Carta enviada a La Jornada, sin editar. Abajo editada y con respuesta a la misma. Incluyo también algunos textos qu circulan a través de la red. Vale la pena leer el deslinde de David Cilia Olmos. El tema dará todavía mucho de que hablar. El origen de esta polémica las fuentes del texto de Héctor Aguilar Camín en Nexos de este mes: Regreso a Acteal.
México, D. F., a 15 de octubre de 2007
Carta al Correo Ilustrado de La Jornada.
C. Carmen Lira Saade,
Directora General de La Jornada,
presente.
Señora Directora:
Le solicito publicar, en ejercicio de mi derecho de réplica, la siguiente aclaración:
Ante la respuesta de Luis Hernández, surge una pregunta: ¿qué corriente de pensamiento puede ocultarse o transpirar detrás de un lenguaje canalla? No es sólo que defienda los asesinatos sin atreverse a tomar el fusil, añade a ello la insidia, la calumnia, “que algo queda”. Emplazado a presentar pruebas de que sus mentiras no lo son, fue a buscarlas al único lugar que le es cómodo y familiar: el basurero. Proclama contar con fuentes honorables y testigos fuera de toda sospecha. Helos aquí: “once familiares de desaparecidos políticos, antiguos integrantes de organizaciones armadas revolucionarias e investigadores, aseguran que Hirales fue un agente infiltrado por el gobierno en las filas de la 23 de septiembre, bajo la coordinación del comandante Florentino Ventura, de Interpol, con el objetivo de informar sobre los movimientos y dirigentes de la organización guerrillera”. Sea.
Ellos “aseguran”, pero Luis Hernández no se asegura de la autenticidad de sus fuentes. Dio un googlazo y se dio por satisfecho. Acabo de recibir una carta firmada por David Cilia Olmos (el único ex guerrillero medio conocido de los que dizque me acusaban de policía) que está circulando en la red, donde dice que ni él, ni Enrique González Ruiz, ni Enrique Torres firmaron o escribieron “el libelo”. (abajo el texto) Añade que no simpatiza mucho conmigo, todo lo contrario, pero sí con la verdad, y que el libelo es apócrifo hasta la médula.
¿Cómo es posible que Hernández no se haya percatado de este ser del libelo? Es posible porque no le interesa la verdad, sino escupir, aunque sea para arriba. El libelo de marras fue escrito para denostar a Sergio Aguayo cuando salió su libro “La Charola”. Hay que ver el lenguaje, registrar la manera como construyen sus argumentos, similar al método de El Móndrigo, precisamente. Pero cada quien se identifica con lo que llama a su corazón, con lo que toca su instinto más profundo.
Hernández no se conforma con citar fuentes apócrifas, la única fuente que realmente existe dice lo contrario de lo que, policiacamente, busca manipular. Escribe que “gracias a las fotografías de varios dirigentes de la organización armada identificados por Hirales, se detuvo, torturó y asesinó a Salvador Corral y José Ignacio Olivares”, lo cual, si fuera cierto, sería gravísimo, un golpe demoledor pero, desgraciadamente para su causa, todo es, naturalmente, falso. ¿Qué dice en realidad la fuente por él citada? :
El día 7 de febrero de 1974, los periódicos La Prensa, Tribuna de Monterrey y El Porvenir, daban cuenta en sus ocho columnas que el hombre muerto, hallado en las calles Ribera del río Santa Catarina y Valeria de la colonia Fuentes del Valle (cerca de la casa de la familia Garza Sada), el pasado día 4, podría ser Salvador Corral García.
La hipótesis de la policía se basó en la identificación de fotografías que fueron mostradas a Mónico Rentería Medina, Gustavo Hirales Morán y Elías Orozco Salazar, correligionarios del occiso y presos en el penal de Topo Chico, en Monterrey. El l4 de febrero del mismo año fue encontrado el cuerpo de Olivares Torres, en Guadalajara, Jalisco, cerca de la casa de la familia del empresario Aranguren Castillo. (en www.contralinea.com.mx/archivo/2007/agosto/htm)
La pregunta es: ¿cómo pudo Hernández tergiversar tan descaradamente la referencia? Aquí no hay más que dos posibles explicaciones: o Hernández no sabe leer, o miente. Pero, ¿por qué miente con tanta desvergüenza? Todos sabemos por qué (es decir, todo el público atento): porque de acuerdo a los usos y costumbres, confía en que tiene garantizada la impunidad, por eso.
