En Hungría, país limítrofe con Ucrania, el papa Francisco denunció el “infantilismo bélico”
Se reunió con el premier Orban, único aliado de Vladimir Putin en la UE, y con la presidenta, que le hizo un dramático pedido de mediación para detener la guerra
LA NACION, 28 de abril de 2023;
Elisabetta Piqué, CORRESPONSAL EN ITALIA..
ROMA.- Ni bien llegó este viernes a Hungría, país que comparte 135 kilómetros de frontera con Ucrania y cuyo primer ministro, el soberanista Viktor Orban, es uno de los pocos aliados de Vladimir Putin, el papa Francisco condenó el “rugir de nacionalismos” y el “infantilismo bélico” que predominan en el Viejo Continente y le reclamó a Europa “esfuerzos creativos” para alcanzar la paz.
“En este momento histórico Europa es fundamental. Porque ella, gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol que le corresponde: el de unir a los alejados, recibir a los pueblos en su seno y no dejar que nadie permanezca para siempre como enemigo”, dijo, hablando ante Orban y ante Katalina Novak, primera presidenta mujer de la historia de este país de 10 millones de habitantes, en un antiguo convento carmelita que es hoy parte de la sede del gobierno, en Budapest.
Francisco, que deploró en su discurso el hecho de estar asistiendo “al triste ocaso del sueño coral de paz, mientras los solistas de la guerra se imponen”, aseguró que es “esencial volver a encontrar el alma europea”. Y evocó “el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá del propio tiempo, de las fronteras nacionales y las necesidades inmediatas, generando diplomacias capaces de recomponer la unidad, en vez de agrandar las divisiones”.
Citando luego la declaración de Robert Schuman de 1950, Francisco recordó que “la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores, equiparables a los peligros que la amenazan”. Y fue más allá: “En esta etapa histórica los peligros son muchos, pero, me pregunto, pensando también en la martirizada Ucrania, ¿dónde están los esfuerzos creadores de paz?”.
Lo escuchaba atentamente Orban, único aliado europeo de Putin, con quien mantuvo antes una reunión a puertas cerradas. Aunque son conocidas las diferencias entre los dos debido a sus políticas anti-inmigrantes, se cree que la guerra en Ucrania cambió las cosas y que, de alguna forma, el líder soberanista húngaro podría llegar a ser un interlocutor y ayudar a detener el derramamiento de sangre en la vecina Ucrania.
Pedido de mediación
En este sentido, llamó la atención el dramático llamado a una mediación que le hizo poco antes, en su discurso de bienvenida, la presidenta Novak. La mandataria, electa el año pasado, recordó que así como Juan Pablo II llegó por primera vez a su país (1991) en un momento muy difícil, después de la caída del comunismo, su visita llegaba en un momento igual de arduo. “Es con dolor y esperanza que me dirijo ahora a Su Santidad: nosotros los húngaros podemos tocar con la mano la devastadora realidad de la guerra. Estamos haciendo de todo para ayudar al millón y medio de personas que huyen de Ucrania, vemos el dolor de familias laceradas, sentimos los gritos de las madres que lloran a su hijos”, dijo.
“Vemos la injusticia, queremos proteger nuestros valores y nuestros futuro común. Pero nosotras las madres queremos en primer lugar ganar la paz, no la guerra. No queremos mandar a nuestros hijos, a nuestros maridos, al frente. Nos encontramos distantes aun del camino que conduce a la paz y de la real voluntad de llegar al silencio de las armas”, lamentó. “¿Dónde está la conciencia de la necesidad de no recalentar, sino, al contrario, de enfriar la guerra, los ánimos?”, se preguntó.
Y, mientras el Papa, de 86 años, la escuchaba, atento, con auriculares para la traducción, Novak pasó a rogarle: “Santísimo padre: los húngaros y millones de personas en todo el mundo ven en usted a un hombre paz. Esperan que usted pueda hablar. Hablar con Kiev y Moscú, con Washington, Bruselas, Budapest y con todos aquellos sin los cuales no puede haber paz”. “Aquí, en Budapest, le pedimos que pueda interceder personalmente por una paz justa lo antes posible”, pidió.
