13 nov 2025

Renato Leduc: poeta, periodista, conversador, mito y testigo del siglo XX

 Renato Leduc: poeta, periodista, conversador, mito y testigo del siglo XX

Renato Leduc López nació el 16 de noviembre de 1895 en el pueblo de Tlalpan, después se fue a vivir al norte de la capital; a la Villa de Guadalupe. La leyenda sitúa su nacimiento en una vecindad que hoy alberga la cantina La Jalisciense, donde, por cierto, cada aniversario de su natalicio se celebra un evento para leer su poesía y beber un trago en su memoria. Fue hijo del periodista y cuentista modernista Alberto Leduc (1867-1908) y de Amalia López. Ellos se casaron por la iglesia en 1894 y de ese matrimonio nacieron cuatro hermanos; además, tuvo cinco medios hermanos, Carlos y Alberto Le Duc Montaño, por parte de su padre con Enedina Montaño. Su abuelo paterno fue Lii Philippe Albert Leduc (1838-1880), un soldado francés que permaneció en México tras la Intervención Francesa y se casó con Manuela Cárdenas en 1866 en Querétaro…

Desde joven, Leduc comenzó a trabajar como obrero en la Compañía de Luz (entonces de capital estadounidense) antes de convertirse en telegrafista, con el fin de apoyar a su familia. Este oficio lo llevó a ser testigo y partícipe de episodios cruciales de la Revolución Mexicana, integrándose a la División del Norte de Francisco Villa. Durante esta etapa coincidió con el periodista estadounidense John Reed, autor de México Insurgente (obra que fue llevada al cine en los años setenta por su sobrino, Paul Le Duc)).

Más tarde, Leduc cursó estudios en la Escuela Nacional Preparatoria y la carrera de Leyes en la antigua Escuela de Jurisprudencia de la UNAM, aunque nunca obtuvo un título universitario. A pesar de no titularse, en la universidad se formó en gramática y latín, aprendió a escribir versos y, fundamentalmente, forjó importantes amistades. Entre estas amistades destacaron dos futuros presidentes de México: Miguel Alemán Valdés y Adolfo López Mateos. También conoció ee hizo amistad entrañable con Alejandro Gómez Arias -entonces novio a de Frida Kahlo-. quien presidió el Consejo de Huelga durante el movimiento por la autonomía universitaria en 1929.

|Vocación literaria y ¿el "señor del tiempo"'

La poesía lo atrajo más de inmediato debido a que se dio cuenta de que con ella podría enamorar a hermosas mujeres. En esto ayudó mucho la influencia de su padre, quien poseía una gran biblioteca y recibía la Revista Moderna y la Revista Azul (de Gutiérrez Nájera). En su formación literaria, Renato abrevó de poetas de su época como Amado Nervo —a quien conoció por amistad paterna— y Juan de Dios Peza, de los modernistas Ramón López Velarde y Rubén Darío, y de clásicos españoles como Lope de Vega y Quevedo. Reconoció como sus mayores influencias el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, Góngora, Enrique González Martínez y, muy particularmente, el colombiano Luis Carlos López. De manera especial, lo conmovió la obra magna de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido.

El estilo insumiso y la técnica de Leduc

El estilo literario de Renato Leduc fue una fusión explosiva de clasicismo e irreverencia, una amalgama indómita de tradición y ruptura que se negó a encasillarse. Pese a su insolencia y espíritu libérrimo, su base formativa era profundamente culta: bebió del Modernismo para extraer la delicadeza metafórica y las entonaciones rítmicas.

Leduc no fue solo un poeta del vulgo, sino un maestro de la técnica, desplegando una extraordinaria maestría armónica en la versificación. Manejó con destreza el heptasílabo y los versos impares (endecasílabo, tetradecasílabo) junto al octosílabo popular. Esta audaz síntesis llevó a la crítica a emparentarlo con el desparpajo del francés Rabelais y a tildarlo, irónicamente, de "poeta del arrabal" (etiqueta que también le daría Octavio Paz, aunque Renato, en esencia, fue un cirenaico del siglo XX).

La poesía conversacional y la lucha contra la cursilería

La técnica central de Leduc, como subraya Vicente Quirarte, consistió en introducir continuamente la nota disonante, la palabrota precisa, el giro sorpresivo tras la inicial elevación lírica. Por ello, su obra se define cómodamente como "Poesía conversacional".

