11 de marzo del 2011. Me despierta el teléfono. Creyendo que son las nueve de la mañana, corro a contestar. Son las siete y media. He dormido a penas tres horas. “Mamá, te llamo más tarde.” Dentro de una hora tengo que estar en el juzgado doce para reunirme con los amigos que me ayudarán a filmar la audiencia con la Juez Lobo. Pero me quedó aferrado a las sábanas. Estoy fumigado. No sólo llegué tarde a la cama, ya en ella casi no pude dormir. Me desperté a la mitad de un sueño en que según esto lograba explicar de forma diáfana lo qué está sucediendo en este “juicio.” De qué se trata, de qué no se trata. Salí del hotel sin desayunar, castigándome: ¡qué bien haces: no dormir, no comer, no hacer ejercicio!
El chofer de mi suegra está listo para conducirme hasta los tribunales, pero ni él ni yo sabemos llegar. Ingreso la dirección en el GPS del teléfono: Boulevard Adolfo López Mateos 1950. Pero cuando
terminamos de seguir las instrucciones estamos parados frente a una taquería. Llamada urgente. “Amir, ¿ya estás ahí? ¿ya estás adentro? ¿dónde queda el juzgado? Resulta que es un edificio con fachadas de cristal, instalado a un lado del periférico, pasando una calle que se llama Las Flores. La numeración de las calles de la Ciudad es un acertijo hasta para esta tecnología.
Afuera del juzgado están Martha Uc, Andrea Gentile, Amir Galván, vienen a grabar la audiencia. Hay también varios periodistas y cámaras; imposible enlistarlos. A penas empiezo a hablar con mis colegas unas señoras se me acercan. Traen pancartas enormes en las que suplantaron la fotografía de Toño con la de su familiar detenido. Tratan de hablar conmigo y trato de escuchar. Me colocan los expedientes de sus casos en las manos. Nada más de ver los expedientes me dan náuseas. Me imagino trasladando la mirada en ellos línea tras línea para escudriñar sus cientos de mentiras, simulaciones y contradicciones, mientras que envejezco. No me alcanza la vida para dar con la verdad que acabó hundida en ellos. Se necesita un ejército de abogados. Me duele la cabeza.
Tratando de escuchar lo que me cuentan, empiezo inevitablemente a recorrer de memoria las falsedades que me encontré en el expediente de Toño Zúñiga. “Presentándonos como policías judiciales, se le pidió amablemente que nos acompañara.” “Se le leyeron al indiciado sus derechos.” “Se le dijo de qué se le acusaba.” “Se le informó su derecho a no declarar.” Y luego la frase fatal: “Víctor Daniel Reyes Bravo lo reconoce plenamente y sin temor a equivocarse como uno de los que ese 11 de diciembre de 2005 lo interceptaron a él y a su primo Juan Carlos Reyes Pacheco.” Esa fue la condena de Zúñiga.
--“¿Señora, checó la cédula profesional del abogado?
--“Si es licenciado, sí es” me dice, ya con lágrimas en los ojos.
--Que le pida al juez permiso de filmar las audiencias, lo que sea que quede de ellas, por escrito, sobre lo que sea, aunque sea en una servilleta. ¡Urge, hoy! ¡Que no tenga miedo!
Pero yo tengo miedo. Me es imposible terminar de escuchar por lo que han pasado. Yo mismo tengo que enfrentar lo que siento como mi propio proceso. Me doy cuenta que la reja de acceso a los juzgados está cerrada, mis colegas abogados ya están adentro, ya están iniciando la audiencia con la juez Blanca Lobo. Nos dejan ingresar una sola cámara por cada medio de comunicación “por equidad con los demás medios.” Una cámara de Televisa se queda afuera. Ni modo. Andrea Gentile y Martha Uc también se quedan afuera, junto con varios periodistas. Estoy apenado con ellas, pero pienso que es mejor no hacerla de tos. Que todos los medios vean la “audiencia.” Espero que puedan descifrarla, que ya no tendré que contarles.
