'¡Queremos paz!', gritan ciudadanos en marcha de Culiacán
Grupo REFORMA
Culiacán, México (07 septiembre 2025) .-15:32 hrs
Miles de ciudadanos marcharon con vestimenta blanca y realizaron gritos en Culiacán, Sinaloa, para exigir paz.
En medio de más de mil 800 asesinatos desde hace un año por una narcoviolencia que no cesa, miles de ciudadanos marcharon este domingo en Culiacán, Sinaloa, para exigir paz a las autoridades de los tres niveles.
La "ola" de personas con vestimenta blanca, que en varios momentos se unieron con el grito '¡Queremos paz!" y otros más, se congregó por la mañana afuera de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, conocida como "La Lomita".
Previo a iniciar el recorrido, el Obispo de la capital estatal, Jesús José Herrera Quiñónez, pidió a los presentes, entre los que familiares de desaparecidos, comerciantes, empresarios, políticos de Oposición, niños, y ciudadanía en general, recordar que el mal no tiene la última palabra en esta zona.
"Nos hemos reunido porque desde hace un año hemos estado experimentando estos sucesos que nos llenan de dolor, y de incertidumbre en nuestra ciudad de Culiacán; el mal no tiene la última palabra, porque el amor de Dios es más fuerte que la violencia, eso lo tenemos que entender en nuestra experiencia de vida", expresó.
"Hoy en nuestra marcha es oración en movimiento, cada paso es una súplica por la paz, cada grito de nosotros, es un grito de esperanza, cada presencia de cada uno es testimonio de que no nos resignamos a vivir bajo la sombra del miedo, caminamos juntos porque sabemos que la paz no es un sueño lejano, sino una tarea urgente que Dios pone también en nuestras manos".
Otro ciudadano tomó el micrófono para insistir sobre el poder de la ciudadanía, la cual se congregó en esta movilización tras el llamado de al menos 37 organizaciones civiles.
"Tenemos una lucha en común, queremos la paz en Culiacán, y para eso necesitamos que el Gobierno trabaje, pero también que la sociedad reconozca que tiene el poder de poner y quitar, de exigir, de reclamar lo que le corresponde, eso es una ciudad en paz, una ciudad donde se respire la alegría, donde se note que el 'culichi' es una sociedad amable, calurosa", expresó.
Si el 26 de enero pasado salieron casi 10 mil ciudadanos a exigir justicia por el asesinato de Antonio Sarmiento, y sus hijos Gael y Alexander, de 12 y 9 años, en este domingo los organizadores aseguran que la cifra de manifestantes fue, al menos, el doble.
Durante más de tres kilómetros, la Avenida Álvaro Obregón registró la movilización, a paso lento, de los hombres, mujeres, niños y niñas con pancartas, gritos y la exigencia de que termine la disputa que iniciaron grupos del Cártel de Sinaloa (CDS) desde septiembre de 2024.
En esa fecha, la ruptura entre "Los Chapitos" y "Los Mayitos" se registró con una violencia que hasta ahora sigue, luego de que Ismael "El Mayo" Zambada, fue detenido y enviado a Estados Unidos.
"Los niños merecemos vivir sin violencia", alzó su mensaje un niño, con una gorra que lo cubría del fuerte Sol.
"Culichis por la paz", "Basta, exigimos paz", "El narco no manda, Sinaloa es nuestro" y "Somos más los buenos", fueron algunos otros mensajes dirigidos no solo para autoridades, sino también para los delincuentes que infunden el miedo.
No sólo los más de mil 800 muertos, 9 de cada 10 con disparos de arma de fuego, han provocado que la ciudadanía 'Culichi' y de sus alrededores sienta temor de salir a las calles.
Sino que de enero a julio de este año, el robo de autos aumentó un 154 por ciento, comparado con el mismo periodo de 2024; el robo a comercios, incrementó un 60 por ciento, y la extorsión subió un 9 por ciento, de acuerdo con cifras oficiales.
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Crónica de JESÚS VERDUGO |NOROESTE,
CULIACÁN._ El domingo vi a más de 20 mil personas caminar por la Obregón. Todas vestían de blanco y la mayoría cargaba una fotografía enmarcada con la palabra “desaparecido”. Parecía pesar demasiado, porque sus rostros eran de sufrimiento y frustración. Otros llevaban a sus hijos con ellos, a modo de enseñanza: una temprana muestra de que la vida es dura.
Los gritos de esos caminantes se confundían con los llantos de un grupo de madres que iba al frente. Rezaban en susurros y pedían al cielo por el regreso de sus hijos; un dolor abrasador que obligaba a los testigos a bajar la mirada, como si fuera imposible comprender tal sufrimiento.
Los minutos pasaban y la gente no dejaba de caminar y gritar. Pedían un alto al fuego, pedían paz y tranquilidad. Me cuestioné por qué había necesidad de salir a las calles a pedir algo que, por derecho, todos deberíamos tener. Entonces vi unas efigies sobresaliendo con rostros conocidos: políticos caricaturizados y señalados por no hacer lo mínimo para lo que fueron electos.
En ese grupo también reconocí rostros familiares de víctimas: una madre que conocí llorando junto al ataúd de su hija asesinada en un retén militar; un padre reducido a la amargura, a quien alguna vez vi manchado de sangre cargando a su hija muerta al hospital, alcanzada por una bala perdida.
Hace un año mataron a Culiacán y nos dejaron el cadáver frente a las narices. Ya no puedo salir a cenar con mi novia por temor a morir baleado o perder mi patrimonio en un asalto. Mis padres dejaron de salir a pasear cuando entendieron que las balas perdidas matan igual que las que no lo son.
Tengo meses sin ver a mis amigos porque el día termina a las 06:00 de la tarde, y nadie quiere recorrer el purgatorio nocturno de la ciudad después de esa hora. El bar del Centro ya cerró, aquel donde los tarros de cerveza barata y la música repetitiva amenizaban las reuniones con los compañeros de trabajo.
Las noticias de muerte me cansaron. Odio encender el celular y ver a un joven asesinado a balazos y, enseguida, a otro más. Me harté de ver soldados pasear por mi ciudad sin resultados reales. De nada me sirve tener a las Fuerzas Especiales en mi colonia si, al caer la noche, los sicarios salen a trabajar.
Esa gente vestida de blanco que vi caminar por la Obregón me recordó que todos tenemos miedo, que todos estamos de luto por los muertos de nuestra tierra y que todos estamos enojados por haber perdido la libertad.
Hace un año que tengo miedo de salir a trabajar y no regresar a casa. Tengo miedo de morir alcanzado por esas balas malditas de una guerra que nunca fue mía

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