29 oct 2019

López Obrador va a exceso de velocidad y trae una Suburban

En las giras es sumamente complicado (seguirlo)  porque uno maneja a 110, 100 kilómetros por hora, y su comitiva siempre va bastante más rápido, 120, 130 kilómetros por hora, no lo podemos alcanzar....”, Alejandfo Lerlo de Larrea, reportero..
"En los traslados hay veces que tiene uno que ir pues a cierta velocidad, tampoco tanta. Como ven, voy leyendo, voy viendo cosas, a lo mejor no me doy cuenta, ya me voy a ir dando cuenta para que… despacio..”AMLO.
El tema en algunas columnas:
EL ASALTO A LA RAZÓN/Carlos Marín /
 Milenio, 29 DE octubre de 2019
Cobertura de prensa con AMLO
No es casualidad que ninguno de los farsantes con derecho de apartado en las conferencias de prensa mañaneras figure entre los reporteros genuinos que sobrevivieron a la volcadura de la camioneta destartalada en que viajaban el sábado mientras cubrían la gira por Sonora de Andrés Manuel López Obrador.
Gozan de cabal salud porque solo “trabajan” de patiños dos o tres horas de lunes a viernes y jamás cubren sus recorridos por el país, ya que su verdadera tarea es apoltronarse en las dos primeras filas destinadas a “la prensa” para formular impertinentes babosadas con el siniestro fin de impedir que los auténticos periodistas a cargo de la fuente cubran de manera profesional las actividades presidenciales.

El de la volcadura no es el único percance que ha ocurrido en las giras de López Obrador: hubo ya otros en Chihuahua (problema mecánico) y Oaxaca (falla de frenos y choque), y el mismo AMLO, sus colaboradores y la comitiva de prensa fueron extorsionados en dos ocasiones por el pueblo bueno de La Cancha, en Bachajón, Chiapas (50 pesos por cabeza), para permitirles entrar en la localidad y de salida otra vez, ponchando las llantas del automóvil del Presidente.
Según La Jornada, “los vehículos en los que viajaban los comunicadores fueron contratados por el delegado federal en la entidad, Jorge Taddei Bringas, uno de los funcionarios que está siendo investigado por la Secretaría de la Función Pública por presuntos malos manejos en los programas sociales”.
Al comentar el percance, el presidente López Obrador expresó que en otros gobiernos “había una atención especial, se gastaba mucho en eso. Lo que estamos procurando es ahorrar en todo”.
Seguro desconoce que desde Carlos Salinas de Gortari, con José Carreño Carlón a cargo de la comunicación, los medios pagan los gastos de sus enviados a las giras presidenciales.
AMLO añadió que “cuando estábamos en la oposición, no nos cubría nadie”, pero reconoció que Heliodoro Cárdenas, de MILENIO, lo hizo más que nadie en sus recorridos por el país (en realidad otros medios lo hicieron poco y no tan bien). Y sugirió que se deje de enviar a los reporteros de la fuente y se aguarde la información oficial. "En las giras pueden ser corresponsales o nosotros mismos. Yo siempre estoy informando…".
Tal propuesta carece de todo sentido periodístico. Con las corresponsalías, los medios obtienen informaciones locales o regionales, pero una actividad tan relevante como la presidencial requiere de reporteros con experiencia y conocimiento cada vez más acucioso y especializado del personaje, dicho sea de paso, más prominente de México.
Los medios no son recipientes de lo que sea que los gobiernos quieran difundir.
Solo a los paleros que van a las mañaneras les viene el saco, en palabras del Presidente, de que “la mejor opción es que los que no puedan asistir se queden en Ciudad de México de lunes a viernes…”
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ALHAJERO (Marta Anaya / 
El Heraldo de México
Reporteros de Presidencia (I)
Compartían el avión presidencial y gozaban de apoyos, pero muchos fungían como meros maquiladores de discursos.
Desde hace años —25 al menos—, de manera intermitente y particularmente cada que surgía un nuevo diario, en las redacciones se ponía sobre la mesa el tema de la cobertura presidencial.
La primera pregunta era: ¿había que designar a un reportero “de presa” —de aquellos que husmean por todos lados— en Los Pinos o a un reportero más formal que inquieto?.
