Reportaje de Oscar Castilla C., publicado este domingo 11 de marzo en El Comercio de Perú.
El Comercio, 11 de marzo de 2007; El informe del domingo: Cártel de Sinaloa se apodera de las rutas de la cocaína peruana
La mafia más poderosa de México en los últimos años, rival del cártel de Tijuana y asentada en el Pacífico azteca, opera en nuestro país de forma sigilosa desde el 2000
Por Óscar Castilla C. , enviado especial
Libardo Montealegre, un colombiano calvo, con cara de pocos amigos y reservado como ninguno. Esto habrían pensado quienes lo vieron en México. Y aunque es discutible si estuvo o no en la norteña Sinaloa, sí es un hecho que compró un barco en el puerto de Mazatlán (el más importante de dicho estado), mientras pensaba en los contactos que haría en Chimbote, un puerto peruano, ubicado a seis mil kilómetros de distancia de donde entonces él se encontraba. También es seguro que meses antes el colombiano visitó el estado de Jalisco, luego de transitar por las cosmopolitas calles de su capital Guadalajara, y llegó hasta Chihuahua, un estado de nombre peculiar, pero que resuena entre los agentes antidrogas mexicanos porque alberga a la Ciudad de Juárez.
Seis años después es indudable que Montealegre no estaba en Guadalajara de compras ni en Juárez para cruzar la frontera hacia su ciudad gemela, El Paso en Texas, a solo unos kilómetros. Algún motivo lo llevó hasta aquellos lugares. Sin embargo, nadie lo sabría, ya que su rastro se perdió hasta que fue visto en agosto del 2001 en Bogotá cuando se reunió con dos paisanos y con un mexicano chaparro y rechoncho, de típico bigote charro y que entonces se llamaba Miguel Ángel Lukano Manjarres.
Aquella vez los cuatro personajes tenían claro que el negocio estaba en el Perú, sabían cuánto dinero invertirían, de dónde llegarían los dólares y de qué lugar saldría el preciado cargamento que debería recorrer más de seis mil kilómetros, desde la selva agreste y difícil de Ayacucho hasta las costas del Pacífico mexicano. Lukano ya sabía que la cocaína sería extraída del valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE), la principal cuenca cocalera del Perú, mientras que Montealegre tenía el detalle: la droga se procesaría en el caserío de Santa Rosa, en el distrito de Llochegua (Huanta-Ayacucho), por lo menos eso le habría dicho su contacto colombiano en Lima.
Con toda esta información Montealegre partió en noviembre del 2001 a Ciudad de Guatemala, capital de un país que conocía muy bien debido a que adoptó esa nacionalidad a fines de los años 90. Allí se enteró, tras su periplo en México y Colombia, de que había un presupuesto de dos millones de dólares para comprar, acopiar y traficar con dos toneladas de cocaína. Una cantidad importante, pero que empalidece cuando se sabe que el Perú exporta más de 180 toneladas al año.
Un mes después se lo volvió a ver en Bogotá. Entonces les anunció a sus socios, pero siempre hablando con discreción, que alistaran maletas pues en enero del 2002 empezarían a operar. La próxima parada sería el aeropuerto internacional Jorge Chávez del Perú. Una parada que, en resumidas cuentas, fue la última para algunos de ellos, erróneamente asociados con el cártel de Tijuana tras ser detenidos.
¿Miedo? No. Sorpresa es lo que sientes durante la primera noche en Culiacán (Sinaloa), donde furiosos bólidos de lunas polarizadas retan a las discotecas con su volumen a todo dar mientras recorren las calles que vieron crecer a los niños del matrimonio Arellano-Félix. ¿Miedo en la bohemia Tijuana (Baja California)? No, en esta alocada ciudad más que miedo sientes ganas de correr cuando la policía, escopeta en mano, le apunta a un sujeto que salió de un night club o cuando te pierdes y llegas a los fumaderos alejados de la zona turística. Aquí, en Culiacán y Tijuana, puedes sentir de todo: ansiedad, tensión y curiosidad, pero miedo no. Eso no.
