12 abr 2010

Massimo Introvigne, defiende a Ratzinger

Adelante otro bulo: la carta de 1985 del cardenal Ratzinger
Por Massimo Introvigne*
ROMA, lunes 12 de abril de 2010 (ZENIT.org).- Ha durado veinticuatro horas el nuevo bulo americano lanzado por la Associated Press contra el Papa. Incluso los media más hostiles, presionados por los expertos en derecho canónico, han dado marcha atrás. Pero con la consigna del “calumniad, calumniad, que algo queda”, a los usuarios más distraídos de los medios de comunicación les quedarán en la cabeza sólo los titulares según los cuales el actual Pontífice en 1985 “protegió a un cura pedófilo”.
Para comprender el significado de la carta del 6 de noviembre de 1985 del cardenal Ratzinger a monseñor John Stephen Cummins (y no “Cummings”), obispo de Oakland (California) es oportuna alguna sencilla noción de derecho canónico. La pérdida del estado clerical puede suceder (a) como pena conminada por el derecho canónico por delitos particularmente graves; o también (b)a petición del propio sacerdote. Un sacerdote acusado o incluso condenado por pedofilia puede por tanto perder el estado clerical (a) como pena por su delito o también (b) a petición suya, que el cura pedófilo puede tener interés en solicitar por diversos motivos, por ejemplo para escapar de la vigilancia de la Iglesia (la del Estado quizás sea más blanda, como atestiguan muchos casos) o también porque quiere casarse. En el primer caso se castiga al cura pedófilo. En el segundo caso se le hace un favor.
La pena por el delito de pedofilia – el castigo – hasta 2001 era aplicada por cada diócesis; la competencia pasó a la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2001. El examen de las peticiones de dispensa del estado clerical – el favor – en cambio ya en 1985 era competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
En 1985 Stephen Miller Kiesle, sacerdote acusado de abusos a menores, es parte en dos procedimientos diversos. El primero tiene que ver con la investigación canónica susceptible de llevar a la dimisión del estado clerical de Kiesle como pena por los abusos cometidos. Esta investigación es de estricta competencia de la diócesis de Oakland. La Congregación para la Doctrina de la Fe ni tiene que ver ni se ocupa de ello.
El segundo y distinto procedimiento tiene que ver con la petición del propio Kiesle de una dispensa del estado clerical. Esta petición llega a la mesa de la Congregación para la Doctrina de la Fe la cual, por una praxis que tiene valor de reglamento, de hecho no concede la dispensa a quien no haya cumplido los cuarenta años. Kiesle tiene treinta y ocho y el obispo Cummins pide a la Congregación que haga una excepción para que, acogiendo la petición de Kiesle de ser reducido al estado laical a petición suya, Roma sacaría a la diócesis de Oakland del aprieto de tener que proseguir en la investigación penal por los abusos (investigación que, precisamente, en 1985 – antes de las modificaciones procesales de 2001 – era de estricta competencia de la diócesis y sobre la que la Congregación dirigida por el cardenal Ratzinger no podía intervenir). Si la Congregación hubiese acogido la petición de Kiesle no habría “castigado” al sacerdote, sino que le habría hecho un favor: de hecho Kiesle quería dejar el sacerdocio porque quería casarse. Es muy importante distinguir la acogida de una petición de dispensa del estado clerical, un beneficio dirigido al sacerdote, de competencia de la Congregación, y dimisión del estado clerical como castigo, de competencia (hasta 2001) de la diócesis y no de Roma.
El cardenal Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, responde expresando simpatía por la delicada posición del obispo – es decir, en términos menos curiales, le dice que comprende bien que al obispo le gustaría que fuese Roma quien le sacara las castañas del fuego – pero que considera que por el bien de la Iglesia se debe respetar rigurosamente la praxis, es decir, considerar que la edad del requiriente no permite acoger su petición de dispensa del estado clerical. “Considerando el bien universal de la Iglesia” - lo que evidentemente no significa “para evitar escándalos” (del caso de abusos sexuales atribuidos a Kiesle se había hablado ampliamente en California, y el escándalo ya se había producido) sino “para no crear un precedente que abriría la puerta a muchas otras peticiones de dispensa de sacerdotes de menos de cuarenta años” - el cardenal Ratzinger explica al obispo que se deberá esperar prudentemente, como siempre sucede en el caso de peticiones de sacerdotes que no han cumplido el cuadragésimo año de edad.
