17 may 2006

Terror en Brasil

¡La ciudad de Sao Paulo, Brasil se convirtió durante cuatro días en una ciudad de guerra! El saldo, hasta la tarde de ayer martes: 274 ataques contra bancos, centros comerciales, vehículos y comisarías.
Entre las víctimas mortales 22 policías militares, 9 policías civiles, 8 agentes de prisiones y 4 civiles tomados como rehenes. En teoría, los demás de la lista son delincuentes.
Fueron varios días donde con armas de alto poder la delincuencia organizada consiguió sembrar el pánico y convertir a esa ciudad de 22 millones de habitantes en un pueblo fantasma.

Ese ataque quedará en la historia como el más grave episodio de violencia que ha protagonizado en Brasil el crimen organizado.

Y además, la autoridad de São Paulo quedaron muy mal.

Para controlar la ola de violencia tuvo que negociar con la delincuencia organizada, concretamente con la organización criminal Primer Comando de la Capital (PCC) -quien tiene un ejercito de 130 mil asociados en las cárceles y alrededor de 10 mil delincuentes en la calle- que encabeza Marcos Willians Herbas Camacho, alias ‘Marcola’ recluido en una cárcel federal de seguridad, quien dió realmente la orden de protestar con violencia por la pérdida de algunos privilegios concedidos a los presos...
Y fue él quien acordó con representantes del Gobierno poner fin a los actos violentos. Además lo hizo con pompa y ceremonia, a través de un comunicado difundido a sus seguidores.
¡Bastaron una serie de llamadas telefónicas de lo que puso fin a cuatro días de terror! Y es que la llamada consiguió que de manera simultánea, los prisioneros de 87 cárceles liberaron a los rehenes que tenían en su poder y volvieron a sus celdas, un situación a la que no pudieron hacer frente los 130, 000 policías lo hicieron los líderes de la delincuencia organizada.

Un portavoz de la policía negó tajantemente cualquier negociación y recalcó que el fin de la revuelta se ha debido exclusivamente a la actuación policial.

¿Qué lograron a cambio?

Entre otras condiciones, se les garantizó que las fuerzas de choque de la policía no entrarían en las cárceles para acabar con los motines, que se relajará el régimen de visitas de los familiares a las cárceles y que se aplicará un "régimen de adaptación" (unas condiciones menos duras) a los 765 prisioneros que iban a ser trasladados a un penal situado a 620 kilómetros al oeste de la capital, hecho que dio comienzo a la revuelta.

La guerra de los delincuentes llenó de temor a los ciudadanos de Sao Paulo, pero la actitud de las autoridades llena de indignación a muchos brasileños. "La sociedad es rehén del crimen organizado –dice un editorial de O Estado de Sao Paul–, pues ha prevalecido una absurda complacencia con los criminales, que se traduce en indultos y otros beneficios."

Dice un editorial de El Tiempo ayer; ¿Cómo puede ocurrir que los gánsteres lleguen a exhibir tanto poder? A lo que responde: para entenderlo hay que hablar de una larga historia de expansión del crimen, debilidad de las autoridades y fortalecimiento de las bandas de delincuencia organizada. "En los paupérrimos suburbios brasileños, cunas de las favelas, el delito se ha convertido en una de las pocas fuentes de subsistencia. La droga, los atracos, los secuestros y los robos son un medio de vida para miles de jóvenes. Cuando la Policía consigue capturarlos y llevarlos a prisión, allí no los espera la rehabilitación, sino la confirmación de su oficio antisocial. Para no perder la vida, se matriculan en alguna de las organizaciones criminales, que en la cárcel los protegen y más tarde les darán empleo –ilícito, por supuesto– cuando salgan."

Concluye el editorial con el que coincido:"el pacto del lunes con el PCC permitió a las autoridades paulistas aplacar la tempestad. Pero este reconocimiento de que existe un Estado mafioso dentro de la sociedad puede, a la larga, fortalecer a la delincuencia organizada."

¡Un dato interesante para tomar en cuenta! Fue teléfono celular el arma clave del PCC.

La policía brasileña cree que los ataques producidos fueron dirigidos desde el interior de las cárceles mediante los teléfonos celulares. Incluso las autoridades policíacas se reunieron con los representantes de las principales operadoras telefónicas para exigirles que bloquearan las señales. Sin embargo, las empresas advirtieron del caos que podría generar un bloqueo de este tipo y recordaron que es obligación de las autoridades penitenciaras impedir el acceso de los teléfonos celulares a las prisiones.

México debe estar preparado para una acción de este tipo.

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