Misión de vida, destino de sombra
Lo que nació como un acto de humanidad pura terminó en el silencio de una bahía texana. No era un vuelo de rutina; era una carrera contra el reloj, un puente de esperanza tendido entre la Secretaría de Marina, y la Fundación Michou y Mau. El objetivo: salvar a Federico, un pequeño de apenas dos años que ya libraba su propia batalla contra las secuelas de un accidente doméstico.
Hoy, esa misión de rescate es un duelo nacional.
Desde el aeropuerto de Mérida, el Beechcraft Super King Air 350 de la Armada de México despegó con ocho historias a bordo. Cuatro marinos y cuatro civiles unidos por un mismo propósito: llevar a Federico hacia una oportunidad de vida en Galveston. Sin embargo, a solo unos kilómetros de tocar tierra en el Aeropuerto Scholes, el destino cambió la ruta.
La tragedia se gestó en el silencio absoluto. Diez minutos antes del impacto, la comunicación se desvaneció. El avión, que ya sobrevolaba las cercanías de Houston, se precipitó sobre el agua. El saldo muy lamentable: cinco vidas se apagaron en el cumplimiento del deber. Dos personas sobrevivieron y luchan en un hospital, mientras un tripulante sigue siendo buscado en las aguas de Texas bajo la consigna de no dejar a nadie atrás.
La presidenta Sheinbaum resumió el sentir de un país conmovido: "muy triste lo que pasó", expresó.
"Está desde el primer momento el Secretario de Marina trabajando con el apoyo de Relaciones Exteriores, se recibió apoyo también de Estados Unidos y pues, hasta que no salga la caja negra y no se analicen, no se puede saber cuál fue la causa del desplome", agregó.
Más allá de los peritajes, queda el vacío. La Marina no solo pierde elementos valiosos; México pierde a ciudadanos que, en el último acto de sus vidas, intentaron arrebatarle un niño a la muerte. Al final, el puente de esperanza se rompió y Federico no llegó a su destino.
Descansen en paz.
Imagen tomada de la web de El Financiero
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