Lo que realmente importa, sigue Hernández, es que “en múltiples escritos” justifiqué a los grupos paramilitares de Chiapas, lo cual también es falso: lo que intenté fue explicar cómo surgieron estos grupos, qué provocó su emergencia y qué tuvo eso que ver con el expansionismo militarista del EZLN y de los curas beligerantes; cómo el puño que maldecía los R-15 de Paz y Justicia era la misma mano que, piadosa, bendecía los AK-47 de los zapatistas, apelando a una doble moral, tan hipócrita como generadora de enconos.
Escribe que el “libelo” sobre Acteal formó parte de mi labor para limpiar la imagen del presidente Zedillo. No dice que, basándose en mentiras y medias verdades, los propagandistas de la “dulce violencia” habían logrado crear una imagen totalmente deformada, sobre todo en el extranjero, de la verdadera situación en Chiapas y de lo ocurrido en Acteal.
Silencia que el coraje que me guarda es porque, 9 años después, aún no logra digerir la paliza que les dimos, Alan Arias y yo, en Barcelona, cuando quisieron montar su numerito de un “tribunal internacional para juzgar los crímenes del Estado mexicano en Chiapas”, y no pudieron convencer a un foro proclive, de la validez de sus propuestas.
En relación a Acteal, ahí está mi libro esperando su refutación, pero también mis artículos de esas fechas, donde escribí, por ejemplo, lo siguiente:
“El castigo ejemplar de estos crímenes, apegado en todo momento a la ley, debe servir, además del fin mismo de hacer justicia, de lección paradigmática: Chiapas no es Guatemala, aquí es México; en México no hay kaibiles y nadie cuenta con permiso para matar. Nadie deberá tomar la ley en sus manos, nadie deberá suponer que, porque supuestamente está del lado de “la autoridad” y en contra de quienes la atacan, puede pisotear la ley y cometer crímenes inmundos: quien lo haga, sobre su cabeza caerá ‘toda la fuerza del Estado’, al margen de su militancia partidaria, su creencia religiosa o su condición social”, El Nacional, 4 de enero de 1998.
Finalmente, dice Hernández que soy “enemigo jurado” de la causa que defendí en la juventud. Ello no es exacto; sigo estando por la igualdad, la libertad y la fraternidad, en una perspectiva democrática y reformadora; desde hace mucho ya no me identifico con paradigmas que, entonces, aparecían como partes constitutivas de la causa: la violencia como partera de la historia, la moral “de clase”, la demagogia como argumento, las citas de Mao y el milenarismo de una sociedad totalmente reconciliada, sin contradicciones; no creo en la validez de “todas las formas de lucha”, pero sobre todo: no acepto que el fin justifique los medios.
Atentamente
Gustavo Hirales Morán.
Tal y como fue publicado este miércoles 17 de octubre de 2007.
- El Correo Ilustrado en La Jornada, 17710/2007;
Precisiones de Gustavo Hirales
Leo la respuesta de Luis Hernández, y me pregunto: ¿qué causa merece defenderse con un lenguaje tan canalla? No es sólo que defienda los asesinatos sin atreverse a tomar el fusil, añade a ello la insidia, la calumnia deliberada. Emplazado a presentar pruebas de que sus mentiras no son tales, fue a buscarlas al único lugar que le es familiar: el basurero.
Sus fuentes en un caso son apócrifas y en el otro dicen exactamente lo contrario de lo que pretende. En una carta que circula en la red, David Cilia Olmos dice que ni él ni José Enrique González Ruiz firmaron o escribieron “el libelo” donde se me acusa de policía. Añade que no simpatiza conmigo, pero sí con la verdad. Yo digo que, aun si el libelo fuera auténtico, ello no le añadiría un gramo de veracidad, pero la certeza de su origen espurio aclara las cosas. Por sí mismo, evidencia que a Hernández no le interesa la verdad ni la pulcritud, sólo escupir, aunque sea para arriba.
Quien quiera que entre al vínculo de contralínea, en el archivo de agosto de 2007, podrá percatarse de que el texto de Mauricio Laguna dice exactamente lo contrario de lo que Hernández le atribuye, es decir, que yo pude, en efecto, haber identificado a Salvador Corral García, pero sólo cuando la DFS me llevó, a la cárcel, las fotos de su cadáver.