Me conducen primero a un juzgado que resulta no ser el de Blanca Lobo; me entero que en él se ha presentado otro amparo en contra de RTC por la autorización de exhibir “Presunto Culpable,” pero la Juez decidió no otorgar la suspensión provisional. Sale la Juez a saludarme, y encuentro un gesto de simpatía en su mirada. No alcanzo a darle las gracias. No sé si es impropio que lo haga. Alcanzo a balbucear, después de extenderle la mano: “Disculpe que la distraiga, me equivoqué, me tengo que ir al juzgado doce.”
Corriendo, llego a una audiencia ya empezada. A penas asomo la nariz en la sala y descubro que casi no hay oxígeno. Si entro ahí me desmayo. Es una oficina, con un escritorio de madera color vino y, según recuerdo, pisos de mármol gris. Frente a la juez Blanca Lobo están sentados los abogados de Presunto Culpable, el litigante de CINEPOLIS, los de Víctor Daniel Reyes Bravo y una señora con un saco color azul. No hay asientos para nadie más. El abogado general de CINEPOLIS, Pablo Jiménez, se queda de pie durante toda la audiencia, igual que todos los colegas reporteros. Durante todo ese tiempo, la juez dicta, y dicta y dicta y dicta. Durante hora y media escuchamos a la juez Blanca Lobo dictar yo no sé qué cosas a su secretaria. Yo y un montón de gente que se quedó afuera de la oficina podemos escucharla gracias a que los técnicos del Canal Judicial tienen un micrófono puesto en una caña, que transmite el sonido a una bocina asentada sobre una mesa afuera del juzgado. Algunos colegas periodistas caminan frustrados afuera de la oficina. No saben si tomarme fotos, tratar de entrevistarme o preguntarme qué está sucediendo. Yo me desespero. Les digo que entiendo que por ley la Juez tenga que usar expedientes para registrar las audiencias, será absurda pero es la ley. Lo que ya no entiendo es por qué hacernos a todos esperar para oírla dictar. ¿Estará Blanca Lobo enviando un mensaje al Presidente de la República, a los legisladores? ¿Estarán esa tarda transmitiendo estos periodistas su mensaje?
Junto a la bocina hay un sillón que alguien desocupa. Me siento en él, con el cronómetro del teléfono, a contar cuántas palabras por minuto puede pronunciar la juez. Blanca Lobo no tiene prisa. De su boca salen a veces 10, a veces 15, concluyo, en promedio 12 palabras por minuto. Todos ahí parados para el beneficio de su dictado. Al cabo de hora y media, por fin cede la palabra la juez a los abogados de Víctor Daniel, que cometen la torpeza de ofrecer como prueba algunos videos que ilegalmente la gente subió a Youtube. Cuando llega su turno, Luis Schmidt se le irá a la yugular. No puede ofrecerse en juicio una prueba ilícita. Los medios toman esta frase y la publican como si yo hubiera pedido que la PGR investigue lo de Youtube. Horas más tarde una twittera me escribe: “¿Es verdad que le pediste a la PGR que persiga penalmente a los que pusieron en Youtube tu basura de documental?”
 Nada puedo hacer para controlar la espiral de eventos que salen sacando chispas de “Presunto Culpable” como torito de feria. No me alcanzan las cámaras para documentarlos. Toda esta historia surge porque unas personas mintieron en un proceso judicial. Toño Zúñiga terminó en la cárcel por ello. La única forma de exhibir la mentira y hacerla visible fue a través de un documental. Y hoy una de esas personas está demandando a RTC por autorizar la exhibición de esta mentira. No importa que a Toño le haya costado ser tres veces condenado a 20 años de prisión.
