20 nov 2009

¡Qué viva la Revolución!

El Presidente Calderón en la Ceremonia Conmemorativa del XCIX Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana y Homenaje a Don Francisco I. Madero
Viernes, 20 de Noviembre de 2009 | Discurso
Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor Diputado Francisco Ramírez Acuña, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Señor Senador Carlos Navarrete, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Maestro Leonardo Valdés Zurita, Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral.
Doctor Guillermo Ortiz Martínez, Gobernador del Banco de México.
Doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Doctora Jacqueline Peschard, Comisionada Presidenta del Instituto Federal de Acceso a la Información.
Doctor Eduardo Sojo Garza-Aldape, Presidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Licenciado Demetrio Sodi de la Tijera, Jefe Delegacional en Miguel Hidalgo.
Doctora Pilar Pacheco Zamudio, Directora del Archivo General de Puebla.
Secretarias y Secretarios de Estado.
Procurador de la República.
Distinguidos integrantes del presídium.
Señoras y señores legisladores.
Distinguidos integrantes del Poder Judicial, de las Fuerzas Armadas.
Muy estimadas y muy estimados y respetados historiadores y académicos galardonados con los premios alusivos a la Revolución Mexicana y a la historia nacional.
Muy apreciados familiares de Don Francisco I. Madero.
Señoras y señores:
Hoy nos hemos reunido para conmemorar el XCIX Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana.
Saludo a los galardonados con los Premios del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, en quienes reconocemos la capacidad, la objetividad, el profesionalismo y la investigación histórica.
Reconocemos al doctor Jaime Olveda Legaspi, quien ha estudiado la historia de Jalisco, durante La Colonia y el Siglo XIX.
Al doctor Andrés Lira, quien desde El Colegio de México y El Colegio de Michoacán también, ha hecho grandes reflexiones acerca de las instituciones jurídicas y políticas mexicanas.
Al doctor Friedrich Katz, autor de obras que son ya un referente internacional sobre la Revolución Mexicana, como su biografía sobre Villa y otras.
Al muy apreciado doctor Roger Bartra, destacado antropólogo, sociólogo y cuyas investigaciones sobre la cultura y el poder político son piezas fundamentales de la investigación histórica y sociológica en México.
A la doctora Alicia Olivera Sedano, cuyas investigaciones sobre la Guerra Cristera, le merecieron el título de Profesora Emérita del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Y finalmente, un reconocimiento a quienes dirigen y laboran en el Archivo General del Estado de Puebla, por su compromiso con la preservación de documentos que conforman el legado histórico.
Sin duda, es gracias a ustedes, a una pléyade de destacados historiadores y académicos mexicanos, como hemos podido rescatar y conocer mejor nuestro pasado, preservar con orgullo, y también con puntual seguimiento, la historia nacional.
Felicidades por este merecido Premio.
En este día solemne las mexicanas y los mexicanos rendimos homenaje a la Revolución y a todas las mujeres y hombres que la hicieron posible. Rendimos homenaje a esta etapa trascendental en la historia del país, que permitió fortalecer, construir las libertades, conquistarlas, ampliar las capacidades de los ciudadanos e iniciar el camino a la democracia en nuestro país.
Desde luego, recordamos en este lugar y con gratitud al Apóstol de la Democracia, a don Francisco I. Madero, quien alentó el despertar del pueblo mexicano frente a una dictadura que conculcaba sus derechos. Decía Madero que: el medio más eficaz para evitar la pérdida de derechos políticos es ejercitarlos. Y hoy, valen tanto como entonces sus palabras.
El medio más eficaz, efectivamente, para evitar la pérdida de derechos políticos: el derecho a expresarse, el derecho a reunirse, el derecho a opinar en un sentido o en otro, el derecho a votar, a elegir, a ser electo; el ejercicio de los derechos políticos es el medio más eficaz para su preservación.
Y Madero convocaba, entonces, también a los mexicanos a defender las garantías consagradas en la Constitución.
Madero y quienes le siguieron, sufrieron, desde luego, el embate de un régimen autoritario que no hacía ningún tipo de concesiones. Al no haber más camino, llamó al pueblo de México para que un día como hoy se levantase en armas, el 20 de noviembre de 1910.
Hoy recordamos sus palabras: Si la libertad es un don tan precioso para los pueblos, es, precisamente, por los grandes esfuerzos que se requieren para conquistarla.
También rendimos homenaje, desde luego, a todos y cada uno de los protagonistas de aquella Gesta nacional, a los grandes líderes de la Revolución: a Emiliano Zapata, a Francisco Villa, que lucharon por los derechos de la gente, por los derechos de los campesinos, por los derechos de los que menos tienen.