¿Cómo pudo Hernández tergiversar tan descaradamente la referencia? ¿Por qué miente con tanto descaro? Porque como alto funcionario de La Jornada se siente impune, y porque cree, implícita o explícitamente, que el fin justifica los medios; yo hace mucho que abandoné esa creencia. Todo lo demás, que si los paramilitares, que si Acteal, ahí está; es decir, ahí está el libro, ahí mis artículos (En el libro Chiapas, otra mirada se pueden consultar todos mis artículos sobre Chiapas hasta el 4 de marzo de 1998).
Me acusa de que mi labor era la de limpiar la imagen del gobierno de Zedillo pero, ¿quiénes y con qué propósitos la habían ensuciado? Olvida mencionar que, basándose en mentiras y medias verdades, los propagandistas de la “dulce violencia” habían logrado crear una imagen totalmente deformada, sobre todo en el extranjero, de la verdadera situación en Chiapas y de lo ocurrido en Acteal.
En mi artículo del 4 de enero de 1998, en relación a Acteal escribí que: “El castigo ejemplar de estos crímenes, apegado en todo momento a la ley, debe servir, además del fin mismo de hacer justicia, de lección paradigmática: Chiapas no es Guatemala, aquí es México; en México no hay kaibiles y nadie cuenta con permiso para matar. Nadie deberá tomar la ley en sus manos, nadie deberá suponer que, porque supuestamente está del lado de ‘la autoridad’ y en contra de quienes la atacan, puede pisotear la ley y cometer crímenes inmundos: quien lo haga, sobre su cabeza caerá ‘toda la fuerza del Estado’, al margen de su militancia partidaria, su creencia religiosa o su condición social.”
Gustavo Hirales Morán
Respuesta de Luis Hernández Navarro
- Al comportamiento del converso, Gustavo Hirales añade ahora el síndrome Roberto Madrazo. Descubierto en su trampa, inventa todo tipo de pretextos para justificarse y tratar de echarle la culpa a los demás de sus engaños.
En su carta anterior, el ex guerrillero arrepentido me tachó de mentiroso por decir en un artículo que había sido policía. Respondí presentando una parte de la evidencia que comprueba mi afirmación. Ahora, cachado en la movida, recurre a exabruptos, mentiras y omisiones.
Dice que le dijeron que Enrique González Ruiz no suscribe el texto en el que se habla de su pasado policiaco. Miente. González Ruiz refrenda lo escrito en ese texto.
Afirma Hirales que la documentación del Archivo General de la Nación en el que se da testimonio de su papel identificando guerrilleros que fueron desaparecidos por la policía política, no es tal. Miente. El legajo lo corrobora.
Pero, más allá de la realidad de su confuso y oscuro pasado remoto, vale la pena centrarse en su pasado reciente. El ex guerrillero oculta su chamba en la Procuraduría General de la República (PGR) en 1993, y en la Secretaría de Gobernación durante 1994. Calla sobre su función como asesor de contrainsurgencia para el presidente Ernesto Zedillo y su papel en Chiapas. En todas ellas desempeñó funciones policiales.
Dice que nunca justificó a los grupos paramilitares. Falso. Quien tenga paciencia e hígado para hacerlo, puede revisar su colección de artículos antizapatistas, escritos originalmente para el periódico del gobierno federal El Nacional. Allí encontrará, una y otra vez, expresiones de apoyo a los paramilitares. Sobre ellos escribió: “es un mito creado por los departamentos oficiosos de propaganda del EZLN, la diócesis de San Cristóbal y sus correas de transmisión”.
Acteal, es preciso recordarlo, fue un crimen de Estado. Fue obra de un grupo paramilitar con todo el apoyo del gobierno federal. Por su responsabilidad en la masacre –directa o indirecta– debieron renunciar a sus puestos el secretario de Gobernación, Emilio Chuayfet, y el gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro.
El libro de Hirales sobre Acteal nació de las cloacas de Los Pinos. Fue hecho para limpiarle el rostro y las manos, sucias de sangre, al gobierno de Ernesto Zedillo. Es una nueva versión de El móndrigo, un sinónimo de abyección y falsificación histórica. Gonzalo Ituarte, vicario de justicia y paz de la diócesis de San Cristóbal, dijo, como ejemplo de qué tan poco fiable era el informe de la PGR sobre la matanza de Acteal: “Qué lástima que este Libro blanco se quedara a nivel de las obras Camino a Acteal, de Gustavo Hirales, y La guerra de los espejos, de Isabel Arvide.”