 La juez cede la palabra a Pablo Estrada, que viene representando a Cinépolis. En ese momento por fin me animo a dejar el cómodo sillón e ingresar a la audiencia. Adentro descubro que está presente Enrique Ochoa Reza, el único integrante de la Red de Juicios Orales que, como un acto de solidaridad, pudo venir a presenciar el juicio. Lleva casi dos horas de pie, igual que todo el público. Le susurro al oído: “Por favor si un día llegas a diputado acaba con esto.” Se supone que no puedo decirles lo que me contestó. Yo trato de filmar algunas cosas con mi celular pero a penas y puedo moverme entre los tripies y la gente. Más tarde, Pablo Estrada me cuenta en un restaurante que sintió que tenía que abreviarse al máximo en su presentación oral. Era evidente que ya la gente estaba perdiendo la paciencia.
Toca el turno hablar a Luis Schmidt, nuestro abogado, y yo aprovecho para tomar asiento vacío junto a Juan Carlos Ballina, el abogado de Víctor Daniel Reyes. Los periodistas aprovechan para tomar varias fotos. Entre los clicks de las cámaras alcanzo a escuchar algunas cosas que dice Luis, pero la verdad es que no entiendo nada; sólo puedo pensar en lo urgente que es que alguien abra una ventana, en por qué no me levanté más temprano para tratar de desayunar algo. En que ojalá se termine la audiencia para que la juez decida lo que tenga que decidir y yo pueda irme a mi casa. No llevo mas que días en este proceso, y a penas un par de horas y ya me parece intolerable. Pienso en Toño y en lo que ha de haber sido ser juzgado en el Reclusorio Oriente con y sin cámaras. A veces, me cuenta, eran seis o siete horas parado, “sin que nadie te escuchara, sin que nadie se te acercara, tan sólo para que al final del día un empleado del juzgado te pidiera una firma y te mandara a tu celda.”
Si la literatura es el arte de hacer visible lo significativo, el cine es el arte de hacer significativo lo visible. Yo me repetía esa frase, que no se quién dijo, como un mantra cuando filmábamos las audiencias del juicio de Toño. Ahí, adentro del juzgado del Juez Palomares, a tres metros del escritorio del juez, mi crew no alcanzaba a oír ni a entender nada. Ahí, en la sala de audiencias de la juez Blanca Lobo, están las cámaras, cuento quizás quince o veinte de ellas, pero veo que los fotógrafos están abrumados. Se pasan la palma de la mano por el cuello, murmurando “ya córtale, se va a acabar el cassette.” Nadie quiere llenarse de este dictado interminable. Termina de hablar Luis y toca el turno de hablar al Ministerio Público.
Esto no es un asunto penal pero, seguro me preguntarán, ¿qué hace aquí el Ministerio Público? Resulta que en todos los juicios de amparo son automáticamente parte. Su misión es presentar argumentos en defensa del “interés social” si es que el caso lo amerita. El caso lo amerita, y la mujer del saco azul se apresta para hablar. Se hace un silencio en la sala luego de que los periodistas acomodan sus cámaras y reubican los micrófonos.
“Su señoría, yo /sólo le pido / que resuelva /conforme a derecho.”
Punto. Nadie puede evitar caras de: “¿Qué pedo? ¿Quién es ella? ¿Eso es todo?” No salen de la boca de esta mujer palabras para plantearle a la juez el derecho que tienen todos los mexicanos a informarse. Nuestro derecho a la libertad de expresión. Nuestro derecho a elegir qué podemos ver y escuchar en la radio, en la televisión, en el cine. O por lo menos, palabras a favor de Víctor Daniel, si algunas encontrara. Es un burdo equivalente del momento en el que en el juicio de Toño la fiscal confiesa que lo acusa simplemente “porque es su chamba.” ¿Por qué el procurador Chávez no habrá enviado a esta audiencia a su abogado más picudo? ¿Cuánto nos cuestan estos “representantes sociales”?