En los tiempos del priismo por lo general los medios optaban por no “hacer olas” en la Presidencia de la República. Si ocurría lo contrario, no tardaba en llegar una amable petición a los directivos para cambiar al reportero de la “fuente”.
De hecho, “cubrir” la Presidencia de la República en aquella época podía resultar muy aburrido para un periodista. Su labor prácticamente se reducía a “maquilar” el discurso presidencial. Pero esos reporteros eran figuras muy importantes para sus propios medios —contaban con toda la confianza de sus jefes—, pues fungían como sus representantes ante el Presidente.
Estaban cerca del Poder.
Los propios medios, en su mayoría, hacían las veces de meras correas de transmisión de la información presidencial. Los entrecomillados se sucedían párrafo tras párrafo y nada de contextualizar o describir cosas que hicieran ver mal al jefe del Ejecutivo (las crónicas —tan gustadas y buscadas en los tiempos de campaña por los propios mandatarios— dejaban de existir).
El caso es que se leyeran o no sus notas, los reporteros de Presidencia gozaban de un aura especial. Platicar con ellos era adentrarse en los secretos del poder.
Y sí, contaban con amplios apoyos para desempeñar su labor. Se les daban “viáticos”, viajaban gratis en el avión presidencial, algunos eran seleccionados para subir a los helicópteros en traslados cortos por aire, todos contaban con el apoyo logístico de camionetas por tierra, se les instalaba una sala de prensa en el lugar donde se pernoctara si era el caso, y contaban con habitación y gastos pagados de alimentación y bebidas.
Todo ello organizado prácticamente a la perfección —rara vez había un desperfecto o errores de traslado— por el Estado Mayor Presidencial.
A partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), algunas de estas cosas cambiaron.
Se retiró el apoyo en efectivo a los reporteros (el llamado “chayo”) y los viajes al extranjero corrieron ya por cuenta de los medios. El costo de viajar con Presidencia incluía el equivalente del traslado en el avión presidencial, la habitación, las comidas.
Pero aún entonces y hasta que concluyó el sexenio de Ernesto Zedillo en el 2000, buena parte de los medios de comunicación seguirían utilizando a sus reporteros de Presidencia como meras correas de transmisión y no como interlocutores del poder.
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GEMAS: Obsequio de Andrés Manuel López Obrador: “Cuando estaba en la oposición nadie me ‘cubría’”.
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TOUCHÉ/Alejandro Cacho 
/ El Heraldo de México
Ahorros mal entendidos de la 4T
Las condiciones básicas de seguridad no son un lujo, un dispendio o un despilfarro
El grave accidente que sufrieron compañeros reporteros el sábado pasado cuando cubrían su gira por Sonora no fue sólo “un susto”, como usted dijo, señor Presidente. Fue una enorme irresponsabilidad del área de logística y Comunicación Social de la Presidencia de la República.
Cada periplo suyo por pueblos y rancherías del país pone en peligro la vida de decenas de periodistas por las penosas condiciones en que ustedes, señor Presidente, los obligan a trabajar.
No, no se trata de dinero. Sólo usted ha hablado de dinero. Se trata de proveer y facilitar condiciones dignas y seguras para que los periodistas hagan su trabajo, para que cubran sus actividades y lo informen a los mexicanos.
Actualmente, los medios pagan los boletos de avión de sus enviados a las giras, el hospedaje y los viáticos. Los traslados locales, casi siempre terrestres, tienen otra dinámica que depende de la logística de la gira. Nadie está pidiendo lujos, y si es así debería revelarlo.
Lo que exigimos es que los periodistas que lo acompañan no corran peligros innecesarios. Las condiciones básicas de seguridad no son un lujo, un dispendio o un despilfarro, señor Presidente.
Y no únicamente se trata de la seguridad de los periodistas que lo acompañan. Usted también debería contar con mayor y mejor seguridad como el jefe del Estado Mexicano que es.
Usted debería contar con una guardia presidencial profesional que garantice su integridad y la de su familia. Eso no significa regresar a los derroches del pasado.
Usted debería tener un avión que lo transporte, y no me refiero a ningún lujo. Si usted, señor Presidente, no quiere utilizar el avión que ya se compró y que nos está costando a todos los mexicanos, está bien.