El carácter de lenguaje hablado en su poesía, esa "falta de almidón" que reintegró la voz del pueblo (Roberto López Moreno), lo colocó como un innovador que buscó "desolemnizar la poesía". Quirarte destaca una asombrosa semejanza de tono entre sus poemas (El Aula) y las audacias de Pellicer, Novo, Villaurrutia y Gorostiza, así como de sus narrativas (El corsario beige) con los experimentos de Estridentistas y Contemporáneos.

La columna vertebral de su estilo reside en la ironía corrosiva y el sentido del humor, utilizados como armas de crítica para defender a los desposeídos. Leduc abrazó el lenguaje popular y el uso frontal de "malas palabras" buscando reivindicar la vitalidad constante del habla, argumentando que solo la constante movilidad renueva los idiomas y evita que un lenguaje "fino y rígido" caiga en el olvido.

Carlos Monsiváis sentenció que la grosería en Leduc era estratégica: "crear los anticuerpos para devastar su odio predilecto: la cursilería." Sus poemas buscaron siempre la risa, la burla, la malicia y, fundamentalmente, la grosería, todo ello orquestado de manera culta.

Obra y legado irreverente

Su obra poética clave se gestó entre los veinte y los cuarenta, con títulos como El Aula, etc. (1929) y Breve glosa al Libro de Buen Amor (1939). Su visión incisiva, que lo conecta con el humor de Chesterton y Bernard Shaw (Elena Poniatowska), fue evidente en composiciones populares como su "Corrido reaccionario" en octosílabo:

"Tiempos en que era dios omnipotente / y el señor don Porfirio presidente. / Tiempos ¡ay...! tan iguales al presente..."

Aunque la vida bohemia y el periodismo le impidieron ser novelista, escribió El corsario beige (1940), una parodia mordaz de la novela de la Revolución Mexicana que ofrece una mirada desencantada y burlesca sobre los vicios del poder, con una vigencia notable incluso hoy.

Leduc veía el lenguaje directo no como "grosero" sino como libre, pues no consideraba que existieran palabras buenas ni malas, como expresó en El Aula:

"El maestro de griego nos decía: Las palabras macularon su antigua pureza. Las palabras *fueron antes más bellas... Las palabras.. 'las Palabras…'"

Esta irreverencia, que hizo que gran parte de su obra circulara de manera marginal y oral (como el satírico Prometeo Sifilítico), incluso generó el rumor de una edición incinerada por la SEP debido a versos impúdicos, como los dedicados a una mujer de nombre Guadalupe que se malinterpretaron como si fueran a la morenita del Tepeyac:

“Anhelantes de sed y de impotencia en turbias fuentes beberemos ciencia… ¿para qué…? Si el caramelo que mi boca chupe será siempre tu nombre: Guadalupe..."

Leduc fue un testigo agudo de su tiempo que supo templar la bajeza humana con destellos de dignidad y lirismo, un poeta que se negó a tomarse "mortalmente en serio", como lo plasmó en sus versos:

"No haremos obra perdurable. No tenemos de la mosca la voluntad tenaz. Mientras haya vigor pasaremos revista a cuanta niña vista y calce regular,..."

La creación de "El Soneto del Tiempo"

El célebre soneto de Renato Leduc, que se convertiría en un hito de la cultura popular mexicana, tiene su origen en un desafío de la época estudiantil. Leduc le comentó a José Ramón Garmabella (en Renato por Leduc, Ed. Océano, 1982):

"Me acuerdo que entre mis condiscípulos estaba un gordo tabasqueño que se llamaba Adán Santana. Como era muy docto en retórica y esas pendejadas, hacía versitos. Nos aburríamos mucho en la clase de Julio Torri y nos poníamos a echarnos 'toritos': nos dábamos un pie de verso para hacer una cuarteta en tres minutos, so pena de perder un peso. Un día, el gordo Adán me dijo: 'A ver, hazme una cuarteta teniendo como pie de verso hay que darle tiempo al tiempo...' Como al cabo de los tres minutos no la pude hacer, tuve que pagarle el peso. Santana, en son de burla, me dijo delante de todos: 'Carajo, yo creí que porque haces versitos, sabías siquiera que tiempo no tiene consonante…'"

Ofendido y dolido por la humillación, Leduc pagó la apuesta, consultó el diccionario y comprobó que efectivamente el vocablo "tiempo" no tiene consonante. Sin embargo, siguió pensando en el tema hasta que se le ocurrió hacer el soneto con el nombre de "Aquí se habla del tiempo perdido que, como dice el dicho, los santos lo lloran”, el cual publicó en 1939 en el libro Breve glosa al Libro del Buen Amor.

Sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo... que de amor y de dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo martirizóme tanto y tanto tiempo que no sentí jamás correr el tiempo, tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo —ignoraba yo aún que el tiempo es oro— cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo, amor de aquellos tiempos, cómo añoro la dicha inicua de perder el tiempo...

El soneto fue musicalizado por Rubén Fuentes, con un arreglo de Eduardo Magallanes y grabado a dúo en 1976 con las voces de Marco Antonio Muñiz y José José. Por eso le decían el señor del tiempo... nada que ver con el tema del poema.

Leduc en Europa y Leonora Carrington

En 1934, Leduc llegó a París enviado por un amigo funcionario de Hacienda para trabajar en la Delegación Fiscal. Como le comentó su benefactor, Roberto López: "le servirá mucho un viejecito a París." Leduc aprovechó el tiempo para perfeccionar su estilo, instalándose en el Barrio Latino y frecuentando cafés como el Café de Flore y Les Deux Magots, donde conoció y entabló amistad con figuras clave del surrealismo como André Breton, Marcel Duchamp, Picasso, Dalí y Max Ernst.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial cambió su destino. Leduc permaneció ocho años en París, pero la guerra lo obligó a salir de Europa, llevándolo al consulado de Lisboa. Este contexto fue decisivo para su breve y célebre relación con Leonora Carrington.

Carrington había llegado a París en 1937 y era amante de Max Ernst. Tras la doble encarcelación de Ernst por ser alemán, Leonora sufrió una severa crisis nerviosa y fue recluida en un sanatorio en Santander, España. Logró fugarse de su celadora en Lisboa y, por casualidad, se reencontró con Leduc en un thé dansant. Al encontrarlo de nuevo en la Embajada de México y bajo amenaza de deportación, Leduc, animado por su compañero Leopoldo Urrea, accedió a casarse con ella para que obtuviera un pasaporte y pudiera huir a América; y así fue. El matrimonio se concretó el 26 de mayo de 1941 y en julio de 1941 viajaron en un vapor a Nueva York.

López Velarde visto por Leduc

Durante su estancia en Nueva York, en noviembre de 1941, Leduc fue invitado a dar una conferencia en la Universidad de Columbia sobre Ramón López Velarde titulada "Poeta de sol y de sombra". En ella, afirmó que López Velarde era el poeta mexicano más fino de su siglo, cuya obra es un registro doloroso y dual de su conflicto personal entre la carne y el espíritu, reflejando el ambiente represivo de su tiempo:

"Como Góngora, que es sin duda su muy próximo ancestro poético, Ramón López Velarde es poeta de luz y de sombra o, para valernos de un símil de tauromaquia, es poeta de sol y de sombra. Como Góngora, tiene un aspecto claro y soleado. Como un circo taurino, tiene un tendido de sol al alcance de todas las fortunas, que es el que sus imitadores han invadido y han difundido a tal punto que, a estas horas, López Velarde es en México lo que seguramente jamás imaginó ni pretendió ser: un poeta popular."…

El regreso a la Patria

Leduc y Carrington regresaron a México en un tren a finales de 1942, y aunque vivieron meses juntos, eran como el agua y el aceite: a él le gustaba la bohemia, los toros, el alcohol, y ella era distinta...

Leonora se enamoró del país, no solo obtuvo la nacionalidad mexicana sino que entró en contacto con el círculo de surrealistas e intelectuales refugiados aquí: Remedios Varo y Benjamín Péret, Kati y José Horna, Wolfgang Paalen y Alice Rahon.

Pocos meses después, se divorció de Leduc y se casó con el fotógrafo rumano Emericz Chiki Weisz –padre de sus hijos Gabriel y Pablo–, quien zarpó de Marsella junto con Remedios Varo y otros surrealistas.

