Columna Itinerario Político/ Ricardo Alemán
Por fin, Ortega derrota a AMLO
El Universal, 13 de noviembre de 2008 ;
“Chuchos” le arrebatan PRD a Obrador… pero también el dinero
No pasará mucho tiempo para que “el legítimo” anuncie su propio partido
Durante toda una década buscó ser presidente del PRD. La cuarta, para Jesús Ortega, “fue la vencida”. En tribunales derrotó a su histórico adversario: Andrés Manuel López Obrador.
De marzo 16 a noviembre 12 de 2008 pasaron siete meses con 27 días —241 días— de una pelea político-partidista que terminó cuando Los Chuchos se enteraron de que les favorecía el resolutivo del TEPJF, y en un acto simbólico echaron de las instalaciones del PRD a Porfirio Muñoz Ledo, el coordinador del FAP, ex perredista y “cuello de ganso” de López Obrador.
El resolutivo del Tribunal Electoral —que es inapelable y aun así será apelado por los derrotados— significa, en el fondo, mucho más que un mero acto simbólico —porque Los Chuchos ya mantenían el control casi absoluto del PRD—, y ya se convirtió en un acto jurídico e institucional —de esas instituciones que fueron mandadas al diablo— que a querer o no marcará el futuro y el destino nada halagüeño del partido amarillo. ¿Por qué?
Por primera vez en casi dos décadas, el partido que en México reclama la hegemonía de la izquierda mexicana logró sacudirse la tutela de ex priístas; de Cuauhtémoc Cárdenas y de López Obrador y sus respectivas herencias. Es decir, que a partir de ayer —y de manera oficial— se rompió el control de casi 20 años de la herencia priísta en las dirigencias del PRD. Y claro, se podrá decir que Los Chuchos portan la genética del PST —partido paraestatal del viejo PRI— pero no es lo mismo una paraestatal del PRI que el PRI.
Pero el simbolismo va más allá.
Está claro —para todo aquel que quiera ver la realidad del PRD— que en sus primeros casi 20 años de vida el PRD no fue más que una colonia del PRI; una caricatura del viejo partido de la Revolución, de lo más cuestionable y reprobable del partido único. Durante ese tiempo vivió de, por y con la máscara de partido de izquierda. Pero nunca pudo ocultar su genética tricolor.
Como una réplica del PRI, con todos sus usos y costumbres, a partir de todas sus herencias y taras genéticas, el partido amarillo fue utilizado por Cárdenas y AMLO como una eficaz agencia de control político y de gestión del poder. El michoacano y el tabasqueño hicieron y tornaron a su antojo al partido de la naciente “izquierda” mexicana —mediante prácticas nada democráticas surgidas del tricolor y del marxismo— hasta que la realidad política hizo imposible que siguiera la simulación.
Cárdenas se despachó a placer y en tres ocasiones fue candidato presidencial, mientras AMLO nació, creció y se consolidó como líder no por méritos propios, sino por la influencia de su padre político, al que un buen día, a partir del 2000, asesinó políticamente debido a sus demenciales ambiciones de poder. Se convirtió en un “parricida político” para ejercer en la casa familiar, la del PRD, la misma cultura autoritaria de terror de su padre.
Impuso a los dirigentes del partido, a candidatos a puestos de elección popular; convirtió a su gobierno en el DF en una burda y grosera copia de los peores gobiernos del PRI —nada democráticos, corruptos, abusivos y que combaten todo signo de transparencia— y terminó por imponer por la fuerza de la popularidad —que no por la fuerza de las ideas, como es la enseñanza de la izquierda— su candidatura presidencial. Ay de aquel que se atreviera a contradecir al prohombre de la izquierda mexicana, al “movimiento soy yo”, al “jugo gástrico”, porque era destruido en vida.
En marzo de 2008 —una vez que fue derrotado por sí mismo, por su soberbia y mitomanía durante las elecciones de julio de 2006—, AMLO pretendió conservar de manera ilegal, tramposa y antidemocrática el control del PRD para mantener viva su ambición presidencial hasta ese lejano 2012. ¿Qué era lo que peleaba? Pues sí, el dinero público, las jugosas bolsas de dinero. ¿Pero qué creen? Que el grupo al que por una década vapulearon Cárdenas y AMLO dijo ¡basta! Se negó a la comparsa.
“¡Herejes...!”, gritaron nomenclatura, diario oficial y fanatizados intelectuales y periodistas que, de dientes para afuera, reclaman democracia, libertades, alternancia, pero en la realidad reniegan de todo eso. “¿A quién se le ocurre disputarle el mandato divino al mesías?”, gritan.