El miedo en México, recomendó una fuente en el Distrito Federal, hay que dosificarlo para horas menos gratas. Tenía razón: es a las 3:35 de la madrugada, en el solitario terminal terrestre de Lázaro Cárdenas, cuando los sentidos se agudizan. Es en este lugar donde el miedo trasciende: en las inmediaciones del puerto del mismo nombre (de donde exportan aguacates y acero e "importan" toneladas de cocaína de Sudamérica), cuando te dicen que esperes a que amanezca para salir, ya que el lugar no es seguro, o mientras vacilas en atravesar un fumadero hasta llegar a un teléfono público. Allí el pánico te consume.
Hasta estas calles, en la distante ciudad portuaria de Lázaro Cárdenas llegó El Comercio tras un recorrido de tres mil kilómetros desde el Distrito Federal que duró 15 días y que tenía dos objetivos: establecer la ruta que siguen los cargamentos de cocaína peruana desde que son extraídos de las dos mayores cuencas cocaleras del Perú hasta que llegan a EE.UU. vía México; y advertir sobre la aparición de un poderoso cártel que ha penetrado en el negocio del narcotráfico en el Perú, una mafia añeja que domina las principales rutas del Pacífico, por cuyos jefes la DEA ha ofrecido cinco millones de dólares y que se viene enfrentando a muerte con los Arellano Félix (capos de Tijuana venidos a menos por la captura y el asesinato de algunos de los hermanos).
La incursión de El Comercio, sin embargo, coincidió con una situación de emergencia en algunos estados del país. Y es que el nuevo presidente mexicano Felipe Calderón, que asumió en enero, envió a las FF.AA. a frenar el baño de sangre que han desatado los grandes cárteles para controlar el negocio. Una disputa que alcanza por igual a narcos, policías al servicio de la ley o del soborno, a fiscales incómodos y a periodistas.
La Policía Antidrogas del Perú (Dirandro) y la Procuraduría General de la República de México (PGR), órganos que luchan contra el narcotráfico en estos países, nunca se enteraron de qué negocios tenía Montealegre en Mazatlán, la segunda ciudad más importante de Sinaloa, con una de las flotas pesqueras más grandes de México y presentada como la 'Perla del Pacífico'. Sin embargo, la visita del colombiano, conocido del mexicano Lukano Manjarres, no pasó desapercibida para todos.
El cártel de Sinaloa opera en el Perú
Narcos del VRAE y cárteles mexicanos llevan droga peruana a suelo azteca.
En un bar de Polanco, una exclusiva zona de la ciudad de México, un ex funcionario de una unidad contra la delincuencia organizada que tuvo la difícil misión de reconocer el cadáver de 'El Señor de los Cielos' en 1997 -luego de que muriera tras una cirugía plástica de alto riesgo- recordó los pasos que Amado Carrillo Fuentes dio en el Perú meses antes de morir.
"Era 1996 cuando llegó al Perú un hombre de confianza del capo del cártel de Juárez junto con los hijos de este. Luego arribó el mismísimo Amado, entonces perseguido por introducir cientos de toneladas de cocaína a EE.UU. Si bien sus pasos en Lima no fueron totalmente documentados, como sí ocurrió en Argentina y Chile donde lavó dinero, entonces trascendió que él había comprado inmuebles al sur del Perú y que había reforzado los contactos que tenía de años atrás", dijo el ex funcionario. De vuelta en las calles de Culiacán (Sinaloa), y a pocos metros del santuario de Malverde, el santo venerado por los narcotraficantes de México, otra fuente explicó que la plana mayor del cártel de Sinaloa está formada por ex capos que habían trabajado en la organización de Amado Carrillo.
"El cártel de Sinaloa tiene el poder para traficar en el extranjero, controla gran parte del Pacífico mexicano y tiene contactos por decir históricos en el Perú, a través de la gente que acompañó al 'Señor de los Cielos' en el cártel de Juárez", afirmó la fuente. Estos dichos no pudieron ser confirmados en la PGR, que mantuvo gran hermetismo por temor al "impacto que una declaración oficial de nosotros pueda provocar en el Perú", como dijeron voceros de esa institución.
