La
lengua oficial en México no es el español/JUDITH
AMADOR TELLO
Revistas Proceso No. 1979, 4 de octubre de 2014
Así
de sorprendente como este enunciado, muchas interrogantes surgen en torno al
idioma que hablamos los mexicanos; por ejemplo, pocos sabrán que la Academia
Mexicana de la Lengua –como lo recuerda su presidente el poeta Jaime Labastida–
no es subsidiaria de su similar de España por un conflicto con el franquismo, y
que por defender a Cuba en la OEA en 1962 México no firmó un convenio
multilateral con las otras 22 academias.
Cuando
en junio de 1982 la entonces recién creada Comisión para la Defensa del Idioma
Español preguntó a un grupo de intelectuales cuál debería ser el nombre oficial
de la lengua nacional de México, el escritor y filólogo Antonio Alatorre,
fallecido en 2010, fue tajante en su respuesta:
El
español, dijo el poeta al reportero Armando Ponce, “acentúa nuestros lazos con
España y los otros países que no lo hablan, que me parece importantísimo en
este siglo XX; lazos históricos y políticos. Es importante, claro, reanudarlos
desde la ciencia, la historia y la historia política de nuestros pueblos”.
Treinta
años después, tras procesos en los cuales se ha reconocido constitucionalmente
la composición pluricultural del país, la protección y promoción de las lenguas
indígenas y el respeto a los derechos culturales, el poeta Jaime Labastida,
director de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), retoma el debate al
recordar que México no tiene una lengua oficial, lo cual le parece “una
brutalidad”.
Doctor
en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y autor de
obras como La sal me sabría a polvo y Humboldt: ciudadano universal, Labastida
habla con Proceso de las tareas y proyectos de la AML, y explica porqué esta
institución no es correspondiente de la Real Académica Española (RAE).
Según
la página web de la AML, la RAE se fundó en Madrid en 1713 por iniciativa de
Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, e inició su relación con
México en 1770 “cuando el jurista y filólogo don Manuel de Lardizábal y Uribe,
nacido en San Juan del Molino, Tlaxcala, y educado en el Colegio de San
Ildefonso de la Ciudad de México, fue elegido para ocupar el sillón C., y sería
más tarde su secretario perpetuo”.
A
lo largo del XIX, sigue la historia, hubo intentos de crear una academia
propia. Se usaba entonces ya un “español mexicano”. En 1835 nació la Academia
de la Lengua, “ratificada por un decreto presidencial en 1854”. Y años después,
en 1865, las secciones dedicadas a la filología y la literatura de la Academia
Imperial, y de la Academia Nacional de Ciencias y Literatura, en 1870,
“instituciones todas cuyo desarrollo fue coartado, de una manera u otra, por la
inestabilidad política y los enfrentamientos ideológicos de la época”.
Se
cuenta que hubo esfuerzos individuales a favor de la preservación, defensa y
cultivo del español de México de gente que incluso llegó a ser miembro de la
RAE, entre ellos José Justo Gómez de la Cortina, José Bernardo Couto, Andrés
Quintana Roo, Francisco Sánchez de Tale, José María Fagoaga, Carlos María de
Bustamante, Lucas Alamán, Joaquín García Icazbalceta y Manuel Orozco y Berra,
entre otros.
Fue
en 1870, el 24 de noviembre, cuando la RAE decidió constituir academias
americanas correspondientes. Así nació la academia mexicana, cuyo primer
director fue José María de Bassoco (1796-1877). El 22 de diciembre de 1952, se
convirtió en una asociación civil, y dos años más tarde adquirió la casa
ubicada en la calle de Donceles 66, donde tuvo su primera sede.
La
desavenencia
Director
de la AML desde 2011, Labastida explica que ahora la institución, a diferencia
de otras academias de lengua española, ya no es correspondiente de la española:
“Quisiera
subrayarlo porque mucha gente lo ignora, no ha prestado atención a esto que es
fundamental… Suena extraño porque todo mundo supone que somos correspondientes,
lo éramos.”
Entonces
relata:
“En
1951 México y la AML, con el apoyo del gobierno federal –en este caso del
presidente de la República, Miguel Alemán–, convocaron al Primer Congreso
Internacional de Academias de la Lengua Española. Ese congreso fue de
importancia extrema: Por primera vez se reunían las academias que hasta ese
momento habían sido correspondientes de la española.”
Anteriormente,
precisa, era como si existiera un centro y cada una de las 21 academias
restantes tenía vínculo con él, pero no entre sí. Ahora hay 22 academias en
total, incluida la de Estados Unidos, y todas se relacionan unas con otras.