La verdad es que, puesto en la disyuntiva de escoger entre los dos libelos, yo me quedo con el de Isabel Arvide. Su libro fue hecho a partir de una confesión pública de amor hacia el general Absalón Castellanos. El de Hirales, en cambio, fue escrito por encargo presidencial, ocultando su amasiato con el poder.
Luis Hernández Navarro
Texto de David Cilia Olmos, dirigida a Alberto Sánchez:
Estimado Alberto: Dos precisiones:
Una: Enrique González Ruiz no escribió el libelo "Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos ", como tu lo señalas en tu correo.
Dos: A mi también me extraña y sobre manera, que mi nombre y el de Enrique Torres aparezcan como firmantes del mismo, pues conozco la posición de Enrique Torres al respecto del mismo y creo no equivocarme al afirmar que el no suscribiría un bodrio así. Yo, por supuesto, tampoco lo he hecho.
A manera de comentario te agradezco el envío, pues me permitirá indagar en que página aparece mi firma de tal documento y hacer los reclamos correspondientes.
En uno de los viajes anteriores a Madera, pasando por Tezopaco, no el ultimo, sino tal vez el penúltimo, hace un año o dos, la compañera de Guadalajara que fue del FER y del Procup, Rosa María afirmó que yo era autor o firmante de dicho documento, a lo cual le respondí textual y tajantemente que no, y que no coincido con ese documento.
Es claro y todos lo saben que no tengo la menor simpatía por Sergio Aguayo y menos aún por Gustavo Hirales, en público he expresado mi rechazo particularmente a Gustavo Hirales, en documentos escritos durante las ponencias que he presentado en los eventos públicos organizados por lo que luego es conocido como Foro Permanente por la Comisión de la Verdad, y en las introducciones de algunos libros publicados por la Editorial Huasipungo-Tierra Roja he mencionado explícitamente a Gustavo Hirales, expresando mi posición al respecto, lo mismo ha hecho Enrique González Ruiz.
Te comento y te reitero también que no suscribo tal libelo, como atinadamente has calificado el bodrio de "Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos", porque fue escrito por un sujeto que se dedica de manera sistemática a calificar a toda persona que conoce de policía y que con sus sucias acciones afecta enormemente el trabajo de las personas u organizaciones con las cuales se relaciona.
No dudo que el origen, de este absurdo de afirmar que yo suscribo tal bodrio, sea obra de él mismo autor del documento mencionado y su entupido y pretendido maquiavelismo.
Por otro lado el documento en cuestión hace un flaco favor, ya no a determinada posición política, sino a la misma lógica con sus argumentaciones primitivas.
Mando copia de tu correo tanto a Enrique González Ruiz, como a Enrique Torres, para que ellos tengan ocasión, si así les parece de hacer las aclaraciones pertinentes.
Con respecto a la polémica suscitada por Luis Hernández Navarro y la Jornada solo he leído la respuesta de Gustavo Hirales, espero tener tiempo para leer lo relativo a esta, mientras te adelanto dos cosas: Efectivamente, como dijera Hoxa, los comunistas estamos comprometidos únicamente con la verdad y los intereses fundamentales de los pueblos. Al menos yo. Ya antes, cuando mi buen amigo Jaime Laguna acusó indebidamente a (Jorge) Poo Hurtado de haberse robado el archivo del CIHMA, suscribí la carta que se escribió a partir de la explicación hecha por Juan Fernando, que no era amigo de Poo, pero si de la verdad. Lo mismo pasó cuando tu recibiste una acusación de ese tonto argentino-mexicano cuyo nombre se me olvida, tal vez tu tengas otra idea, o no te llegó en ese tiempo mi correo, porque creo que siempre hay un poco de reproche cuando te refieres al asunto comentando que no hubo uno que te respaldara, o que fueron pocos y yo no se si estoy dentro de los mucho o de los pocos, pero lo que si se es que en su momento envié mi adhesión a tu propuesta.
Esto no significa que al respecto de Gustavo Hirales estoy ansioso por firmar una carta de apoyo en su defensa, pero si significa que me enterare con detenimiento del debate y expresaré claramente mi posición, y mi posición es que ya bastante bala ha habido en el pasado para que nos sigamos masacrando entre nosotros con balas de porquería.
No tengo una posición favorable a Hirales, pero en su caso, tengo una posición clara al respecto de no faltar a la verdad.
Con un abrazo.
