18 nov 2006

Niños en el carretón


La obra de 1,5 metros de alto y un metro de ancho Niños en el carretón de Francisco de Goya (1746-1828), pintada en 1778, y que estaba siendo prestada por el Museo de Arte de Toledo en Ohio para una exposición temporal en Guggenheim, Nueva York, fue robada al estilo del viejo oeste norteamericano. Simplemente la obra -asegurada en un millón de dólares- desapareció en un lugar del trayecto.

Hasta el momento se desconocen detalles. Hay hermetismo y la información se dio días después del robo; hay una recompensa de 50 mil dólares a quien de información.
Niños en el carretón fue comprado por el museo de Ohio en 1959 a una galería de Nueva York. La obra fue creada para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara donde estuvo 70 años antes de ser trasladada al Palacio Real de Madrid. De las dependencias reales pasó al mercado.
El periódico colombiano El Tiempo dedica este sábado 18 de noviembre su editorial al caso, dice:
"¿Cómo puede ocurrir que en el país más desarrollado del mundo, camino a la principal exposición de uno de sus más ricos museos, roben en algún lugar de Pensilvania una obra irrepetible, avaluada en millones de dólares? El hermetismo de las autoridades -mitad precaución y mitad vergüenza- no permite responder esta pregunta. Solo se sabe que es la más reciente aventura de un cuadro que ha vivido muchas.
Pintado por el gran artista español en 1779 (sic), fue robado del Palacio Real de Madrid en 1870. Años después aparece en una colección de Boston, donde lo adquiere con fines comerciales una empresa que lo vende luego al Museo de Ohio. Por unos meses de 1996, el cuadro volvió a Madrid: estuvo colgado en la gran exposición del Prado con motivo de los 250 años del natalicio del pintor.

Este robo se suma a todas las dificultades que en la era de las grandes comunicaciones obstaculizan, paradójicamente, la movilización y exposición de obras de arte. Los seguros son cada vez más costosos, el acecho de los delincuentes, cada vez mayor, y los temores de los propietarios de las obras, cada vez más agudos. Una larga lista de arte robado aviva esos temores.
Entre otras obras capitales, han caído alguna vez en manos de delincuentes la Mona Lisa y La Virgen del huso, de Da Vinci; El columpio, de Goya; El grito, de Munch; una natividad de Caravaggio, ocho matisses, más de 20 van goghs y varios picassos, veermers, dalíes, braques, rembrandts, degas, cezannes, manets, vázquez ceballos...

Algunos riesgos han disminuido. Es difícil que se repita hoy un incendio como el que destruyó por completo en 1734 el Palacio Real de Madrid y convirtió en cenizas valiosísimos óleos de los más extraordinarios pintores de la época. No significa que no pueda ocurrir: el Museo de Río de Janeiro perdió hace 28 años 73 obras de autores como Van Gogh, Picasso, Dalí, Miró y Matisse. Pero ahora los lugares de exposición gozan de mayores garantías y protecciones. Sin embargo, han aparecido peligros mayores.
La II Guerra Mundial produjo una debacle en los inventarios artísticos, y en el ataque terrorista de las Torres Gemelas se perdieron cerca de 1,500 obras de arte avaluadas en más de 100 millones de dólares. Los accidentes son otro elemento que conspira contra el tráfico de obras de arte. Un importante cuadro de Alejandro Obregón quedó arruinado por el agua en un traslado a São Paulo, y en septiembre de 1998, un avión de línea cayó en Canadá y, junto con la vida de 225 pasajeros, se cobró el cuadro de Picasso El pintor.

Además de guerras, robos, incendios y accidentes, hay que contar con la estupidez humana. La Pietá, de Miguel Ángel, fue atacada a martillazos por un demente y la madrileña estatua de Cibeles es reiterada víctima del vandalismo. La conquista de América arrasó con buena parte del arte precolombino, como ocurre con casi todas las conquistas: durante la invasión de Irak, las tropas aliadas permitieron, inexplicable e irresponsablemente, el saqueo del Museo de Bagdad; 7,000 piezas de una de las más antiguas civilizaciones del mundo fueron robadas o destruidas. Aún están frescas las imágenes de la demolición de los budas de Bamiyán, enormes estatuas del siglo IV que derribó el gobierno talibán en Afganistán en el 2001.

Todo sugiere que las muestras internacionales de arte pasarán a la historia o serán acontecimientos muy raros y propios tan solo de países ricos. Exponer se ha vuelto muy expuesto.", concluye el editorial.

Y bueno, por lo menos podemos admirar la obra en esta foto (arriba); ojala y los ladrones se compadezcan y la devuelvan.
Además, la historia da para un buen guion de cine.

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