14 nov 2010

Valerie Plame

La espía que se pasó a Hollywood

ROCÍO AYUSO
El País Semanal, 14/11/2010;
Valerie Plame era una agente secreta de la CIA hasta que el Gobierno Bush la delató en represalia por las críticas de su marido, ex embajador en Irak. Una película cuenta su historia. La realidad supera la ficción. Hablamos con la pareja.
Si quieres empezar con mal pie, no tienes más que decirle a Valerie Plame que se ha pasado a Hollywood. Da igual que estemos en el corazón de Beverly Hills, y que su vida sea el centro de una película,
Caza al espía, dirigida por Doug Liman, el realizador de filmes como El caso Bourne. Plame te mirará muda, fría, elegante y superior, como una estrella de cine, con su melena de rubio idéntico al de su álter ego en la pantalla, Naomi Watts. Pero en Hollywood o fuera de aquí, en activo o víctima de una, digamos, jubilación forzosa a los 47 años, Valerie Plame es y será una espía. Ex espía ahora. A su pesar. "Yo estaba enamorada de mi carrera. Orgullosa de servir a mi país y de defender uno de los trabajos más interesantes que existen. Nunca sentí la necesidad de que los demás supieran lo que hacía. Mi satisfacción venía de mi trabajo, y si nada de esto hubiera pasado, yo estaría ahora con mi familia en el extranjero luchando contra la proliferación del armamento nuclear. Las cosas han cambiado de un modo que nunca imaginé. Y sigo acostumbrándome a lo más duro, ser una figura pública", dice rompiendo su silencio inquisitivo.
Basada en la autobiografía homónima, Caza al espía se centra en uno de los momentos menos honrosos de la presidencia de George W. Bush. Fuentes de la Casa Blanca filtraron a la prensa que Valerie Plame era una agente de la CIA. Querían castigar a su marido, el ex embajador Joe Wilson, por el artículo que escribió contra el Gobierno en un momento en el que se estaba con él o contra él. En 2003, durante la invasión estadounidense en Irak, no había más opciones. Lo recuerda el propio Wilson. "La Administración, deliberadamente, quiso confundir a la población poniendo en marcha una campaña de desinformación cuyo único objetivo fue desanimar a cualquiera que quisiera expresarse contra el Gobierno. Decirles: 'Si haces lo que Wilson, haremos a tu familia lo que le hicimos a la suya'. Una campaña que confundió hasta a los periodistas, que deberían buscar la certeza. ¡Una vergüenza!", expone Wilson, al que da vida en pantalla el actor Sean Penn.
Aunque sus años como agente hasta enero de 2002 siguen siendo "información clasificada", lo que se sabe de Plame es que se graduó entre los primeros de su promoción en "la granja" (The Farm), centro de entrenamiento secreto de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense. La idea de ser agente operativo no le vino del cine, sino de su familia, "habituada a vivir entre gente que trabajó en el sector público". Su padre es veterano de la Segunda Guerra Mundial; su hermano fue herido en Vietnam, y su madre es profesora. Plame fue una agente en cuyo entrenamiento "el Gobierno invirtió cientos de miles de dólares". Una formación que "no tiene nada que ver con la forma de operar de Jason Bourne, o James Bond, o trabajar en posición horizontal". Plame se casó con Wilson tras "un flechazo". Para los que dudan de la química entre esta agente fría, calculadora y reservada y su marido de 60 años, lenguaraz y explosivo, hay que decir que el matrimonio tiene gemelos de 10 años y disfrutaba de una vida aparentemente perfecta en Washington en la que los actos públicos de Wilson se combinaban con otra agenda secreta que incluía viajes al extranjero de Plame en misiones de alto nivel de las que no puede dar explicaciones. De ahí arranca Caza al espía.
"Mi artículo fueron 1.500 palabras: Lo que no encontré en África. Y lo único que buscaba es que un profesor que me suspendió en civismo me dijera: 'Has mejorado", recuerda Wilson. El que fue el último embajador en Irak antes del bombardeo aliado en la primera guerra del Golfo, ese al que George Bush (padre) describió como un "héroe americano", quería más. Quería dejar de escuchar como si fuera un hecho que Níger estaba vendiendo uranio a Irak, prueba irrefutable según la Administración de George W. Bush (hijo) de que el régimen de Sadam Husein seguía adelante con su programa de armas de destrucción masiva y justificar así el nuevo enfrentamiento bélico. El vicepresidente Dick Cheney había pedido a la CIA una investigación sobre estas supuestas ventas, y Wilson fue el encargado del informe, no por estar casado con Plame, quien entonces trabajaba en la Agencia Central de Información en la división contra la proliferación de las armas de destrucción masiva, sino por haber formado parte del cuerpo diplomático estadounidense tanto en Níger como en Bagdad. Su artículo, publicado en The New York Times en julio de 2003, no decía más que lo que dijo su informe, que la Administración Bush desoyó.
La reacción ante el artículo no fue la esperada por Wilson. "Esa es la razón por la que presenté una demanda civil contra el señor Cheney, el señor Libby, el señor Rove y el señor Armitage. Por haber utilizado de manera deliberada el dinero de los contribuyentes para enzarzarse en una venganza personal". Wilson señala al entonces vicepresidente estadounidense, su colaborador Lewis Scooter Libby, al consejero Karl Rove y al alto cargo de la Casa Blanca Richard Armitage como culpables de la filtración de la identidad de Plame al columnista conservador Robert Novak. "Lo que hicieron con Valerie fue una violación de la seguridad nacional que debería ser castigada como traición", sigue Wilson, indignado por una campaña que solo quería engañar al país bajo falsos pretextos para justificar una guerra cuestionable. Sin embargo, la investigación concluyó con Libby como único implicado y condenado a 30 meses de cárcel por perjurio y no por traición, pena que Bush conmutó.
"Lo peor fue el efecto dominó que provocó", agrega Valerie Plame. En sus palabras no hay emoción. "Nunca me vi como una víctima y considero la amargura una pérdida de tiempo. Lo único que espero es que algo así nunca vuelva a ocurrir". No habla solo de haber perdido el trabajo al que tanto había dado. O el peligro en el que se vieron ella y su familia, expuestos y sin protección de los que hasta entonces eran sus compañeros. "Irónicamente, el servicio secreto vigiló a todas horas al resto de los mencionados". O del abuso de poder cometido por un Gobierno democrático, contra ella y el resto de la nación. Lo que Plame más lamenta son las operaciones que quedaron por concluir. "Sé que la CIA elaboró un informe sobre los daños causados, pero nunca me dejaron verlo", añade, debatiéndose entre lo que no puede contar y lo que no le han dejado saber sobre posibles víctimas a sumar a la lista de bajas, civiles y militares, de una guerra sobre la que prefiere no opinar.
Plame solo habla de lo que sabe. De ahí que cuando saltó el escándalo, el cruce de acusaciones entre la Administración Bush y Wilson se vio acompañado de un mutismo total por su parte. "Cuando saltó a la luz, aún trabajaba para la CIA y tenía prohibido hablar de mi trabajo. Pero he de admitir que me quedé paralizada, me costó tener la capacidad de comprensión y reacción que tuvo Joe". Plame suelta una carcajada cuando se menciona la cobertura mediática del escándalo. "Se supone que la prensa debe poner a raya a un Gobierno corrupto". Wilson añade: "Vivimos la muerte del periodismo de investigación, algo que empezó con Woodward y el Watergate y acabó también con él, con su disculpa por no haber hecho más".
El matrimonio Wilson Palme reside en Santa Fe, alejados de Washington y sus puñaladas traperas. A la productora Janet Zucker, reconocida liberal, le costó convencer a Plame para contar su historia en cine. Hace tres años escribió sus memorias en un libro que le volvió a crear problemas. "La CIA es disfuncional, y no seré yo quien la defienda, pero sigo estando a favor de un férreo servicio de inteligencia", opina la parte de Plame que no ha dejado de ser espía. Finalmente, aceptó el rodaje. Tanto ella como su marido estuvieron disponibles durante el rodaje para Naomi Watts y Sean Penn. "Recuerdo que quedamos en el aeropuerto, algo que me extrañó. ¿Quién queda en un aeropuerto? ¡Los espías!", rememora la actriz. Penn fue a casa de los Wilson, y el actor y el ex funcionario llegaron a una perfecta simbiosis de "días Wilson, serios y sobrios, y noches Penn", según bromea el primero.
En lo que no se ponen de acuerdo es en la clase de película que han hecho. "Es Todos los hombres del presidente y Solo ante el peligro", opina Wilson, que compara la trama con una tragedia griega centrada en el poder -"en el abuso de poder"- y donde él y su esposa no son héroes. "Es una historia de ciudadanía", zanja. Plame prefiere verla como una película que llame a la acción. "Un filme que dice la verdad, que habla de relaciones personales y de espionaje en un contexto político", explica.
El estreno coincide con la salida de las memorias de George W. Bush y su versión de por qué su Gobierno puso en marcha la guerra contra Irak. Además, los nombres de Rove y Cheney han vuelto a la palestra con las elecciones legislativas en EE UU. Aun así, es difícil captar el interés del público en un cine que hace tiempo dejó de tener conciencia. Wilson y Plame confían en que su vivencia haya servido de algo y que el cine sirva de amplificador, dado que el Tribunal Supremo no les ha permitido continuar su lucha contra los que llaman sin reparos traidores a su país. Ellos se están labrando un nuevo futuro, él como presidente de una compañía de construcción y ella siguiendo su labor contra las armas masivas en un documental y preparando una novela, cómo no, de espionaje. "Somos funcionarios sin pensión, y no es el momento de jubilarse", bromea Plame. También es cuestión de civismo. "Tenemos un problema cuando hay más gente que vota en American Idol que en las elecciones", concluye Wilson.