Obviamente el poema "Inútil divagación sobre el retorno" no se lo dedicó a ella, pues lo escribió en 1933, cuando aún no la conocía; pero el poema sí fue siempre para Carrington, dice Leduc:

Inútil divagación sobre el retorno

Más adoradas cuanto más nos hieren

van rodando las horas,

van rodando las horas porque quieren.

Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted,

su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

El oro del presente cambié por el de ayer

la espuma… el humo… el viento...

Angustia de las cosas que son para no ser.

Vivo de una sonrisa que usted no supo cuándo

me donó: Vivo de su presencia

que ya se va borrando.

Ahora tiendo los brazos al invisible azar;

ahora buscan mis ojos con áspera vehemencia

un prófugo contorno que nunca he de alcanzar.

Su perfume, su acento,

una lágrima suya que mitigó mi sed.

¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,

si usted, una vez más, volviera a ser usted!

Carrington apreció mucho a Renato, le hizo un retrato a lápiz y en 1957 ilustró XV Fabulillas de animales, niños y espantos, una edición de 300 ejemplares (hay una edición en francés).

Su regreso a México fue agridulce.

Aunque sus antiguos amigos de la Escuela de Leyes ocupaban altos puestos burocráticos, ninguno le ofreció trabajo formal. Como relató, las invitaciones eran muchas, hasta tres veces en el mismo día, a lo que él decía: “¡No sean cabrones....Siquiera pónganmelas en fila no me las acumulen!“ Y agregó: "Eso sí... me invitaban a comer, y agasajos de aquí y por allá". Aceptó brevemente un puesto como supervisor cinematográfico en Gobernación, al que renunció inmediatamente: ¡jamás sería censor!

Periodismo, vocación y legado

El periodismo se convirtió en el oficio principal que le permitió vivir decorosamente a su regreso de Europa. Conoció a Jorge Piñó Sandoval, entonces reportero estrella de Excélsior, quien lo animó a escribir. "El periodismo fue primero su fuente de vida, y después su pasión”, se añade. Su filosofía era: “El periodista político es el historiador de lo inmediato”, una frase de Gabriel Peri, periodista de L'Humanité, que sugiere que el trabajo del periodista político es registrar y analizar los hechos del presente que, con el tiempo, se convertirán en la historia.

Leduc colaboró en casi todos los medios de la época con muy variadas columnas, destacando: Tics (Excélsior, 1943-1945), En cinco minutos (Esto, 1946-1960), Banqueta (Últimas Noticias y Excélsior, 1955-1984) y Semana inglesa(Siempre!, 1951-1985). Además, escribió en todos los periódicos que le pagaran, pero colaboró gratis para Oposición, órgano de difusión del PCM, donde escribía sus Renatogramas, críticas en verso que Leduc solía asestarle a todos los personajes autoritarios de la época.

En 1964, aceptó ser candidato testimonial al Senado de la República en fórmula con David Alfaro Siqueiros. Su trabajo siempre se caracterizó por la defensa de los pobres y desposeídos, a quienes "siempre les dio voz", según afirma su hija Patricia. Además, fue un apasionado de la tauromaquia y amigo de toreros como Luis Castro "El Soldado", Silverio Pérez, Joaquín Rodríguez “Cagancho” y Dominguín.

El hombre, la bohemia y el gran conversador

Leduc, como dice su hija Patricia, "no era borracho ni cínico como algunos le han llamado; aunque sí era malhablado, pero no vulgar". Le quedaba su estilo de hablar con groserías, eso me dicen los que lo conocieron.

Con motivo de su nombramiento como "Mejor Periodista Político de 1976" a sus 80 años, Leduc fue retratado por su amigo Monsiváis en un texto de la revista Proceso como una "institución periodística" que se mantenía lúcida, prolífica y al margen de cualquier devaluación. Carlos destaca que lo mítico de Leduc residía en su relato ininterrumpido, donde cada anécdota se entrelazaba con personajes e historias nuevas, convirtiéndolo en un Scheherazade y Harún Al-Raschid a la vez, como se describe en el cuento de Las 1001 noches.

Su verdadera vocación, dice, no era el discurso formal —que rechazaba, declarando: "No me gusta hablar en público"— sino la conversación, que para él era un método para mantener vivas las leyendas y a sus personajes en la memoria colectiva.