Mientras tanto la diócesis de Oakland podrá naturalmente proseguir la diversa investigación penal susceptible de llevar a Kiesle a la dimisión del estado clerical no a petición suya sino como pena por los abusos realizados. Mientras la diócesis de Oakland sigue investigando a Kiesle – y le excluye de las actividades del ministerio – en 1987 el sacerdote cumple cuarenta años. En este punto, como es habitual, la Congregación acoge su petición de reducción al estado laical. Kiesle deja el ejercicio del ministerio sacerdotal y se casa. Es bien conocido por las autoridades de la policía como personalidad perturbada y sospechoso de abusos a menores. Las andanzas de Kiesle posteriores a 1987 evidentemente no implican ninguna responsabilidad de la Iglesia, sino solo de los tribunales civiles y de la policía. Si ha llevado a cabo nuevos abusos, la culpa no es de la Iglesia – que Kiesle había abandonado y que ya no tenía ninguna potestad para vigilarle – sino de las autoridades civiles.
Cómo haber rechazado la petición de un cura sospechoso de pedofilia, el cual pretendía casarse, presentada como petición de un favor en su interés equivalga a “proteger a un cura pedófilo”, es algo que quizás debería explicarnos la Associated Press.
*El profesor Massimo Introvigne e director del CESNUR (Centro studi sulle nuove religioni).
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Benedicto XVI no expulsó a un cura pederasta por “el bien de la Iglesia” y por “su joven edad”
AP en Washington Sábado 10 de Abril, 2010
La serie de escándalos sobre abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica golpea cada vez con más fuerza a Benedicto XVI.
Ayer, mientras el Vaticano trataba de neutralizar el daño a la imagen del pontífice anunciando su intención de entrevistarse de nuevo con víctimas de los curas pederastas, estalló un nuevo escándalo tras salir a la luz una carta, fechada en 1985 y firmada por el entonces cardenal Ratzinger, en la que en sus funciones de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (gran inquisidor), se opuso a la destitución del cura Stephen Keisle, acusado de pederasta, “por el bien de la Iglesia”.
El obispo de Oakland (California), John Cummins, escribió a Ratzinger en 1981 para pedir la expulsión del sacerdote Keisle, quien entonces contaba con 38 años, tras denunciarse dos casos de abusos sexuales cometidos por él.
Ratzinger se tomó cuatro años en responder y cuando lo hizo, mediante una carta escrita en latín y cuya autenticidad ha sido confirmada por la Santa Sede, fue para negar la solicitud ya que, a pesar de la importancia de las argumentaciones en favor de la destitución de Kiesle, hacía falta tener en cuenta “el perjuicio que puede causar en la comunidad de los fieles de Cristo, sobre todo considerando su joven edad”.
También el Papa Wojtyla. El escándalo salpica también al anterior Papa, Juan Pablo II, tras conocerse una carta de 1993 en la que el ya fallecido obispo canadiense Joseph Windle intentó sin éxito que el Vaticano hiciera públicos los abusos sexuales de monseñor Bernard Prince, de origen polaco, amigo del entonces Papa polaco Wojtyla.
En 2005, una de las víctimas del padre Prince, que fue ascendido y trasladado al Vaticano, denunció al religioso quien, tras abandonar el sacerdocio, en 2008 fue condenado a cuatro años de prisión por abusar sexualmente de 13 menores entre 1964 y 1984, pena que está purgando actualmente:
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Benedicto aislado del mundo en su torre de marfil
Por Ap - Agencia - 12/04/2010
CIUDAD DEL VATICANO
Ya mucho antes de ingresar a la vida del Vaticano, el papa Benedicto XVI era conocido como un teólogo y profesor universitario, autor de más de 40 libros y con un nutrido grupo de admiradores que respetaban su prodigiosa memoria y su mente brillante.
En su currículum, no obstante, brilla por su ausencia el servicio como párroco de iglesia.
Joseph Ratzinger, el futuro Papa, trabajó apenas 15 meses en una parroquia desde que hizo sus votos hace 59 años y ello puede ayudar a explicar sus problemas para lidiar con la crisis generada por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
Para empezar, alimenta la impresión de que se trata de un pontífice desconectado de la realidad, que no comprende la magnitud del malestar que hay en el mundo en torno al escándalo, y de que ni el Vaticano ni Benedicto han hecho lo suficiente para enfrentar la crisis.