Los topos

Mensajes en una botella

Por Gregorio Morán
Publicado en el periódico español LA VANGUARDIA, 13/11/10;
Sólo un hombre con el talento de Arthur Miller podía encontrar las palabras justas para definir a todos aquellos que terminada nuestra guerra civil se escondieron durante muchos, muchos años, hasta que creyeron que su vida – al menos su vida, lo más preciado-no corría peligro. Los llamó mensajes en una botella. La primera denominación hispana fue Los Topos, y se la dieron dos periodistas jóvenes: Jesús Torbado y Manu Leguineche.
Todo empezó por una nota de agencia que daba cuenta de la reaparición de un alcalde republicano. En Mijas, Málaga, el antiguo edil del Frente Popular, Manuel Cortés Quero, se había pasado 30 años encerrado en una habitación, oculto a las miradas de todo el mundo y a la búsqueda incansable de sus enemigos. 30 años de cárcel doméstica, sin derecho a patio ni a visitas, sin posibilidad de reducción de condena y con el agravante de que cualquier fallo, cualquier error, le hubiera costado la vida. La suya y la de quienes le ocultaban.
Esto sucedía en 1969. Franco concedía al fin una amnistía para todos los delitos que se hubieran cometido durante la guerra civil. Se refería a los del lado republicano, porque los del lado faccioso no sólo ya habían sido amnistiados sino que incluso habían recibido recompensas. Frente a la creencia general, soy de los que consideran que el franquismo, el estudio de tantos años de dictadura, aún está en mantillas. Baste decir que aquella amnistía del 69, legalmente obligatoria, porque al cumplirse treinta años prescribía automáticamente el delito, se encabalgó con un estado de excepción, el de enero, quizá el más duro e indiscriminado de cuantos declaró el franquismo.
El alcalde de Mijas, Manuel Cortés, esperó hasta abril de 1969 para entregarse. Sería un ejercicio muy útil recordar ahora, con detalle, la reacción de la prensa oficial, es decir, casi toda la existente entonces. Le ridiculizaron por haber sufrido innecesariamente, decían. Hubieron de ser dos jóvenes periodistas, como Torbado y Leguineche, los que recogieran la noticia y se propusieran una tarea difícil y frustrante. Difícil, porque aún quedaba mucha dictadura por delante y el miedo sellaba las bocas. Y frustrante, porque Franco moriría en noviembre de 1975, y mientras el principal protagonista de la matanza no desapareciera hubiera sido impensable publicar un libro sobre los rojos escondidos de la posguerra civil, los que se habían librado del paredón o el paseo porque asumieron la crueldad asesina de sus adversarios y no se creyeron ninguno de sus embustes que aseguran que quien no tuviera las manos manchadas de sangre no tenía nada que temer.
No hay mayor frivolidad que la de creer que la censura aviva el ingenio. La libertad es el acicate más eficaz. La censura achica la ambición y nos vuelve a todos menos audaces. Eso es lo que inevitablemente les sucedió a Torbado y Leguineche. Tenían en sus manos un material magnífico, conseguido a pelo, sin la más mínima ayuda ni subvención, y debían dejarlo en el cajón hasta que se muriera Franco y llegaran tiempos mejores.
Y al final llegaron, pero tan tarde que tras siete años de espera tanto Torbado como Leguineche estaban ya en otras cosas, con otros proyectos. Pero el libro salió en 1977, gracias también al impulso de Mario Lacruz, gran tipo en tiempos difíciles. Lo titularon Los Topos y fue un éxito de público más que de crítica. Se hicieron un puñado de ediciones y luego se reeditó en 1998. Es curioso, durante los catorce años del PSOE en el poder no se volvió a hablar del libro y quizá sea significativo de algo que sucedió entonces y apenas si nos dimos cuenta. Los socialistas que gobernaron eran otra generación; ni tenían nada que ver con el pasado, ni les interesaba especialmente.
Los Topos, de Jesús Torbado y Manu Leguineche acaba de ser reeditado (Capitán Swing editores) y he comprobado que sigue siendo un texto magnífico, abrumador, emocionante. En ocasiones parece tedioso, como lo son las historias personales, por más apabullantes que sean, contadas por quien a duras penas sabe hacerse entender. Ese es el mayor atractivo del libro, 17 historias de topos de la posguerra incivil – hay una, un tanto forzada, de un falangista, que apenas si viene a cuento-narradas por ellos mismos, con algún apunte de sus esposas. ¡Qué galería de mujeres exhibe este libro! Bastaría con ellas para hacer unos relatos que conmueven por su fuerza, su inteligencia y sobre todo su intuición sobre la maldad humana.
Los Topos estuvo a punto de conseguir el Premio Internacional que concedían un jurado formado por los mejores semanarios del mundo. Se lo concedieron entonces, estamos hablando de 1978, nada menos que a Despachos de guerra,de Michael Herr, que apareció en castellano gracias a Anagrama (1980) sin que alcanzara entre nosotros la auténtica aureola de obra maestra que le otorgaron tantos, incluida la más reciente de Roberto Saviano, que se considera honroso deudor de su magisterio.
Si fuéramos un país culturalmente normal, sin esa gangrena de los años del cólera, la edición del 77, o esta de 2010, constituirían auténticos acontecimientos culturales, en una medida similar a la que generó Los hijos de Sánchez ahí está Protasio Montalvo, que se mantuvo en Cercedilla, pegado a la sierra madrileña, 38 años escondido, y que no se fio hasta que se convocaron las elecciones de junio de 1977-,sino también el mundo que los rodeaba. No sólo los que les protegían, con riesgo de su propia vida, sino también aquellos que se esforzaban en denunciarlos o sencillamente en matarlos.
Claro que habría que comenzar por el principio. Por Los Topos. Hoy cualquier posmoderno no conoce otros topos que los personajes que popularizó John Le Carré, hace ya cincuenta años, exactamente por la misma época en la que nuestros protagonistas sobrevivían metidos en un armario, en una cuadra, en un doble techo, en un pozo, en una habitación sin vistas. Si ni siquiera han llegado a ver en su ajetreada vida urbana a un topo común, ese animal misántropo y ciego, tan humano por ello, cómo iban a entender a unos tipos que, conscientes de ser carne de paseo letal o fusilamiento sumario, se encerraban sin otra finalidad que salvar la vida. Se hicieron topos para poder volver a ser algún día hombres. Y esa tragedia con final feliz que trascriben impecablemente Torbado y Leguineche nos deja anonadados, preguntándonos tantas cosas sobre ellos, sobre sus manías de grandeza, su lógica obsesión autodidacta, sus miedos espantosos, sus ataques de nervios – hay un relato de uno que no se puede leer sin aprensión-,sus alimentos, sus dolores de muelas o de estómago, sus esclavitudes de animales atrapados en el cepo de la historia.
Y también preguntándonos sobre nosotros mismos. ¿Hubiéramos resistido diez años así? ¿O diez meses? Probablemente no, o quizá sí, ¿quién puede decir hasta dónde llega nuestro miedo? No hay cobardes absolutos ni valientes sempiternos; lo que hay son situaciones.
¿Cuántos habrán muerto sin llegar al final feliz, cuántas historias truncadas que hubieron de cerrarse enterrándolos en cualquier parte, doblemente clandestinos en la vida y en la muerte? Por todo eso me parece que la mejor descripción de esa aventura de supervivencia que fueron nuestros Topos, tan lejanos de los vistosos caballeros políglotas de Le Carré, la hizo el dramaturgo Arthur Miller cuando tras leer la historia del alcalde republicano de Mijas, el de los 30 años escondido, escrita por el británico Ronald Fraser en 1972, dejó estampado en letras que podrían ser de oro: “es como un mensaje intacto dentro de una botella entre los despojos de la playa de la historia”.

Orestes y la mafia

Orestes y la mafia

Por Rafael Argullol, escritor
Publicado en EL PAÍS, 13/11/10):
Hay un momento decisivo de la antigua literatura griega que nos concierne especialmente: al final de la Orestíada, la única trilogía de Esquilo que hemos conservado hasta nuestros días. En ese desenlace el poeta trágico ofrece un cambio revolucionario en la percepción de la naturaleza humana. Orestes, de acuerdo con la tradición anterior, debía verse sometido a la férrea ley de la sangre y la venganza, de modo que, como autor de la muerte de su madre Clitemnestra, tenía que pagar el precio de la implacable norma oscura: él había matado a su madre como cobro del parricidio cometido por esta en la figura del padre, Agamenón; este, a su vez, había sucumbido para expiar el filicidio de su propia hija, Ifigenia, sacrificada para favorecer a la expedición griega contra Troya. Sangre, venganza y sangre otra vez: la férrea cadena que comunica los odios, deseos y ambiciones de las estirpes y los clanes. Ojo por ojo, diente por diente. La ley del talión. O, dicho de otro modo: la comunidad sometida a la oscura y turbulenta ley de la sangre.
Orestes, en consecuencia, de acuerdo con esta ley debía morir, pagando así la irreversible deuda contraída. Sin embargo, en un giro espectacular desde el punto de vista cívico y espiritual, Esquilo resuelve salvar a su héroe. Orestes, en lugar de ser juzgado y condenado en el recinto interior de la sangre, es presentado ante el tribunal de Atenas, el Aerópago. Al valorar la actuación del desgraciado descendiente de un linaje maldito el jurado divide sus votos, estableciéndose un empate entre los partidarios y contrarios del ajusticiamiento del héroe. Con suficiente simbolismo Esquilo hace que Palas Atenea, patrona de la ciudad, ejerza su voto de calidad como presidenta del tribunal para absolver a Orestes y romper, de este modo, la cadena de la venganza. Desde ese momento, las Erinias, las negras deidades portadoras de la venganza, se transforman en las Euménides, diosas benevolentes y protectoras de una comunidad fundamentada en la ley cívica. Únicamente atendiendo a este revolucionario final de la Orestíada ya deberíamos recordar a Esquilo como el poeta de la joven democracia ateniense, el primero que propuso sustituir las complicidades de la tribu y el clan por los principios jurídicos de una ciudadanía libre. De hecho se ha comparado, con acierto, la conclusión de la tragedia esquilea con el movimiento coral que culmina la Novena sinfonía de Beethoven. En ambos casos se trataría de hilos estéticos en la construcción de una conciencia democrática.
En los años ochenta del siglo anterior tuvo lugar una inigualable representación de la Orestíada ante las ruinas de Gibellina, una ciudad devastada por el terremoto que en 1968 había sacudido el noreste de Sicilia. En tres veranos sucesivos -1983, 1984 y 1985-, bajo la dirección de Filippo Crivelli, fueron escenificadas las tres piezas de la obra de Esquilo hasta completar la entera representación.
Además del gran valor artístico del acontecimiento, otros factores contribuían, obviamente, a resaltar la tensión moral del argumento. El hecho de que los versos resonaran en las piedras de la ciudad fantasmal multiplicaba el poder de la palabra. Pero no era menos impresionante advertir que todo aquel esfuerzo teatral, que intentaba llamar la atención de Europa sobre los efectos de la catástrofe, se desarrollaba en un territorio en el que el poderío de la mafia era incuestionable y en el que, por tanto, había quedado congelada la ilusión democrática soñada por Esquilo. Baste indicar que a poca distancia del lugar donde se representaba la Orestíada se hallaban, alrededor de Corleone, los parajes popularizados en aquellos mismo años por Coppola en su película El Padrino, también una trilogía que tiene algo de Orestíada contemporánea, aunque sin final conciliador.
He pensado algunas veces en el elevado significado evocador de aquellas representaciones sicilianas pues difícilmente podían estar presentes en un territorio más reducido los dos grandes modelos, enfrentados entre sí, de la organización social humana: la comunidad libre basada en el derecho objetivo de la ciudad y la mafia que ampara los intereses particulares de familias, tribus, clanes o, según un lenguaje posterior, aparatos. Al rememorar esta tensión, y aquellas representaciones teatrales ante las ruinas de la ciudad destruida, lo que me alarma es encontrar indicios en el mundo de que el espíritu de Corleone se impone al espíritu de Gibellina, y que la opción de la libertad ciudadana retrocede ante el ímpetu de la visión mafiosa.
Es verdad que, si bien lo pensamos, la democracia constituye una excepción (la excepción humanista ilustrada) en los modos de organización del ser humano, pero cuesta aceptar que la lección de Orestes se vaya desvaneciendo entre nosotros. Y, sin embargo, todo parece indicar que es así cuando aceptamos sumisamente el poder de los aparatos de los partidos financieros y productivos.
El capitalismo, que se ha desembarazado al fin de cualquier contención ética, aparece cada vez más reacio a cualquier ejercicio de calidad democrática y más seducido por la visión mafiosa del mundo. En esa dirección no me extraña que aumenten los portavoces del dinero que se manifiestan encantados con la “vía china de crecimiento” pues han llegado a la deducción de que para los buenos negocios -esos que no tienen que atender razones jurídicas o humanitarias- no existe mejor familia que un partido único que regule con pulso firme lo que haya que regular. El miedo, por no decir pánico, de los gobernantes occidentales ante las autoridades chinas, y el consiguiente silencio frente a los permanentes atropellos de los derechos humanos, tiene, por supuesto, el apoyo entusiasta de los grandes consorcios empresariales y financieros. Si algo molesta de China no es su desprecio de la libertad individual sino la amenaza de su presente, y sobre todo de su futuro, poderío económico. Y algo similar cabe decir de Rusia, un país que, si bien se desembarazó del totalitarismo político, parece ofrecerse al mundo como el mejor ejemplo de la sintonía entre un capitalismo desbocado, sin contención alguna, y la perspectiva mafiosa de organización social.
Tampoco es de extrañar la práctica derrota de Obama en su intento de poner coto a los depredadores de Wall Street, milagrosamente renacidos tras el susto de hace tres años. Pese a tantas películas de Hollywood no hay conciliación posible entre la concepción mafiosa y la democracia. Si la mafia, en cualquiera de sus acepciones, reina la libertad se debilita hasta anularse.
Y, en sentido contrario, la lección de Orestes, brindada por Esquilo, es que solo con el retroceso del egoísmo y la rapiña, solo con la erradicación de los intereses de familia, a los que siempre aluden los mafiosos de toda ralea, puede construirse una comunidad libre.

