6 feb 2014

DIURNO PARA UN CUENTO TRISTE/Roberto López Moreno.


DIURNO PARA UN CUENTO TRISTE/Roberto López Moreno.
Y aquí tienes después que fue del mar,
del mar fue que después vino la muerte
sobre cuatro caballos desbocados.
Del mar desembarcaron las lanzas y las cruces,
los faldones buitrescos de las sombras,
los capitanes bárbaros del miedo.
Y empezó el nuevo ciclo, la vida que no muere,
porque la sangre, después de ser pasada por las armas
continúa palpitando entre las piedras
que un día empuñaremos
para romper la cara a nuestro miedo inútil.
La luz sobre del lago estrenó su nueva máscara,
otros pájaros, otros buitres
fueron paridos en los valles de América.
se trataba de herir los ijares de la aurora
con la espada feroz, con el metal funesto,
con la baba de execrables inmundicias,
y sobre aquel lago domeñador de peces,
solio y flauta de Señores y Poetas,
de caracol guerrero, de piraguas sobre el sueño,
fue creciendo este polvo lentamente, tierra vertical;
golpean nuestras casas sus pezuñas de cal devastadora
para quemar los ojos,
las gargantas lastimadas con esta tos del siglo,
ah, este polvo, esta cal que nos devora.
Se trataba de esclavos y señores
y así se fue iniciando un nuevo árbol
en la columna vertebral de los caídos un día de sol triste.
Otro buen día,
del semilago de dientes apretados surgió un hombre,
levantó hasta las nubes su puño de granito y se llamó Morelos,
prendió el fuego en cada bosque
y otras llamas prendieron sus hermanos
Simón, Bernardo, Sucre, José de San Martín, José Gervasio, Céspedes,
y otra vez creció la casa del hombre,
la vasta casa del hombre,
la que a veces se puebla de heridas y poetas.
(Señor Nezahualcóyotl,
dadme las alas de tus águilas sedientas
para medir los huracanes del mundo ,
dadme las alas…
Después… llegó Darío, Sor Juana, el verso de metal de Díaz Mirón,
el fiel López Velarde, el fuego de Martí,
la soledad humedecida de Vallejo,
la lengua marinera de Neruda,
Guillén, tambor oscuro,
la soga en el cuello de Marco Fonz, poeta
y el cataclismo del verso americano estrepitó la tierra).
Vino Lázaro Cárdenas con su bandera de petróleo,
Jacobo en Guatemala con su horizonte de bananos,
Allende Salvador con sus cabras de cobre,
y vino Fidel Castro
con boca de bongó de brasa permanente,
oriente de tu patria, por donde sale el sol.
 
Este cuento sin fin, futuro mío, volverá a ser inventado
cada vez que te abran una vena
sobre las piedras resecas de tu patria,
cuando la sed te ahogue,
cada vez que los ríos de tu patria te arrebaten
y te golpeen el pecho humedecido,
y los huracanes se cuelguen de tus hombros
y descubas en el eco los nombres de Zapata, de Sandino,
cuando azote en tus ojos la bandera,
cabellera de Ernesto Che Guevara, fusilada,
y sepas que este exlago poblado de miseria
es pan y el vino amargo que corre por tu savia
y sepas que heredaste la lágrima y la rabia
en un volado al sino que da velorio y feria,
cuando tiendas las alas al filo de la histeria
o vuelvas repentino al ave necesaria,
cuando sientas que el viento te filtra, dueño y paria
y te galope el grito impotente de la arteria.
El cuento que te cuento sé bien que es cuento triste,
a ti, que estás apenas naciendo las mañanas,
inaugurando el alba con la luz que trajiste
a estas cepas de sangre, también americanas.
El cuento que te cuento sé bien que es cuento triste
pero un día ha de romperse girando en las campanas.
Y bien, ya terminamos, con el íntimo dolor de los mineros
a quienes amordazaron la sonrisa
entre la carne abierta de hambrientos subterráneos.
Este cuento termina en nombre de los salvadores del mundo.
Faltaban sesenta golpes de luz  para que adelantaras el pie
sobre este puñado de patria que te heredo.
Se llamó Salvador y estaba florecida de jacintos su palabra.
Nunca le eches jacintos a los cerdos.
Los cerdos lo mataron . Pero sabia es la tierra,
y él, hombre de la tierra, no se fue solo;
Pueblo Neruda, el infatigable compañero poeta ,
Le vistió los hombros de ríos y de estrellas.
Y juntos se fueron a las aulas de nuestras cordilleras
para que desde ahí vuelva a bajar la vida
y esta patria, hijo, por fin,
deje algún día de ser un cuento triste.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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