Pero usted necesita un avión que lo lleve con seguridad a donde sus actividades requieran; un avión que tenga las facilidades para mantenerlo comunicado todo el tiempo; que le permita sostener reuniones en vuelo con sus colaboradores; que cuente con un espacio adecuado para que pueda tomar un necesario descanso mientras llega a su destino.
Un avión presidencial no es un lujo, es una herramienta de trabajo. Si se consigue algo parecido al Jetta que usa —a veces—, pero con alas, nadie lo verá mal. Al contrario, muchos se lo reconoceremos como un acierto. Créame.
Para cubrir sus giras de trabajo, los periodistas necesitamos vehículos en perfectas condiciones, conducidos por choferes profesionales y que no se vean obligados a manejar a altas velocidades por las malísimas carreteras del país. Usted tampoco debería exponerse a eso.
Enviar a los corresponsales a esas coberturas tampoco es la solución, porque ellos correrían los mismos peligros.
Ya hubo incidentes con el transporte de la prensa durante sus giras en Tijuana, Oaxaca y Chihuahua.
El accidente de Sonora debe ser una llamada de atención, antes de la 4T y sus ahorros mal entendidos cobren la primera vida.
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USO DE RAZÓN/Pablo Hirirart 
 El Financiero
Periodistas, aborrecidos
Reporteros que cubrían la gira presidencial el sábado pasado por el sur de Sonora sufrieron un accidente en la camioneta en que viajaban: diez de ellos resultaron heridos, dos con fractura en la clavícula.
Primero, lo humano: nadie en Presidencia se acercó al hotel, ni al MP donde declararon ni al hospital del IMSS al que llegaron los lesionados, para saber cómo estaban.
Son compañeros de trabajo aunque tengan misiones diferentes. Un gesto de solidaridad es lo menos que se espera en esos casos, pero no lo hubo.
Ven a los periodistas como sus enemigos, y no lo son, pues sólo tienen trabajos diferentes sobre un mismo tema. El político no quiere que se sepa cuando hay reclamos, y los camarógrafos graban la protesta y el reportero la escribe, la manda y se publica.
También se envía y se difunde lo que el Presidente informa sobre un tema, promete y hace en sus giras. ¿Por qué la tirria?
El accidente fue a las dos y media de la tarde y Comunicación Social de la Presidencia dio cuenta del hecho del hecho cuatro horas más tarde.
A la media noche los heridos todavía batallaban para encontrar a la aseguradora de la camioneta que contrató el ayuntamiento morenista de Cajeme para que los periodistas siguieran la gira de AMLO.
Nadie les echó una mano.
Como lo dijo puntualmente el periodista Rafael Montes (accidentado) esa noche, en su cuenta de Twitter: “No pedimos lujos. El vuelo, el hospedaje y las comidas son pagados por las empresas de los medios… Lo único que estamos pidiendo es que se organicen mejor los eventos…. López Obrador va a exceso de velocidad y trae una Suburban. Como reporteros tenemos que seguirle el ritmo… Sólo (pedimos) buena logística y no viajar a exceso de velocidad”.
El Presidente sugirió el domingo, como solución, que no lo sigan los periodistas en sus giras. Debe saber que no es por hobby que los reporteros realizan esa tarea en sábados y domingos, sino para informar al país de las actividades del jefe del Ejecutivo.
Hay desprecio hacia la labor de la prensa. Y también hostigamiento hacia algunos periodistas en específico.
Contra Carlos Loret, por citar un ejemplo emblemático.
El gobierno la trae contra el reportero y economista yucateco. Esto debe quedar escrito por si algo le sucede, además de haber perdido un importante trabajo.
A raíz de un reportaje en el que Loret y su equipo dieron a conocer videos que desnudan la corrupción en Pemex durante el sexenio anterior, las actuales autoridades lo conminaron a entregar las pruebas que obran en su poder.
Se las piden por oficio. Que entregue audios, videos y videograbaciones del espionaje ordenado por la empresa Oro Negro a ex funcionarios de Pemex, “dentro del término de 07 días hábiles”.
El requerimiento se lo formuló la Secretaría de la Función Pública, que encabeza Irma Eréndira Sandoval. No hay lugar a la especulación: el gobierno federal le cae encima al periodista por hacer su trabajo, investigado y documentado.
