Una ocupación militar moralmente insostenible
Por Mikhael Manekin, codirector de Rompiendo el Silencio, una organización de veteranos israelíes dedicada a la concienciación acerca de las realidades de la ocupación militar en Cisjordania y Gaza. También es teniente de infantería en la reserva.
Traducción del inglés de Juan Ramón Azaola
Publicado en EL PAÍS, 14/10/10;
En los últimos meses estamos siendo testigos de una nueva y preocupante tendencia política en mi país, Israel. Por primera vez, altos cargos del Gobierno, y en particular el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, están justificando abiertamente una prolongada ocupación militar del pueblo palestino y declarando que la independencia de Palestina no es una opción para las próximas décadas. La ocupación ya no se da a conocer como una estructura de control temporal, destinada a dar paso a un marco de funcionamiento de dos Estados, sino más bien como un permanente estado de cosas en el país. De acuerdo con este punto de vista, cualquier propuesta para poner fin al dominio militar es un sueño utópico y toda crítica internacional es percibida como condescendiente y desconectada de las realidades de Oriente Próximo. Aunque hay quienes han sospechado desde hace tiempo que ese era el punto de vista de algunos de nuestros líderes, hasta ahora nunca se había declarado tan abiertamente y sin reserva alguna por parte de dirigentes elegidos.
Cuando yo servía como soldado en el Ejército israelí, y también cuando servía como oficial de combate responsable de la formación de cadetes, se nos decía algo muy diferente. La agresión militar tenía que ser el último recurso. Esta teoría de la guerra justa estaba en la base de nuestro código ético, y de hecho es el fundamento del nombre Fuerzas de Defensa Israelíes. La guerra no tenía que ser el statu quo, sino un último recurso. La importancia de la agresión como una última opción, y en ella incluyo el dominio militar sobre un pueblo vecino, no es algo sin fundamento. Nuestra independencia como Estado no es solo física sino también moral. Creemos que nuestra independencia es justa. Por lo tanto, de ello no puede seguirse ni lógica ni moralmente que nuestra independencia se cumpla permanentemente a expensas de los pueblos que nos rodean. Considerar nuestra presencia en la región como la de un animal en una jungla, que necesita (¿o quiere?) aplastar permanentemente a sus oponentes para poder sobrevivir, no solo es una visión pesimista de la vida, sino también una visión inmoral.
Los resultados de las ocupaciones militares son muy reales y muy problemáticos. Rompiendo el Silencio, la organización de veteranos a la que pertenezco, ha estado documentando esos resultados, recogidos por combatientes veteranos que sirvieron en los territorios ocupados. La constante presencia de un ocupante militar extranjero tiene que llevar a la larga al constante abuso del ocupado y a la violación de muchos de sus derechos básicos. Como demuestran nuestros testimonios una y otra vez, así es imposible gobernar de un modo limpio y benévolo.
Comprender eso es crucial, primordialmente para la sociedad israelí. El dominio militar sobre el pueblo palestino no es fruto de una decisión multilateral tomada por israelíes y palestinos, sino por mi sociedad en solitario, por razones que varían entre la necesidad de seguridad y el mesianismo religioso. Por lo tanto, corresponde solamente a la sociedad israelí decidir en última instancia si esa forma de gobernanza es moralmente aceptable. La decisión tiene menos que ver con la paz y más con las políticas que nos permitamos emprender como sociedad. Tiene que ver con nuestros límites morales y con el reconocimiento de las justas aspiraciones de nuestro Estado.
Rompiendo el Silencio no es una organización pacifista. Reconocemos que las guerras se producen y que los Estados tienen el derecho de defenderse. De hecho, nosotros mismos nos hemos arriesgado en la defensa de las fronteras de nuestro país. Sin embargo, guerras y ocupaciones militares, si se juzgan necesarias, tienen que librarse con el objetivo inmediato de finalizarlas y con la búsqueda de la independencia y la igualdad para las partes. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Lieberman, además de otros, hacen declaraciones justificando el dominio militar, ello no solo debilita la independencia del ocupado sino la justificación moral de la independencia del ocupante.
Las voces de los israelíes que creen de verdad en la democracia y en la igualdad tienen que decir bien alto y de manera inequívoca que el dominio militar indefinido sobre el pueblo palestino es insostenible desde una perspectiva moral. Es nuestro deber como israelíes dar a conocer nuestra postura de que los puntos de vista de Lieberman no expresan los nuestros o los de muchos otros israelíes.
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