¿Por qué no les creemos?/ Sara SefchovichPublicado en El Universal, 7 de diciembre de 2008
Muy sencillo: porque todo lo que nos dicen ya lo hemos oído, una y otra vez, en este gobierno y en los anteriores, en el federal y en los estatales, respecto al tema de la seguridad y sobre los demás temas. En nuestro país, según el discurso gubernamental, todo marcha bien, desde la economía hasta el campo, desde el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente hasta la educación. Ya nos lo han dicho y nos lo siguen diciendo.
Conocemos de memoria el modo de hacerlo: primero van los planes y las promesas, la idea de que todo va a cambiar si se promulga una ley, si se consiguen más recursos, si se crea otra secretaría. Declaraciones van y vienen jurando que “no van a tolerar”, “ni a permitir”, que “están decididos a”, que “esta vez sí actuaremos con determinación”.
Después toca la reunión de evaluación, con asistencia del presidente, el gabinete, gobernadores y procuradores, todos asegurando que cumplieron los compromisos, presumiendo logros y éxitos. Y dando cifras para demostrarlo: que los secuestros disminuyeron de 3.02% a 2.4%, que desarticularon a 53 bandas delictivas, que ya “sólo” hay dos plagios por día, que se cumplieron 100% de siete compromisos, que ya están discutiendo la ley que va a salir muy pronto, que ya aprobaron un “instrumento muy importante”.
Y sin embargo, no les creemos. Primero, porque nos damos cuenta de que ni ellos se lo creen. Eso salta a la vista cuando los vemos que se jalan del chongo frente a aseveraciones que no les convienen. Y entonces el secretario de Gobierno de Coahuila dice que no es cierto que 69% de su policía no sea confiable y va más lejos hasta decir que ni se les hicieron las evaluaciones que nos dicen que les hicieron, o el procurador de Justicia del DF refuta al Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, según el cual la capital es la urbe más peligrosa del país, o el gobernador del estado de México se enoja de que digan que hay tanto delito en su entidad, o el de Chihuahua de plano acusa que las cifras “tienen tintes políticos con afanes desestabilizadores” porque su estado “no está tan pior”, como dicen.
Nadie está dispuesto a reconocer en su rincón de poder la dimensión del problema.
Y no les creemos porque nos damos cuenta de que a la menor provocación sale a flote la confrontación entre burocracias y personas, que la PGR y la Secretaría de Seguridad Pública, que el presidente de la CNDH y el procurador, que este gobernador y aquel legislador.El espectáculo es lamentable: unos “desestimando” declaraciones de otros, todos buscando a quién culpar y cómo hacer parecer que en su ámbito sí se avanzó pero en el de los otros no. Y hasta a sí mismos se contradicen: ¡el secretario de Gobernación llega a la esquizofrenia de decir en el mismo discurso que no hay que celebrar y frase seguida que se han cubierto totalmente no se cuántos compromisos!
Y no les creemos porque basta con rascar tantito y brinca el horror: una autoridad municipal revela que a los policías se les dan armas con permisos para portarlas que duran tres meses y que toma seis el trámite para renovarlos. O que en la capacitación no se puede incluir más que a seis elementos cada cuatri meses. En el México del discurso el mandatario habla de la gran Operación Limpieza (¿cuánto hace que se llamaba Renovación Moral?) y en la vida real no hay con quién ni con qué para cumplir con la tarea.
Pero sobre todo no les creemos porque lo que dicen que hicieron ni se nota ni ha servido para resolver un ápice el problema de la inseguridad de los ciudadanos y porque incluso suponiendo que las acciones que dicen haber hecho fueran ciertas, los resultados son absolutamente insignificantes. Las bandas delictivas nacen, crecen, se reproducen, las atrapan o se matan entre sí y vuelven a nacer y a reproducirse. Y a un capo muerto o detenido le sigue otro vivo y coleando.