 Llega el momento que todos esperábamos: la decisión. Tiene ya la juez los planteamientos de los abogados de Victor Daniel; de CINEPOLIS; de Presunto Culpable; el informe de RTC, y la sucinta solicitud de la MP. Tiene ya la sentencia incidental del Tribunal Colegiado, que días antes le enmendó la plana y le ordenó levantar la suspensión de la película. Le resta decidir únicamente si ordena o no la suspensión definitiva del filme, pues detenta aún esa facultad. La detenta no obstante que el Pacto de San José y que la Constitución no le extiendan ese poder: en México no hay censura previa, eso era de los setentas, de los ochentas, de los noventas… La detenta o obstante que sus colegas en el Tribunal Colegiado difieran de la decisión que tomó de suspender la cinta. Detenta aún esa facultad, no obstante que RTC no puede violar los derechos de Víctor Daniel Reyes Bravo a su intimidad y privacía ya que RTC carece de facultades para censurar contenidos para radio, televisión y cine.
 Pero de la boca de Blanca Lobo salen unas frases que yo no alcanzo a comprender. Los medios de comunicación empiezan a recoger su equipo, los abogados se levantan de su asiento. Pregunto al de al lado.
 --“¿Qué pasó, no va decirnos qué decide hoy mismo?”
 --“No, hasta lúnes”
 --“¿Tenemos que regresar el lunes; el lunes va a decidir?
 --“No, el lunes nos notifican la decisión, por boletín.”
 --“Y si nos censura la película otra vez, ¿nos lo va a explicar de frente, nos va a dar la cara…?”
 En 1975, el juez Henry Friendly fue invitado a dar una conferencia en que presentó un ensayo que tituló “Some kind of hearing.” Que al español podría traducirse como “Qué es una audiencia.” Es un ensayo brillante de cincuenta y dos páginas que no cabe replicar aquí. Enumero como un checklist sus puntos principales; son los requisitos básicos para que una audiencia sea tal. Decida usted si la audiencia que le acabo de contar los cumple.
 (1) “An unbiased tribunal.” Una juez imparcial ¿es Blanca Lobo, quien ya se pronunció a favor de otorgar la suspensión provisional en este caso y en censurar Presunto Culpable, una juez imparcial para dictar la suspensión definitiva? ¿Debemos asumir que cualquier juez mexicano puede ser imparcial frente a Presunto Culpable?
 (2) “Notice of proposed action and grounds.” Notificación de la medida que se propone tomar y su fundamentación. ¿Fuimos informados de que había una propuesta de censurar la película antes de que esto sucediera? No. Yo me enteré con Joaquín López Dóriga cuando ya era un hecho, así, al aire. También León Krauze me hizo el favor de leer al aire algunos documentos de la decisión que había tomado la Juez Blanca Lobo de censurar la cinta.
 (3) “Opportunity to be heard” Oportunidad de ser escuchados. Antes de que la Juez Blanca Lobo dictara la suspensión provisional ¿fuimos escuchados los productores? ¿Fueron escuchados los cientos de mexicanos que querían verla en los cines?
 (4) “Right to call witnesses and know evidence against you.” Antes de que iniciara la audiencia de suspensión (o de censura, para llamarla por su nombre) ¿estaban los abogados informados de las pruebas que se presentarían en la audiencia? No lo creo, a todos nos tomó por sorpresa que unos videos de youtube se ofrecieran como prueba. Con esto, la calidad del debate tanto para los abogados de Víctor como para los nuestros fue necesariamente un poco improvisada.
 (5) “Decision based on evidence presented at the hearing.” La decisión debe basarse exclusivamente en la evidencia que se presente en la audiencia. Pero no podemos ya saber en qué basará Blanca Lobo su decisión. Atravesó un fin de semana entre la audiencia y lo que dirá sobre la suspensión definitiva. Entre tanto, se han publicado cientos de cometarios en los medios en redes sociales y seguramente, hasta en su casa le han dicho cosas. ¿Podemos, ya que se ha atravesado un fin de semana entre la audiencia y la decisión, tener plena certeza de que en este periodo de tiempo, fuera de la audiencia, la Juez Blanca Lobo no recibió otra información o evidencia, leyó periódicos, escuchó comentarios de terceros y que estos influirán en su posición?