OBAMA II

EE UU ha perdido el norte

Por William R. Pol, miembro del consejo de planificación política del Departamento de Estado durante la presidencia de John. F. Kennedy. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.
LA VANGUARDIA, 14/11/10;
Las elecciones estadounidenses  de mitad de mandato se han celebrado y sus resultados significan final de camino para una parte de congresistas del Partido Demócrata. No se trata únicamente de que el Partido Republicano haya ganado el control de la Cámara de Representantes, sino de que miles de políticos locales en todo el país han perdido sus cargos. Muchas de estas personas culpan al presidente Obama por tal pérdida.
Estos acontecimientos revisten importancia, por tanto, no sólo desde el punto de vista estructural o político, que sin duda la tienen en el sentido de que el Partido Demócrata se verá bloqueado y no podrá llevar a efecto buena parte de sus programas, sino acaso aún más desde la constatación de la existencia de mal humor y espíritu contencioso en todo el país.
Por primera vez en el último medio siglo, se advierte una creciente sensación de que Estados Unidos ha perdido el norte.
En las filas de la derecha política, este talante ha dado lugar al movimiento Tea Party. Se trata de un término elegido para sugerir que los estadounidenses deberían volver hoy a los tiempos anteriores a la revolución americana, cuando los colonos recurrieron a la acción directa contra el entonces gobierno británico. Cuando los británicos impusieron un impuesto sobre el té e impidieron que los comerciantes estadounidenses tomaran parte en su comercio, los colonos en los puertos pequeños a lo largo de la costa atlántica echaron al mar el té perteneciente al gigante monopolio británico, la East India Company. Tal es el espíritu de los modernos defensores del Tea Party.
El moderno Tea Party constituye también una reminiscencia de otro movimiento en Estados Unidos, el del partido No sé nada de la década de 1850. Como los miembros de aquel movimiento, los actuales miembros del Tea Party carecen de auténtico programa; simplemente, van en contra de las que consideran fuerzas lesivas para su estilo y modo de vida. La primera de estas fuerzas, según su acusación, es el propio Gobierno.
En consecuencia, se oponen al programa de reforma sanitaria que la Cámara de Representantes y el Senado, bajo control demócrata, posibilitaron que pudiera aprobar el presidente Obama. Resulta una ironía que la ley se base en una iniciativa del Partido Republicano en el estado de Massachusetts. Además, irónicamente, apenas afecta a una gran parte de la sociedad estadounidense, que sigue sin seguro. Y, por último, también irónicamente, representa un enorme enriquecimiento de uno de los principales sectores privados de Estados Unidos, el de los seguros. Pero, a ojos del Tea Party, la reforma es el símbolo de la interferencia del Gobierno en la vida privada.
Como en el caso del movimiento No sé nada, el moderno Tea Party es antiextranjero. Si, por una parte, los partidarios del movimiento No sé nada quisieron detener la inmigración europea a América, por otra parte a los miembros del Tea Party les irrita sobremanera la llegada de latinoamericanos. En ambos casos, buena parte de sus integrantes eran y son ellos mismos hijos e hijas de inmigrantes recientes, pero ambos abrigaban y abrigan hostilidad frente a la extranjería racial y religiosa.
Asimismo, a los defensores del Tea Party les altera y confunde la complejidad de los asuntos mundiales. Observan que es menester que Estados Unidos recupere su poder y creen que el modo de lograrlo es mediante el aumento de la capacidad y acción militar. Cuentan con poderosos aliados al respecto en lo que el presidente Dwight Eisenhower llamó “el complejo industrial-militar”. Los grupos que conforman esta gigante industria armamentística no sólo disponen de grupos de presión de gran alcance para impulsar sus programas sino que también llevan a cabo una actividad tan diversificada que prácticamente cada localidad estadounidense fabrica componentes de buques, tanques y aviones en factorías y talleres.
Tal circunstancia ha planteado un dilema al movimiento Tea Party. Mientras por un lado se opone al Gobierno, por otro quiere que las fuerzas armadas sean fuertes; mientras por un lado se opone a los impuestos, por otro quiere gastar dinero en armamento y mientras por una parte considera que la economía se halla en baja forma, por otra aboga en favor de programas que empeoran su situación.
Quienes se oponen al movimiento Tea Party, especialmente en el Partido Demócrata pero también en la dirección más tradicional del Partido Republicano, tienden a desecharlo como irracional moda pasajera. Y, por tanto, fueron a las elecciones de mitad de mandato sin estar preparados para encarar el arrebato de ira con que tropezaron aparatosamente.
En resumidas cuentas, ¿cuál es el resultado? Veremos tres cosas en los próximos dos años: en primer lugar, la extrema derecha hará todo lo posible para preparar el terreno a fin de echar al presidente Obama en las elecciones presidenciales del 2012. Sobre todo, bloqueará sus esfuerzos para sacar a Estados Unidos de la recesión económica. Y, debido a su control de la Cámara de Representantes y casi la paridad en el Senado, Obama está llamado por así decir a ser, simple y llanamente,un presidente inútil. Por tanto, no sólo será atacado por sus enemigos políticos, sino que también es probable que sea cuestionado por sus amigos políticos.
En segundo lugar, habida cuenta de su personalidad, como hemos observado en sus primeros dos años en el cargo y las singulares tensiones a que se ve sometido por ser el primer presidente negro de Estados Unidos, es probable que trate de llegar a acuerdos en lugar de pelear. Tal propensión le está costando el apoyo de quienes le auparon al cargo, pero no da señales de tratar de modificar sus tácticas. Su esperanza podría cifrarse en conseguir el apoyo de una parte de su oposición, pero esta opción no ha funcionado a su favor en los últimos dos años y es poco probable que lo haga en los dos próximos. Le debilitará en lugar de fortalecerle. Desengañado ya con él, su defensor abandonará, en tanto que sus oponentes, oliendo la perspectiva de la victoria en las elecciones del 2012, no estarán por la labor de llegar a acuerdos.
En tercer lugar, bloqueado en el plano interno, tiende a atender de forma creciente a las cuestiones exteriores. No constan nuevas iniciativas importantes susceptibles de estimular el apoyo estadounidense, salvo en los asuntos militares. Obama, por tanto, se verá tentado de aceptar el consejo de sus generales en el sentido de seguir combatiendo en lugar de negociar en Afganistán, tal vez para potenciar su implicación en los puntos conflictivos, como Yemen, y adoptar una línea de actuación aún más dura con respecto a Irán.
Incluso sus oponentes neoconservadores le han aconsejado en el sentido de que la única manera de salvar su presidencia es bombardear Irán. Me figuro que debe ser consciente de la catástrofe que tal iniciativa supondría para Estados Unidos, pero en su caso será difícil, en los próximos dos años, abandonar las políticas que proponen los halcones estadounidenses.

