Derechos humanos/Jorge G. Castañeda
Publicado en Reforma, 4/06/2008;
Hace un par de semanas tuve el honor de asistir a una cena de despedida ofrecida por una embajada Europea a Amerigo Incalcaterra, el virtual expulsado ex representante de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con sus amigas y amigos: activistas, líderes de ONG, representantes de la ONU, periodistas y académicos, todos ellos involucrados en el tema de los derechos humanos en México. Me dio un especial gusto poder participar en este homenaje discreto pero sincero, a Incalcaterra, ya que puedo atribuirme la autoría del acuerdo firmado por México y la Alta Comisionada Robinson, el 2 de diciembre del 2000, creando una oficina de derechos humanos de la ONU en México, haciendo de nuestro país como lo dijo Incalcaterra en un artículo publicado por la revista Proceso, hace unos días, el primero en el mundo en pedir la apertura de una oficina de ACNUDH sin encontrarse en estado de guerra, y la autoría también del programa de acción en materia de derechos humanos suscrito entre el gobierno de Fox y la ONU en 2002.
Y en ese mismo espíritu, se me ha permitido adentrarme más aún en el tema de los derechos humanos a través de mi membresía desde hace cinco años de la junta de gobierno de Human Rights Watch, quisiera ofrecerle al lector algunas reflexiones sobre el papel interno y externo de las ONG de derechos humanos de dentro y fuera del país en un momento en que son objeto de severas críticas, por tirios y troyanos.Salí de la cena especialmente complacido por haber atestiguado cómo esas organizaciones de la sociedad civil en México han pasado ya casi por completo del "soberanismo" de antaño a la posición que muchos siempre hemos tenido: la defensa de los derechos humanos es un tema que trasciende la soberanía y las fronteras nacionales, en el caso de Cuba y China, México y Guantánamo, Irán, Rusia y Oaxaca.
Las ONG y las OG de derechos humanos no tienen por misión defender la soberanía nacional ni intentar una guerra contra el narco ni ser amigos de Fidel, Raúl y Hugo. Para eso están el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y hasta la CNDH cuyo presidente efectivamente siempre se opuso a la apertura de la oficina de la ONU, al programa de acción del 2002, y a los subsiguientes, y a la persona de Incalcaterra. Por razones muy compresibles a la CNDH y en particular a su presidente les interesa muchísimo más su idea de defensa de su idea de soberanía que la protección de los derechos humanos. Lo bueno es que las ONG se han deslindado claramente de esa postura.
Ahora bien avocarse exclusiva y obsesivamente a la defensa de los derechos humanos, como es el caso de las ONG mexicanas y de Amnesty International o HRW a nivel internacional, no es un ejercicio exento de contradicciones. Justamente quienes se dedican a eso lo hacen con una devoción casi religiosa, con un altruismo y generosidad que los ennoblece, con recursos escasos para librar batallas desiguales. En ocasiones suplen esa asimetría en su combate contra gobiernos, ejércitos, o medios, con una estridencia que puede llegar a irritar enormemente a determinadas autoridades, sobre todo cuando -de vez en cuando sucede- las autoridades tienen razón y las ONG exageran. Viví en carne propia en Tlatelolco la intermitente estridencia tanto de las ONG nacionales como extranjeras; pueden llevarlo a uno a la exasperación, sobre todo en casos como el mío, de funcionarios o personas con la mecha corta. Y esta estridencia inevitablemente conduce con poquísima pero innegable frecuencia a exageraciones, análisis distorsionados o a utilizar medias verdades para defender una agenda propia.
Quizás eso sea lo que haya que leer y entender de algunos pronunciamientos recientes de dentro y fuera de México por organizaciones de derechos humanos sobre la situación de los mismos en nuestro país, sobre la libertad de prensa, sobre la inclusión de una extrema condicionalidad de los criterios de derechos humanos en el Plan Mérida, el TLC entre Estados Unidos y Colombia, la situación en el Tíbet, Myanmar, Iraq, etcétera.