Resulta tan autoritario este mensaje, que obliga a levantar la voz y a tomar precauciones. Se trata de un acoso a la libertad de expresión.
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Columnas políticas, a 29 DE OCTUBRE DE 2019.
LA FERIA/Salvador Camarena /
 El Financiero,
Las reporteras, los reporteros y el Presidente
Las reporteras y los reporteros son latosxs, impertinentes, metiches, preguntones, insistentes. Muchos se prohíben decir una mentira al reportear, pero de vez en cuando, para ganar una noticia, se comen parte de la verdad si eso les hará cumplir con su deber, que es llevar información a la sociedad. Saben que lo único que no hay en su profesión es un buen pretexto para justificar el haber perdido una nota.
En medio de una asignación, las reporteras y los reporteros duermen donde caiga, comen lo que les den y/o encuentren, a menudo aguantan 24 horas, y más, sin dormir para transmitir sus notas.
Ahora hay computadoras, y celulares e Internet; y ahora, muchas veces, se puede transmitir cuando y donde sea. Pero dos décadas atrás, desde rudimentarias cabinas telefónicas los periodistas dictaban su información de corridito a un capturista –muchas veces otro reportero(a)—, asegurando poner de inmediato los datos y el estilo indispensables, sabedores de que los editores machetearían (machetearíamos, quimosabi) sus renglones sin misericordia “porque mandaste mucho”. Apenas terminaban de dictar, se iban corriendo a la siguiente cobertura.

Pero la tecnología no ha alivianado el trabajo, lo ha incrementado: antes de finalizar un evento, hoy los reporteros de raza ya redactaron varios párrafos para mandarlos a su portal, pueden entrar al aire de inmediato, dan bullets para un gráfico, cortan audios y/o videos para las redes… y todavía siguen en el evento.
Si para cientos de reporteras y reporteros mexicanos no hay límites ni barreras a la hora de perseguir la nota, ¿qué tan cierto es que el Estado Mexicano, así con mayúsculas, es incapaz –alegando cuestiones de “austeridad”– de garantizar a la prensa la logística adecuada para el ejercicio de su profesión, que no es otra que el deber de informar, cuando cubre las giras del presidente Andrés Manuel López Obrador?
Una decena de colegas pueden contar, algunos con heridas graves pero vivos todos, que el sábado derrapó el transporte que les consiguió la Presidencia de la República para seguir la visita de AMLO a Sonora.
Eso me faltó decirlo. Reporteras y reporteros asumen riesgos que gente sensata encontraría de locura. Pero volvamos: la camioneta que transportaba a periodistas falló ese día. Ya había fallado y ya había sido reportada. Yo no creo en los accidentes, pero digamos que en una de esas hubo falla mecánica imprevisible, o circunstancia en el camino realmente azarosa (acá en cambio se habla de, al menos, velocidad imprudente y mantenimiento deficiente).
Pasado el susto, con un nivel raquítico de empatía, López Obrador pretende zafarse de su responsabilidad al advertir que si las reporteras y los reporteros encuentran inseguro seguirle el ritmo, que se queden en casa, y que los medios lo cubran mediante corresponsales.
Quien como candidato le diera la vuelta al país varias veces sabe que así como no hay cobertura telefónica en todo el territorio nacional, tampoco existe medio en México –salvo acaso una televisora– que tenga desplegada una buena red de corresponsales.
Yo he sido reportero pocas veces, y editor muchísimas. Envidio el temple, agudeza, ánimo, rapidez de reflejos, aguante, capacidad, inteligencia y arrojo de las reporteras y los reporteros. Y lamento las reacciones pueriles que la Presidencia de la República ha tenido frente a un percance que salió barato, pero que de ninguna manera podemos darnos el lujo que la próxima vez salga más caro.
Parte del mandato de cualquier titular del Ejecutivo en nuestro país es hacer guardar el ejercicio del derecho a informar y de ser informados. Al Presidente le toca generar esas condiciones. Ello incluye una logística, eficiente y segura. No necesariamente gratuita, pero sí a precios razonables para los medios profesionales. Paleros están bien en la Fórmula 1. O no están bien, pero ese es otro tema.


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