Carta desde California

Carta desde California

Por Nicolas Berggruen, fundador y presidente de Berggruen Holdings. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
EL PAÍS, 14/11/10;California es, desde hace mucho tiempo, la vanguardia de Estados Unidos. Y hoy sigue siendo así. Sepultada en un mar de deuda tras años de parálisis política, refleja, amplificada, la situación del país en general. La Oficina de Analistas Legislativos de California (un órgano independiente que asesora a la Asamblea estatal) prevé unos déficits de 20.000 millones de dólares durante otros cinco años. Casi el 90% de los californianos considera que su Gobierno no funciona. La insatisfacción de la ciudadanía es mayor que nunca.
Aunque la influencia creciente del Tea Party ha contribuido a que hubiera un gran giro hacia la derecha en las últimas elecciones de Estados Unidos, California tuvo su momento tea party hace siete años, cuando Arnold Schwarzenegger derrotó al entonces gobernador Gray Davis en unas elecciones extraordinarias. Hoy, la popularidad del gobernador Schwarzenegger es tan baja como era la de Davis entonces. Es decir, los californianos han acabado por comprender que el verdadero reto al que se enfrentan no es el de sustituir a unos dirigentes políticos sino el de arreglar un sistema que ha dejado de funcionar.
Como si fuera un preludio al próximo gran giro en la política estadounidense, que llegará dentro de un tiempo, cuando las pasiones y la furia actual por derrocar a quien está en el poder se hayan apagado, los californianos emprendieron un camino claramente distinto en las elecciones. El candidato demócrata a gobernador, Jerry Brown, que ya estuvo durante dos mandatos al frente del Estado, resultó elegido por un amplio margen, y el intento de las grandes compañías petrolíferas de revocar la histórica ley de California sobre el cambio climático sufrió una contundente derrota a manos de los electores, tanto de derechas como de izquierdas.
Mientras los sectores políticos partidistas del resto del país se despellejaban unos a otros en vísperas de las elecciones, en California conseguimos convocar al gobernador republicano, Arnold Schwarzenegger, y al gobernador demócrata al que había derrotado, Gray Davis, junto con una colección de destacados ciudadanos de la región, desde el secretario de Estado de Reagan, George Shultz, hasta la dirigente sindical más poderosa del Estado, en la primera reunión del Comité de Ideas a Largo Plazo para California. El anfitrión del encuentro fue Eric Schmidt, consejero delegado de una de las empresas más innovadoras de Estados Unidos, Google, en su sede próxima a San Francisco. El grupo, formado por 15 miembros, incluyó también, entre otros, a dos ex presidentes de la Asamblea estatal, Terry Semel, que dirigió Warner Brothers y Yahoo!, Laura Tyson, que presidió el Consejo Económico Nacional durante la presidencia de Clinton, y Eli Broad, multimillonario y mecenas de las artes.
Como dijo uno de los participantes en la reunión, utilizando una metáfora informática, mientras el resto de Estados Unidos está en pleno colapso, California, al menos, está preparándose para “reiniciarse”.
La descomunal tarea de resolver los problemas de California y hacer que Estados Unidos vuelva al buen camino no surge de la nada. En otros lugares del mundo actual, sobre todo en China, unos líderes resueltos y unidos están construyendo con la vista puesta en el futuro como hizo California hace 50 años, cuando convirtió la Universidad de California en un sistema universitario de categoría mundial, vinculado a un plan educativo para todo el Estado, y construyó grandes redes de carreteras y canales para que llevaran el agua desde el norte húmedo hasta el árido sur.
Con unas reservas inmensas, la atención puesta en la educación y unas infraestructuras eficientes desde el punto de vista energético, incluido el trazado de una red de ferrocarriles para los trenes más rápidos del mundo, que enlazarán al 80% de la población, China está tomando ya la delantera incluso en energía solar y otras tecnologías limpias que, en otro tiempo, eran patrimonio de California.
Como a mis colegas del Comité de Ideas a Largo Plazo, me preocupa mucho en qué situación estarán California y Estados Unidos de aquí a 20 años si no encontramos la forma de que las sociedades democráticas salgan del estancamiento actual, que nos está llevando de una era de promesas a una trayectoria de desaparición. Si California, en su papel de líder, puede mostrar el camino de regreso al buen gobierno, será un ejemplo decisivo para el resto del país.
Cualquier estudiante universitario, empresario, propietario de vivienda, inmigrante recién llegado o jubilado en California tiene la desoladora sensación de que el futuro, ese futuro al que nuestro Estado siempre se adelantaba, está dejándonos atrás.
Sabemos en qué situación está hoy California. Sus ciudadanos, que antes aspiraban a construir una sociedad equiparable a su magnífico paisaje, se han resignado a tener montañas de deudas, empleos inestables, escuelas de pésima categoría, más dinero público para las prisiones que para la enseñanza superior y unas infraestructuras anticuadas, medio desmoronadas, que son una vergüenza al lado de las de países emergentes como China. La raíz de estos fallos está en un sistema de gobierno en descomposición que, año tras año, no genera prácticamente nada más que bloqueos sectarios y déficit cada vez mayores.
Y los californianos saben en qué situación quieren estar en 2025. Quieren un gobierno con solidez fiscal, que pueda afrontar los altibajos de los ciclos económicos y promover empleos bien remunerados, asociados a los sectores de vanguardia de California, desde la biotecnología hasta las energías limpias, pasando por la tecnología de la información. Quieren sostener la próspera agricultura californiana, reforzar la competitividad mundial de su sector del espectáculo y ampliar el comercio con México y Asia. Para garantizar la movilidad social, quieren escuelas excelentes, una enseñanza superior que sea asequible y esté al alcance de todos los californianos, capaz de proporcionar los profesionales innovadores y cualificados que se necesitan para construir las industrias del futuro. Quieren unas ciudades habitables, que respeten el medio ambiente, que utilicen la energía y el agua con inteligencia. Un tren de alta velocidad que haga el recorrido entre Los Ángeles y San Francisco con la misma rapidez y la misma comodidad con las que los japoneses van de Tokio a Kioto facilitaría la circulación de personas y el comercio entre las principales regiones del Estado.
A pesar de las buenas intenciones y los esfuerzos concertados de los dirigentes políticos en los últimos años, los californianos no han logrado pasar de su situación actual a la que quieren tener porque el propio sistema es disfuncional. El cambio solo será posible si California adopta un sistema de gobierno moderno que tenga la capacidad de actuar con decisión, refleje la complejidad y diversidad de su población y su economía y esté más adaptado a los retos y las oportunidades del siglo XXI que el que heredamos de la época de los ranchos y los magnates del ferrocarril.
Sobre todo, en lugar del agotador e irresponsable rencor que paraliza la política actual, ese nuevo sistema debe estar imbuido del espíritu independiente del pragmatismo y la perspectiva de largo alcance que tuvieron los grandes constructores del Estado en los años cincuenta y sesenta: el gobernador republicano Earl Warren, que después fue magistrado del Tribunal Supremo, y el demócrata Pat Brown, padre del gobernador electo actual, que en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial sentaron las bases de la prosperidad y la calidad de vida que disfrutó California durante muchos años.
Con ese objetivo, el Comité de Ideas a Largo Plazo para California, el grupo independiente que yo patrocino, pretende ofrecer una estrategia integral para reparar y renovar la forma de gobernar.
Las reformas que estamos estudiando incluyen modificar los límites de los mandatos legislativos y el sistema de iniciativas populares, del que abusan los grupos de intereses especiales y que permite a los electores aprobar un gasto sin tener una fuente de financiación. Estamos pensando en un “fondo para tiempos difíciles” que acabe con la volatilidad presupuestaria y un nuevo sistema tributario, propio del siglo XXI, que se apoye menos en el impuesto sobre la renta y más en un “impuesto sobre los ingresos netos de la empresa”. También se está examinando la posibilidad de descentralizar los poderes y las responsabilidades fiscales del Estado a las comunidades locales, para que el gobierno esté más cerca de la gente y sea más receptivo a sus inquietudes. Una prioridad fundamental es incorporar a la gobernanza la perspectiva a largo plazo, a través de un Consejo Estratégico de California que se centraría en la creación de puestos de trabajo de alta remuneración vinculados a los sectores de vanguardia del Estado, la calidad de la educación y la construcción de infraestructuras inteligentes basadas en energías limpias. Para ello es necesario establecer un fondo que se reponga continuamente para garantizar que la enseñanza superior, en especial en la Universidad de California, siga siendo asequible y estando al alcance de todos los californianos.
No hay duda de que California puede volver a ser la república del futuro que fue en otro tiempo. En mi opinión, es el lugar del que el mundo debe estar pendiente. Donde vaya ella, irá Estados Unidos.

Televisa fraguó el audioescándalo

Revista Proceso # 1776, 14 de noviembre de 2010
Televisa fraguó el audioescándaloJenaro Villamil
A partir de una intercepción telefónica, Televisa montó un escándalo de presunta corrupción en el IMSS. Al final se descubrió que en la grabación, ilegal, no participó ningún funcionario del instituto y que se trató de una conversación entre particulares. Lo que sí quedó en evidencia es la participación de la televisora en la industria farmacéutica y su intención de involucrar tanto al IMSS como a la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios en la negociación de comisiones por la adquisición de fármacos. 
Detrás del escándalo mediático que detonó el martes 9 en los espacios informativos de Televisa para documentar “la relación corrupta a base de comisiones y sobornos” entre el Seguro Social y laboratorios farmaceúticos, se encuentra una red de intereses de altos ejecutivos de la televisora con la industria farmacéutica.
En este entramado destaca la relación entre Bernardo Gómez, vicepresidente del consorcio, con la empresa Landsteiner, demandada penalmente desde abril último por la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris). Asimismo salió a relucir la sociedad entre Grupo Televisa y la trasnacional Genomma Lab, empresa líder de medicamentos de “primer nivel” y de cuidado personal en Estados Unidos y Puerto Rico.
De acuerdo con fuentes de la industria farmacéutica consultadas por Proceso, tanto Grupo Televisa como Landsteiner –cuyo principal accionista, Miguel Granados Cervera, es primo político de Bernardo Gómez– han tenido serias diferencias con el titular de Cofepris, Miguel Ángel Toscano. Por esas discrepancias, a finales de septiembre pasado este funcionario impulsó una demanda penal contra el laboratorio por presunta falsificación del medicamento Femulán –que sería el genérico intercambiable del inmunodepresor conocido en el mercado como Renacept– descubierta durante los estudios de bioequivalencia realizados en el Hospital General de México.
Esta acción legal provocó el cierre temporal de las instalaciones de Landsteiner en Toluca, lo cual generó pérdidas por cerca de 60 millones de pesos, así como presiones “desde el más alto nivel” gubernamental en contra de Toscano.
Otro motivo de malestar contra la Cofepris fue la orden de retirar y destruir la Sibutramina, medicamento para bajar de peso.
Un comunicado de ese organismo, difundido el 14 de octubre pasado, establece que la orden de retirar y destruir la Sibutramina se debió a que “su riesgo a la salud es mayor que el beneficio para los consumidores que buscan bajar de peso”. En el documento se anexaron los nombres comerciales de los medicamentos que contiene esa sustancia, así como de los 29 laboratorios que los fabrican, entre éstos Landsteiner.
Los intereses de Televisa en el sector van más allá de la relación parental entre uno de sus vicepresidentes y Landsteiner. Desde el 30 de agosto de 2009 se informó mediante un comunicado que el consorcio mediático y Genomma Lab Internacional establecieron una “alianza estratégica” para operar Televisa Consumer Products USA (TCP). El control de esta entidad se distribuyó de la siguiente manera: 51% para la empresa presidida por Emilio Azcárraga Jean y 49% para Genomma Lab.
“Esta alianza le permitirá a Genomma Lab expandir el éxito de sus marcas más allá de México y Latinoamérica, dándole acceso a un mercado hispano de aproximadamente 50 millones de consumidores con un poder adquisitivo de más de 870 mil millones de dólares anuales, beneficiándose también del alcance de la marca y el renombre de Televisa en este mercado”, se afirmó en el comunicado conjunto.
El gran negocio que significará la introducción en México de productos farmacéuticos de libre venta y para el cuidado personal aún necesita vencer varios de los obstáculos y regulaciones establecidos por la Cofepris.
Chasco
La noche del martes 9, Joaquín López-Dóriga inició El Noticiero, de Canal 2, presentando una serie de llamadas telefónicas que “de manera anónima” llegaron a Televisa. 
Según el conductor se trataba de una conversación entre “un funcionario aún no identificado de la Coordinación de Adquisición de Bienes” del IMSS y Rafael Castro, responsable de relaciones con entidades gubernamentales de Novartis.
Novartis y Landsteiner también han sido fuertes competidores en las licitaciones del ISSSTE para la adquisición de medicamentos inmunosupresores que se utilizan en trasplantes de órganos, como el riñón. 
“En esta conversación se aprecia cómo el funcionario del IMSS informa al representante del laboratorio de una compra de medicinas en un estado por 80 millones de pesos en una licitación que, le informa, se va a publicar este jueves 11 de noviembre”, abundó López-Dóriga.
“Entre ellos se refieren a la comisión que le tienen que dar, hablan de 4%, pero dicen que, mejor, claro, sea de 5%. En la conversación mencionan al coordinador de Adquisición de Bienes del IMSS, César Mora Iriarte, y al director de la Cofepris, Miguel Ángel Toscano.
“En la parte final de este reportaje se registra una segunda conversación, en la que, alterados, muy alterados, dicen los mismos que hablaban antes que tienen que hablar urgentemente porque han sido descubiertos. Da la impresión de que se enteraron de la investigación periodística de Noticieros Televisa sobre este caso y por eso la alarma”, editorializó López-Dóriga.
Durante dos días las conversaciones fueron difundidas hasta el cansancio no sólo en El Noticiero, en los segmentos de Primero Noticias, conducido por Carlos Loret de Mola, y en todos los espacios informativos de Foro TV, incluida una larga parodia del payaso Brozo.
Incluso los reporteros del consorcio entrevistaron a legisladores, funcionarios y al exdirector del IMSS, Emilio Gamboa Patrón.
A la postre se descubrió que la conversación no revelaba negociaciones entre un funcionario “desconocido” del Seguro Social y un representante de Novartis, sino que se trataba de dos particulares.
“Es una calumnia”
La persona a la que Televisa presentó como “funcionario aún no identificado” que negociaba con Rafael Castro era Carlos Abelleyra Cordero, expresidente de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica de 2007 a 2009 y a la sazón presidente ejecutivo de la compañía Stendhal, fabricante de medicamentos para combatir el VIH.
El viernes 12, Abelleyra presentó una denuncia penal ante la Procuraduría General de la República contra quien resulte responsable por el delito de interferencia ilegal de comunicación privada y por ataques a las vías generales de comunicación.
“Fue una conversación entre dos particulares, ambos profesionales de la industria farmacéutica, y no participó funcionario público alguno. La conversación versó, efectivamente, sobre un proceso de licitación pública de medicamentos por parte del IMSS y cuyas bases serían publicadas el jueves 11. En ella se discutieron los términos en los que una determinada empresa iba a participar, incluyendo algunas ideas sobre el costo de distribución, no sobre una comisión para corromper a funcionario del Seguro Social”, puntualizó Abelleyra.
Entrevistado por Proceso, el también exdirigente de la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIF) advierte que espera “una disculpa pública” de López-Dóriga.
“Es lo único que he hecho en mi vida. Tengo 27 años en la industria. He sido el hombre más importante en el sector, representé a todos los laboratorios, y que ahora venga una calumnia y me destroce mi dignidad, no se vale; es mentira lo que han difundido”, sostiene.
–¿Qué le diría a López-Dóriga?
–Yo no me voy a enfrentar a López-Dóriga. Quiero que se dé cuenta de que lo que dice no es verdad y que ofrezca una disculpa pública. Él dijo que yo era un funcionario del Seguro Social y no es verdad; aseguró que estábamos negociando comisiones y no es cierto. Utilizaron información confidencial y eso está penado por la ley.
–En la última grabación se deduce que usted ya sabía que los habían grabado y le advierte a Rafael Castro. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo se enteró de que habían escuchado la conversación?
–Claro que le advertí, porque creo en la lealtad entre amigos. Rafael Castro trabajó conmigo antes de irse a Novartis. Y sí, me advirtieron que nos habían grabado las llamadas.
–¿Lo habían involucrado a usted en algún otro escándalo de este tipo?
–Jamás. Me están obligando a cerrar mi ciclo en la industria, porque bien dice un viejo dicho: “calumnia, que algo queda”. Voy a seguir diciendo mi verdad, no para afectar a nadie, sino porque están arrastrando a gente que ni la debe ni la teme.
–Si esta intercepción telefónica no documenta ningún caso de corrupción, ¿qué significa?
–No documentan la corrupción. Documentan cómo pueden destruir la vida de las personas. Seguramente hay errores que cometimos en esas llamadas, pero nunca corrupción, nunca colusión.
Tanto Abelleyra como Castro anunciaron que se separaban de sus respectivas empresas. Tanto Stendhal como Novartis advirtieron en comunicados de prensa que las actividades y negocios mencionados en las llamadas se hicieron “a título personal” y no en nombre de ninguna de las firmas.
Reacciones
 Todavía no se identificaba plenamente a las dos personas cuya conversación telefónica fue interceptada, cuando el presidente Felipe Calderón envió un mensaje a través de su cuenta en Twitter desde Seúl, Corea del Sur en el que anunció:
“He dado instrucciones para que se investigue a fondo la posible corrupción en el IMSS y se castigue a quienes resulten responsables.”
Con una celeridad inusual en otros escándalos que involucran al IMSS, como el incendio de la guardería ABC, César Mora fue destituido de su cargo como coordinador de Adquisición de Bienes y Contratación de Servicios del instituto.
El director de la dependencia, Daniel Karam, afirmó que no solapará “ningún acto de corrupción” y que presentaron una denuncia de hechos ante la PGR para que se deslindaran responsabilidades. El Senado de la República acordó llamar a comparecer a Karam la próxima semana para abundar en este audioescándalo promovido por Televisa.
Por su parte, el titular de la Cofepris, Miguel Ángel Toscano, en entrevistas con medios electrónicos, incluyendo una con Primero Noticias, rechazó estar implicado en el caso y confirmó que sí conoce a Rafael Castro.
“Me deslindo, no tengo nada qué ver ni personal ni institucionalmente con las licitaciones del Seguro Social. Como comisionado exijo que se investigue a fondo y se castigue a los responsables. Estoy a disposición de la Secretaría de la Función Pública”, afirmó.
“Si algo me ha caracterizado en mi trayectoria es justamente ser recto y tratar de poner transparencia en la Cofepris, transparencia que no había. Sigue habiendo corrupción y hemos trabajado para combatirla”, planteó Toscano, exlegislador panista.
En la emisión del jueves 11, López-Dóriga abrió su noticiario con el mismo tema y trató de vincular a Toscano con el audioescándalo. Afirmó que la Cofepris no tiene que ver con las licitaciones del Seguro Social, “pero sí con acelerar el registro de un medicamento. Sin un registro de Cofepris no pueden participar en una licitación”, apuntó el conductor.