Las ONG mexicanas y las de todo el mundo se pueden equivocar; pueden exagerar; pueden tener en ocasiones una agenda propia; pueden ser unas verdaderas ladillas para muchos gobiernos. Pero prefiero mil veces que se les pase la mano o se les escape parcialmente la realidad a que por prudencia, cobardía, corrupción o simple estulticia pierdan su vocación y se dediquen a proteger a los violadores de los derechos humanos y no a las víctimas de esas violaciones. Prefiero mil veces que pequen de vez en cuando por comisión que por omisión.
Un acierto y un gran error/Jorge G. Castañeda
Reforma, 14 May. 08
"Lástima que junto con este acierto el gobierno haya incurrido hace un par de semanas en un error muy grave, también en el frente externo. Se trata de la solicitud de retiro dirigida a Louise Arbour, Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos, del jefe de su oficina en México, Amerigo Incalcaterra. Tanto el diario español El País, como varios diarios mexicanos y neoyorquinos informaron en los últimos días que las secretarías de Relaciones Exteriores, Gobernación y Defensa, junto con el presidente de la CNDH, habían solicitado la salida de Incalcaterra debido a uno o varios de los siguientes factores: haber expresado dudas sobre las elecciones del 2006, haber respaldado el informe de Human Rights Watch sobre la CNDH, haber criticado las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Ejército en la lucha contra el narcotráfico, en una palabra, haberse vuelto "a pain in the ass". El hecho es que Incalcaterra se va, según algunos, a Guatemala; según otros, a Sudáfrica; según otros más, a Ginebra, pero con la cola entre las patas.
Ahora bien, el error del gobierno de Calderón no consiste en haberlo expulsado (puede haber motivos fundados para ello), ni siquiera en haber cambiado de política frente al UNHCHR inaugurada el 1o. de diciembre de 2000 con la firma en Oaxaca de un convenio de apertura de sede entre Mary Robinson y Vicente Fox; el error es no avisar del cambio de política. Como se recordará, dicho convenio así como la apertura de la oficina, la realización de un diagnóstico por la ONU sobre la situación de los derechos humanos en México, la invitación a varias decenas de relatores para que visitaran nuestro país durante la administración Fox, la realización de un programa de trabajo de derechos humanos e incluso la renovación del mismo hace apenas un mes, formaron parte de un diseño muy claro: se trataba de anclar lo más posible en el exterior, y en particular en la mirada externa y los instrumentos legales internacionales, la protección de los derechos humanos en México.
A cada quien le corresponde juzgar si fue una buena idea, si resultó o si fue un gesto meramente cosmético de Fox, huelga decir que como autor de la idea considero que fue atinada. La idea se inscribía en la trayectoria iniciada por Felipe González en España entre 82 y 85 buscando anclar la democracia española en la permanencia dentro de la OTAN y el ingreso a la CEE, y en la lucha fallida por incluir cláusulas de derechos humanos y de democracia en el TLC con Estados Unidos y Canadá en 1992-93, así como en la inclusión de esas cláusulas en el TLC con la Unión Europea en 1999.Calderón no tiene por qué seguir con esta inspiración, no es suya. Obviamente considera que otros temas (soberanía, no intervención, cercanía con Cuba, deslinde con Fox) son más importantes que el anclaje de los derechos humanos en México. Para eso son la alternancia y la democracia: para que los gobiernos cambien de política. Pero Incalcaterra y sus jefes en Ginebra no tenían cómo adivinar que el propósito de su presencia en México había cambiado: ya no se trataba de que ejercieran mirada y presión externas sobre las autoridades mexicanas, sino que ahora calladitos se veían más bonitos. Hubiera bastado con un mensaje claro, explícito y público, sobre dicho cambio, para dar aviso, en lugar de enviar señales encriptadas, sibilinas, y al final de cuentas incomprensibles.Quedan dos preguntas para nuestros gobernantes y colegas comentócratas. Primero: ¿siguen creyendo que el alineamiento con Cuba y el despido de Incalcaterra son dos asuntos que no tienen nada que ver el uno con el otro? ¿O ya empiezan a convencerse que ni la paja ni la viga son ajenas? Segundo: ¿cómo reaccionarán las ONG internas y externas ante tal decisión calderonista cuando llegue el momento de poner o quitar candados de derechos humanos al Plan Mérida en Washington y de luchar contra las ejecuciones de mexicanos en Texas, que por desgracia y aparentemente se reanudarán el 5 de agosto?
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