Aun así fuentes allegadas a la Subprocuraduría de Investigación Especializada contra el Crimen Organizado de México (Siedo) informaron que en el 2006 el Gobierno Peruano entregó a dicho país una lista de los narcotraficantes aztecas procesados (detenidos o prófugos) en nuestro país para determinar quiénes eran realmente y qué cárteles integraban. En la PGR también se negaron a hablar sobre la lista.
Pese a la reserva, los nombres de algunos mexicanos en dicha lista trascendieron: ahí están Miguel Lukano Manjarres (el socio de Montealegre) o Miguel Ángel Medina (como se le conoció en Lima) y otros como Manuel Rivera Niebla (57), Ricardo Antúnez Medina o Guillermo Antúnez Medina (28), Roberto Joel Reyes Barraza (50), Javier Saad Garza o Sebastián Sahagun Falcón (54), Ignacio Oseguera Orozco (44), Rafael Álvarez Torres, Miguel Carrillo Florián y Jaime Chavarría Carvalo.
Casi todos ellos integrantes de células establecidas en la ciudad de Guadalajara (Jalisco) y vinculadas al cártel de Sinaloa, la tierra que vio nacer a todos los capos del país: desde Miguel Ángel Félix Gallardo, el jefe de jefes del narcotráfico en México y fundador en los años 80 del fenecido cártel de Guadalajara; hasta los sobrinos de este último, los hermanos Arellano Félix que crearon una sangrienta mafia en Tijuana, el mismo Amado Carrillo, y Joaquín Guzmán Loera 'El Chapo', el ahora cabecilla de la mafia sinaolense.
***
El Comercio, durante su estadía en México, estuvo en el Distrito Federal y luego atravesó seis estados de la costa del Pacífico azteca, con estadías en Guerrero, orgulloso de las playas de Acapulco y de sus ajetreadas noches, pero que esconde en su serranía grandes cultivos de amapola y marihuana; Michoacán, que el 2006 vivió una ola de ajusticiamientos (con decapitaciones y descubrimientos de fosas); Colima, que alberga al puerto de Manzanillo, el Callao de México, en donde se incautan toneladas de cocaína provenientes de Sudamérica; y finalmente el cenit del viaje: Sinaloa y Tijuana.
En ese lapso fluyeron historias de todo calibre sobre el narcotráfico, unas más increíbles que otras. Sin embargo, ninguna más sorprendente que la narrada por fuentes antidrogas de Perú, México y Guatemala sobre el difícil sendero que deben recorrer los cargamentos de cocaína desde que dejan el Alto Huallaga y el VRAE, con mayor frecuencia, hasta llegar a EE.UU. Una travesía que empieza en los principales puertos peruanos, sigue en el mar de Grau, continúa a cientos de millas de distancia de las costas de Ecuador, y de algunos países de Centroamérica, hasta llegar a las costas mexicanas, donde se mezclan con la droga colombiana para luego ser trasladados al sur del Río Grande.
Pero no siempre la droga peruana ingresa a México directamente. Otras veces llega a un punto de tránsito, hasta ahora desconocido: el puerto Quetzal de Guatemala, el más importante de su litoral pacífico. Esta información fue confirmada por Daniel Guerrero, jefe del Servicio de Análisis en Información Antinarcótica de Guatemala (SAIA). "Hemos establecido que la mayor cantidad de droga que ingresa a Guatemala lo hace por vía marítima y proviene del sur de América. Nosotros no producimos cocaína, pero por la ubicación los cárteles mexicanos nos usan como punto clave para desembarcar droga de Colombia y Perú, almacenarla y luego continuar con su desplazamiento, vía terrestre, a México y EE.UU.", dijo el oficial, que también reconoció la existencia de células del cártel de Sinaloa en su país.