A Venustiano Carranza y a los Constituyentes del 17, que nos legaron un Código Supremo, democrático e innovador en su tiempo e incluso ahora, en el que se defienden las libertades, las capacidades de las personas y se establecen, además, sus derechos sociales.
Reconocemos también, y sobre todo, a las miles y miles de mexicanas; a los miles y miles de mexicanos, que lucharon y que dieron su vida por un México que fuese más justo y más equitativo para ellos, para sus hijos y para nosotros, para quienes habríamos de suceder en el tiempo.
Con la Revolución se despertó, se avivó, se acrecentó un sólido sentimiento nacional, un orgullo por nuestras raíces indígenas, por nuestra cultura, por lo nuestro.
Como se dijo entonces se descubrió que existían México y los mexicanos; brillaron con fuerza las letras y las artes. Surgieron pensadores y humanistas, como José Vasconcelos, Antonio y Alfonso Caso, Alfonso Reyes, Manuel Gómez Morin, Daniel Cosío Villegas.
Y nuestros grandes muralistas: Orozco, Siqueiros, Rivera.
La pléyade de pensadores y de líderes mexicanos que hicieron de la Revolución Mexicana no sólo una expresión de inconformidad, sino también un crisol de ideas, de proyectos y de luchas no pocas veces encontradas, que hicieron posible la construcción del México moderno.
Señoras y señores:
Estamos en la ruta de celebrar el Centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenario de la Independencia Nacional. Y a escasas semanas de iniciar el 2010, que será, sin duda alguna, el Año de la Patria, en el que todos los mexicanos conmemoraremos con alegría y con orgullo estas gestas históricas; hoy, Día de la Revolución, en el XCIX, tenemos motivos de celebración que están por encima de cualquier otra circunstancia.
Se trata, la Independencia y la Revolución, de dos eventos fundamentales, fundacionales del derrotero histórico de México, que explican en mucho lo que somos.
Por eso, el Año de la Patria, más allá de diferencias y de desencuentros, el Año de la Patria debe ser un momento en el que vibre con fuerza el sentir nacional, y que vibre en cada hogar, en cada barrio, en cada comunidad de nuestro país.
Un momento en el que reivindiquemos nuestras raíces, nuestra cultura y nuestras costumbres; un momento, también, en el que definamos y construyamos nuestro futuro.
Debe ser un año en el que celebremos con alegría, y merecidamente, los 200 años de ser orgullosamente mexicanos. Y debe ser también un año de reflexión, un año en el que desde distintas vertientes, las mexicanas y los mexicanos podamos apreciar lo que somos, lo que hemos construido en dos siglos de vida independiente; lo que ha significado un siglo de Revolución; lo que hemos llegado a ser y, sobre todo, lo que queremos ser y lo que queremos construir para el futuro.
A los mexicanos, a la comunidad académica e histórica, invito para que este Centenario de la Revolución y este Bicentenario de la Independencia permita una reflexión que se dé en la pluralidad y en la democracia, en la pluralidad y en la democracia que no había entonces.
Celebrar significa para nosotros, también, analizar. Celebrar significa discutir sobre la riqueza de nuestra historia, la historia de México, que no ha sido, afortunadamente, ni de ángeles ni de demonios, sino de mujeres y hombres, como todos, con virtudes, con defectos y con grandes ideales.
Una historia que se construye no sólo a partir, o exclusivamente en sus próceres, sino que en su gente. Una historia viva.
La historia de México es, ante todo, una historia viva que se construye cada día.
Dialoguemos y discutamos, dialoguemos y discutamos sobre la historia nacional e invito a que lo hagamos sin mitos, sin prejuicios, sin exclusiones.
Hagamos una reflexión sobre la lucha por nuestra libertad, y hagámoslo sobre la fortaleza de la libertad ya conquistada.
Mexicanas y mexicanos:
En 1810, una generación de insurgentes, una generación de valientes puso fin a la dominación de un imperio que menoscababa la libertad de nuestro pueblo.
En 1910, una generación de audaces revolucionarios terminó con una dictadura que no estaba dispuesta a permitir que las cosas cambiaran.
Ahora nos toca a nosotros, la generación del Bicentenario, la generación del Centenario, retomar lo mejor de los ideales de quienes nos precedieron para impulsar los cambios profundos que nuestra Patria requiere, para construir un mejor futuro para todos.
