El conflicto en el que todos pierden, continuará/ Miguel Ángel Vega
Rio Doce, Noviembre 3, 2024
Mike Vigil considera que mientras el gobierno no detenga a jefes de alto rango, la pugna no terminará
La guerra que sostienen los Chapitos contra los Mayos ha cobrado la vida de más de 300 personas, además de al menos 280 desaparecidas durante los meses de septiembre y octubre de este año, y todo parece indicar que la violencia continuará sin que ninguno de los grupos ceda un milímetro en su lucha, consideraron analistas de seguridad.
“Se trata de dos cárteles sumamente poderosos que pueden seguir peleando por meses, tal vez años, pues no sólo están bien armados, sino que tienen una gran capacidad de reclutamiento, de tal manera que si matan o arrestan a uno de sus pistoleros, al día siguiente ya lo reemplazaron”, explicó Mike Vigil, ex director de operaciones especiales de la DEA en México.
El problema, consideró Vigil, es que el gobierno mexicano sólo ha detenido pistoleros, los llamados “carne de cañón”, mientras que son muy pocos los jefes de alto rango que son arrestados.
Hasta el cierre de esta edición, sólo dos jefes de célula o de plaza han sido detenidos por el gobierno mexicano; el primero de ellos fue Mario Alexander Gámez, el Piyi, uno de los encargados de la seguridad del grupo conocido como la Chapiza, capturado el 19 de septiembre pasado en Santa Fe, y un mes después, el 22 de octubre, el ejército detuvo a Edwin Antonio Rubio López el Max o el Oso, uno de lospresuntos líderes de células vinculadas a la facción comandada por Ismael Zambada Sicairos el Mayito Flaco.
Durante el arresto del Piyi, según trascendió, otros seis pistoleros fueron detenidos, a quienes les decomisaron ocho armas largas, un Barret Calibre .50, ocho armas cortas, 25 cargadores, 930 cartuchos y 3 mil 137 pastillas de fentanilo. Durante la detención del Max, el ejército último a tiros a gran parte de su escolta de seguridad, 19 en total, luego de dispararles desde un helicóptero y desde tierra en el ejido Plan de Oriente, conocido como El Doce, al este de Culiacán.
En esa última masacre, personal de Sedena incautó siete vehículos y equipo táctico del rancho donde se ocultaban los criminales, incluyendo cuatro ametralladoras, 17 armas largas, cinco cortas y un fusil tipo Barrett calibre .50.
EL PIYI. Capturado en la zona de Santa Fe.
Lo que parece pasar desapercibido, sin embargo, son los personajes de alto rango que mueren en los enfrentamientos entre sicarios, y que las autoridades desconocen quienes son. A excepción del asesinato de Tomás Hernández Sánchez, un mayor retirado, y quien supuestamente formaba parte del cártel de los Chapitos, y el rumor sobre la muerte de Gabriel Martínez Larios el Gabito o el 80, jefe de plaza en El Rosario, aparentemente ejecutado a mediados de septiembre pasado, ningún otro jefe ha sido reportado caído, y en cambio los pistoleros de bajo nivel son quienes engrosan la lista de arrestos y ejecuciones.
Durante los enfrentamientos entre las dos facciones en localidades rurales de Culiacán, Elota, Navolato y San Ignacio, y que en ocasiones se han prolongado horas, las autoridades sólo han encontrado al día siguiente vehículos, casquillos percutidos, equipo táctico, pero ningún cuerpo, salvo en escasas ocasiones.
“La guerra va a seguir hasta que uno o el otro se mate, porque ninguno se va a dejar, pero pues es cierto eso de que sólo están matando a gente de bajo perfil, los soldados como les llamamos nosotros, pero los jefes, esos están bien protegidos”, dijo una persona familiarizada con una de las facciones.
De acuerdo a Vigil, el conflicto entre ambos bandos no se detendrá, todo lo contrario, este puede recrudecerse y sólo va a parar hasta que capturen a los líderes, porque mientras sólo sean sicarios de bajo perfil y que son fáciles de reemplazar, la guerra va a continuar.
El nivel de inseguridad en Sinaloa provocó que el Departamento de Estado de Estados Unidos emitiera una alerta de seguridad el viernes de la semana pasada en la que aconseja a sus conciudadanos evitar ir o pasar por las ciudades de Culiacán y Mazatlán, pues no sólo se estarían exponiendo a verse en medio de un fuego cruzado, sino ser víctimas de narco bloqueos en carreteras, o ser asaltados, o que les roben sus vehículos, o sean víctimas de los llamados secuestros exprés.
“Seguimos recibiendo reportes de violencia no sólo entre cárteles, sino que roban vehículos, queman negocios, bloquean caminos, donde además los detienen y quitan carros a sus ocupantes”, se lee en la alerta de seguridad.
Una guerra que nadie gana
La guerra entre ambos bandos ha provocado no sólo una estela de muerte en ambos grupos, sino también una incertidumbre en la economía local y criminal, principalmente entre cocineros de droga, mandaderos, y mulas, que no se veía desde 2008, cuando sicarios de Joaquín, el Chapo Guzmán, e Ismael, el Mayo Zambada, enfrentaron a gente de los Beltrán Leyva, luego del arresto de Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo.
“Está pegando mucho a la gente, no tenemos un peso ni para comer porque no podemos trabajar, por eso los jefes ya nos dijeron que, si queremos, podemos volver a trabajar”, señaló un “cocinero” de fentanilo, quien luego de la prohibición para cocinar o traficar fentanilo, en mayo de 2023, se metió a trabajar como chofer de Uber.
El problema del cocinero, quien por cuestiones de seguridad solicitó no se relevara su identidad, es que la guerra entre la Chapiza y la Mayiza, terminó afectándolo como a la mayoría de los negocios lícitos en la ciudad, y ahora, asegura, que “no halla la puerta”.
“Pura tortilla con sal comemos, pero fuera de eso, ni pa’ comprar papel de baño tengo”, se lamentó el ex “cocinero”, durante una llamada telefónica.
Según dijo, muchos de sus conocidos han empezado a robar o asaltar “lo que sea”, y por eso los patrones les han dado luz verde para que empiecen a cocinar, pero lejos de las zonas urbanas, porque en las ciudades hay una fuerte presencia militar, que ha hecho que los bandos busquen otra forma de estrategias para acabar el uno con el otro.
“¿Quién va ganando? Nadie. Todos están perdiendo”, dijo.
Sobre esos señalamientos, Vigil opinó que, mientras el gobierno mexicano no cuente con una estrategia de inteligencia para ubicar e ir tras los líderes de ambas facciones, el problema va a continuar por tiempo indefinido, y por consiguiente el número de muertes seguirá creciendo.
“¿Por qué digo esto? Por la gran cantidad de armas y municiones que ambos grupos tienen, y porque el ejército y la Guardia Nacional no tienen capacidad para hacer investigaciones, y lo único que hacen es patrullar las calles e ir a escenas de crimen cuando ya el homicidio ocurrió”, observó Vigil.
La gran cantidad de armas que ambos bandos poseen, según han observado autoridades y los mismos miembros de las facciones, coincide con un análisis hecho por la DEA en el primer semestre de este año, en donde afirma que el número de cargamentos de armas aseguradas en este año aumentó un 40 por ciento, comparado con los decomisos hechos en el primer semestre del año anterior.
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