Monsiváis resalta que Leduc configuró la imagen del "bohemio" inteligente e irónico, diferenciándose de la versión autodestructiva. A través de su periodismo, Leduc trazó una "prolongada y magnífica crónica del mundo marginal" de México, recorriendo cantinas, burdeles y ambientes populares, y describiendo con una admirable distancia irónica a toreros, prostitutas, líderes electricistas y personajes excéntricos. Lo más notable de su ética es la ausencia de juicios moralistas o superioridad al abordar a sus temas y compañías.

Decía Renato que para ser periodista era necesario poseer las siguientes condiciones: no ser pendejo, darse cuenta de las cosas; analizar los sucesos para saber no solo de dónde provienen, sino sopesar la importancia que tienen; escribir la noticia y el comentario en forma objetiva y sincera, y llamar a las cosas por su nombre. Y lo hizo en varios medios...

Su trayectoria fue reconocida con el Premio Francisco Martínez de la Vega (1976) y el Premio Nacional de Periodismo(1977). Presidió la Asociación de Periodistas Democráticos e influyó en la formación de jóvenes periodistas de izquierda, entre otros Humberto Musacchio, Jorge Meléndez y Miguel Ángel Granados Chapa.

Amigos, amores y despedida

Fue amigo de mucha gente, entre ellas María Félix, a quien desairó con la célebre respuesta cuando ella le propuso matrimonio: “No María, yo no seré tu padrote”. También ayudó a la hermosa Raquel Díaz de León a dedicarse al periodismo y a dejar el trabajo que tuvo en la Casa de la Bandida de Graciela Olmos. Raquel, quien conoció al músico Agustín Lara y se hizo su amante exclusiva, incluso le puso casa y la hizo su musa. Lara le compuso, entre otras:

"Si tienes un hondo penar, piensa en mí / Si tienes ganas de llorar, piensa en mí / Ya ves que venero tu imagen divina / Tu párvula boca que siendo tan niña / Me enseño a pecar…”

El quid es que Lara la cambió por María Félix, con quien no había cómo competir. Pero Raquel se vengó haciéndose amante del compositor argentino Enrique Santos Discépolo (1901-1951), a quien Lara veía como un hermano por ser también "feo, flaco y genial”.

Discépolo, autor del tango Cambalache, enamoró a Raquel y tuvieron un hijo. Raquel vivió eternamente agradecida con Leduc por haberla metido al periodismo, y quiso rescatar su oficina de la calle Antonio Caso para hacerle un museo al "señor del tiempo". (La busqué para entregarle este libro, pero no la encontré; después la vi en una entrevista de TV); murió en agosto de 2015. Lamenté su deceso; en 1999, y con colaboración de su hijo, lanzó el libro UNO: Biografía íntima de Enrique Santos Discépolo, y en 2010 publicó su libro autobiográfico Agustín Lara, Enrique Santos Discépolo... y yo, los recomiendo ampliamente).

Matrimonios y legado personal

Leduc contrajo matrimonio formal tres veces: con Altagracia Gómez (años veinte), madre de sus tres hijos mayores: Renato, Alicia y Héctor; con Leonora Carrington (1941-2011), matrimonio de conveniencia, aunque antes de morir, la pintora surrealista dijo, quizás en broma, en una entrevista que el gran amor de su vida había sido Renato. En otra parte, confiesa: “No tuve ningún amor más que él.” Hay una carta escrita en 1941 donde la pintora confiesa el amor que le tenía a Leduc, y su último matrimonio fue con Amalia Romero (1948), su "Mona", madre de su hija Patricia.

Su hija, Patricia Leduc, desmiente la leyenda de borracho, aunque no de "bohemio", y afirma que el Leduc real era un hombre con vasta cultura (asimilada de la cultura clásica), más bien solitario, honesto y congruente, que no alardeaba de su intelecto y que nunca perteneció a un grupo político o intelectual. Leduc mismo renegaba del título de "último bohemio" otorgado por Monsiváis, argumentando que él siempre trabajó, y que los bohemios de entonces eran huevones.

El rescate de Oralba Castillo y Las Fabulillas...

Debo precisar algo: el libro se hizo con amor y en la construcción colectiva pude conocer a mucha gente. Una de esas personas es Oralba Castillo Nájera, la última amiga que tuvo Renato. Oralba conoció a Renato cuando ella tenía treinta años. La Editorial Domés -de Eugenio Méndez Docurro-, le encomendó la tarea de escribir un libro sobre este personaje que, según el excepcional periodista José Alvarado, “todos los días inventa una leyenda para dejarla morir al anochecer”.