En otras ocasiones la droga peruana llega a Guatemala a bordo de embarcaciones pesqueras (y desde Colombia en las llamadas lanchas rápidas) y luego continúa hasta los puertos mexicanos de Lázaro Cárdenas, Manzanillo y Mazatlán. La droga posteriormente es llevada a través de las principales carreteras del país o por vía aérea hasta la frontera con EE.UU., el receptor del 90% de la cocaína del Perú y de Colombia y el mayor consumidor de este tipo de droga en el mundo.
Los capos de Sinaloa y Juárez
1. Joaquín Archibaldo Guzmán Loera 'El Chapo'. El narco más conocido y mediático de México, por encima de los Arellano Félix deTijuana y de Osiel Cárdenas Guillén del cártel del Golfo, recientemente extraditado a EE.UU. Guzmán Loera (49) nació en Sinaloa, trafica desde los años 80 y se salvó de morir hasta dos veces a manos de los cabecillas de Tijuana, a quienes también trató de asesinar. En 1993 fue detenido, pero en el 2001 protagonizó una espectacular fuga de un penal de máxima seguridad. Desde entonces es el jefe del cártel de Sinaloa aun cuando el negocio está en manos de sus socios. Tiene un hijo y un hermano tras las rejas, mientras que otro de sus hermanos fue asesinado en prisión.
2. Vicente Carrillo Fuentes 'El Viceroy'. Sinaolense y hermano de Amado Carrillo Fuentes 'El Señor de los Cielos', mantiene vivo al cártel de Juárez. Otro de sus hermanos fue asesinado en el 2004. Tendría una disputa con el 'Chapo' Guzmán.
El Comercio, 11 de marzo de 2007; El informe del domingo: Cártel de Sinaloa se apodera de las rutas de la cocaína peruana
La mafia más poderosa de México en los últimos años, rival del cártel de Tijuana y asentada en el Pacífico azteca, opera en nuestro país de forma sigilosa desde el 2000
Por Óscar Castilla C. , enviado especial
Libardo Montealegre, un colombiano calvo, con cara de pocos amigos y reservado como ninguno. Esto habrían pensado quienes lo vieron en México. Y aunque es discutible si estuvo o no en la norteña Sinaloa, sí es un hecho que compró un barco en el puerto de Mazatlán (el más importante de dicho estado), mientras pensaba en los contactos que haría en Chimbote, un puerto peruano, ubicado a seis mil kilómetros de distancia de donde entonces él se encontraba. También es seguro que meses antes el colombiano visitó el estado de Jalisco, luego de transitar por las cosmopolitas calles de su capital Guadalajara, y llegó hasta Chihuahua, un estado de nombre peculiar, pero que resuena entre los agentes antidrogas mexicanos porque alberga a la Ciudad de Juárez.
Seis años después es indudable que Montealegre no estaba en Guadalajara de compras ni en Juárez para cruzar la frontera hacia su ciudad gemela, El Paso en Texas, a solo unos kilómetros. Algún motivo lo llevó hasta aquellos lugares. Sin embargo, nadie lo sabría, ya que su rastro se perdió hasta que fue visto en agosto del 2001 en Bogotá cuando se reunió con dos paisanos y con un mexicano chaparro y rechoncho, de típico bigote charro y que entonces se llamaba Miguel Ángel Lukano Manjarres.
Aquella vez los cuatro personajes tenían claro que el negocio estaba en el Perú, sabían cuánto dinero invertirían, de dónde llegarían los dólares y de qué lugar saldría el preciado cargamento que debería recorrer más de seis mil kilómetros, desde la selva agreste y difícil de Ayacucho hasta las costas del Pacífico mexicano. Lukano ya sabía que la cocaína sería extraída del valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE), la principal cuenca cocalera del Perú, mientras que Montealegre tenía el detalle: la droga se procesaría en el caserío de Santa Rosa, en el distrito de Llochegua (Huanta-Ayacucho), por lo menos eso le habría dicho su contacto colombiano en Lima.
Con toda esta información Montealegre partió en noviembre del 2001 a Ciudad de Guatemala, capital de un país que conocía muy bien debido a que adoptó esa nacionalidad a fines de los años 90. Allí se enteró, tras su periplo en México y Colombia, de que había un presupuesto de dos millones de dólares para comprar, acopiar y traficar con dos toneladas de cocaína. Una cantidad importante, pero que empalidece cuando se sabe que el Perú exporta más de 180 toneladas al año.
