23 mar 2011

CCV Aniversario del Natalicio deJuárez

El Presidente Calderón, durante el CCV Aniversario del Natalicio del Licenciado Benito Juárez
2011-03-21 | Discurso
Ciudadano Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ciudadano Senador Manlio Fabio Beltrones Rivera, Presidente del Senado de la República.
Ciudadano Diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, Presidente de la Cámara de Diputados.
Ciudadano doctor Leonardo Valdés Zurita, Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral.
Ciudadana Diputada Eufrosina Cruz Mendoza, Presidenta del Congreso de Oaxaca.
Consejera y Consejeros Ciudadanos del Instituto Federal Electoral.
Señores Secretarios.
Distinguidos invitados especiales.
Estimados familiares del Presidente Benito Juárez García.
Señoras y señores:
Nos hemos reunido para conmemorar el CCV Aniversario del Natalicio de Benito Juárez. En este día, la Patria entera rinde honores a uno de sus más grandes constructores, a un Presidente que siempre, siempre tuvo por guía a la ley y por razón a la justicia.
Juárez era, decía Francisco I. Madero, la encarnación de la ley, el representante genuino de la legalidad. A lo largo de su vida, el Benemérito de las Américas se dedicó a forjar los derechos, las libertades y las obligaciones de los ciudadanos.
Él comprendía que la ley debía ser la base de la sociedad. Y no era la ley del yugo la que él impulsaba, sino una ley que refrendara la libertad de los mexicanos, la soberanía de la Patria y la democracia como piedra angular de nuestro sistema político y de sus instituciones.
Decía, y con razón, que el porvenir será necesariamente la democracia. Juárez estaba seguro de que era posible crear una nueva relación entre gobernantes y gobernados, a la altura de las naciones liberales y modernas.
Comprendía que México no podía avanzar al futuro con las instituciones heredadas del periodo colonial. Y, por ello, dedicó su vida, podemos decirlo, a forjar un régimen republicano en el que hubiera una división tripartita de Poderes, en el que los gobernantes fuesen democráticamente electos y que los ciudadanos tuviesen derechos respetados por el Estado.
El México que anheló y por el que luchó Juárez, en su tiempo, era, debía ser, un México democrático y de instituciones. Pero la historia habría de depararle a Juárez numerosísimos retos.
Primero. Padeció la humillación y el destierro por parte de Santa Anna, por resistirse a los designios dictatoriales de aquel caudillo. Después tuvo que enfrentar una guerra contra quienes se oponían a la libertad consagrada en la Constitución del 57. Finalmente, vino la agresión extranjera del imperio de Napoleón III y Juárez tuvo, una vez más, que asumir personalmente la defensa de la República y de sus libertades.
Su liderazgo fue determinante para que los mexicanos se unieran entonces a una misma bandera y defendieran a la Patria hasta lograr, finalmente, la victoria. De todos esos desafíos, Juárez salió victorioso y, con él, salió victorioso México. Triunfó México, porque pudo forjarse entonces, y verdaderamente, un país republicano y soberano. Por eso, el Benemérito es el gran artífice de nuestra Nación.
Con gran certeza, Benito Juárez afirmaba: El bienestar y la prosperidad de la Nación sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes y a las autoridades elegidas por el pueblo. En nuestras libres instituciones, el pueblo mexicano es el árbitro de su suerte.
En efecto, él dio a México la identidad de un pueblo que tiene por base la ley y la democracia, y que busca vivir en paz a través de la ley y la democracia. Impulsó una Nación de instituciones y de leyes, que es la misma en la que hoy, afortunadamente, nos reconocemos.
Sus razones son las que hoy nos mueven a sostener la lucha por hacer prevalecer la ley frente a cualquier interés, por hacer prevalecer las instituciones democráticas en todo el territorio nacional.
Honrar la memoria de Juárez exige de nuestra generación voluntad y decisión, para seguir fortaleciendo nuestras instituciones, para fortalecer los Poderes de la Unión y también los órganos autónomos.
Para tener una justicia fundada en jueces y jueces fundados en la legalidad; para fortalecer, entre otros, a éste Instituto Federal Electoral, que es la instancia que las mexicanas y los mexicanos hemos construido con gran esfuerzo para garantizar elecciones libres, justas, transparentes, competitivas. En suma, elecciones verdaderamente democráticas.
Los ciudadanos y los actores políticos hemos contribuido a dar vida a nuestras instituciones electorales y por eso también es responsabilidad de todos trabajar para fortalecer continuamente y para preservar la autonomía, la credibilidad y la legitimidad con la que cumplen su delicada misión.
A nadie conviene que se debilite su actuación. Fortalecer al IFE, es fortalecer la democracia a través de su institución clave. Y para cumplir su tarea primordial en la organización de comicios, el árbitro electoral requiere de operar de manera óptima. Eso implica, entre otras cosas, contar CON un Consejo General debidamente integrado y fortalecido.
Hago votos para que los consensos necesarios para ello puedan formularse, precisamente, en la voluntad democrática que impera entre las fuerzas políticas en el Congreso de la Unión.
Las instituciones de la República deben velar, y velan, por el bienestar de los mexicanos, y son el mayor garante de que nuestro país no vuelva a sucumbir a las tentaciones autoritarias que enfrentara Juárez, o a las tentaciones autoritarias de cualquier tipo.
Por eso, en este CCV Aniversario del Natalicio de Benito Juárez, debemos recordar que nuestra misión es afianzar las instituciones y, a partir de ellas, trabajar para garantizar la democracia, el Estado de Derecho y el imperio de la ley en todo el país.
En ese propósito, también debe circunscribirse un perfeccionamiento de nuestro marco legal electoral. A ello se refería Juárez cuando dijera: La democracia es el destino de la humanidad futura; la libertad, su indestructible arma. La perfección posible, el fin donde se dirige.
Aún dentro de la fortaleza que hoy tiene nuestra legislación, es nuestro deber buscar incesantemente la perfección posible de la que hablara el Presidente Juárez.

