Chicali y Lucio: Cabañas; crónica de una ruptura ética
Mi amigo Rodolfo Echeverría Martínez, conocido por todos como "El Chicali", no fue un militante común. Fue, durante años, el guardián de los secretos y la operatividad interna del Partido Comunista Mexicano (PCM). Como responsable de Seguridad bajo la sombra de Arnoldo Martínez Verdugo, Chicali encarnó al cuadro profesional: disciplinado, formado en la URSS y eficaz, hasta de chofer la hizo. Sin embargo, en sus memorias Polvo de aquellos lodos (Ed. Casa de Hydra, 2025), nos revela algo más profundo: la historia de un hombre que prefirió su deber y su ética por encima de las conveniencias de una dirigencia que terminó claudicando.
Lealtad en los tiempos de la clandestinidad
La historia entre el PCM y Lucio Cabañas —aquel maestro rural que se volvió símbolo de los pobres— no nació en la sierra, sino en la lucha compartida. Chicali recuerda con nitidez cómo "reclutaron" a Lucio en 1964, en plena campaña presidencial de Danzós Palomino. Fue ahí donde Rodolfo tejió una amistad genuina con los profesores de Ayotzinapa, Lucio y Serafín Núñez, jóvenes idealistas que soñaban con cambiar México desde las aulas y las células comunistas.
Cuando la tragedia de la masacre de Atoyac en 1967 empujó a Lucio a las armas, Chicali estaba en Moscú. A su regreso, el Partido le encomendó una misión que marcaría su vida: proteger al "Maestro". Chicali relata con humanidad pasajes poco conocidos, como aquel viaje en tren donde llevó a Lucio hasta Los Mochis, Sinaloa, para ocultarlo en la colonia Rosendo G. Castro. Entre 1968 y 1974, Rodolfo fue uno de los puente: gestionó refugios y trasladó fusiles M-1 desarmados, pieza por pieza, hasta los campamentos. Su lealtad fue total; tanto, que en 1969 terminó pagando con su propia libertad en las celdas de Lecumberri.
El usufructo del sacrificio
Para Chicali, el secuestro de Rubén Figueroa en 1974 fue un error táctico que desató el infierno de la Guerra Sucia y dejó una herida de 500 desaparecidos. Pero lo que más le duele al autor es la traición ética que vino después. Mientras la guerrilla era aniquilada, la cúpula del PCM (Martínez Verdugo, Martínez Nateras y Valentín Campa) tomó una decisión pragmática: quedarse con una parte sustancial del dinero del rescate, que les entrego Félix Bautista
Bajo el frío argumento de las "tareas de la Historia", esos recursos se usaron para comprar la sede de la calle Durango y un terreno de 5,000 metros. Para Chicali, aquello no fue política, sino un aprovechamiento moralmente cuestionable del sacrificio y la sangre de quienes se quedaron en el monte.
El careo final: "Este es un pleno para Gobernación"
El pasado nunca se entierra del todo.
En 1985, las cuentas pendientes de la "Guerra Sucia" alcanzaron a la dirigencia del Partido. Los herederos del movimiento cabañista secuestraron primero a Félix Bautista y después al propio Arnoldo Martínez Verdugo, exigiendo la devolución del dinero del rescate de Figueroa. Para Chicali, este suceso no fue una sorpresa, sino el destino pasando factura a una "actitud indolente". Tras el pago de 100 millones de pesos por parte del gobierno de Miguel de la Madrid para liberar a Arnoldo, se convocó a un pleno del PSUM para que el líder explicara los antecedentes del caso.
Fue en esa asamblea donde la memoria se volvió un estorbo para el pragmatismo político. Ante un auditorio lleno de nuevos aliados que ignoraban la historia clandestina del Partido, Martínez Verdugo negó públicamente cualquier vínculo histórico con la guerrilla. Chicali, presente en el salón y herido por lo que consideraba una traición a la verdad y a los compañeros que se quedaron en el camino, no pudo callar. Se levantó y lo cuestionó a boca de jarro:
— ¿Tenía el PCM alguna relación de enlace con Lucio? —
La respuesta de Arnoldo fue un titubeo lleno de evasivas: — "Bueno, lo que se entiende por enlace, no... había un compañero que ocasionalmente trataba cosas... pero enlace no".
Indignado por el cinismo de quien prefiere ocultar la historia, Chicali sentenció con fuego: "Este es un pleno para Gobernación". Con esas palabras, se levantó de su silla y abandonó la reunión para no volver jamás. Su renuncia no fue a los ideales comunistas, sino a un partido que, en su tránsito a la legalidad, decidió sacrificar su integridad ética.
Hoy, con casi 90 años de vida, Rodolfo Echeverría nos entrega este libro necesario para que la verdad no sea moneda de cambio. Conozco a "El Chicali" desde hace más de tres décadas; es una persona a quien le guardo un profundo aprecio y cuya honestidad intelectual es, hoy más que nunca, un faro necesario.
Recomiendo ampliamente Polvo de aquellos lodos (Ed. Casa de Hydra, 2025). Es la voz de un hombre que, a diferencia de otros que prefirieron la comodidad del silencio o el olvido, decidió hablar claro y de frente.
PD: El se describe asi: "Nací en Tijuana el 15 de marzo de 1936, me vine a la CDMX en diciembre de 1956 a estudiar, ingresé a la UNAM en 1959 y en 1960 ingresé al PCM, milité en él hasta 1981 cuando se fusionó en el PSUM, estuve 3 años en la cárcel de Lecumberri por participar en el movimiento estudiantil de 1968; dos años en la escuela de cuadros en Moscú 1965-67. Regresando me designaron a trabajar como secretario particular de Arnoldo Martínez Verdugo, secretario general del Partido Comunista Mexicano. Saliendo de la cárcel me incorporé al trabajo profesional en el partido. Fui miembro del Comité Central hasta 1981. Denuncié al PSUM por no compartir la forma del rescate del secuestro de Arnoldo y de Félix Bautista por el llamado PDLP. Desde entonces me incorporé al trabajo en la administración pública, hoy estoy jubilado viviendo en Atlixco, Puebla, desde hace casi 5 años. Sigo con mis convicciones comunistas y esperando cambios radicales en el país.
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