Divorciados
en segundas nupcias; «Criterios para discernir, no soluciones generales»
Andrea Tornielli entrevista al cardenal Schönborn, moderador del círculo alemán del Sínod.
¿Qué
decidirá el Sínodo de los obispos sobre la familia, cuáles cuestiones están
pendientes, cuáles preguntas y cuáles indicaciones confiará a Papa Francisco?
Lo sabremos el sábado 24 de octubre por la noche. La noticia más relevante de
los últimos días es la unanimidad del círculo Germanicus, el único de los trece
«circuli minores» en el que se hablaba alemán. Muchos habrían deseado que
hubiera una cámara para encuadrar a teólogos como Walter Kasper, Christoph
Shönborn y Gerhard Ludwig Müller discutiendo entre ellos y citando este o aquel
texto de santo Tomás de Aquino y su interpretación. En el documento del círculo
alemán relativo se lee: «El axioma ‘Cada matrimonio entre cristianos es, de por
sí, un sacramento’ debe ser revisado. En sociedades cristianas ya no homogéneas
o en países con huellas culturales y religiosas diferentes, no se puede
presuponer una comprensión cristiana del matrimonio ni siquiera entre
católicos». Y en cuanto a la posibilidad de volver a admitir a los divorciados
que se han vuelto a casar, los padres sinodales de lengua alemana estuvieron
todos de acuerdo en que no existen soluciones generales o generalizadas, sino
que hay que profundizar la vía del discernimiento indicada por san Juan Pablo
II, evaluando, con base en algunos criterios objetivos, las situaciones de la
unión sacramental y de la nueva unión, pero también dando espacio al «fuero
interior», que se relaciona con la vida más íntima de la que se habla con el
confesor o con el director espiritual. Vatican Insider entrevistó al cardenal
Shönborn, moderador del círculo Germanicus.
Muchos
se han sorprendido por esta unidad entre los cardenales, en particular entre
los teólogos alemanes, de Kasper a Müller. ¿Qué sucedió?
¿Su
propuesta se presentó, pues, como una profundización de la «Familiaris
consortio»?
Se
quiso y propuso explícitamente como una profundización y una continuación de
«Familiaris consortio» porque Juan Pablo II dijo que existe la obligación de
discernir, de distinguir, pero no dijo todo lo que sigue después del
discernimiento. Tratamos de indicar algunos criterios para este discernimiento
por parte de los pastores. Criterios muy concretos. Por ejemplo, evaluar cómo
se han comportado los divorciados que se han vuelto a casar con los hijos que
tuvieron en la primera unión, cómo quedaron con el cónyuge abandonado, cuál es
el efecto de su camino en el conjunto de las familias y cuál testimonio, o tal
vez cuál escándalo, dan a la comunidad cristiana. Después hablamos sobre el
criterio acaso más profundo, el del discernimiento de la conciencia de cada
quien. Todo esto teniendo en cuenta la situación objetiva y con la atención al
discernimiento de la situación concreta. De esta manera, se puede proceder en
un camino de conversión, de penitencia (porque se requiere a menudo un aspecto
de penitencia), para llegar finalmente a esta palabra de San Pablo dirigida a
todos, no solo a los divorciados que se han vuelto a casar: cada quien se
examina antes de acceder a la mesa del Señor.
En
«Familiaris consortio» la única vía indicada para el acceso a los sacramentos
era la de vivir como «hermano o hermana», es decir abstenerse de tener
relaciones sexuales en el caso de una segunda unión. ¿Este aspecto debe ser
considerado superado en su propuesta?
En
nuestro texto no se alude ni se dice. No consideramos que sea la única vía.
«Familiaris consortio» habla de la exigencia de un discernimiento. Tal vez la
alusión nueva de nuestro documento es la del «fuero interior», que, además,
pertenece a la tradición clásica. En el segundo de los tres documentos que el
círculo de lengua alemana redactó discutiendo las tres partes del «Instrumentum
laboris» del Sínodo citamos los textos de santo Tomás, que son el núcleo del
pasaje de la «ratio» especulativa doctrinal a la «ratio» práctica mediante el
ejercicio de la virtud de la prudencia: entre más se va a los particulares, más
se necesita el discernimiento prudencial.
¿Esto
significa que, incluso frente a una situación «desordenada» de una segunda
unión que no puede ser sacramental, esta no sería en sí una condición de
pecado?
Es
interesante notar que la enseñanza de la Iglesia ya renunció a hablar
genéricamente de pecado grave en estos casos. En el principio está el pecado
grave del adulterio y a menudo este es el caso, si hay un vínculo matrimonial
sacramental válido. Pero, ¿si con el paso del tiempo se crea una situación que
implica también exigencias objetivas, por ejemplo hacia los hijos nacidos en la
nueva unión? ¿Son simplemente hijos ilegítimos, a pesar de que tienen mamá y
papá? Claro, queda pendiente el conflicto entre la obligación sacramental (si
el matrimonio era válido) y la nueva unión. Pero no se puede afirmar
simplemente que toda la situación es de pecado grave, porque honrar la nueva
realidad y las nuevas situaciones objetivas es también una exigencia de
justicia. Por ello es necesario este discernimiento que sepa ver las diferentes
realidades de las personas.
Ya
la «Familiaris consortio» citaba el caso del cónyuge abandonado…
El
caso clásico de la mujer con hijos pequeños abandonada por el marido. Ella debe
sobrevivir si encuentra un hombre dispuesto a acogerla y a estos niños: no se
puede hablar simplemente de adulterio por la segunda unión. También hay otra
realidad de generosidad y de virtud en esta nueva realidad que tampoco es
sacramental. Y aquí es importante encomendarse a las palabras de santo Tomás,
porque hemos vivido en el Sínodo un pequeño conflicto entre un agustinismo
radical y el tomismo clásico. Agustín, en la «Civitas Dei» presenta la idea de
que cada acto de los paganos es vicioso, que no hay virtud en ellos. Pero santo
Tomás rechazó con fuerza esta posición y también los Padres de la Iglesia como
Clemente de Alejandría y san Máximo el Confesor hablaron sobre las virtudes de
los paganos. La Biblia misma lo hace con Job, un pagano… Santo Tomás explica:
aunque el paganismo sea idolatría, a pesar de ello, los paganos pueden cumplir
actos verdaderamente virtuosos.
Es
decir, la vía del discernimiento por parte del confesor y de los obispos toma
en cuenta las diferencias de las historias personales. ¿Es así?
Jesús
se conmovía frente a los sufrimientos humanos, lo leemos en los Evangelios. Y
hoy Jesús abraza y en este abrazo de misericordia la persona se siente amada y
reconoce su pecado. Con sus catequesis del año pasado, Papa Francisco nos dio
una gran lección (son tan bellas que hacen llorar), porque se aprende toda la
cercanía con la vida, pero con la mirada del pastor que no observa fríamente la
realidad como un científico o ideólogo; es verdaderamente la escuela del
pastor.
¿Este
enfoque, según su opinión, es mayoritario en el Sínodo?
Veremos
el documento final y cómo será recibido por la asamblea. Pero me sorprendió lo
que dijo el cardenal Fox Napier, que en una entrevista contó cómo advierte que
este Sínodo es un verdadero caminar juntos. Hemos tenido el tiempo para
reflexionar, para conocernos, para intercambiar nuestros puntos de vista. El
Sínodo ha sido una experiencia mucho más de vida, más atenta recíprocamente. La
confrontación fue menos acerba, surgió más bien la escucha, el esfuerzo de
escuchar también el corazón del otro.
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