LA JORNADA: Miles de lectores despiden a Gabo con gratitud y música
Las danzas rumanas de Bartok, flores amarillas y aplausos dieron el recibimiento a las cenizas del escritor Gabriel García Márquez a su llegada al vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, ayer pasadas las 16 horas. El presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa, fue el encargado de llevarlas al pedestal que se colocó en el centro de ese espacio. Acompañado por la viuda del escritor, Mercedes Barcha, y sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, el funcionario salió de la puerta que da acceso al teatro abrazando la caja de madera. Los aplausos estallaron y, cuando parecía que terminarían, una voz en el primer piso, donde se ubicó a la prensa, gritó: "¡Gracias, Gabo!", y la ovación se intensificó hasta completar un par de minutos más.
Mariposas de Macondo
Trescientas 80,000 mariposas amarillas volaron, por unos segundos, frente al Palacio de Bellas Artes, creando remolinos al ser lanzadas por el aire al final del homenaje a Gabriel García Marquez. Mariposas de papel de china se posaron en las cabezas de los asistentes a la ofrenda mexicana a Gabo y cruzaron el paisaje nocturno del Centro Histórico, recordando la imagen de la novela Cien años de soledad, que hasta quienes no la han leído, lo saben.
Destaca Peña el vínculo de García Márquez con México
Casi cuatro horas después del inicio del incesante arribo de gente al Palacio de Bellas para despedir al gran hombre de las letras latinoamericanas, Gabriel García Márquez, se cerraron las puertas del recinto y se apagó la música de concierto que gustaba escuchar el escritor. Era ya el tiempo para el homenaje oficial, la etapa de los discursos, ese ejercicio definido por el propio Gabo como el "más terrorífico de los compromisos humanos". Su intervención fue el préambulo para el reconocimiento desde el poder al escritor colombiano. Recién llegados desde Colombia y Veracruz, Juan Manuel Santos, mandatario sudamericano, y Enrique Peña Nieto, de México, no escatimaron elogios. Sobrio, con corbata negra acorde al protocolo propio de los días de duelo, el mandatario mexicano fue evocando la estrecha relación que guardó Gabo con México. Una remembranza desde su primer encuentro con la literatura mexicana, a través de Pedro Páramo y El llano en llamas, de Juan Rulfo, gracias a un regalo de otro colombiano ilustre residente en México, Álvaro Mutis.