Monseñor Vera

Don Raúl Vera y los derechos humanosMiguel Ángel Granados Chapa
Revista Proceso # 1776, 14 de noviembre de 2010
A su regreso de Noruega, donde hace una semana recibió el Premio Rafto, la agenda de don Raúl Vera lo esperaba muy apretada. Se contaba con su presencia en dos actos simultáneos el jueves 11, en la Ciudad de México, y uno más el viernes 12, en Saltillo, la sede de su diócesis. 
El 7 de noviembre recibió el Premio Rafto, en el Teatro Nacional de la ciudad noruega de Bergen. El jueves 11, a las 9:00 de la mañana, se instaló la Comisión Civil de Seguimiento de los Acuerdos SME-Gobierno Federal, de la que el prelado es miembro eminente. En el Senado, a la misma hora y el mismo día, se efectuó la primera sesión del Grupo de Trabajo de Participación Ciudadana, Capítulo México, de la Organización Mundial de Parlamentarios contra la Corrupción. 
Y es que el senador Ricardo García Cervantes, quien encabeza ese capítulo, decidió que fuera la Familia Pasta de Conchos –una de las iniciativas más sentidas por el obispo de Saltillo– la que se presentara a hablar sobre la situación de la minería de carbón en Coahuila. Abordar en tribuna el caso de Pasta de Conchos costó a García Cervantes una burda reconvención del subsecretario del Trabajo Álvaro Castro, quien perdió –al menos formalmente– esa posición ante la severa respuesta institucional del Senado, que declaró inadmisible el reproche a uno de sus miembros sobresalientes y consiguió una rectificación de dientes para afuera del secretario Javier Lozano, cuya postura ante los deudos de la tragedia –crimen, mejor dicho– del 19 de febrero de 2006 estuvo claramente reflejada, en estilo y contenido, en la admonición del subsecretario al legislador.
El viernes 12 don Raúl Vera presidió, en la capital de Coahuila, una reunión organizada por muchos de sus feligreses para darle la bienvenida, en un acto que sería aprovechado para entablar un “diálogo sobre derechos humanos en México”. La organización corrió a cargo del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, otra de las fundaciones del dominico que se graduó como ingeniero químico antes de ingresar a la Orden de Predicadores. Ya antes, en 1988, había fundado un centro de asistencia social, “la primera de varias instituciones que ha apoyado para asistir a gente pobre y marginada”, según informó a su auditorio la presidenta del Comité Rafto, Siri Gioppen.
Ese comité discierne desde 1987 el premio que lleva el nombre de Thoroft Rafto, un activista que antes de la caída del Muro y la disolución del campo socialista dedicó su esfuerzo a apoyar a disidentes en países sometidos al autoritarismo en Europa Oriental y en la Unión Soviética misma. A su muerte, y establecido el premio que lleva su nombre, los continuadores de su obra juzgaron necesario orientar a otras regiones del mundo su atención y, con la suya, la de vastos sectores de la opinión mundial que confían en los criterios humanitarios de esa organización noruega.
También ha tenido confianza en el Comité Rafto el correspondiente del Premio Nobel de la Paz. En cuatro ocasiones ya, recipiendarios del Rafto lo fueron después del Nobel, por la coincidencia en los  principios que rigen la asignación de las respectivas preseas.
La primera persona colocada en esa situación fue la activista birmana Aung San Suu Kyi, quien recibió el Nobel en 1991. Mucho antes de entonces y aun hoy mismo ha pugnado por el cese del autoritarismo militar en su patria, Myanmar (antes Birmania), para abrir paso a la democracia. Cinco años después fue galardonado con el Nobel José Manuel Ramos-Horta, quien encabezó la lucha del pueblo de Timor Oriental por sacudirse el dominio de Indonesia, que debió retirarse de aquella isla –cuya población es de ascendencia portuguesa en el océano Índico– a causa del movimiento de opinión mundial en torno a Ramos-Horta, tras recibir los premios Rafto y Nobel.
En el año 2000 el premio discernido por el comité respectivo del Parlamento Noruego, en cumplimiento de las instrucciones de Alfred Nobel, fue otorgado a Kim Dae-jung, líder de la resistencia al militarismo autoritario en Corea del Sur, que llegó a ser presidente de esa república y desde entonces aboga por la reconciliación de las dos porciones en que la Guerra Fría dividió a Corea. En 2003, el Nobel fue para Shirin Ebadi, la legendaria juez iraní destituida de su cargo por su interpretación de las leyes islámicas en beneficio de la mujer y que como abogada ha luchado por la causa de las mujeres en una sociedad opresora. Además de su activismo civil, escribió el libro La jaula de oro, un alegato por la convivencia de formas diferentes de vivir el Islam.
A perfiles como esos corresponde ahora el del obispo de Saltillo. Así lo definió Siri Gioppen al hacer la semblanza del premiado este año con el Rafto: “Hay una clase de personas, muy escasas, que son referencia moral y cuya integridad constante les prepara a defender lo que consideran correcto sin hacer caso al riesgo personal que corran”. La oradora mencionó el paso de don Raúl por Chiapas y no pudo omitir una mención a don Samuel Ruiz, el hoy obispo emérito de San Cristóbal de las Casas. El dominico Vera había sido enviado a esa diócesis como adjunto con derecho a sucesión. Ignorantes quienes lo nombraron de su reciedumbre y sensibilidad humana, esperaron de él que acotara al obispo cuya pastoral indígena, cuya opción por los desvalidos irritaba al poder vaticano, y que al reemplazarlo desmontara su obra. La conversión vivida por don Raúl lo llevó hacia rumbos opuestos a los imaginados por sus promotores, que decidieron trasladarlo al norte, con la suposición de que, no habiendo allí indígenas con los cuales identificarse, el obispo se acomodaría al tradicional molde episcopal.
Nuevo mal cálculo. Don Raúl ha ejercido sus convicciones en varios campos. Lo preocupa la suerte de los migrantes hacia Estados Unidos, una corriente de los cuales pasa por Coahuila. Ha establecido dos centros de refugio para ese efecto: el de Saltillo, llamado Belén, ha atendido a 40 mil personas. Junto con esa atención a los seres humanos concretos, el obispo Vera es un activista en pro del reconocimiento de la dignidad humana de los migrantes, en pos de que se adopten políticas gubernamentales que en vez de perseguirlos los apoyen.
En lo que hace a la drogadicción y la violencia, ya no adosada sino consustancial al tráfico de estupefacientes, según explicó la humanitarista noruega, “el obispo Vera comparte la preocupación del gobierno por el poder y la violencia de los cárteles de la droga, pero critica sus métodos. No solucionan los problemas y debilitan la ley en vez de confirmarla”.
También preocupa a don Raúl “la exclusión social de los homosexuales, incluso por la misma Iglesia”. Para oponerse a ella apoya “la comunidad de San Egidio en Saltillo, (que) ofrece guía espiritual a jóvenes de toda orientación sexual, y don Raúl trabaja para promover su dignidad y sus derechos humanos”.
Como don Raúl, sin necesariamente conocerla, practica la máxima del obispo sudafricano y premio Nobel Desmond Tutu  (“si usted permanece neutral en situaciones de injusticia, usted ya tomó partido por el opresor”), no ha vacilado en apoyar a las víctimas de la codiciosa e infame minería del carbón en Coahuila, a partir de la muerte de 65 personas en la mina de Pasta de Conchos hace más de cuatro años. De ser un obispo convencional, se hubiera amistado con los dueños de las minas y las acerías de la región norte del estado, en vez de enrostrarles su insensibilidad y sus violaciones a la ley.
Sin falsa modestia, el obispo dominico reconoció la proyección que el Premio Rafto da en el mundo, sobre todo en las civilizadas sociedades del norte de Europa, a la situación mexicana. Dijo al concluir sus palabras el domingo pasado que acaso la Fundación Rafto pudo haberse equivocado al elegir a una persona no adecuada para el premio 2010, “pero no se equivocó en elegir a México para denunciar ante la comunidad internacional la terrible situación de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, de parte del gobierno, contra hombres y mujeres, ciudadanos de nuestro país”.

Leñero, el oficio de reportero

Vicente Leñero, Premio de Periodismo Carlos Septién GarcíaVicente Leñero
Revista Proceso # 1776, 14 de noviembre de 2010

A la par de su carrera de ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, el escritor
Vicente Leñero también estudió en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. El jueves 4 de noviembre, la institución le otorgó el Premio Nacional de Periodismo 2010 que lleva el nombre de su fundador. Transcribimos aquí las palabras que pronunció, en la ceremonia respectiva, el autor de Los Periodistas.  

