algunos custodios para introducir lo que quisieran. Los que no entraban en ese juego, afirma, simplemente eran eliminados. “Antes de que yo llegara, fueron levantados cuatro de ellos; desde entonces no se sabe de ellos”.
–¿Conocía usted la situación que prevalecía dentro del penal?
–Se sabía que los directores no entraban, que no atendían los requerimientos de los internos, que no los escuchaban; que no se tomaban medidas de nada. Era dejar hacer, dejar pasar. Los directores sólo firmaban y se encerraban en su oficina. 
“Si se hubiera impulsado ahí una escuela para los internos, ahora estaría completamente desatendida. Al llegar me encontré muchos intereses que no querían ser tocados. Tal vez llegaban más arriba, no sé hasta qué nivel.”
–¿Informó a sus superiores sobre lo que ocurría? 
–La impunidad se da con base en la permisividad; no veo, no oigo, no hago lo que debo hacer. La verdad es que no tuve respaldo. Y aun cuando pedí apoyo al entonces procurador, quien me asignó algunos agentes, éstos sólo se aparecían un día y no volvían… Me di cuenta de que, por las amenazas que recibí, nadie se atrevió a brindarme protección.
Sostiene que el subsecretario de Prevención, Jaime Delgado –quien sufrió un atentado a finales de septiembre, por lo que fue cambiado a la Consejería Jurídica–, y el director del área, Nicolás Hernández Delgadillo, nunca tomaron medidas sobre lo que sucedía en La Pila; tampoco, dice, se preocuparon por la seguridad de él.

El oficio de octubre de 2009

El abogado Rogelio Zamarripa relata que, meses antes de que lo nombraran director del Ceprereso, presentó al gobierno potosino una propuesta de reforma del sistema penitenciario local. En el documento abogaba por atacar la infiltración, corrupción e indiferencia de las autoridades y proponía capacitar, equipar y operar las cárceles con las normas técnicas e institucionales. 
Advertía también que “grupos de poder interno, en comparsa con grupos de apoyo institucional, se han dado a la tarea de lucrar con todo lo prohibido”.
En octubre de 2009, varios custodios enviaron un escrito al entonces director de La Pila, Sergio Mejía Sánchez, en el cual le informaban sobre “la indiferencia del personal de seguridad, mandos medios y superiores”; le decían, por ejemplo, que algunos internos contestaban los teléfonos y daban los reportes; otros manejaban las llaves de las áreas y apagaban las luces a la hora que ellos querían.
El oficio, obtenido por Proceso, tiene el sello de recibido de la dirección del Ceprereso de La Pila y está fechado el 1 de octubre de 2009: 
“Observamos que en áreas de importancia, en particular el área de reflexión (sección que alberga a los internos que cumplen con un castigo o sanción por diversos motivos, como riñas o robos) se cuenta y se ha contado con internos de importancia en cuanto a su perfil delictivo, en especial los internos vinculados con el crimen organizado, supuestamente de LA ORG. DELICTIVA LOS Z’s (sic).
“… A la fecha el descontrol es total en dicha área, ya que entran y salen internos sin restricción alguna. De todas estas situaciones siempre se pone al tanto a un mando en turno, y en todas comentan que tomarán cartas en el asunto, pero no se observa ningún cambio de actitud del personal”, dice el documento en la página 2.
Tras ser destituido por el director de Prevención, Nicolás Hernández Delgadillo”, “de una manera hasta soez”, Zamarripa fue encerrado en un centro de rehabilitación para adictos. Dice que eso fue como un secuestro; “con engaños convencieron a mi familia de que mi vida corría peligro y así me protegerían. En realidad en ese lugar me golpearon y torturaron hasta que mi hijo me sacó”.
Dice que algunos excompañeros del centro penitenciario le han dicho que la situación no ha cambiado en el penal, sino que se ha agravado con la fuga de internos, pugnas intestinas e incluso un amotinamiento, pues otro grupo disputa ya el control a Los Zetas.
–¿Será una situación general en todos los reclusorios?
–Lamentablemente, lo estamos viendo en otras partes del país. Si así está el penal más grande, el estatal… ¿cómo estarán los demás?” l

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