2010 debe ser un año en el que retomemos con fuerza el ideal democrático de Madero, las causas de justicia y de equidad de los revolucionarios; un año en el que nos decidamos a consolidar un país en el que cada mexicano ejerza a plenitud sus libertades y capacidades. Un México de oportunidades en el cada familia pueda salir adelante de acuerdo con su propio esfuerzo.
Hoy, hago mías las palabras de Heriberto Jara, ese gran revolucionario, al recibir la Medalla Belisario Domínguez: Trabajemos con ahínco para el engrandecimiento de México, cada uno en su esfera de acción, cada uno de acuerdo a sus conocimientos y a sus facultades.
Porque no cumpliremos nuestro deber como buenos mexicanos, simplemente denunciando lo malo; sino que es de imprescindible obligación poner el ejemplo de lo bueno.
Ésta es y debe ser también la hora del cambio para México, porque es hora de detonar las profundas transformaciones que requiere nuestro país para consolidarse como Nación democrática y equitativa; la Nación independiente por la que lucharon Hidalgo y Morelos, la Nación democrática y justa por la que lucharon Madero, Zapata y miles de revolucionarios.
Este 2010, debe ser también un año de transformación, un año de transformación pacífica, pero profunda e intensa.
Ante problemas y desafíos, como los que vive el país, la preservación de los derechos de los ciudadanos, el derecho a la seguridad, amenazada; derecho a la justicia, al acceso igual a las oportunidades de educación o de salud; ante el desafío de generar empleo, de generar prosperidad, de hacer que nuestra economía crezca y crezca como México puede y merece, se requieren cambios, cambios pacíficos, sí, pero cambios tan profundos, que tengan la intensidad misma de una Revolución en su propio campo.
Hoy debemos conmemorar la Revolución cambiando lo que haya que cambiar, y cambiándolo hasta donde se deba de cambiar, con todo lo que ello implica; porque debemos hacerlo a fin de que los mexicanos tengan mayores oportunidades en la vida y puedan hacer realidad sus sueños y sus anhelos.
Porque, por eso, celebrar la Revolución significa mantener vigente el espíritu de transformación que anidó en cada uno de los revolucionarios para hacer avanzar a México.
Honrar esta gesta significa, hoy, enarbolar las causas de libertad, de justicia, de igualdad, para superar esos y otros desafíos, para superar cualquier obstáculo que enfrente nuestra Nación en su recorrido histórico.
Qué significa Revolución Mexicana hoy.
Qué significa para quienes tenemos responsabilidades en uno u otro ámbito de la vida pública o de la privada, de la academia, de la opinión pública.
Qué significa para los mexicanos.
Leopoldo Zea, y hago mías sus palabras, afirmaba que la Revolución Mexicana, por diversas que sean las circunstancias dentro de las cuales se encuentre, podrá seguir significando el mismo ideal que significó en sus inicios: el de un México mejor, un México en el que la mayoría de los mexicanos pueda alcanzar el máximo de oportunidades que haga su felicidad.
Y para hacer realidad ese ideal, necesitamos que 2010 sea el año de la historia de México donde hubo un punto de inflexión, un punto de cambio, un momento de transformación.
2010, como el año en que se dio un cambio pacífico y, a la vez, un cambio profundo y sustancial que colocó a México en una trayectoria distinta de desarrollo y de progreso; el año en el que se dio un impulso que permitió superar las inercias, que permitió vencer las resistencias que impedían que nuestro país se convirtiera en el México próspero que desde hace décadas, desde hace siglos está llamado a ser.
Un México que avance por la senda de la ley, por la senda de la paz, por la senda de la justicia, hacia el desarrollo humano sustentable. Una Nación más desarrollada, con crecimiento económico que genere empleo y, a la vez, amplía los cauces de la justicia.
Un México, sobre todo, unido, unido en la pluralidad, pluralidad que es fortaleza y no obstáculo para procesar los conflictos y las diferencias. Una Patria más fuerte, capaz de enfrentar con éxito los grandes desafíos del mundo, de un mundo que se transforma a un ritmo cada vez más acelerado y que exige de los pueblos, para su prosperidad, también transformaciones profundas.
Hoy, en memoria de la Revolución, de ese gran cambio en nuestro país, desde la libertad conquistada, discutamos sobre lo que implicó la Conquista misma y, también, desde la paz conquistada, atrevámonos a transformar a México, a tomar en nuestras riendas el destino y hacer del 2010 un año de júbilo, de unidad, de celebración, pero también un año de cambio, el año que marcó el inicio de una nueva historia o de una nueva etapa en la historia gloriosa de nuestro país.
Qué viva la Revolución.
Y qué viva México.

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