Se ha convertido en un lugar común, cuando se distingue o se premia públicamente a alguien, que ese alguien diga de botepronto que el reconocimiento lo honra, lo enorgullece, lo apabulla, lo considera merecido.
Tal es mi caso hoy, cuando me siento literalmente abrumado en esta cálida ceremonia, y me veo impelido a utilizar la mentada cantaleta; pero no como un cajonero lugar común, sino como una franca y sincera reacción que me revuelve las vísceras, el alma toda, porque proviene de mi querida escuela Carlos Septién García. Ella se encuentra en el origen mismo de mi condición de periodista y escritor. Ella es el germen de mi vida profesional. A ella le debo haber abandonado una insegura carrera de  ingeniería  para  abrazar –como suele decirse con otro lugar común– la actividad que dio soporte y sentido al pedregoso camino emprendido desde joven hasta hoy, en la vejez.
Debo confesar que yo no ambicionaba convertirme en periodista.
Estudiaba números pero pretendía, con ofuscación, domeñar las letras, las palabras, el difícil arte del fraseo y la composición del lenguaje escrito. Quería eso: ser escritor. Y una escueta mención relacionada con el inicio de cursos de una escuela de periodismo, leída en Excélsior, en la columna de un especialista en espectáculos que se apodaba Lumière, me encandiló de golpe: ¿Qué tal si inscribiéndome en esa escuela lograba yo aprender los secretos necesarios para escribir bien mis tropezados cuentecillos y poemas de mi adolescencia? ¿Qué tal si en esa escuela me enseñaban sintaxis, puntuación, ortografía…?
Me lo enseñaron, por supuesto. Más, aún: gracias a maestros que hoy recuerdo con agradecimiento y nostalgia enorme (José N. Chávez González, Domingo Álvarez Escobar, Alejandro Avilés, José Audiffred, Ramón Zorrilla) aprendí no sólo a escribir correctamente, sino a vencer la inseguridad y el miedo para saltar, como quien se para en el borde de un trampolín, hacia la profunda alberca del periodismo.
Escribir bien significó, entonces, escribir bien periodísticamente. Aprender las exigentes reglas de la noticia, del reportaje, de la crónica, de la entrevista… Aprenderlas como arte de la redacción, primero, para aplicarlas después al arte del comportamiento –el ver, oír, fisgar, preguntar, averiguar– de un trabajo que entendí como fascinante: el trabajo del reportero.
Única escuela que en esos tiempos valoraba en serio el quehacer reporteril,  la Septién García me hizo asumir, precisamente, que sólo el reportero es quien merece a cabalidad el crédito de periodista. El reportero como testigo de lo que ocurre en el presente inmediato; el reportero como buscador y desentrañador de la realidad.
No de la Verdad que se escribe con mayúscula y pertenece a los territorios de la filosofía o de la metafísica, sino de esta realidad palpitante que exige de ojos que la observen; de palabras que la describan, de mentes que la estrujen y la manifiesten para mostrar los sucesos de nuestro tiempo, para develar lo que se ignora, para denunciar lo tramposamente soslayado por los poderes políticos, económicos, religiosos: el reportero, como detective implacable de este entorno común.
Eso aprendí en esta escuela a la que siempre he reconocido como el gatillo disparador de mi profesión sustantiva. 
Eso fui aprendiendo paso a paso –porque todo aprendizaje se forja en la práctica atribulada del oficio– cuando salté de publicación en publicación tratando de averiguar de qué pasta está hecha la realidad. Me guiaron mis jefes convertidos pronto en amigos: José N. Chávez González, en Señal; Ernesto Spota y Jorge de Angeli, en Claudia; Julio Scherer García y Miguel Ángel Granados Chapa, en Revista de Revistas, Excélsior y Proceso.
Insisto en mi devoción al trabajo ejercitado por el reportero y a los peligros que hoy enfrenta el periodismo cuando se pierde o se pervierte el sentido de la tarea reporteril. En mis tiempos –en nuestros tiempos, mi querido Manuel Pérez Miranda–, de acuerdo con lo que aprendimos en la Septién García, era muy clara la distinción entre los dos estadios en que se dividía la función periodística: la información y la opinión o análisis. 
Al reportero competía estrictamente la primera, fundamental. Él tenía a su cargo la indagación y el testimonio de los hechos, trabajados con la mayor imparcialidad posible, bajo el noble impulso de averiguar lo que ocurrió o está ocurriendo. Nada más. A los otros –llamados también periodistas, no por antonomasia sino por generosa ampliación del término, dado que escribían o participaban en los medios– competía la tarea de analizarlos o juzgarlos de acuerdo con su personal posición ideológica. Unos informaban, otros analizaban. Los reporteros eran testigos, los otros líderes de opinión. Así, los lectores o espectadores recibían, en sucesivos momentos, para enterarse primero y para conformar su juicio después, ambas expresiones públicas. Y estaba bien. Era legítimo y razonable que así ocurriera.
El peligro es que ahora existe una tendencia malsana a fundir y confundir ambos momentos de la información, a unirlos en un solo acto. Ocurre en el periodismo escrito pero sobre todo, significativamente, en la radio y en la televisión. Quienes dan la noticia, quienes en su papel de locutores sirven de voceros al trabajo reporteril, suelen proporcionar un juicio de lo que están informando en el momento mismo de proporcionar la noticia. Lo mismo locutores de izquierda que locutores de derecha proponen lo que algunos consideramos una aberración: “la noticia comentada”. La noticia valorada ya desde que se produce. La noticia inducida que ofende, antes que a nadie, al público receptor. Como si éste fuera menor de edad. Como si éste no tuviera la capacidad de analizarla por su cuenta. Como si ese público receptor, “infantilizado” por los informadores, no tuviera el derecho de reaccionar por sí mismo y luego adherirse o no –con entera libertad– al juicio, que debería ser siempre postrero, de los llamados “líderes de opinión”.
Un reportero no debería ejercer jamás la función de comentarista. Trabajar y proporcionar noticias, y comentarlas luego en el mismo medio en el que trabaja, constituye una acción reprobable, al menos dislocada en relación con la auténtica búsqueda de la realidad. Ser analista no vale más que ser reportero. El reportero es siempre el eje, la clave del periodismo.
No es ahora el lugar ni el día apropiados para dirimir a fondo ésta y muchas otras cuestiones que atañen al trabajo periodístico de nuestra realidad mexicana. Un trabajo que por su fiereza provoca asesinatos de reporteros, veladas y continuas amenazas de censura, desdenes de quienes no desean encarar de frente nuestra realidad.
El oficio, el noble oficio del periodismo, merece siempre, por ello, valoración y reconocimiento.
Yo acepto aquí –vuelta al lugar común– la pequeñísima parte que me corresponde gracias a la generosidad de la Escuela Carlos Septién García en la que me formé paso a paso, coscorrón a coscorrón, hace la friolera de cincuenta y siete años. Era capaz entonces de imaginar todo, menos este premio.
Lo agradezco entrañablemente.

Feminicidios



Feminicidios: crímenes discriminados Gloria Leticia Díaz
Revista Proceso # 1776, 14 de noviembre de 2010;

