Columna Serpientes y Escaleras/ Salvador García Soto
El Universal, 13 de noviembre de 2008 ;
El alegre secretario
Así como al nuevo inquilino de Bucareli se le recuerda por sus habilidades políticas, también por su personalidad bonachona y relajada, más bien bohemia
“¿Trabajar yo para el gobierno? ¡No, qué hueva! Me va mejor en mi despacho, gano más y soy mi propio jefe”: la frase, que podría ser de muchos, es del nuevo secretario de Gobernación y más de un amigo suyo dice habérsela escuchado varias ocasiones. Claro, eso fue en otros tiempos, antes de que Fernando Gómez Mont aceptara la invitación personal que le hizo su amigo el presidente Felipe Calderón, para ocupar el lugar que dejó vacante, tras su trágica muerte, Juan Camilo Mouriño.
Fernando Gómez Mont siempre rehuyó, por convicción y por conveniencia, trabajar en el servicio público —cosa que no desagradaba a sus hermanos. En su carrera política prefirió la vía parlamentaria, aunque sólo una vez fue diputado y sus ex compañeros de Legislatura lo recuerdan como un “político hábil, buen negociador y con buena mano derecha para la conciliación”.
En la 55 Legislatura de San Lázaro, la que corrió de 1991 al 94, fue protagonista en iniciativas y negociaciones importantes. “Era de los panistas más tratables y con los que más se podía dialogar y negociar”, dice un ex diputado priísta, que compartió con Gómez Mont trabajos en la Comisión de Justicia de la cámara.
Pero así como se le recuerda por sus habilidades políticas, también hay recuerdos de la personalidad bonachona y relajada, más bien bohemia, del nuevo inquilino de Bucareli. Alegre, animado, fiestero, así describen sus ex compañeros legisladores al secretario.
Cuentan, por ejemplo, que en una ocasión, la Comisión de Justicia organizó unos foros para discutir una reforma penal. El grupo de legisladores de todos los partidos acudió aquella vez a Guanajuato, capital, donde se realizaría la reunión par oír propuestas de juristas, expertos y académicos locales.
Todo estaba listo en el hotel sede para que comenzara la reunión. Habían llegado casi todos los diputados, los invitados, los ponentes y hasta el gobernador en turno. Pero faltaba el presidente de la Comisión de Justicia, Fernando Gómez Mont. ¿Dónde está? Se preguntaban muchos. Casi con una hora de retraso, despeinado y con notoria cara de desvelo apareció el diputado para que comenzara la reunión. Como ésas cuentan varias anécdotas.
Cuando Ernesto Zedillo decidió incluir en su gabinete al primer integrante no priísta de la historia desde el gobierno de Plutarco Elías Calles, buscó a Diego Fernández de Cevallos, ex contrincante suyo —que para fortuna de Zedillo se enfermó justo después de ganar abrumadoramente el debate y de que su popularidad se fue a las nubes—, al que le hizo la primera oferta. Diego declinó la invitación presidencial pero recomendó a Antonio Lozano Gracia, de quien Gómez Mont se convirtió en asesor personal.
Al inicio de la actual administración, el nombre de Gómez Mont estuvo entre las opciones que consideró Felipe Calderón para la PGR. Hay incluso una versión que dice que el entonces presidente electo le ofreció el cargo pero su amigo, conocedor profundo del nido de víboras que es la PGR, declinó amablemente la invitación y ofreció apoyar y asesorar a Calderón en otras encomiendas personales, lo que hizo en la elaboración de las iniciativas de reformas penales y de seguridad que ha enviado el Ejecutivo al Congreso.
Hoy, después de escasos dos o tres meses de que había reaparecido como consejero nacional del PAN, justo tras la salida de Javier Corral, cuya posición ocupó en el CEN, el menor de los Gómez Mont se convirtió en el nuevo “hombre fuerte” del gobierno de Calderón. Es obvio que la amistad y cercanía que mantiene con el Presidente, aunada a la crisis de gabinete que desató la muerte de Mouriño, debieron influir para que Fernando venciera la cosa que le provocaba el ocupar un cargo público. Ojalá no le regrese ese efecto y esté a la altura de lo que necesita, no sólo su amigo, sino el país.
NOTAS INDISCRETAS... El fallo del Tribunal Electoral federal que validó el triunfo de Jesús Ortega en la desacreditada elección interna del PRD, de marzo pasado, ahondará, aún más, la ruptura que la aprobación de la reforma energética dejó entre Andrés Manuel López Obrador y la corriente Nueva Izquierda. Con la legitimación del control del partido que ya ejercen Los Chuchos, éstos tendrán ventaja y mano en la selección de las candidaturas para las elecciones intermedias el próximo año, y eso significaría que los intentos de alianzas PAN-PRD en el Congreso tendrían un buen ambiente en la próxima Legislatura. Buena noticia para Calderón, mala para el PRI y para López Obrador... Los dados repiten escalera. La semana mejora.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
13 nov 2008
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