Meditación del Papa Francisco con líderes cristianos en
Asís
El Papa Francisco rezó la tarde del martes 20 de septiembre junto a otros
líderes cristianos en Asis, como parte del evento en el que se celebran los 30 años del
encuentro de oración interreligiosa por la paz del mundo que San Juan Pablo II
presidió en la ciudad italiana de Asís.
Acompañado
de su amigo Bartolomé I, Patriarca (ortodoxo) de Constantinopla; y de otros
líderes cristianos como el arzobispo de Canterbury (anglicano), Justin Welby,
el Santo Padre rezó en la Basílica inferior de San Francisco de Asís y dirigió
la siguiente meditación:
La meditación comenzó con una lectura en inglés del capítulo 55 del libro de Isaías en la que el profeta afirma “a todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche (…) Inclinad vuestros oídos, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno”.
Después
el Patriarca (ortodoxo) ecuménico de Constantinopla, meditó sobre la lectura
del Apocalipsis y afirmó que “la salvación no se ha anunciado como un evento
sino como una persona de la que se debe hacer experiencia y amar (…) el sol de
justicia, Cristo Dios nuestro”.
“En
Jesús se ha cumplido toda la espera mesiánica. Esa espera es el principio que
se ha cumplido y que se nos pide hoy para ser testigos privilegiados (…) Hoy a
los cristianos se les pide un testimonio de comunión: ‘los reconocerán por cómo
se aman’”.
La
meditación del Papa
Tras
la lectura del pasaje del evangelio de San Juan en el que se relata cómo le
dieron vinagre al Señor en la cruz, el Santo Padre ofreció su meditación y dijo
que “ante Cristo crucificado, ‘fuerza de Dios y sabiduría de Dios’, nosotros
los cristianos estamos llamados a contemplar el misterio del Amor no amado, y a
derramar misericordia sobre el mundo”.
“En
la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido transformado en bien; también nosotros,
discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser ‘árboles de vida’, que
absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno
del amor”.
“Ante
Jesús crucificado, resuenan también para nosotros sus palabras: ‘Tengo sed’”.
“¿De qué tiene sed el Señor?”, cuestionó el Pontífice y respondió: “ciertamente
de agua, elemento esencial para la vida. Pero sobre todo de amor, elemento no
menos esencial para vivir. Tiene sed de darnos el agua viva de su amor, pero
también de recibir nuestro amor”.
Tras
recordar el ejemplo de la Madre Teresa en su servicio a los más pobres, el Papa
dijo que en la frase “Tengo sed” del Señor, “podemos escuchar la voz de los que
sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado
la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más
necesitados de paz”.
“Imploran
la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio
y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que
viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a
emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo”.
Todos
ellos, lamentó el Papa, encuentran “demasiadas veces el silencio ensordecedor
de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga
su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en
televisión”.
Por
ello, alentó Francisco, que “el Señor nos conceda, como a María junto a la
cruz, estar unidos a él y cerca del que sufre. Acercándonos a cuantos hoy viven
como crucificados y recibiendo la fuerza para amar del Señor Crucificado y
resucitado, crecerá aún más la armonía y la comunión entre nosotros”.
Al
final todos los líderes cristianos rezaron la oración del Padre Nuestro e
intercambiaron el saludo de la paz.
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