El resultado fue Renato Leduc y sus amigos (Ed. Domés, 1987). La obra fue construida a partir de conversaciones con quince de sus amistades más cercanas, entre las que se encontraban figuras como Aurora Reyes, Juan de la Cabada, Alejandro Gómez Arias, Andrés Henestrosa, Sonia Amelio, Andrés Iduarte y Juan Bustillo Oro. En el prólogo, Oralba Castillo describe a Leduc como un ser obstinadamente indócil:

“Burla al amor eterno, al matrimonio, a todo lo sagrado, rebeldía que fuera trinchera de los intelectuales ante el fascismo, el nihilismo de la guerra que sacudió a Europa."..

Curiosamente en el libro de Oralba no incluyeron ni a María Félix ni a Carrington, quizá Renato lo evitó.

El día que Renato Leduc murió, el 2 de agosto de 1986, Oralba comenta que corrió a la funeraria. Inicialmente, encontró el ataúd en el centro de una sala solitaria, la cual se llenaría más tarde de quienes acudieron a despedirlo. En esa soledad inicial, ella se entregó a una ceremonia íntima: conversar con su amigo mayor, agradeciéndole el tiempo intenso que compartieron. Ella trató de imaginar a Oralba en ese momento, sintiendo una profunda tristeza, pero al mismo tiempo la revelación del regalo recibido: “Renato me compartió la luz de muchos conocimientos”.

En 2018, el periodista José Luis Martínez, con el apoyo de Patricia, reeditó la obra de Las Fabulillas... (Ed. Vaso Roto), recuperando el diálogo entre los poemas de Renato y las viñetas de Carrington. Incluye un prólogo que cuenta su historia y reproduce las cartas, una de ellas inédita, de la pintora surrealista al poeta mexicano: "...Sólo voy a destender la cama, engullidora de fornicadores, cuando regreses. No me atrevo a acostarme sola en tal artilugio, tendría miedo de caer en el abismo que hay en medio. Te amo atrozmente, este lugar es horrible sin ti, y aquí me la paso toda la mañana. Detesto Nueva York (…) Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo. Estoy torturada, estoy agonizando, estoy rabiosa, y exagero." Leonora Carrington.

Por cierto, la semana pasada charlé con Patricia. A su hija le dio mucho gusto saber que en Culiacán recordaremos a su padre a 130 años de su nacimiento... Acaba de publicar un libro iconográfico y me confiesa que en estos últimos años ha aprendido a conocer a su padre; muy pronto lo comentaremos. Quedamos de vernos en La Jalisciense este 16 de noviembre para recordar a su padre leyendo poemas.

La leyenda del último bohemio

Leduc, además de poeta, periodista, taurófilo y gran conversador, fue el gran bohemio de México —el último, a pesar suyo, dijo Carlos Monsiváis—. Aunque a Renato le incomodaba el mote —¡aunque estoy convencido que le gustaba!— de que le dijeran “el último bohemio”, él precisaba: "yo no soy bohemio sino de barril”.

El lugar simbólico de Leduc es la cantina, no por elogio al vicio, sino por ser el espacio para su arte mayor: la conversación, era un gran conversador…En Paris era el café...

Leduc no era borracho; en su juventud bebía como muchos; y al final de su vida bebía dos cervezas Bohemia —una al tiempo y una helada— y las combinaba para "templar la cerveza", ese hecho era un ritual de Leduc: "En el fondo, el ritual es un manifiesto poético que subraya la lealtad a los principios que Leduc defendió durante su larga vida: templar la palabra entre la bajeza y la dignidad, entre el reclamo social y el cinco por ciento de pureza lírica.", dice Quirarte.

Y a propósito de la bohemia - no de la marca-, en una entrevista con Oralba Castillo, comenta: “desde que tengo uso de razón, siempre ha habido en México un “último bohemio”. Por eso no es extraño que a mí me hayan achacado eso de ser el último bohemio. Sin embargo, como una de las características de todos aquellos a quienes les han adjudicado ese pinche titulito ha sido la de no trabajar, y (yo) por mi parte toda mi vida he trabajado en cosas muy pesadas y por regla general mal pagadas, de manera que bajo ningún concepto acepto ese calificativo de bohemio”. Eso decía. Pero también decía que no aceptaba que le hicieran un busto porque no quería que lo cagaran los pájaros y lo orinaran los perros. No obstante, recordemos que fue feliz al develarlo en el pueblo de Tlalpan.