Como es sabido, desde el principio de la invasión rusa de Ucrania, hace más de un año, el Papa, que ayer se reunió con el primer ministro de Ucrania, intentó mediar para ponerle un fin a una guerra “insensata”, hasta ahora sin éxito. Pero, tampoco, sin perder esperanzas en la diplomacia y en la creatividad. Por eso no extañó que, a la hora de su discurso, destacara las “profundas” palabras de la presidenta húngara, de 46 años, madre de tres hijos y con quien evidentemente se sintió muy cómodo, según las imágenes transmitidas en el momento del intercambio de regalos, en la que ella sorprendió al hablar en español.
En su discurso, en el que recordó los varios santos locales, como San Esteban y Santa Isabel, el Papa destacó la fe cristiana de Hungría, país europeo en línea con el Vaticano en cuanto a la defensa de los valores como el matrimonio entre el hombre y mujer y la condena del aborto y la teoría del género. Recordó, no obstante, que “los valores cristianos no pueden ser testimoniados por medio de la rigidez y las cerrazones” y citando varias veces la misma Constitución húngara, destacó tanto la necesidad de respetar las minorías presentes en el país (los gitanos representan el 10% de la población), como de abrirle las puertas a los migrantes. Orban hizo construir muros y alambres de púas en las fronteras para detener a los migrantes de la denominada ruta balcánica.
“Pensando en Cristo presente en tantos hermanos y hermanas desesperados que huyen de los conflictos, la pobreza y los cambios climáticos, necesitamos afrontar el problema sin excusas ni dilaciones”, dijo el Papa, al referirse justamente a este drama más que actual. “Es un tema que debemos afrontar juntos, comunitariamente, porque en el contexto en que vivimos, las consecuencias, tarde o temprano, repercutirán sobre todos. Por eso es urgente, como Europa, trabajar por vías seguras y legales, con mecanismos compartidos frente a un desafío de época que no se podrá detener rechazándolo, sino que debe acogerse para preparar un futuro que, si no lo hacemos juntos, no llegará”, sentenció.
Buena forma
El Papa, que culminó su discurso con una bendición en húngaro y recordando que en Buenos Aires asistió a comunidades religiosas húngaras, se mostró en relativa buena forma: se lo vio caminando, ayudado por un bastón y leyó de pie, parado ante un atril, su largo discurso antes las autoridades.
Así como en su primera vez en Hungría, en septiembre de 2021, había sido su primer viaje después de la operación de colon en julio, esta vez el viaje, el 41 de su pontificado y que concluirá el domingo, es el primero después de la bronquitis que lo obligó a internarse tres días en el hospital Gemelli, a fin de marzo. La primera vez que estuvo en Hungría estuvo apenas unas horas en Budapest, para el cierre de un congreso eucarístico y luego viajó a Eslovaquia, tanto que prometió volver, cosa que cumplió ahora.
Durante el vuelo de menos de dos horas que desde Roma lo llevó a Budapest, Francisco saludó como siempre, uno por uno, a los periodistas que lo acompañan. Contó que lentamente su dolencia en la rodilla derecha estaba mejorando y, con su habitual humor porteño, con algunos hasta bromeó sobre su salud: “yerba mala nunca muere”.
Por la tarde, tal como programado, el Papa tuvo una reunión con obispos, sacerdotes, religiosos y monjas en la catedral de San Esteban, cita a la que llegó en silla de ruedas y en la que fue aclamado por las más de mil personas presentes y las cuatromil reunidas afuera del templo. Entonces, recordó que “lo peor que puede ocurrir es caer en la mundanidad”, advirtió del peligro de los chismes y las malhabladurías e invitó a todos a dejar atrás cualquier rigidez, sino a ser cercanos a la gente, especialmente a los pobres y heridos, tiernos y misericordiosos.
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