Propongámonos contar entonces con un marco legal electoral que sea aceptado y reconocido por todos, que permita que las elecciones se realicen de conformidad para todos los participantes y que, transcurrido el proceso electoral, quien resulte vencedor por el voto ciudadano tenga, a la vez, el apoyo de todos los ciudadanos, merced a la legitimidad que sólo la ley puede proveer.
Y más allá de ello, aprovechemos ésta, que, en mucho tiempo, será la última oportunidad para darnos reformas políticas de fondo que modifiquen, como ha dicho el Senador Beltrones, no sólo el acceso, sino también el ejercicio del poder, de todos los poderes.
Hagamos una reforma política que ponga en el centro del poder mismo al ciudadano, al ciudadano común. Que podamos, verdaderamente, avanzar para legar a los mexicanos una institucionalidad que posibilite la democracia, no sólo como forma de Gobierno, sino como estilo de vida, tal y como lo establece la Constitución General de la República.
En la integración y en el fortalecimiento de las instituciones, en el perfeccionamiento de la ley, entre ellas la ley electoral, y en la transformación profunda de la vida pública de México, a través de la ciudadanización de la política, el Ejecutivo de la Unión estará dispuesto y presente en el diálogo que haga todo ello posible.
Debemos esforzarnos para que cada mujer y cada hombre que se encuentre en suelo mexicano pueda ejercer su libertad y derechos a plenitud; para que todos tengan la libertad de expresar sus ideas, de elegir dignamente a sus representantes, de ser verdaderamente representados por ellos, y de desarrollar las actividades de cada familia en paz, que sólo puede provenir de la tranquila convivencia en el orden fundado en la ley.
Que sepamos estar de acuerdo los mexicanos en todo aquello que debemos estar de acuerdo. Entre otras cosas, en la construcción del orden legal, que es la única garantía posible de la paz.
Que los mexicanos sigamos pudiendo disentir a fondo, como lo hacemos, pero que también tengamos la capacidad y la madurez republicana de acordar y concordar en aquello que es bien de la República.
Ciertamente, aún enfrentamos desafíos y adversidades, como todo pueblo, como las tuvo entonces Juárez.
Durante esos retos los mexicanos debemos unirnos para enfrentar a quienes con su actuar pretenden debilitar la democracia, las instituciones y la legalidad.
La unidad que aquí ha sido invocada, la unidad que es la máxima a la que debiéramos aspirar todos los mexicanos es, precisamente, la consigna republicana a la que nos conduce, precisamente, el ejercicio de la ley por parte de gobernantes y gobernados.
Por eso, pienso que en cada mexicano debe haber un juarista: una ciudadana o un ciudadano respetuoso y amante de la ley, una mexicana o un mexicano dispuestos a dar la lucha en defensa de las instituciones constituidas democráticamente. Esa es la mejor manera de honrar la memoria de Juárez.
Señoras y señores:
La figura de este mexicano universal, de la talla de don Benito Juárez, seguirá siendo hoy y siempre un ejemplo, en la forja de la Patria, para la presente y para las futuras generaciones.
Nuestra generación se enfrenta al reto, como dijese el mismo Benemérito de las Américas, de afianzar la paz en el porvenir y consolidar nuestras instituciones. Esa es, precisamente, la tarea de hoy.
El futuro de la Nación se juega en la capacidad del Estado mexicano, en su conjunto, para hacer respetar la ley, para cumplirla y hacerla cumplir, y para hacer valer y fortalecer las instituciones de la República, sin las cuales, ésta no puede entenderse.
Hoy, todos los mexicanos tenemos el deber de luchar, para que nuestros hijos puedan crecer en un México seguro y libre, libre de la sombra de la violencia; en un país de paz que progrese al amparo de las leyes, en una Nación donde impere el respeto al derecho y a los derechos, y el acceso efectivo a la justicia verdadera.
Las palabras de Juárez siguen más vigentes que nunca. Es verdad, decía él: Es verdad que todavía habrá necesidad de luchar, porque hay dificultades que vencer. Pero las dificultades no harán más que aumentar la gloria del triunfo, porque es indudable que acabará por triunfar la causa del derecho, que es la causa de la humanidad.
Qué viva Benito Juárez.

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