Respuesta a Arnaldo Córdova/Leo Zuckermann
Excélsior, 12 de octubre de 2010
domingo, en La Jornada, Arnaldo Córdova escribió "El desafío de López Obrador". En ese artículo analiza la decisión del tabasqueño de enfrentarse, al mismo tiempo, "a la dirección corrupta y logrera del PRD" y "al gobernador del Estado de México". Como se sabe, el tema de una posible alianza entre el PRD y el PAN en las próximas elecciones mexiquenses ha generado un debate acre dentro de la izquierda. Hay dos bandos. El que está en contra de dichas alianzas, liderado por AMLO, y el que está a favor de ellas donde se encuentran Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y la dirigencia perredista controlada por el grupo de Jesús Ortega. Córdova toma partido a favor de López Obrador. Piensa que la izquierda pierde aliándose a un partido, el PAN, que está derrotado y es parte de la oligarquía que controla al país.
Se trata, desde luego, de una postura respetable. Menciono el artículo porque Córdova me cita y hace una pregunta que, con gusto, quiero responderle. Afirma el investigador de la UNAM: "Un cabeza hueca como Leo Zuckermann ha dicho que las coaliciones fueron exitosas y se pregunta si los que se oponen a las mismas dentro de la izquierda no están haciendo lujo de obcequedad [sic] y falta de sentido político. Yo preguntaría a cualquiera que piense del mismo modo: ¿en qué parte del mundo se ha visto que dos enemigos irreconciliables se vuelvan aliados y, menos todavía, amigos?"
La historia política está llena de ejemplos donde dos enemigos, supuestamente irreconciliables, se vuelven aliados (lo de amigos ya es una cosa personal que va más allá del análisis político). Lo hacen porque les conviene a sus intereses.
Se me ocurre, por ejemplo, la alianza que hizo el líder indiscutible del comunismo mundial, José Stalin, con Adolfo Hitler en el pacto Ribbentrop-Mólotov de 1939. Comunistas y nazis estaban enfrentados a muerte. Y, sin embargo, a la Unión Soviética le convenía aliarse a Alemania, evitar una invasión y de paso repartirse, de un plumazo, a Polonia. Bien sabemos, sin embargo, que luego Hitler le incumplió a Stalin. ¿Y qué hizo entonces el dictador soviético? Pues aliarse con sus otros enemigos acérrimos: las democracias occidentales, tan burguesas y antipáticas para los comunistas.
Bien podría argumentarse que este tipo de alianzas se justifican porque lo que está en juego es mucho: la supervivencia misma del Estado. Quizá la pregunta de Córdova tenga más que ver con coaliciones relacionadas con la política interna de un país. Si ese es el caso, pues también se me ocurren ejemplos.
Ahí está el caso español retratado en Anatomía de un instante de Javier Cercas. Para llevar a buen puerto la inaugurada -y amenazada- democracia española, se dio una alianza de dos líderes de dos bandos que antes se odiaron, literalmente, a muerte: Adolfo Suárez, representante del franquismo, y Santiago Carrillo, jefe de los comunistas. Hasta hoy en día muchos critican a estos políticos por haber traicionado sus principios. Pero otros, como Cercas, argumentan que esta alianza fue la que permitió que España transitara hacia una democracia liberal que hoy es envidia de muchos países.
Otro ejemplo. En la segunda vuelta electoral de la elección presidencial de 2002 en Francia, los socialistas de Lionel Jospin se unieron a los derechistas de Jaques Chirac. Una coalición rara de los dos adversarios tradicionales de la política francesa. Pero así les convenía a ambos ya que tenían que parar a Jean Marie Le Pen, el candidato de la extrema derecha.
Hay muchos más ejemplos. Por lo demás, sigo sosteniendo que las alianzas entre el PAN y el PRD fueron un éxito por una razón obvia: ganaron y así lograron el objetivo de complicarle al PRI su paso rumbo a 2012. Si el PRD va a ganar algo o no con los nuevos gobernadores aliancistas es otra discusión donde puede haber un argumento ideológico de qué gana la izquierda cuando se junta con la derecha.
Finalmente, lo de "cabeza hueca" quiero pensar que fue un exabrupto impropio de un académico de la talla de Córdova.
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