David Cilia Olmos
- Texto de Alberto Sánchez
En su respuesta, el difamador Hernández Navarro mete más las patas. No sólo escabulle el mérito de la polémica (Acteal, mitos y verdades), sino que reitera la infamia lanzada contra Hirales ahora apoyándose en un libelo escrito por José Enrique González Ruiz, et. al.: " Ahora es cuando los gorilas se disfrazan de académicos".
El documento usado por Hernández Navarro, pretende demostrar que Mari Claire Acosta y Sergio Aguayo son "agentes del Imperio", y afirma que "…Gustavo Hirales Morán, cuya larga trayectoria policíaca es sabida por todo mundo: primero como delator, infiltrado en la guerrilla, protegido por la policía aparentando su encarcelamiento, posteriormente, sabido es que delató a muchos camaradas tan pronto como en 1973 había "caído preso" lo anduvieron 'paseando' por todo el país para que delatara a todos los que él conocía como militantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, protegiéndolo lo trasladaban en avión y lo mismo 'aparecía' en un lado del país como se le veía en otro, igualmente para evitar que le reconocieran lo protegían trasladándolo en camionetas con vidrios polarizados. Posteriormente a la muerte del Comandante Ventura de la INTERPOL, se sabría que él así como José Luis Sierra estuvieron coordinados desde los setentas por el Comandante Florentino Ventura realizando actividad de infiltración al seno de la Liga Comunista 23 de Septiembre."
¿Qué mamada es esa "prueba" de que todo el mundo lo sabía?
¿De qué mierda están hablando? ¿Es falso el documento?
Los firmantes están obligados a una aclaración y a probar sus acusaciones… El ataque de la Jornada es inadmisible y no podemos, ni debemos, dejarlo pasar.
¿O de qué se habla cuando se critica el poder de los medios?
Alberto Sánchez.
El libelo se halla aquí:
http://www.sergioaguayo.org/biblioteca/Cuando%20los%20gorilas%20se%20disfrazan%20de%20academicos.pdf .
1 comentario:
Les envío copia de la replica a Luis Hernandez enviada el 17 de octubre:
No cabe duda que la que no habla es muda.
Es increíble como quienes deberían de tener el juicio más certero, informado y mesurado son quienes se dejan llevar por el hígado, las maledicencias y la falta de profesionalismo.
En cualquier escuela mediocre de periodismo se asienta que deben de comprobarse las fuentes y tratar de equilibrar las posiciones, ésta es la responsabilidad de los formadores de opinión. Mayormente cuando se trata de un medio de información que incide en el conjunto de un grupo social determinante.
Al comentar con algunos amigos me decían que no tenía caso responder a las injurias y menos con un medio como La Jornada. Pero la rabia me ganó y debo de precisar algunas cosas:
1.- Es francamente un crimen que un individuo que una y otra vez da prueba de su irracionalidad sea responsable de opinar sobre asuntos tan cruciales como la Masacre de Acteal o la situación nacional.
2.- El tipo en definitiva no puede detenerse a pensar y repite acusaciones sin sentido, fuera de contexto y con una carga de adrenalina que solo pervierte a esa opinión pública de por sí tan dañada por el bombardeo constante de propaganda alienante.
3.- Que lo repitan los curas, que lo repitan sus jilgueros, que los comunistas callen, que los que han comprobado una y otra vez las falacias también lo hagan, no significa que sea verdad.
4.- Una y otra vez, curiosamente solo uno o dos medios, se ha repetido que soy el dirigente de “mascara roja”, no hay ninguna prueba, no hay ninguna acción, no hay testimonios corroborables y si una vida de trabajo. Cierto no soy un intelectual orgánico de nada, ni de nadie, me he dedicado a trabajar en el campo y no frecuento ni los cafés, ni los círculos, ni los grupos, vivo para la producción y no leo periódicos, ni veo noticieros.
5.- Ni siquiera fui procesado por Acteal, solo por los medios. Y claro, por haber sido miembro de la direccional nacional del PFCRN y de la estatal de Chiapas, y, en su momento, dirigente de la organización campesina regional, conozco perfectamente el desarrollo de la situación en Chenalhó, hasta un mes antes de Acteal.
6.- No soy policía para saber toda la verdad sobre la Masacre, aunque conozca algunas particularidades por referencia de los participantes, no soy ministerio público y no he querido o podido realizar ninguna indagación que pueda dar una respuesta que otros conocen perfectamente.