A
aquel congreso asistieron prácticamente todas las academias del idioma, salvo
una: la Real Academia Española. Detalla el poeta:
“No
vino porque la dictadura franquista les impidió a los académicos españoles
asistir. Para permitirles venir puso como condición al gobierno mexicano romper
relaciones con el gobierno de la República Española. México no lo aceptó y, por
consecuencia, no les dieron autorización.”
La
ausencia de académicos de la RAE suscitó, a decir de Labastida, una “enorme
controversia en el seno del Congreso”. Tan así que algunos miembros de otras
academias propusieron la separación, pero no se dio porque la Real Academia
envió un delegado a restañar las heridas.
Al
cabo de unos años, sin embargo, surgió la Asociación de Academias de la Lengua
Española. Sus integrantes no son correspondientes de la RAE. Son, además de la
Española, la Colombiana, Ecuatoriana, Mexicana, Salvadoreña, Venezolana, Chilena,
Peruana, Guatemalteca, Costarricense, Filipina, Panameña, Cubana, Paraguaya,
Boliviana, Dominicana, Nicaragüense, Argentina, del Uruguay, Hondureña,
Puertorriqueña y Norteamericana (de
Estados Unidos), que fue la última en crearse, en 1973.
“México
provocó este sisma, y por consecuencia, que se unificaran las academias de
manera diferente.”
Ahora,
dice, las obras de la RAE, como el Diccionario de la lengua española, no las
hace la Real Academia por sí sola, sino en consulta con las otras academias.
Así sucede con el Diccionario panhispánico de dudas, el Diccionario de
americanismos, Nueva gramática e igualmente con Ortografía de la lengua
española, que se hizo por comisiones interacadémicas en las cuales participaron
las 22 academias. Existe una comisión permanente en Madrid, España, a la cual
México envía periódicamente un representante para hacer ese trabajo conjunto.
Y
todo ello se debe, agrega el escritor, a México. Recuerda enseguida otra
historia:
“En
el Tercer Congreso de Academias, que se celebró en Bogotá en 1960, se acordó
firmar un convenio multilateral, un convenio internacional, por el cual los
gobiernos en donde existen las academias de la lengua española se obligan a
darle facilidades para allegarle los recursos suficientes para su trabajo y
disponer de una sede propia.
“Los
únicos dos gobiernos que no firmaron ese convenio internacional fueron los de
Cuba y de México. La razón es que en ese momento se había convocado a una
reunión de la Organización de Estados Americanos OEA, para expulsar a Cuba.”
Este
país caribeño decidió no asistir al encuentro de Academias. Fue expulsado de la
OEA, con la oposición, mediante un discurso del embajador Manuel Tello, de
México. Ambos países resolvieron no aprobar la resolución de las academias. Tiempo
después Cuba acabó por suscribirla, pero México lo hizo 52 años más tarde, en
2012, bajo la presidencia de Felipe Calderón:
“Siendo
yo ya director de la Academia, presenté al Senado de la República la petición
de que nuestro país se adhiriera al convenio internacional.”
El
Senado aprobó la adhesión por unanimidad, de manera que –a decir del académico
de la lengua– la Academia Mexicana está amparada por el convenio, publicado en
su momento en el Diario Oficial de la Federación:
“Ya
está protocolizado, ya tiene todas las garantías de ley, por eso ahora la
Secretaría de Educación Pública (SEP) nos otorga recursos.”
Cabe
recordar que la SEP apoya financieramente el proyecto para establecer su nueva
sede, Casa de la Palabra, en la que fue residencia de Miguel Ángel de Quevedo,
en Francisco Sosa 440, Barrio de Santa Catarina, en Coyoacán (Proceso, 1961).
La
propiedad fue adquirida a la familia Aguilar Zinser (herederos de Quevedo) por
la AML en 100 millones de pesos, con un donativo del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes (Conaculta), encabezado entonces por Consuelo Sáizar, que
fue cuestionado en su momento. El proyecto arquitectónico para adecuar el lugar
tendrá un costo de alrededor de 130 millones de pesos que serán aportados en su
totalidad por la SEP.
Patrimonio
intangible
Para
Labastida el apoyo de la SEP a la academia, aunque ésta sea una asociación
civil autónoma, con sus propios estatutos, mesa directiva y criterios para
incorporar a los nuevos académicos, está en el marco de ese convenio
internacional. Además tiene razón por las actividades y propósitos de la
academia. Parte de un principio que considera elemental:
“Lo
fundamental del patrimonio intangible de una sociedad es su lenguaje. Y si no
hay un dominio adecuado de él ni se piensa bien ni la sensibilidad es del todo
adecuada. Desgraciadamente, le voy a decir una brutalidad pero es así: México
carece de una lengua oficial.”