Un mes después se lo volvió a ver en Bogotá. Entonces les anunció a sus socios, pero siempre hablando con discreción, que alistaran maletas pues en enero del 2002 empezarían a operar. La próxima parada sería el aeropuerto internacional Jorge Chávez del Perú. Una parada que, en resumidas cuentas, fue la última para algunos de ellos, erróneamente asociados con el cártel de Tijuana tras ser detenidos.
¿Miedo? No. Sorpresa es lo que sientes durante la primera noche en Culiacán (Sinaloa), donde furiosos bólidos de lunas polarizadas retan a las discotecas con su volumen a todo dar mientras recorren las calles que vieron crecer a los niños del matrimonio Arellano-Félix. ¿Miedo en la bohemia Tijuana (Baja California)? No, en esta alocada ciudad más que miedo sientes ganas de correr cuando la policía, escopeta en mano, le apunta a un sujeto que salió de un night club o cuando te pierdes y llegas a los fumaderos alejados de la zona turística. Aquí, en Culiacán y Tijuana, puedes sentir de todo: ansiedad, tensión y curiosidad, pero miedo no. Eso no.
El miedo en México, recomendó una fuente en el Distrito Federal, hay que dosificarlo para horas menos gratas. Tenía razón: es a las 3:35 de la madrugada, en el solitario terminal terrestre de Lázaro Cárdenas, cuando los sentidos se agudizan. Es en este lugar donde el miedo trasciende: en las inmediaciones del puerto del mismo nombre (de donde exportan aguacates y acero e "importan" toneladas de cocaína de Sudamérica), cuando te dicen que esperes a que amanezca para salir, ya que el lugar no es seguro, o mientras vacilas en atravesar un fumadero hasta llegar a un teléfono público. Allí el pánico te consume.
Hasta estas calles, en la distante ciudad portuaria de Lázaro Cárdenas llegó El Comercio tras un recorrido de tres mil kilómetros desde el Distrito Federal que duró 15 días y que tenía dos objetivos: establecer la ruta que siguen los cargamentos de cocaína peruana desde que son extraídos de las dos mayores cuencas cocaleras del Perú hasta que llegan a EE.UU. vía México; y advertir sobre la aparición de un poderoso cártel que ha penetrado en el negocio del narcotráfico en el Perú, una mafia añeja que domina las principales rutas del Pacífico, por cuyos jefes la DEA ha ofrecido cinco millones de dólares y que se viene enfrentando a muerte con los Arellano Félix (capos de Tijuana venidos a menos por la captura y el asesinato de algunos de los hermanos).
La incursión de El Comercio, sin embargo, coincidió con una situación de emergencia en algunos estados del país. Y es que el nuevo presidente mexicano Felipe Calderón, que asumió en enero, envió a las FF.AA. a frenar el baño de sangre que han desatado los grandes cárteles para controlar el negocio. Una disputa que alcanza por igual a narcos, policías al servicio de la ley o del soborno, a fiscales incómodos y a periodistas.
La Policía Antidrogas del Perú (Dirandro) y la Procuraduría General de la República de México (PGR), órganos que luchan contra el narcotráfico en estos países, nunca se enteraron de qué negocios tenía Montealegre en Mazatlán, la segunda ciudad más importante de Sinaloa, con una de las flotas pesqueras más grandes de México y presentada como la 'Perla del Pacífico'. Sin embargo, la visita del colombiano, conocido del mexicano Lukano Manjarres, no pasó desapercibida para todos.
El cártel de Sinaloa opera en el Perú
Narcos del VRAE y cárteles mexicanos llevan droga peruana a suelo azteca.
En un bar de Polanco, una exclusiva zona de la ciudad de México, un ex funcionario de una unidad contra la delincuencia organizada que tuvo la difícil misión de reconocer el cadáver de 'El Señor de los Cielos' en 1997 -luego de que muriera tras una cirugía plástica de alto riesgo- recordó los pasos que Amado Carrillo Fuentes dio en el Perú meses antes de morir.