7.- Se confunden términos, policía es ciertamente un trabajo, una profesión, tan honorables (debiera ser y los hay) como cualquier otra, incluso la de periodista. Pero también es un calificativo, sobre todo en la arena política, que ha servido para denostar y alentar ejecuciones entre propios compañeros. Y esto también una y otra vez. Y es particularmente sintomático cunado ataca a personalidades carismáticas, controvertidas, o innovadoras. Y también lo es puesto en boca de personajes sombríos, grises, que no han acertado en la vida a ser algo más que vocingleros mercachifles.
8.- Para ser defensor, formalmente, hay que ser abogado, licenciado en derecho y yo no lo soy, muchos de los que están presos, podría decir todos, son mis amigos, sobre todo a raíz de su desgracia y he tratado de ser solidario con ellos en la medida de mis escasas posibilidades y no por ello, creo, estoy cometiendo un delito.
9.- Jugar con las palabras, sobre todo para un periodista, es poco menos que ruin, canallesco. Manipular las frases, jugar al demiurgo y descubrir lo que se quiso decir no es signo de respetabilidad sino parte de esta cultura mercenaria, advenediza que nos han impuesto como parte de la sociedad sobre explotadora. Delator, cuando se encuentra uno y su familia y conocidos torturados, cuando ya no queda mas tiempo, cuando ya no importa, cuando hay mecanismos organizativos para descargar el peso al militante, no es lo mismo como cuando por motu propio se presta el servicio a las mas perversas fuerzas, al oscurantismo y a la sin razon, sobre todo por dinero, por prestigio. Pues tal es el papel que han jugado las diferentes religiones e importantes grupos políticos y de poder en Chiapas. Por ello dejamos de hacer política, por la imposibilidad de integrar un diálogo y discurso coherente entre sordos y enajenados. No hubo paramilitares en Chenalhó porque la propiedad privada prácticamente no existe en ese municipio y los caciques, a la forma indígena siempre han existido porque esa es la organización social, un régimen medieval, impuesto por esos mismos curas altamente educados y concientes de su papel, dominando y destruyendo la cultura ancestral. Para eso estudiaron y siguen estudiando a las etnias, conocerlas como buenos indios muertos (cultural y físicamente) leña para hoguera de mártires y no una opción cultural válida, no cristiana. Pero si los hubo, paramilitares, porque hubo varios grupos civiles con armas, zapatistas, priistas, grupos de autodefensa, caciques, pistoleros, “internacionalistas”, todos al margen de la ley y de todos solo uno estimado, citando a otros, culto a las armas exhibidas impunemente.
10.- No hay manera de demostrar que realmente estaban rezando en la “abadía” (humilde capilla trasformada por el mago Hernández), y la propia Jornada publicó fotos de ese lugar con montones de ropa, llevada a temprana hora por la Cruz Roja como regalo de navidad.
11.- En varios correos a la red, tanto Laguna, como Cilia y Torres niegan suscribir el libelo que menciona el reportero, metido a inquisidor, claro aún no han dirigido su desmentido al periódico y espero lo hagan en su momento.
12.- Muchos mitos se han construido en torno a Chiapas, en torno al zapatismo y en torno a la Masacre. Hoy se dice algo, mañana con la mayor desfachatez se dice lo contrario. No hay porque guardar ni las formas ni el respeto, se atropellan la cultura ancestral que sobrevive y trata de mantenerse y los hombres que forman estas sociedades. De cualquier forma los ayer enemigos irreconciliables, las comunidades divididas, los pueblos insurrectos de uno y otro bando poco a poco se estabilizan, se reconcilian, las Abejas y los deudos tienen que seguir conviviendo con priistas y excardenistas, como los antiguos militantes de abuxu o de paz y justicia, muchos de los cuales prefieren ya no hablar de ese pasado y construir un presente. ¿será que eso es lo que le puede a nuestro savonarola?. ¿le hará falta mas enfrentamiento y sufrimiento para poder aparecer el 8 columnas, su sueño adorado?,
¿Quién viene a trabajar y construir para todos, y no solo unos cuantos que posan para la foto y seguir con el engaño mundial de una presunta guerra antisistémica?,
Lamento la extensión y espero que de algo sirva esta carta, yo se bien que detrás, si es que es publicada, nuevamente el caronte nos enjuiciará sin darse cuenta que como la muerte, solo es un empleado que debiera trasmitir el conocimiento y los sucesos, ajenos, para que los ciudadanos podamos normar criterios, no alentando pasiones y sinrazones.
salud y revolución social
Manuel Anzaldo Meneses 17/Oct/07
961 120 40 85
manuel_anzaldo@hotmail.com
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