27 jul 2010

Editorial de El Universal

Editorial de EL UNIVERSAL
Los medios y El Jefe Diego
Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los de...
Las especulaciones sobre el secuestro de Diego Fernández de Cevallos no dejan de crecer. Nuestros lectores piden más información sobre el paradero de este personaje público, quien lleva más de setenta días desaparecido.
Conforme pasa el tiempo, las piezas de información se han vuelto cada vez más escasas. En la opinión pública siempre ocurre que mientras mayor es la desinformación más frecuentes y estrambóticas son las especulaciones.
Ya lo vemos en este caso. Abundan las hipótesis sobre la autoría del secuestro y sus razones. Se trata de interpretaciones que recorren el espectro desde lo más ingenuo hasta la versión más conspirativa: crimen organizado, terrorismo, paramilitares, venganza o una mezcla de todos.
Los medios de comunicación se han colocado también en los extremos. Algunos —que apelan a los derechos de la víctima— han optado por el silencio, mientras otros han privilegiado la obligación de informar.
No hay, en realidad, norma ética impecable para tratar la cuestión. En el caso concreto que hoy nos ocupa —la divulgación de una carta del ex senador y una fotografía suya— EL UNIVERSAL, como otros medios, recibió un material que podría ofrecer claves sobre la situación del político plagiado
Gracias a nuestro columnista José Cárdenas, EL UNIVERSAL hace pública esta información que permite deducir que Diego Fernández de Cevallos está vivo, que la negociación para lograr su liberación continúa y que los secuestradores se mantienen en contacto con la familia del político.
Tanto las fotos del litigante panista como el documento hacia sus hijos —cuya autenticidad ha corroborado la familia— otorgan validez a la información.
Hacer públicos tales datos en este caso preciso, asumimos los editores, no atenta contra los derechos de la víctima, pues no se lastima la negociación ni la eventual libertad del secuestrado.
No hay duda: la vida de la víctima es el valor superior a tutelar. En consideración de ese principio, evaluamos que los materiales divulgados hoy no ponen en riesgo la resolución de esta tragedia.
A la luz de nuestro código ético, como periodistas estamos obligados a juzgar cada situación por sus propios méritos. En este caso hemos considerado necesario hacer explícitas las premisas que guiaron la decisión de publicar estos materiales.
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