 (6) “Counsel.” Derecho a un abogado. Yo sí tengo y estoy seguro que son excelentes. Ojalá Víctor Daniel Reyes Bravo también tenga abogados. De lo que estoy seguro es que la agente de Ministerio Público que en este caso debería representar el interés de la sociedad (la libertad de expresión, tú derecho a la información), no cuenta como abogada.
 (7) “A record.” Un registro objetivo de los juicios. En México eso no existe en ningún juicio que yo haya visto. Realmente, no se hacen transcripciones de lo que sucede en las audiencias. Se escribe en los expedientes lo que DEBERIA suceder en las audiencias no lo que pasa en ellas. Hay en los expedientes sólo lo que la gente dicta, y estoy seguro que Henry Friendly no se imaginó que en nombre de tener un registro de nuestros juicios, a nadie se le permitiera hablar con normalidad. De ahí la urgencia de que en México los juicios se videograben. ¿Cuánto tiempo más perderemos los mexicanos en juicios dictando los acusados, los testigos? ¿Cuánta más desinformación generaremos para los medios de comunicación, con esta justicia que no se deja ver, entender, ni escuchar?
 (8) “Public attendance.” La posibilidad del público de acudir a la audiencia. En este caso, gracias a que se hizo un llamado a todos los medios de comunicación, sí se procuró el acceso al público para la audiencia. Pero cualquier otro día, el Juzgado 12 es una oficina que tiene una puerta que se puede cerrar, que no invita a los curiosos. Adentro no hay espacio para que se siente el público y presencie los procesos judiciales. La presencia del público, aunque masiva, resultó poco significativa pues no hubo debate, ni fluidez. Ese público veía y escuchaba, pero entendía poca cosa. Además, como no se tomó la decisión al final de la audiencia, y como nadie va a seguir a la Juez Lobo en su vida personal para ver quién habla con ella y que le dicen durante el fin de semana, la publicidad de este juicio es un decir. Tampoco será realmente pública la decisión. Se parecerá más a recibir un E-mail que a un momento en que se valoran argumentos de cara a los interesados y se pronuncian las verdades legales.
Por todo lo anterior y más yo digo que hay que revisar la justicia en México de pies a cabeza. Mientras termino de escribir estas cosas me acabo de enterar que fueron detenidos dos hijos de José Manuel Ortega Saavedra, el comandante de bigotes que detuvo a Toño Zúñiga. Qué pena me da por ellos y por el comandante, y el infierno por el que podrían pasar él y su familia. No cabe duda que en casa del jabonero el que no cae resbala. Todos podemos caer en este sistema de justicia podrido ¿y con qué garantías, con qué derechos contamos? Esto acaba de suceder hace unas horas, los hijos del comandante estarán 48 horas detenidos en una agencia de Ministerio Público. Durante ese tiempo pueden ser interrogados por varios turnos de policías judiciales sin que haya rastro ni registro de esos intercambios. Luego los pasarán a declarar ante un agente del Ministerio Público. Como la cosa ya es noticia, una consignación—es decir que los acusen formalmente ante un juez—parece bastante probable. Quién sabe.
Quisiera que sus interrogatorios y los de todas las personas detenidas en agencias de Ministerio Público en el futuro sean íntegramente videograbados. Es la única forma en que después, si hay un juicio, todos sepamos qué paso; cómo la policía realmente los interrogó sobre el supuesto robo del autoestereo, y a quién debemos creerle.
De veras pienso que ojalá que en lugar de ver si hay que “suspender” nuestra película alguien suspendiera el sistema de justicia enterito, en lo que lo arreglan. Los sitios de Internet se dan de baja por mantenimiento. ¿Por qué el sistema de justicia no?
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