Carta de Marie-José Paz: “Él no le hacía caravanas al príncipe”
La Redacción
Revisra Proceso # 1824, 16 de octubre de 2011
Revisra Proceso # 1824, 16 de octubre de 2011
Señor director:
He leído con mucho interés su entrevista con Enrique Krauze “Viaje a las entrañas de Octavio Paz” en el último número de Proceso, intensa y apasionada tanto por parte de usted, el entrevistador, como del entrevistado. Por falta de tiempo y de espacio trataré de ser breve con unos pequeños comentarios que le estoy muy agradecida de permitirme publicar a última hora.
En primer lugar, le diré que a mí y a varios de sus lectores nos parece un error publicar en su portada la fotografía del escritor ilustrando uno de los temas tratados en su texto: el intelectual y el príncipe. Así se trata de influir en la opinión pública de manera tendenciosa, poco objetiva, presentando un hecho real de manera sesgada, fuera de contexto.
En primer lugar, le diré que a mí y a varios de sus lectores nos parece un error publicar en su portada la fotografía del escritor ilustrando uno de los temas tratados en su texto: el intelectual y el príncipe. Así se trata de influir en la opinión pública de manera tendenciosa, poco objetiva, presentando un hecho real de manera sesgada, fuera de contexto.
Durante su largo itinerario Octavio Paz conoció a muchos “príncipes” y no por eso lo tacharon de colaboracionista. Pero él no le hacía caravanas al príncipe ni al poder. Le hacían caravanas a él, porque en realidad él tenía el poder: su talento y su sencillez. Despreció la publicidad y los premios. Su poder era intelectual y moral. El propio Octavio lo comentaba en una entrevista con Silvia Cherem:
“No he sido lambiscón de presidentes como dicen algunos trapalones […] Siempre he guardado la distancia con el poder pero guardar la distancia no significa que el escritor, sin perder su independencia, no pueda coincidir con estos o aquellos aspectos de la política de éste o aquél gobierno. La libertad de opinión implica la libertad de aprobar o de reprobar.
“Opinar es un derecho: todos podemos equivocarnos. Equivocarse no es una deshonra: una cosa es opinar y otra, venderse.”
Octavio escribió alguna vez acerca de cómo se puede manejar una imagen:
“Montenegro pintó a Vasconcelos enarbolando un estandarte con el escudo de la Universidad y la frase ritual: ‘Por mi raza hablará el espíritu.’ Años más tarde, cuando Vasconcelos había dejado de ser secretario de Educación, otro secretario mandó borrar su figura. En su lugar se pintó la de una mujer. Parece que fue Bassols el que ordenó este atropello. ¿Venganza personal? Tal vez. Al mismo tiempo fue una falsificación histórica…”
En segundo lugar, otra pequeña observación que se refiere al comentario que hace Enrique Krauze a propósito de André Gide y su discurso al regreso de la URSS en el Congreso de Escritores Antifascistas en el que Octavio Paz participó en 1937, en plena guerra civil de España. Dice Krauze que Octavio tuvo hasta el final el remordimiento y la deshonra de haberse callado. Es cierto que a él le dio mucha pena no haber protestado entonces, pero en aquel momento en que tantos atacaron a Gide, Octavio Paz y Carlos Pellicer fueron los únicos que se abstuvieron de firmar una condena en su contra. Así que no creo que el no haber protestado lo haya obsesionado. ¿Cómo habría podido, digo yo, alzar la voz aquel muchacho de entonces, de 23 años, un escuincle que salía de México por primera vez –aunque era muy inteligente y sensible–, cómo habría podido alzar la voz rodeado de tantos apabullantes personajes, todos intelectuales reconocidos, como Malraux, Bergamín y Neruda, entre otros? Ellos tenían entonces la voz cantante. Habría sido un acto de temeridad que ese jovenzuelo desconocido enfrentara a todo un areópago enardecido. Si no protestó fue más bien por timidez, no por cobardía. ¿No cree usted?
Otra vez, muchas gracias,
Marie-José Paz
PD.- En la próxima edición de Proceso, si usted me lo permite, trataré de ocuparme de otros puntos de su entrevista que me han llamado la atención.
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