El legado de Benedicto, quien el viernes cumplirá 83 años, bien podría depender de que adopte una actitud más abierta y exprese remordimiento en un lenguaje claro, sin las explicaciones rebuscadas tratando de justificar lo injustificable que han caracterizado los pronunciamientos del Vaticano hasta ahora.
"El papa Ratzinger, más lúcido de muchos de los que lo defienden, debe evitar ser sofocado por el profesor Ratzinger", opinó Marco Politi, veterano periodista especializado en el Vaticano, en una columna de la semana pasada en el diario Il Fatto.
En su Alemania natal, la prestigiosa revista Der Spiegel ya ha proclamado su papado un fracaso. En su último número habla de "la tragedia de un hombre que quería escribir libros y a quien, hacia el final de su vida, se le encomendó una tarea sobrehumana, el papado.
Hasta los admiradores del pontífice admiten que no es un buen administrador.
"Benedicto XVI es infalible solo en la enseñanza de la fe, no como gerente administrativo", afirmó el reverendo Joseph Fessio, quien escribió su tesis doctoral bajo la supervisión de Ratzinger y participa en las discusiones anuales de estudiantes que organiza Benedicto todos los veranos para sus ex discípulos.
Algunos detractores de Benedicto sostienen que su principal problema es que se rodea de asesores que no están calificados.
"No tiene gente de primer nivel la su alrededor. Pero él es quien selecciona a la gente que lo rodea", comentó el reverendo Richard McBrien, teólogo de la Universidad de Notre Dame y frecuente crítico del pontífice.
McBrien opina que, si bien Ratzinger sirvió poco tiempo como párroco, sus cinco años como arzobispo de Múnich y de Freisingn le dieron amplia experiencia en el manejo de situaciones en el mundo real. Indicó que Ratzinger estuvo pendiente de los detalles administrativos más minúsculos en ese período y también cuando asumió como jefe de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Sin embargo, uno de los casos de abusos más escandalosos se produjo precisamente cuando él estuvo en Múnich: en la década de 1980, Ratzinger aprobó un tratamiento terapéutico para un sacerdote sospechoso de pedofilia, pero se permitió que el religioso reanudase su tarea pastoral mientras se sometía a una terapia.
El Vaticano ha dicho que el vicario de Ratzinger asumió toda la responsabilidad por haber permitido que el reverendo Peter Hullermann reanudase su labor pastoral y que el futuro papa jamás estuvo al tanto del asunto. En 1986 Hullermann recibió una sentencia en suspenso por haber molestado a un muchacho.
Al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger resistió los pedidos de una diócesis californiana de que se le quitasen los hábitos a un sacerdote acusado de atar y molestar a dos niños, según correspondencia obtenida por la AP.
El abogado del Vaticano sostiene que el obispo de California era responsable de asegurarse de que el sacerdote, reverendo Stephen Kiesle, no cometía abusos mientras en Roma se estudiaba la posibilidad de quitarle los hábitos.
Los antecedentes del papa como profesor de teología no tienen relación alguna con la controversia actual. Es tan solo una de las excusas que esgrimen los defensores del papa", dijo McBrien a la AP.
Hay algunos indicios de que la Iglesia finalmente está comprendiendo la gravedad de la situación. La propia Congregación para la Doctrina de la Fe, habituada a proteger el secreto del Vaticano, se muestra más abierta y prometió colocar en su portal una guía sobre cómo lidiar con denuncias de abusos sexuales. En una carta reciente a los obispos irlandeses, Benedicto pidió mayor cooperación con las autoridades civiles en casos de abusos y dijo que recibirá a más víctimas de abusos.
Peder Noergaard-Hoejen, teólogo danés de una comisión católico-luterana que promueve una mayor comprensión entre las dos fes, dice que la Iglesia Católica se muestra hoy un poco más abierta, pero que Benedicto tal vez no sea la persona indicada para ser papa.
"Era muy bueno para la posición que tenía antes de llegar al papado, porque era una posición intelectual", afirmó. "Desde ya que es importante poder pensar, pero Ratzinger, el papa Benedicto XVI, no es un político. Es el típico profesor alemán".

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