El rescate de Edith Negrín

La doctora Edith Negrín (Renato Leduc, Obra literaria... FCE, 2000) y otros han rescatado poco a poco la obra literaria del tlalpense. En la obra del Fondo de Cultura Económica se incluyen todas las obras literarias que el escritor publicó en libro y también los poemas aparecidos en los años finales del escritor, o después de su muerte, así como algunos artículos. El prólogo de la edición está a cargo de Carlos Monsiváis.

Hay artículos, libros y tesis sobre Leduc, y mucha está por descubrir... Una reivindicación de la obra del tlalpense la hicieron los maestros Carlos Mata Lucio, Elva Sánchez Rolón y Lilia Solórzano Esqueda, profesores del Departamento de Letras Hispánicas de la Universidad de Guanajuato, en la presentación del libro colectivo en abril de 2014 en el patio de la sede Belem dentro del marco de la 56 Feria del Libro, Guanajuato... No existe hasta donde sé algún texto, solo el video que compartimos aquí:

El libro "Soy un Hombre de Pluma..."

En mayo de 2011, Pepe Alcaraz y yo, con el apoyo de un grupo de amigos decidimos rendirle un homenaje al bardo y periodista tlalpense, y lo que inicialmente surgió como una idea sencilla —reunirnos en una cantina para leer sus poemas—, se convirtió finalmente en el libro “Soy un Hombre de Pluma y me llamo Renato”.

Le solicitamos a Manuel Zavala Alonso (1956-2017) que revisara los textos y, si lo consideraba pertinente, que hiciera el favor de editar la obra. Manuel aceptó y la editó en Artes e Historia México, logrando una hermosa edición de 1,000 ejemplares. En 2014, el Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), dirigido entonces por Maria Luisa Miranda, reimprimió la obra, la cual se encuentra prácticamente agotada.

El libro, de menos de 200 páginas, compila 11 textos escritos por periodistas, escritores, poetas y amigos cercanos a Leduc, incluyendo a Oralba Castillo —su última amiga—, Raúl Casamadrid, Roberto López Moreno, Humberto Musacchio, Jorge Meléndez, Pepé Falconi, José Martré y Leopoldo González, entre otros. Adicionalmente, la obra incluye: dos entrevistas (una con Pancho Liguori, realizada en los años ochenta con la presencia de Oralba Castillo, y otra con su hija, Patricia Leduc); diez de las quince Fabulillas de animales, niños y espantos publicadas originalmente en 1957 por editorial Estylo, con las ilustraciones originales de Leonora Carrington; y una selección de poemas y textos periodísticos de sus columnas “Banqueta” y “De brega y de paso”.

La obra está ilustrada con fotografías del archivo Tomás Montero. La portada presenta un retrato de Leduc pintado por Fernando Leal en 1930 (Óleo / tela 89.5 x 58.5 cm), propiedad de la colección Blastein de la UNAM. En el retrato se ve a Leduc a los 33 años en un café, con “un libro y una taza de café, elementos con una perspectiva que recuerda a las naturalezas muertas de Cézanne”.

La primera vez lo presentamos fue en La Jalisciense y después recorrió varios Estados...

P.D. El nombre del libro salió de aquí... Le decía Gustave Flaubert a su musa Louisse Colet: "Soy un hombre-pluma. Siento por ella, a causa de ella, con relación a ella y mucho más con ella”. ...

Leduc escribió parafraseando:

“Entonces llegó ella, exactamente ella luciendo un estruendoso vestido carmesí. Lujo asiático —dije— pero está usted muy bella... y ella, naturalmente, me contestó que sí.

Si usted me permitiera, yo le daría mi nombre; soy un hombre de pluma y me llamo Renato, lo de la pluma es subsidiario en el hombre mas tengo un porvenir color permanganato.

Ella me dijo entonces una frase inefable que por razones obvias no quiero recordar; permita usted, por tanto, que de esto no le hable.

Pero hay otras cuestiones acerca de las cuales sin desdoro ninguno podemos divagar: La Vida… el Comunismo… las partes genitales... Renato Leduc. (Breve glosa al Libro de Buen Amor, 1939). 

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