“Las palabras y las acciones expresadas en la voluntad y en la ley no son suficientes”. Esto lo dijo el presidente del Senado y por primera vez estoy de acuerdo con él.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
Muy sencillo: porque todo lo que nos dicen ya lo hemos oído, una y otra vez, en este gobierno y en los anteriores, en el federal y en los estatales, respecto al tema de la seguridad y sobre los demás temas. En nuestro país, según el discurso gubernamental, todo marcha bien, desde la economía hasta el campo, desde el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente hasta la educación. Ya nos lo han dicho y nos lo siguen diciendo.
Conocemos de memoria el modo de hacerlo: primero van los planes y las promesas, la idea de que todo va a cambiar si se promulga una ley, si se consiguen más recursos, si se crea otra secretaría. Declaraciones van y vienen jurando que “no van a tolerar”, “ni a permitir”, que “están decididos a”, que “esta vez sí actuaremos con determinación”.
Después toca la reunión de evaluación, con asistencia del presidente, el gabinete, gobernadores y procuradores, todos asegurando que cumplieron los compromisos, presumiendo logros y éxitos. Y dando cifras para demostrarlo: que los secuestros disminuyeron de 3.02% a 2.4%, que desarticularon a 53 bandas delictivas, que ya “sólo” hay dos plagios por día, que se cumplieron 100% de siete compromisos, que ya están discutiendo la ley que va a salir muy pronto, que ya aprobaron un “instrumento muy importante”.
Y sin embargo, no les creemos. Primero, porque nos damos cuenta de que ni ellos se lo creen. Eso salta a la vista cuando los vemos que se jalan del chongo frente a aseveraciones que no les convienen. Y entonces el secretario de Gobierno de Coahuila dice que no es cierto que 69% de su policía no sea confiable y va más lejos hasta decir que ni se les hicieron las evaluaciones que nos dicen que les hicieron, o el procurador de Justicia del DF refuta al Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, según el cual la capital es la urbe más peligrosa del país, o el gobernador del estado de México se enoja de que digan que hay tanto delito en su entidad, o el de Chihuahua de plano acusa que las cifras “tienen tintes políticos con afanes desestabilizadores” porque su estado “no está tan pior”, como dicen.
Nadie está dispuesto a reconocer en su rincón de poder la dimensión del problema.
Y no les creemos porque nos damos cuenta de que a la menor provocación sale a flote la confrontación entre burocracias y personas, que la PGR y la Secretaría de Seguridad Pública, que el presidente de la CNDH y el procurador, que este gobernador y aquel legislador.El espectáculo es lamentable: unos “desestimando” declaraciones de otros, todos buscando a quién culpar y cómo hacer parecer que en su ámbito sí se avanzó pero en el de los otros no. Y hasta a sí mismos se contradicen: ¡el secretario de Gobernación llega a la esquizofrenia de decir en el mismo discurso que no hay que celebrar y frase seguida que se han cubierto totalmente no se cuántos compromisos!
Y no les creemos porque basta con rascar tantito y brinca el horror: una autoridad municipal revela que a los policías se les dan armas con permisos para portarlas que duran tres meses y que toma seis el trámite para renovarlos. O que en la capacitación no se puede incluir más que a seis elementos cada cuatri meses. En el México del discurso el mandatario habla de la gran Operación Limpieza (¿cuánto hace que se llamaba Renovación Moral?) y en la vida real no hay con quién ni con qué para cumplir con la tarea.
Pero sobre todo no les creemos porque lo que dicen que hicieron ni se nota ni ha servido para resolver un ápice el problema de la inseguridad de los ciudadanos y porque incluso suponiendo que las acciones que dicen haber hecho fueran ciertas, los resultados son absolutamente insignificantes. Las bandas delictivas nacen, crecen, se reproducen, las atrapan o se matan entre sí y vuelven a nacer y a reproducirse. Y a un capo muerto o detenido le sigue otro vivo y coleando.
“Las palabras y las acciones expresadas en la voluntad y en la ley no son suficientes”. Esto lo dijo el presidente del Senado y por primera vez estoy de acuerdo con él.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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