"Era 1996 cuando llegó al Perú un hombre de confianza del capo del cártel de Juárez junto con los hijos de este. Luego arribó el mismísimo Amado, entonces perseguido por introducir cientos de toneladas de cocaína a EE.UU. Si bien sus pasos en Lima no fueron totalmente documentados, como sí ocurrió en Argentina y Chile donde lavó dinero, entonces trascendió que él había comprado inmuebles al sur del Perú y que había reforzado los contactos que tenía de años atrás", dijo el ex funcionario. De vuelta en las calles de Culiacán (Sinaloa), y a pocos metros del santuario de Malverde, el santo venerado por los narcotraficantes de México, otra fuente explicó que la plana mayor del cártel de Sinaloa está formada por ex capos que habían trabajado en la organización de Amado Carrillo.
"El cártel de Sinaloa tiene el poder para traficar en el extranjero, controla gran parte del Pacífico mexicano y tiene contactos por decir históricos en el Perú, a través de la gente que acompañó al 'Señor de los Cielos' en el cártel de Juárez", afirmó la fuente. Estos dichos no pudieron ser confirmados en la PGR, que mantuvo gran hermetismo por temor al "impacto que una declaración oficial de nosotros pueda provocar en el Perú", como dijeron voceros de esa institución.
Aun así fuentes allegadas a la Subprocuraduría de Investigación Especializada contra el Crimen Organizado de México (Siedo) informaron que en el 2006 el Gobierno Peruano entregó a dicho país una lista de los narcotraficantes aztecas procesados (detenidos o prófugos) en nuestro país para determinar quiénes eran realmente y qué cárteles integraban. En la PGR también se negaron a hablar sobre la lista.
Pese a la reserva, los nombres de algunos mexicanos en dicha lista trascendieron: ahí están Miguel Lukano Manjarres (el socio de Montealegre) o Miguel Ángel Medina (como se le conoció en Lima) y otros como Manuel Rivera Niebla (57), Ricardo Antúnez Medina o Guillermo Antúnez Medina (28), Roberto Joel Reyes Barraza (50), Javier Saad Garza o Sebastián Sahagun Falcón (54), Ignacio Oseguera Orozco (44), Rafael Álvarez Torres, Miguel Carrillo Florián y Jaime Chavarría Carvalo.
Casi todos ellos integrantes de células establecidas en la ciudad de Guadalajara (Jalisco) y vinculadas al cártel de Sinaloa, la tierra que vio nacer a todos los capos del país: desde Miguel Ángel Félix Gallardo, el jefe de jefes del narcotráfico en México y fundador en los años 80 del fenecido cártel de Guadalajara; hasta los sobrinos de este último, los hermanos Arellano Félix que crearon una sangrienta mafia en Tijuana, el mismo Amado Carrillo, y Joaquín Guzmán Loera 'El Chapo', el ahora cabecilla de la mafia sinaolense.
***
El Comercio, durante su estadía en México, estuvo en el Distrito Federal y luego atravesó seis estados de la costa del Pacífico azteca, con estadías en Guerrero, orgulloso de las playas de Acapulco y de sus ajetreadas noches, pero que esconde en su serranía grandes cultivos de amapola y marihuana; Michoacán, que el 2006 vivió una ola de ajusticiamientos (con decapitaciones y descubrimientos de fosas); Colima, que alberga al puerto de Manzanillo, el Callao de México, en donde se incautan toneladas de cocaína provenientes de Sudamérica; y finalmente el cenit del viaje: Sinaloa y Tijuana.
En ese lapso fluyeron historias de todo calibre sobre el narcotráfico, unas más increíbles que otras. Sin embargo, ninguna más sorprendente que la narrada por fuentes antidrogas de Perú, México y Guatemala sobre el difícil sendero que deben recorrer los cargamentos de cocaína desde que dejan el Alto Huallaga y el VRAE, con mayor frecuencia, hasta llegar a EE.UU. Una travesía que empieza en los principales puertos peruanos, sigue en el mar de Grau, continúa a cientos de millas de distancia de las costas de Ecuador, y de algunos países de Centroamérica, hasta llegar a las costas mexicanas, donde se mezclan con la droga colombiana para luego ser trasladados al sur del Río Grande.