En
su opinión se cree erróneamente que el español es la lengua oficial de México,
cuando lo cierto es que no está reconocida como tal pese a que en los
tribunales y organismos internacionales México se expresa en español y sea el
primer país de hablantes de lengua española:
“Todo
mundo reconoce este hecho. Pero por razones históricas México no ha reconocido
al español como su lengua oficial.”
Detalla
que son dos razones. La primera es que al separarse de España, México buscó su
expresión propia, una expresión nacional:
“Durante
muchos años se dijo que no hablábamos ni español ni castellano sino lengua
nacional. ¿Qué era eso?, quién sabe. Nosotros decimos ahora que hablamos
español y en la península ibérica se habla castellano, pero en América,
español.
“Resulta
extraño, parece una paradoja porque en España hay cuatro o cinco lenguas que se
consideran también españolas: catalán, vasco o euskera, valenciano, gallego…
Por consecuencia, el español no sólo es español y castellano. Pero esto es una razón política,
en América no tenemos esa restricción política y por eso decimos que hablamos
español y no castellano, que es el dialecto peninsular del español. Nosotros
hablamos el mexicano.”
Menciona
que la AML publicó recientemente un libro titulado Lengua oficial y lenguas
nacionales, coordinado por Diego Valadés, presentado con la siguiente síntesis
en su página web:
“El
día de hoy el 95% de los mexicanos habla español. Y esta lengua sirve de
vehículo de comunicación a todos los hablantes de lenguas amerindias, no sólo
en México sino en todos los países de América. Así lo reconocen, respecto de
Guatemala, lo mismo Luis Cardoza y Aragón que Rigoberta Menchú. Dice el
primero, ‘cuando se reúnen indios que hablan distintas lenguas recurren al
español para entenderse’. Rigoberta Menchú, por su parte, señala que el hecho
de ‘que existan tres lenguas madres no quiere decir que todos nos entendamos.
No nos entendemos’, y concluye, ‘el español es una lengua que nos une a todos’.
Y
se destaca:
“El
español es una lengua universal que se habla en cuatro continentes y en al
menos veintidós países del planeta. El noventa por ciento de los hablantes del
español reside en América, y México tiene el veinticinco por ciento de ellos.
Nuestro país es, pues, por lo que toca a la masa fónica de los hablantes, el
país dominante en la lengua española. Sin embargo, esa importancia todavía no
es reconocida en nuestras leyes: México carece de lengua oficial. La lengua
española es, hacia el exterior, nuestra lengua oficial, pero no lo es hacia el
interior del país. Se aduce que si se reconociera como tal, se atentaría contra
las lenguas originales. Los ensayos que integran esta obra abordan dicho
problema desde muchas perspectivas y son una contribución indispensable para su
debate.”
La Ley General de Derechos Lingüísticos de los
Pueblos Indígenas publicada el 13 de marzo de 2003, señala en su artículo 4º
que tanto las lenguas indígenas como el español “son lenguas nacionales por su
origen histórico, y tienen la misma validez en su territorio”.
Labastida
insiste en que si bien todas las lenguas (68 originales y 264 variantes
lingüísticas) que se hablan en México están reconocidas como lenguas
nacionales, ninguna es la oficial. Considera que dado que México se expresa en
español en los escenarios internacionales, ésta debería ser la lengua oficial.
Rememora
que incluso el historiador y especialista en lenguas indígenas, Miguel
León-Portilla, logró cuando fue embajador ante la UNESCO, que se reconociera al
español como una de las lenguas oficiales de ese organismo, que son inglés,
francés, español, ruso, árabe y ahora chino.
Enfatiza:
“Esto
da idea del carácter enormemente rico de nuestra lengua. El acta de
Independencia se redactó en español, nuestra Constitución Política y leyes… El
español nos vincula, porque incluso los pueblos amerindios se relacionan entre
sí en español no en purépecha ni en náhuatl ni en maya: La lingua franca que
los une es el español… Es una lengua universal, muy activa y en proceso de
expansión: Hay 500 millones de hablantes y la Academia Mexicana de la Lengua
quiere responder a estos retos.”
Anticipa,
para finalizar, que actualmente la AML trabaja en la realización del
Cordiam (Corpus Diacrónico y Diatópico
del Español de América), con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(Conacyt). Paralelamente al Corde (Corpus Diacrónico del Español) que la RAE
realiza sobre el desarrollo y evaluación de éste, fundamentalmente en la
península.
El
Cordiam comprenderá una investigación a lo largo de la historia, desde 1493
hasta 2010, desde Argentina y Chile, hasta México, Estados Unidos y El
Caribe.
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