El cochinero electoral del pasado 16 de marzo fue resuelto ayer por el TEPJF a favor de Jesús Ortega; izquierda deslavada, pero lo más parecido a la izquierda. Y sí, esa es la izquierda mexicana. Y pronto AMLO anunciará su nuevo partido. Al tiempo
Por fin, Ortega derrota a AMLO
El Universal, 13 de noviembre de 2008 ;
“Chuchos” le arrebatan PRD a Obrador… pero también el dinero
No pasará mucho tiempo para que “el legítimo” anuncie su propio partido
Durante toda una década buscó ser presidente del PRD. La cuarta, para Jesús Ortega, “fue la vencida”. En tribunales derrotó a su histórico adversario: Andrés Manuel López Obrador.
De marzo 16 a noviembre 12 de 2008 pasaron siete meses con 27 días —241 días— de una pelea político-partidista que terminó cuando Los Chuchos se enteraron de que les favorecía el resolutivo del TEPJF, y en un acto simbólico echaron de las instalaciones del PRD a Porfirio Muñoz Ledo, el coordinador del FAP, ex perredista y “cuello de ganso” de López Obrador.
El resolutivo del Tribunal Electoral —que es inapelable y aun así será apelado por los derrotados— significa, en el fondo, mucho más que un mero acto simbólico —porque Los Chuchos ya mantenían el control casi absoluto del PRD—, y ya se convirtió en un acto jurídico e institucional —de esas instituciones que fueron mandadas al diablo— que a querer o no marcará el futuro y el destino nada halagüeño del partido amarillo. ¿Por qué?
Por primera vez en casi dos décadas, el partido que en México reclama la hegemonía de la izquierda mexicana logró sacudirse la tutela de ex priístas; de Cuauhtémoc Cárdenas y de López Obrador y sus respectivas herencias. Es decir, que a partir de ayer —y de manera oficial— se rompió el control de casi 20 años de la herencia priísta en las dirigencias del PRD. Y claro, se podrá decir que Los Chuchos portan la genética del PST —partido paraestatal del viejo PRI— pero no es lo mismo una paraestatal del PRI que el PRI.
Pero el simbolismo va más allá.
Está claro —para todo aquel que quiera ver la realidad del PRD— que en sus primeros casi 20 años de vida el PRD no fue más que una colonia del PRI; una caricatura del viejo partido de la Revolución, de lo más cuestionable y reprobable del partido único. Durante ese tiempo vivió de, por y con la máscara de partido de izquierda. Pero nunca pudo ocultar su genética tricolor.
Como una réplica del PRI, con todos sus usos y costumbres, a partir de todas sus herencias y taras genéticas, el partido amarillo fue utilizado por Cárdenas y AMLO como una eficaz agencia de control político y de gestión del poder. El michoacano y el tabasqueño hicieron y tornaron a su antojo al partido de la naciente “izquierda” mexicana —mediante prácticas nada democráticas surgidas del tricolor y del marxismo— hasta que la realidad política hizo imposible que siguiera la simulación.
Cárdenas se despachó a placer y en tres ocasiones fue candidato presidencial, mientras AMLO nació, creció y se consolidó como líder no por méritos propios, sino por la influencia de su padre político, al que un buen día, a partir del 2000, asesinó políticamente debido a sus demenciales ambiciones de poder. Se convirtió en un “parricida político” para ejercer en la casa familiar, la del PRD, la misma cultura autoritaria de terror de su padre.
Impuso a los dirigentes del partido, a candidatos a puestos de elección popular; convirtió a su gobierno en el DF en una burda y grosera copia de los peores gobiernos del PRI —nada democráticos, corruptos, abusivos y que combaten todo signo de transparencia— y terminó por imponer por la fuerza de la popularidad —que no por la fuerza de las ideas, como es la enseñanza de la izquierda— su candidatura presidencial. Ay de aquel que se atreviera a contradecir al prohombre de la izquierda mexicana, al “movimiento soy yo”, al “jugo gástrico”, porque era destruido en vida.
En marzo de 2008 —una vez que fue derrotado por sí mismo, por su soberbia y mitomanía durante las elecciones de julio de 2006—, AMLO pretendió conservar de manera ilegal, tramposa y antidemocrática el control del PRD para mantener viva su ambición presidencial hasta ese lejano 2012. ¿Qué era lo que peleaba? Pues sí, el dinero público, las jugosas bolsas de dinero. ¿Pero qué creen? Que el grupo al que por una década vapulearon Cárdenas y AMLO dijo ¡basta! Se negó a la comparsa.
“¡Herejes...!”, gritaron nomenclatura, diario oficial y fanatizados intelectuales y periodistas que, de dientes para afuera, reclaman democracia, libertades, alternancia, pero en la realidad reniegan de todo eso. “¿A quién se le ocurre disputarle el mandato divino al mesías?”, gritan.
El cochinero electoral del pasado 16 de marzo fue resuelto ayer por el TEPJF a favor de Jesús Ortega; izquierda deslavada, pero lo más parecido a la izquierda. Y sí, esa es la izquierda mexicana. Y pronto AMLO anunciará su nuevo partido. Al tiempo
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