Moreira, el transa/Ricardo Alemám
Columna Itinerario Político
Excélsiorm 4 de noviembre de 2011
¿Quién lo hizo presidente del PRI, a pesar de todo?
¿Solaparán los del PRI, PAN y PRD las corruptelas?
Nadie duda que a Humberto Moreira lo tumbaron -de la dirigencia del PRI- las transas que hizo durante su gestión como gobernador de Coahuila. Pero eso ya es historia. Hoy lo importante son dos temas.
1.- ¿Como fue posible que Moreira llegara a la presidencia nacional del PRI, a sabiendas de sus transas? Y
2.- ¿Será cierto que a la clase política no le importa que Moreira pague sus culpas?
En el primer caso es urgente responder la forma en que Moreira llegó a la dirigencia del PRI, a pesar del cochinero y el chanchullo.
Y es que resulta de una gravedad extrema la hipótesis de que engañó a todos en su afán de ser presidente del PRI. Pero sería aún más grave si se confirma que Enrique Peña Nieto sabía de las transas de Moreira y que, aún así, lo llevó a la cúpula del tricolor. Peor de grave, si Moreira y su grupo engañaron a Peña Nieto, lo cual hablaría de poco rigor en la selección de los colaboradores del candidato presidencial del PRI.
La mano y la cuna
Pero lo simpático, curioso y hasta repugnante, es que entre la numerosa clase política mexicana -de todos los partidos y todos los gobiernos-, a pocos, si no es que a nadie, les importa verdaderamente el cochinero presupuestal de Coahuila y que, miles de coahuilenses -entre jóvenes, adultos, viejos y hasta los que aún no han nacido-, fueron condenados a pagar una deuda de por vida. ¿Por qué no le importa a la clase política?
Porque la inmoral y grosera deuda que contrajo el gobierno de Moreira -a costillas de los ciudadanos-, en realidad sólo fue un pretexto con fines político-electorales para combatir al PRI y a su más aventajado presidenciable, Enrique Peña Nieto, desde la casa presidencial de Los Pinos. Es decir, que una vez tumbado Humberto Moreira, a muy pocos les va a interesar seguir con ese escándalo y llevarlo ante la justicia, hasta sus últimas consecuencias. Y si tienen dudas, van las evidencias.
¿Se acuerdan quién detonó el escándalo de la deuda de Coahuila y el inmoral enriquecimiento de los Moreira? En efecto, en sus tiempos de secretario de Hacienda, el señor Ernesto Cordero dio la voz de alerta, en tanto que el PAN se encargó de darle aire hasta llevar el escándalo a los titulares periodísticos.
Y por supuesto que tenemos que aplaudir ese compromiso con la transparencia, la justicia y contra la corrupción que mostraron -a toda prueba-, tanto el PAN, como el señor Cordero.
Pero lo curioso del asunto es que el propio señor Ernesto Cordero se dio cuenta del cochinero de Coahuila, sólo hasta días antes de que abandonara su gestión, para convertirse en precandidato presidencial del PAN. ¿Qué quiere decir lo anterior?
Pues sí, que entre la republicana clase política mexicana -sea que gobierne el PAN, el PRD o el PRI- los gobernantes suelen aplicar a rajatabla la máxima juarista de "a los amigos, justicia y gracia, a los enemigos, justicia a secas". ¿De qué estamos hablando?
De que la justicia, la persecución de la transa y todo el peso de la ley legal y mediática, se mueven a partir de la conveniencia política de quien tiene la ley en sus manos.
Resulta que al PAN y al gobierno de Calderón les importaba -como una de sus prioridades- dinamitar la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto. Y claro, en el cochinero de Coahuila los azules encontraron un ariete inmejorable.
En pocas palabras, que Coahuila y Moreira se convirtieron en el mejor ariete para golpear y, eventualmente, derribar a Peña Nieto. Pero la verdadera náusea del asunto aparece cuando se corre el sucio velo que oculta la realidad. ¿Por qué, por ejemplo, el señor Ernesto Cordero no denunció ese cochinero desde el momento en que llegó como titular a la SHCP?
Todos coludos y todos cochinos.Está claro que el señor Cordero sólo sacó los expedientes sucios del gobierno de Coahuila y contra Humberto Moreira, porque son expedientes cuya renta político-electoral no sólo serviría para tumbar al líder del PRI, sino que seguramente le daría al PAN y a Cordero una considerable renta electoral y una porción de simpatías. Por eso saltan las preguntas obligadas: ¿Por qué razón el señor Cordero no reveló los expedientes de otros gobiernos estatales que están por el mismo camino que el de Coahuila?
Otra vez de sentido común; porque Cordero puede ser muchas cosas, pero no es tarugo. Resulta que existen gobiernos como el de Guanajuato y/o Querétaro -éste último por eso perdió y regresó al PRI-, cuya deuda y hacienda estatal fueron quebradas por los gobiernos del PAN. Pero los gobiernos amarillos del PRD no se quedan atrás. ¿Se acuerdan qué pasó con el cochinero del estado de Zacatecas? ¿Están enterados del cochinero que dejó el clan mafioso de los Cota Montaño en Baja California Sur?
Si hacemos un poco de memoria, recordaremos que en Guanajuato no ha pasado nada, a pesar del cochinero; que en Querétaro todos guardan silencio, en tanto que en Baja California Sur nada ha querido o nada puede hacer el nuevo gobierno en manos del PAN. Si la Secretaría de Hacienda o el señor Cordero hubiesen sacado también esos expedientes, igual que sacó el de Coahuila, seguramente la historia sería otra.
Y claro, no sacó esos expedientes, y hasta se protege a gobiernos amigos, como los de Guanajuato, Querétaro y Zacatecas -por mencionar sólo unos cuantos-, porque el escándalo no sería rentable para los fines electorales del señor Cordero y de su jefe, el presidente Calderón.
Guanajuato en la mira.Por lo pronto, resulta indudable que el PAN se alza con una victoria político electoral incuestionable, ya que se acredita a los azules la cabellera de Humberto Moreira y los puntos negativos que la caída haya provocado contra los intereses de Enrique Peña Nieto. Pero resulta que, a pesar del descontón, en el PRI ni están mancos ni tullidos. Y ya viene la reacción de venganza. ¿Y contra quién van las baterías del nuevo PRI, una vez que Moreira está fuera?
Pues casi nada. Van contra el gobernador que se convirtió en el más entusiasta promotor de la candidatura presidencial de Ernesto Cordero. Todos saben que ese gobernador se llama Juan Manuel Oliva, que gobierna en Guanajuato y que al salir dejará un verdadero cochinero presupuestal. ¿Y eso a quién le importa?
En realidad a pocos políticos les importa iniciar una investigación a fondo contra el cochinero del gobierno de Coahuila, como tampoco les importa lo que pase en Guanajuato, en Jalisco, en Yucatán, Oaxaca. Lo cierto es que la clase política mexicana utiliza la justicia, la transparencia y la lucha contra la corrupción sólo con fines políticos.
Y los ejemplos sobran. Al tiempo.
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