Pero no siempre la droga peruana ingresa a México directamente. Otras veces llega a un punto de tránsito, hasta ahora desconocido: el puerto Quetzal de Guatemala, el más importante de su litoral pacífico. Esta información fue confirmada por Daniel Guerrero, jefe del Servicio de Análisis en Información Antinarcótica de Guatemala (SAIA). "Hemos establecido que la mayor cantidad de droga que ingresa a Guatemala lo hace por vía marítima y proviene del sur de América. Nosotros no producimos cocaína, pero por la ubicación los cárteles mexicanos nos usan como punto clave para desembarcar droga de Colombia y Perú, almacenarla y luego continuar con su desplazamiento, vía terrestre, a México y EE.UU.", dijo el oficial, que también reconoció la existencia de células del cártel de Sinaloa en su país.
En otras ocasiones la droga peruana llega a Guatemala a bordo de embarcaciones pesqueras (y desde Colombia en las llamadas lanchas rápidas) y luego continúa hasta los puertos mexicanos de Lázaro Cárdenas, Manzanillo y Mazatlán. La droga posteriormente es llevada a través de las principales carreteras del país o por vía aérea hasta la frontera con EE.UU., el receptor del 90% de la cocaína del Perú y de Colombia y el mayor consumidor de este tipo de droga en el mundo.
Los capos de Sinaloa y Juárez
1. Joaquín Archibaldo Guzmán Loera 'El Chapo'. El narco más conocido y mediático de México, por encima de los Arellano Félix deTijuana y de Osiel Cárdenas Guillén del cártel del Golfo, recientemente extraditado a EE.UU. Guzmán Loera (49) nació en Sinaloa, trafica desde los años 80 y se salvó de morir hasta dos veces a manos de los cabecillas de Tijuana, a quienes también trató de asesinar. En 1993 fue detenido, pero en el 2001 protagonizó una espectacular fuga de un penal de máxima seguridad. Desde entonces es el jefe del cártel de Sinaloa aun cuando el negocio está en manos de sus socios. Tiene un hijo y un hermano tras las rejas, mientras que otro de sus hermanos fue asesinado en prisión.
2. Vicente Carrillo Fuentes 'El Viceroy'. Sinaolense y hermano de Amado Carrillo Fuentes 'El Señor de los Cielos', mantiene vivo al cártel de Juárez. Otro de sus hermanos fue asesinado en el 2004. Tendría una disputa con el 'Chapo' Guzmán.
3. Ismael Zambada García 'El Mayo'. Nacido en Sinaloa, donde mantiene una estructura propia de narcotraficantes. Enemigo del cártel de Tijuana. Trabajó con Amado Carrillo.
4. José Esparragosa 'El Azul'. Natural de Sinaloa y uno de los últimos narcos de la generación que formó el cártel de Guadalajara en los años 80. Ex lugarteniente de Amado Carrillo.
5. Ignacio Coronel 'Nacho'. Nacido en Veracruz y con un ámbito de influencia en la ciudad de Guadalajara (Jalisco).
6. Hermanos Héctor y Arturo Beltrán Leyva. Sinaolenses con fuertes lazos con el 'Chapo'. Trabajaron con Amado Carrillo.
4. José Esparragosa 'El Azul'. Natural de Sinaloa y uno de los últimos narcos de la generación que formó el cártel de Guadalajara en los años 80. Ex lugarteniente de Amado Carrillo.
5. Ignacio Coronel 'Nacho'. Nacido en Veracruz y con un ámbito de influencia en la ciudad de Guadalajara (Jalisco).
6. Hermanos Héctor y Arturo Beltrán Leyva. Sinaolenses con fuertes lazos con el 'Chapo'. Trabajaron con Amado Carrillo.
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