Desplazados de los espacios noticiosos por la guerra contra el narcotráfico, los asesinatos de mujeres, especialmente en Ciudad Juárez, siguen aumentando. Incluso en el entorno de la violencia y las matanzas, la mujer padece discriminación, concluye una misión internacional que vino a verificar el acatamiento de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que el año pasado condenó al Estado mexicano por no hacer justicia en varios casos de violación de garantías fundamentales.
Pese a que el Estado mexicano fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a causa de los feminicidios en Ciudad Juárez, este problema se ha eclipsado frente a la guerra contra el narcotráfico y la indolencia de las autoridades, concluyen integrantes de la Misión Internacional Por el Acceso a la Justicia de las Mujeres en la Región Mesoamericana que visitaron el país del 8 al 10 de noviembre.
Antes, del lunes 1 al domingo 7, la misión recorrió Nicaragua y Honduras para pedir a organizaciones sociales información sobre la violencia contra las mujeres y entrevistarse con las autoridades de los sistemas de administración y procuración de justicia.
Su trabajo aquí fue el mismo pero con una encomienda adicional: indagar el avance en el cumplimiento de la sentencia emitida en noviembre de 2009 por dicha corte sobre el caso conocido como “campo algodonero”, por el que México fue condenado en relación con los asesinatos de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda Herrera Monreal y Claudia Ivette González, cometidos en Ciudad Juárez en 2001.
Por gestiones de la diputada federal Teresa Incháustegui Romero, durante tres días las especialistas de la misión se reunieron con funcionarios del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), de la Procuraduría General de la República (PGR), de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y de la Secretaría de Gobernación.
Ni el secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Juan Manuel Alcántara Soria, ni representantes del gobierno de Chihuahua acudieron a la cita con las expertas en derecho internacional y de género.
Uno de los objetivos de la misión
–que forma parte de la Campaña Regional por el Acceso a la Justicia para las Mujeres– fue “hacer ver que como país estamos siendo vigilados por instancias internacionales de derechos humanos; los ojos y oídos de varias organizaciones están vigilantes del cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana, pero también de los convenios internacionales que ha firmado México para combatir la violencia contra la mujer”, afirma Incháustegui.
Entrevistadas por Proceso, las integrantes de la misión alertan de la gravedad de la violencia contra la mujer y manifiestan su preocupación por la lentitud para atender la sentencia de la Corte Interamericana por los feminicidios en Ciudad Juárez.
“En México este fenómeno y la violencia contra las mujeres ha quedado oculto frente a la batalla contra el narcotráfico; hay un desprecio institucional por la vida de las mujeres y, por tanto, se niega la realidad”, afirma Victoria de Pablo, integrante de la Fundación de Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española, que agrupa a más de 250 mil litigantes.
Asesinatos en aumento
Julia Monárrez Fragoso, investigadora de El Colegio de la Frontera Norte y perito ante la Corte Interamericana para el caso “campo algodonero”, afirma que hay evidencia de que los crímenes contra las mujeres se han incrementado, especialmente en Ciudad Juárez:
“De 1993 a 2007, teníamos registro de 500 niñas y mujeres asesinadas; de 2008 a octubre de 2010 ya eran 567 más. Sin embargo, el gobierno se niega a aceptar que haya feminicidios y adjudican esas muertes a ajustes de cuentas entre el narcotráfico, con lo que se desentienden de su responsabilidad de investigar.”
Por su parte Yolanda Hernández Sanic, expresidenta del Consejo Indígena Mesoamericano y actual coordinadora del área de la mujer de la Secretaría de la Paz de Guatemala, señala: “La violencia contra la mujer es un problema planetario y en Mesoamérica prevalece una cultura de impunidad, pero en el caso de México es más grave porque es un país que ha firmado todos los convenios internacionales en materia de derechos humanos y de protección a las mujeres”.
Marta Eugenia Solano Arias, representante del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito (del que depende la misión que visitó México) manifiesta su preocupación porque a casi un año de emitida la sentencia de la Corte Interamericana, “no hay visos ni señales del Estado mexicano de intentar cumplirla; oímos hablar a funcionarios que nos decían: ‘eso no es mi competencia’, y al final no sabemos a quién le corresponde cumplir”.
En esta inquietud coincide María Eugenia Solís García, quien fue juez de la Corte Interamericana y es consultora de la Corte Penal Internacional:
“De acuerdo con lo dicho por la ministra Olga Sánchez Cordero, me parece una aberración que la Suprema Corte esté discutiendo si la sentencia de ‘campo algodonero’ es de cumplimiento forzoso o no. Y de los encuentros con los funcionarios parece que el sistema mexicano está formateado para zafarse: nadie admite responsabilidad en el principal problema, que es la justicia.”
Luz Estrada, del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), aporta números: de enero de 2009 a junio de 2010, en 18 estados mexicanos se cometieron mil 768 asesinatos de mujeres. De ellos, en mil 74 los patrones corresponden a feminicidios (homicidios de mujeres como resultado de la discriminación de género) y ocurrieron en 13 entidades, pero sólo se dictaron 40  sentencias.
En los casos de feminicidio las víctimas fueron arrojadas en la vía pública, sus edades iban de 11 a 30 años, tenían huellas de abuso y fueron ejecutadas por estrangulamiento, quemaduras o con arma punzocortante. 
Además de Chihuahua, donde se registraron 245 crímenes de ese tipo, en las 13 entidades de las que el OCNF tuvo información para ese mismo periodo las de mayor incidencia son el Estado de México (309), Quintana Roo (204), Sinaloa (125), Tamaulipas (103), Jalisco (88) y Veracruz (82).
En el Estado de México, de acuerdo con el OCNF, entre 2005 y 2010 se cometieron 900 homicidios dolosos de mujeres; de éstos, en 57% se desconoce al responsable, en tanto que en 37% el autor fue un familiar, conocido o pareja de la víctima. Además, en la entidad se tienen 99 víctimas no identificadas, lo que para Estrada podría significar que eran migrantes centroamericanas.
Otra entidad con números alarmantes es Jalisco: según datos de la procuraduría estatal, en el último año y medio ha habido 187 mujeres desaparecidas con edades de entre 11 y 17 años.
Después de conocer la realidad mexicana De Pablo acota: “En España, con 46 millones de habitantes, es un escándalo social que haya 65 mujeres muertas al año. Pero la respuesta judicial allá es que 20% de las mujeres se suicidó y, en el resto de los casos, 90% de los responsables están en la cárcel.
“En México ni siquiera se sabe con certeza cuántas mujeres mueren de forma violenta al año… hay un alto nivel de impunidad. Hemos detectado que el tema de los feminicidios no está en la agenda política del gobierno como una prioridad.”
 Dinero europeo
 El interés internacional por que se acate la sentencia sobre los feminicidios en Ciudad Juárez es tal que la Unión Europea (UE) destinó recursos a México para el cumplimiento de uno de los puntos resolutivos, el 18, referente a la estandarización de protocolos, manuales, criterios ministeriales y servicios periciales para la investigación de delitos de violencia contra las mujeres.
En respuesta a una solicitud de información formulada por Proceso a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), la Dirección de Derechos Humanos y Democracia de la dependencia señaló que como parte del Convenio de Financiación CDI/ALA2007/019-116, la UE aportó 350 mil euros al Programa de Derechos Humanos Unión Europea-México (PDHUEM), que comprende ocho mesas temáticas, una de ellas relativa a los protocolos. 
De ese monto, 300 mil euros se destinaron a la contratación de asistencia técnica, ya que la cancillería dispuso a través del PDHUEM que el grupo de trabajo de la PGR para el cumplimiento del numeral 18 de la sentencia contara con asistencia técnica “a través de la contratación de expertos nacionales e internacionales”. Los fondos son administrados por la UE a través de BAA Consultors, según la información proporcionada por la SRE el pasado 30 de agosto.
No obstante, hasta esta fecha la Dirección de Derechos Humanos y Democracia de la SRE confirmó que la PGR no había llamado a expertos internacionales, sino a tres nacionales, y la dependencia dijo desconocer el monto de sus contratos.
De acuerdo con información entregada a la misión por el subprocurador jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR, Jorge Alberto Lara Rivera, los especialistas contratados son Samuel González Ruiz, constitucionalista y extitular de la desaparecida Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada; Teresita Gómez de León, abogada y excolaboradora de Guadalupe Morfín en la Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez y en la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) de la PGR; y Efraín Nieves Hernández, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, exfuncionario de la Fevimtra y de la CNDH.
En entrevista, Karla Michelle Salas Ramírez, representante legal de las familias de las víctimas del caso “campo algodonero”, detalla las dificultades para el cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana, de cuyos avances el gobierno federal tiene que rendir un informe el próximo 10 de diciembre: el gobierno de Chihuahua no ha publicado la sentencia, la Fevimtra se ha negado a atraer las investigaciones de los casos de desaparición y homicidio de las mujeres localizadas en el campo algodonero en 2001, no se ha sancionado a los funcionarios públicos que obstaculizaron el esclarecimiento de los crímenes y no se ha investigado ni castigado a quienes hostigan a los familiares de las víctimas.
Otros puntos de la sentencia se refieren a la construcción de “un monumento en memoria de las mujeres víctimas de homicidio por razones de género en Ciudad Juárez” y el reconocimiento público de la responsabilidad internacional del Estado en las muertes de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda Herrera Monreal y Claudia Ivette González.
“Alejandro Negrín (director general de Derechos Humanos y Democracia de la SRE) informó a David Peña, mi compañero en la defensa de los familiares de las víctimas, que el memorial –que pedimos estuviera en el campo algodonero al que se refiere el caso– no se iba a construir porque es propiedad privada y no se han puesto de acuerdo qué mecanismo seguir para edificarlo, sobre todo porque el gobierno no acepta nuestra exigencia de que se incluyan los nombres de más de mil mujeres que han sido asesinadas de 1993, cuando se denunció el fenómeno, a la fecha.
“El gobierno se resiste a que Ciudad Juárez quede marcada no sólo por la violencia producto del narcotráfico sino por los feminicidios. El memorial sería para el gobierno de Calderón el muro de la vergüenza”, dice Salas.
En cuanto a la disculpa pública a la que está obligado el Estado mexicano, agrega la abogada, “se prepara un evento encabezado por Calderón al que se pretende llevar a familiares de las víctimas del campo algodonero” y a deudos de Rosendo Radilla, líder campesino desaparecido por el Ejército en Guerrero durante la guerra sucia y por cuyo caso la Corte Interamericana también condenó a México (Proceso 1706 y 1729).
A menos de 30 días de que se cumpla el plazo para que el gobierno federal rinda su informe sobre el cumplimiento de la sentencia sobre los feminicidios en Ciudad Juárez, el único avance concreto es la tramitación de indemnizaciones para los familiares de las tres víctimas por parte de la Comisión Nacional para Combatir la Violencia contra la Mujer (Conavim), apunta Salas Ramírez.
Por su parte, la abogada Victoria de Pablo dice que en la última reunión de la misión internacional en México, el martes 9, fue con el subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Felipe de Jesús Zamora, quien se comprometió a que se acatará la sentencia del tribunal interamericano.
De Pablo dice estar satisfecha porque al menos su grupo logró arrancar a los representantes del Estado algunos compromisos para el cumplimiento de la sentencia de “campo algodonero”, que serán verificados en marzo de 2011 en otra gira de la misión.
La PGR se comprometió a crear un registro nacional unificado de denuncias de homicidios dolosos de mujeres en la que se integre una base de datos genética; a reformar el Protocolo Alba, que se pone en marcha cuando desaparece una mujer o una niña; y poner a disposición de todos los procuradores de los estados los protocolos para investigar casos de violencia contra mujeres.
A su vez, el Consejo de la Judicatura Federal acordó dar difusión masiva a la sentencia y todos sus estándares, sobre todo en los contenidos sobre perspectiva de género, así como a reforzar sus programas de capacitación con perspectiva de género entre el cuerpo de jueces y magistrados.
De Pablo apunta que las expertas le aclararon al subsecretario Zamora que “por encima de las indemnizaciones, del memorial, de las placas o los monolitos, las familias de las víctimas lo que quieren es justicia, lo que implica la investigación de los hechos: quieren saber por qué y quién asesinó a sus hijas. Él dijo que lo entendía, pero que no era de su competencia”. 

