17 jul 2006

Verano de furia


Verano de furia/Niall Ferguson, profesor de Historia Laurence A. Tisch de Harvard y del Jesus College de Oxford. Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Publicado en LA VANGUARDIA, 17/07/06
Vamos hacia un verano de furia? Hace una generación, la juventud de la época se congregó en las calles de San Francisco con flores prendidas en el cabello para celebrar un verano hippy del amor. Pero en nuestros días la combinación de jóvenes y tiempo soleado ofrece algo muy distinto. El lema de los años sesenta fue “Haz el amor y no la guerra”.
El del 2006 parece remitir a la situación opuesta.
De Bombay a Mogadiscio, de Helmand a Haifa, la semana pasada ha presenciado una auténtica erupción de violencia. Doscientas personas perdieron la vida en los atentados en la red de trenes de cercanías de Bombay. En Somalia, los grupos islamistas han estrechado el cerco en torno a la capital. Los informes sobre la aplicación de la pena de azotes por infracciones leves de la charia parecen indicar que el Cuerno de África ha dado con su propia versión del movimiento talibán. Y los talibanes originales siguen amenazando a las tropas británicas desplegadas en la provincia afgana de Helmand.
La piedra de toque más determinante y reveladora de este verano de furia, sin embargo, radica sin discusión en Oriente Medio.
El 12 de julio, Hezbollah atacó a una patrulla fronteriza israelí y mató a varios soldados e hizo prisioneros a otros dos. Israel, en pleno esfuerzo por resolver la crisis del rehén secuestrado en Gaza, respondió bombardeando varios objetivos en Beirut. Hezbollah respondió a su vez lanzando varios cohetes de fabricación casera contra Israel. Entre tanto, Israel intensificó su presión militar sobre el recién elegido Gobierno de Hamas en Gaza, donde más de sesenta palestinos han muerto desde finales de junio.

Ante este panorama, puede asaltar fácilmente la tentación de concluir que los choques de este verano de furia consisten en choques entre musulmanes y no musulmanes. Pero aguarden un instante. Porque lo cierto es que la reiterada violencia en Irak contradice esta idea. Recientemente, una banda de pistoleros chiíes, posiblemente miembros de las milicias de Moqtada al Sadr (quien se halla al frente del Ejército de Al Mahdi), atacó el barrio yihadista suní de la capital y mató a unas cuarenta personas. No fue más que el último episodio de una serie de ataques sectarios de los chiíes contra los suníes y viceversa. Según fuentes de la Brookings Institution, la cifra de ataques sectarios registrados en mayo de este año fue de 250, frente a los veinte del mismo mes del año pasado y los diez de la misma época del 2004.

Ello significa, como he venido razonando desde hace algún tiempo, que la insurgencia hostil a las fuerzas de la coalción dirigida por Estados Unidos se está metamorfoseando en una guerra civil. Aún peor, como advirtió recientemente el ex vicesecretario de Estado estadounidense, Leslie Gelb, “el cáncer de la violencia sectaria puede sufrir finalmente un proceso de metástasis que evolucione hacia un conflicto regional”.

Los actuales acontecimientos en Líbano muestran lo plausible de tal evolución. Porque el hecho es que Israel ya no se limita a combatir contra una intifada en los territorios ocupados, sino que prácticamente ha declarado una guerra contra un país vecino soberano. Y Líbano es sólo uno de los blancos potenciales en la región. Tanto Hezbollah como Hamas cuentan con el apoyo de Irán y el líder exilado de Hamas se ha instalado en Siria. La última semana, el presidente iraní prometió a su homólogo sirio una “vehemente respuesta” en caso de un ataque israelí contra Siria.
Nadie debería dar por sentado que esta doble crisis vaya a desvanecerse sin mayores consecuencias. Recuerdo que en enero ya me referí a la posibilidad de una “gran guerra del 2007″ que podía estallar merced a la mecha de esta confluencia fatal de acontecimientos en Oriente Medio. El mejor comentario que me envió entonces un lector adoptó forma de pregunta: “¿Y quién le dice que no va a suceder este año?”.
Oriente Medio es equivalente para nuestra generación a lo que representó para la época victoriana la decadencia del imperio otomano: una madeja de distintos factores y problemas muy difícil de desentrañar que, por supuesto, resiste cualquier simplificación. Para empezar, ya es bastante difícil discernir entre los errores y aciertos que constan en el conflicto palestino-israelí. Sólo tratar de calcular el cúmulo de países árabes ya da dolor de cabeza y basta que alguien mencione las divisiones sectarias en Iraq o la política iraní para alargar la mano maquinalmente en busca del vaso de whisky.
Dos factores, sin embargo, cuentan: juventud y tiempo caluroso. La juventud y el calor son ingredientes presentes en los conflictos que acaban de estallar, igual que en el verano del amor hace treinta años. Diferencias clave son, primero, que la proporción de jóvenes es altísima en el Oriente Medio actual, más aún que en el apogeo de la generación nacida tras las Segunda Guerra Mundial; segundo, que la temperatura es mucho más elevada por ejemplo en Hebrón que en el barrio hippy por excelencia de Haight-Ashbury, en San Francisco, y, tercero, que la juventud de Oriente Medio sufre en mayor medida la pobreza y el paro que sus homólogos de los movidos - y prósperos- años sesenta.
No es casualidad que los lugares más peligrosos del mundo coincidan con los de población más joven. Según la organización independiente dedicada a investigación en temas de salud pública y demografía Population Action International, los países de población joven (15-29 años) que representaba un 40% o más de la población adulta en 1995 presentaban un tercio de posibilidades de sufrir un conflicto civil en los noventa. Países cuyos jóvenes eran un 30% o menos de la población adulta corrían un riesgo menor (sólo un 11%). En el Reino Unido los jóvenes son sólo un 23%, En EE UU., un 26%. Pero en Irán son un 49%, como en los territorios palestinos ocupados. En Irak son un 48% y en Jordania un 46%; en Siria y Somalia, más del 50%. La agresividad innata de la juventud puede dar rienda suelta mucho más fácilmente a sus impulsos en un marco de calor abrasador, pobreza y paro: precisamente los aprietos y penurias de la juventud de Oriente Medio. Siria - lugar mucho más cálido que San Francisco- sufre un paro juvenil del 26%.

Olviden por un instante los tecnicicismos de la política de Oriente Medio. Las sencillas cifras reseñadas ya les dan una idea ilustrativa de la diferencia entre los hippis y Hezbollah, entre las movidas de los sesenta y los atentados suicidas. Sobre todo, explican la diferencia entre el verano del amor californiano y el verano de furia de Oriente Medio.

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