(Ma)Tamauliupas, la barbarie

Tamaulipas: vientos de barbarieMarcela Turati
Revista Proceso # 1776, 14 de noviembre de 2010;
La gente abandonó Ciudad Mier porque los enfrentamientos entre el cártel del Golfo y Los Zetas arrasaron escuelas, comercios, cuarteles de policía y oficinas de gobierno. Quien llega ahí ve la obra de hordas bárbaras, y sí: son los sicarios del narco. Uno de tantos damnificados de la errática estrategia federal antinarco expresa su sentimiento desde un albergue: “Si el Ejército no puede venir a defendernos, que nos manden armas para defendernos”.
CIUDAD ALEMÁN, TAMPS.- Paquetes con botellas de agua purificada yacen en un rincón del salón de baile convertido en albergue donde algunas mujeres expurgan bultos de ropa recién donada. Son las dos de la tarde y los damnificados se levantan de las colchonetas desde donde contemplaban el paso del día para sentarse en mesas de plástico a esperar el plato desechable con los alimentos.
A ellos no los sacó de su casa una inundación o un terremoto. Fue el huracán de la violencia, que se estacionó sobre Ciudad Mier, su pueblo, el que les trituró la vida. Los más de 300 inquilinos de este albergue estrenan el primer campamento abierto para refugiados de la guerra mexicana del narcotráfico.
La vida anterior de estos refugiados no fue fácil. Dormían de día, pasaban la noche tumbados sobre el piso, apretujados adentro de un baño, detrás del refrigerador, encerrados en el clóset, engañándose con que así salvarían la vida. Se trasladaban a gatas dentro de casa. Se imponían toque de queda desde las cinco de la tarde y nadie tenía permitido acercarse a las ventanas. 
“Ya tiene mucho tiempo que empezó eso de los bombardeos, pero ahora es todo el día, desde la madrugada, toda la mañana, todo el día”, narra una mujer recostada en una pila de colchonetas. Una vecina tendida en las colchonetas contiguas agrega: “Antes las balaceras ocurrían nada más cada tercer o cuarto día, pero los últimos días eran insoportables. Había demasiada balacera, demasiado bombardeo, andaban adentro del solar, barrían todas las casas, ya no sólo algunas”.
El mal tiempo empezó el 23 de febrero, cuando 40 camionetas tripuladas por hombres armados del cártel del Golfo entraron al pueblo a secuestrar a todos los policías, robar las armas y radios, quemar casas y se llevaron familias enteras, para quitárselo a Los Zetas, sus aliados por 12 años, ahora enemigos a muerte. Nueve meses después, el municipio permanece como campo de batalla. Los Zetas contraatacaron la semana pasada a raíz de que la Marina mató a Ezequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta, líder del cártel del Golfo y su exaliado.
Por los nueve meses de balaceras y granadazos las construcciones coloniales de Mier –como la alcaldía y la iglesia construida en 1793, desde la fundación del pueblo– lucen cacarizas. El paisaje es el de una invasión bárbara con autos, casas, negocios, patrullas y el cuartel de policía calcinados.
Los Zetas tomaron control del pueblo desde una década antes. “Se fueron adueñando del pueblo. De por sí, tenías un changarrito y te cobraban el depósito, unos impuestos, si no, te lo quitaban”.
Pero este año, a partir del rompimiento, el control fue insoportable: los mierenses quedaron cercados por retenes de asesinos a las salidas del pueblo y en los caminos rurales que conducían a los ranchos y las parcelas; la ruta del camión de pasajeros –que conecta con Laredo, Ciudad Guerrero y Monterrey–, suspendida.
“Acabaron las salidas porque a veces cierran las entradas de la carretera, secuestran el autobús, hacen que se bajen las personas, les quitan su dinero, violan a las mujeres, matan a quien les levanta la voz”, relata una de ellas.
De las 6 mil 500 personas que habitaban Mier, la mitad huyó antes de noviembre, y la semana pasada salieron los que quedaban. Antes del éxodo contaban a 110 personas secuestradas, aunque todo el pueblo era rehén: no tenían agua, la luz llegaba por temporadas, la clínica cerraba por las tardes y las escuelas, que abrían cuando el temporal lo permitía, suspendieron definitivamente labores desde el Día de Muertos. 
Para entonces ya los trabajos se habían esfumado: no hubo manera de salir a jornalear a un rancho; las compañías contratistas de Pemex cambiaron de domicilio desde que sus empleados fueron secuestrados; la única gasolinera no abrió más; los comercios cerraron en cadena.
“En obras públicas ya no había trabajo y ya no podías ir a los ranchos, que era el único trabajo, ni nada: los hombres feos te agarraban y secuestraban, salías y no sabías si ibas a volver”, dice una embarazada sin empleo.
Los “hombres feos” estaban en todas partes: se los encontraban corriendo en la calle con granadas en la mano y metralletas, cruzando patios o tumbando puertas para pescar reclutas. Invadieron hasta los sueños desde que dejaron “un regalo” frente a la presidencia municipal: un hombre vivo mutilado de brazos y piernas, clavado en un palo hasta el desangramiento, cuyo dolor impregnó las pesadillas comunitarias.
En el albergue los discursos sobre lo ocurrido son vagos, reflejo de gente que se siente vigilada. Se refieren a “los señores feos”, “los que andaban peleándose”, “los malos”, nunca a Los Zetas o los del Golfo.
“Nos venimos porque nos corrieron, que iba haber quién sabe qué borlote… como balazos y eso”, comentó escueto un ayudante de albañil de 45 años, ranchero de dientes chuecos, renuente a entrar en detalles.
“Nos dan cuello”, explicó su negativa a hablar una joven mientras hacía la señal del ziper sobre la boca. Su hija de tres años caminaba en pañales por el salón, cansada y llorosa por no poder hacer su siesta.
El reporte del médico de Mier –que esquiva las entrevistas como la mayoría– señala que la noche anterior a la visita de Proceso (la del miércoles), 380 personas habían pasado la noche en el albergue. Entre la bola están albergados dos migrantes –uno poblano, otro recién expulsado de Illinois– que fueron obligados por la policía a suspender su viaje a Estados Unidos y a refugiarse como el resto hasta que la carretera sea transitable.
Se soltó el diablo
En Ciudad Miguel Alemán, pueblo colindante con Roma, Texas, el éxodo comenzó a notarse primero en el parque que fue ocupado por personas que acampaban el día entero o se arrimaban a familiares que habitan esa frontera; después fue la llegada masiva de autos llenos de familias y los pocos triques que pudieron agarrar. “Dos o tres mudas de ropa, ¿ya que nos quedaba? Ta’ feo, horrible”. 
Entonces el alcalde, Servando López, ordenó habilitar el Club de Leones como albergue y, previendo que el conflicto no pasará pronto, anunció que dará trabajo a los hombres y escuela a los niños. Y, en efecto, el jueves pasado al mediodía un camión escolar pasó por los niños.
Desde hace meses los mierenses querían huir de la violencia (“¿para dónde corríamos, con qué dinero?”), pero lo hicieron hasta que se enteraron de la habilitación del albergue. Hoy Ciudad Mier, el pueblo mágico que promocionaba el gobierno como destino turístico, se convirtió en pueblo trágico, en un pueblo fantasma.
Estas personas no son las primeras desplazadas por la narcoviolencia, el fenómeno ya se había notado en otros estados como Chihuahua; sin embargo, el de Ciudad Alemán es el primer albergue gubernamental para los refugiados por la guerra.
Este salón, a donde todo el tiempo llegan vecinos solidarios con víveres o misioneros con palabras de aliento, concentra historias que hablan de muerte, de frustración y de abandono gubernamental, algunas contra el alcalde de Mier, José Iván Macías, que no se ha aparecido por este lugar: “Se hizo pa’trás, se fue pa’l otro lado, nos dejó pa’ que nos lleve la pura fregada. Y él está bien seguro, queremos lincharlo”, dice un refugiado.
Contra el Ejército: “Los soldados empezaron a decir que valía más que desalojáramos, fueron a la secundaria a decir que iba a haber algo grande. ¿Y cómo nos vamos a quedar si los que traen armas nos están diciendo que no nos van a defender?”.
Contra Felipe Calderón: “¿Onde está la Marina, onde están los soldados? ¿Por qué no los manda el presidente? No estuvieron para defendernos cuando nos sacaron de Mier, de perdida que vengan a protegernos acá, no sé cuánto tiempo tardarán para venir a matarnos aquí, y nos dejaron sin protección”.
Una anciana intenta darle sentido al desamparo cuando comenta: “A lo mejor el gobierno quiere que se queden solos para rodearlos y matar a todos o quiere que se maten entre ellos”.
Poco a poco y bajo el más estricto anonimato desgranan las historias de horror que traen atoradas en la garganta, aunque algunas parecen leyendas a las que el pueblo les fue aderezando nuevos detalles: las violaciones de mujeres en las carreteras; los dos hombres sentados en la plaza, decapitados, cuyas cabezas fueron halladas en una cabina telefónica; el secuestro del “señor Rogelio” y de su hijo de 11 años, en castigo porque se había fugado de un secuestro previo; el destino del bebé de ocho meses al que arrancaron de los brazos de su madre, lo metieron entre las llantas de la camioneta y le pasaron por encima.
–Era un niño de ocho meses que con nadie se metía, ¿a quién le hizo daño? –dice sobre una colchoneta la abuela que lo relata; una vecina asiente con la cabeza a su lado mientras muerde una torta.
–¿Y a qué familia le pasó eso? –se les pregunta; las dos alzan los hombros.
–No sabemos. Eso dicen las malas lenguas.
“A reventar todo”
El tifón de la violencia desplantó a los mierenses de su tierra, los barrió de su casa, separó a las familias, machacó los sueños colectivos. Las historias recabadas por este semanario así lo cuentan.
Está, por ejemplo, el relato de la desempleada que reposa sobre una colchoneta su embarazo, quien recuerda: “Hubo un día que ‘tuvo feo, horrible, yo solita con mi niña, nos metimos al baño, tiradas al piso, yo la abrazaba para que no tuviera miedo, la calmaba, le rezábamos a Diosito para que por culpa de esos maleantes no fuéramos a perder la vida, le aseguraba que esos hombres no se iban a meter dentro de la casa, pero yo creía que estaban adentro. Era horrible, en el patio estuvieron corriendo, tirándose balazos. Y todavía después de ese día nos quedamos, no teníamos dinero ni a dónde ir, hasta que empezaron a decir que se iba a poner más feo, que iban a empezar a entrar a las casas a matar, ¿ya a qué te esperas?”. 
Su papá se quedó en Mier, aferrado a su casa, confiado de que quien nada debe, nada teme. La familia ha ido por él varias veces, pero se rehúsa a abandonar su lugar. “Hay como 10 que se quedaron, Mier es un pueblo fantasma”.
–¿Cuántos muertos hubo este tiempo? –se le pregunta.
–Muchos. Y muchas familias se han perdido. Las desaparecieron, con niños, jóvenes, abuelos, todo, y ya no regresaron.
Sueños de muerte
 Un adolescente de 12 años que observa cuando el autobús escolar se lleva a los niños de la primaria dice serio: “Ojalá que mandaran a la Marina y a los soldados, que los sacaran”.
Estos meses vivió con escalofríos metidos bajo la piel desde que los asesinos empezaron a quemar negocios. “Temía que el próximo fuera la tienda de Jesús Balleza y que le explotaran una granada, que la explosión alcanzara hasta su casa. Me daban escalofríos casi todo el tiempo”. 
Su papá sólo le dejaba jugar a los tazos o ver televisión, siempre tirado al suelo. “Cuando empezaban las balaceras me daban ganas de ir al baño a cada rato, tenía miedo de que se metieran a casa”. Siempre iba a gatas, desde que soñó que a su hermanito lo mataban por ponerse de pie. Tuvo otras pesadillas: “Que salía para fuera, estaban todos los señores y venían otros, yo gateaba, pero empezaban los balazos, ¡y yo afuera!”. 
Un día, una balacera lo atrapó en clases. Cuando su mamá fue a recogerlo, mientras caminaban, se toparon a los hombres corriendo con sus metralletas y sus granadas. Ambos palidecieron. Más adelante se encontraron a otros. También a un muerto.
–¿Cuántos muertos hay?
–No sé, no vi ni uno, sólo al que estaba colgado que alguien puso en la plaza y otro que estaba tirado y tenía un balazo aquí (y se toca las costillas).
Sentada en una silla de plástico está una mujer que vivía cerca del río, pasada natural de los sicarios y frecuente campo de batalla. “Fui de las primeritas que me vine, desde el sábado le pedí raid a un prima, sin ropa, sin nada, así nomás agarré a mis huercas y vámonos”, apunta. Ríe nerviosa cuando cuenta que ya aprendió a distinguir los sonidos de las armas que nunca ha visto: “Esa fue una lanza papas, esa una mata policías, ese el cuerno de chivo, esa una granada”.
Una noche, cuando dormía en su cama tres tiros entraron por la ventana de su cuarto y dejaron hoyos en las paredes del tamaño de un tostón. Por puro instinto rodó hacia el piso, gateó al baño y nunca volvió a dormir en alto, tampoco en las noches.
“Una vez me los topé cuando recién empezaba, les vi las caras pero pregúnteme si las recuerdo. Claro que no. Pero de que traen buen armamento, buenos muebles, buenos blindajes, los traen. ¿Y uno con qué se va a defender? Si cuando todo empezó los soldados nos dijeron que les diéramos las armas viejas a cambio de despensa y nos desarmaron. Fue plan con maña.”
Otro día, cuando disfrutaba aliviada la llegada del Ejército en sus camionetas, con un “aparato que gira y gira y no deja de tirar balas”, se desilusionó cuando se acercó y descubrió que “¡eran los clonados!”.
–¿Cuántos muertos hubo?
–No, pos’ sabrá Dios cuántos, pero de que son muchos, son muchos. Si aún estoy impresionada de los que dejaron en la plaza, a los que les mocharon la cabeza, que eran conocidos. También supe de uno que quedó por la casa tumbado, pero no salí a ver, y así, sin querer, me tocó ver a uno tirado dentro de una casa.
Alrededor de una mesa redonda de plástico esperan que les sirvan la comida cinco jóvenes de entre 18 y 20 años, que se sabían población en riesgo porque los asesinos entraban a las casas a matar a capricho, si es que no enrolaban a los jóvenes a su guerra.
“Está todo triste, sin gente, y puro ta-ta-ta-ta-ta y puuuum-pum-pum, plomazos y rafagazos, nomás oscureciendo y pa’ la cueva porque en la noche se desataba el demonio; a las cinco”, dice uno.
“Pensaba que en cualquier rato se calmaría, ¿y cuál? Se venían más y más, hasta dos días enteros. Al ver que no había agua ni trabajo ni tiendas abiertas, y que dejaron de darnos despensa porque ya no había ni presidencia municipal, a correr…”, comenta otro.
Tras las paredes oían insultos, “el tracaleo”, el grito del “ya valió madre… a reventar todo”, que precedía la destrucción. Conocían el procedimiento: “Nomás escuchas balas, el ta-ta-ta y de volada vas pa’l baño donde estén macizas las paredes, donde esté bien tapiñado (escondido)”.
Además de tristes se sienten enojados porque “gente de fuera” los desplazó de su tierra. Entonces, el más vivaracho, comenta: “Si el Ejército no puede, entonces que manden armas para nosotros, que sí sabemos qué hacer para defendernos de los que se quieren adueñar de lo nuestro”.  

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