Tomado de El PAÍS, 01/09/2006
He aquí que llegó el momento en que Fidel Castro dobló la rodilla y el tiempo, siempre puntual, tocó a su puerta. Ahora ¿qué?, se preguntan, especulan, académicos, disidentes, políticos, analistas, los medios de comunicación. ¿Habrá o no una transición pacífica? Pero qué transición, qué modelo, qué camino tomar.
Lo que sabemos a ciencia cierta es que el sistema como está no puede dar de sí mucho más. Compaginar inversiones sociales, modernización del ejército, mantenimiento de las redes de seguridad tanto civiles como militares, sin un sistema fiscal de impuestos es y ha sido el modelo puesto en práctica. Ésa, entre otras, ha sido la causa de la depauperación de las infraestructuras tales como transporte, vivienda y energía, sin mantenimiento posible y sin accesos ni posibilidades de entrar de lleno en una economía de mercado, anatema del sistema.
Hace sólo unos meses Fidel Castro movilizó a miles de agentes sociales jóvenes para cazar a los corruptos que robaban los bienes públicos. Pensé en China y la Revolución Cultural. Pero esto una vez más reveló la ceguera de quien no puede ver más allá de sí mismo, de quien no puede escuchar sino escucharse en el solipsismo que siempre le ha caracterizado. Los “corruptos”, como se les llamó, son la población entera de la isla que busca cómo subsistir, cómo resolver cada día. La política de la escasez, tanto como la del miedo, son cruciales para mantener a la población sumisa.
¿Entonces, qué? Hablamos de una isla. Una isla con pocos recursos, excepto el sector agropecuario si fuera bien gestionado, el turismo por sus playas y cayos, algo de níquel y cobre, y para de contar. Sí, queda algo que siempre se olvida, sus recursos humanos.
En este último caso, habría que reconducir a toda una población a retomar las riendas de su propio destino, desde la capacidad de asumir su propia individualidad por encima de lo que por tantos años se ha enmascarado bajo el bien colectivo al más bajo denominador. Es posible que la población, precisamente porque ha tenido que crear una economía sumergida, esté ya preparada para asumir los retos que en una democracia exigirá el sacrificio de tener que pagar alquiler, y contribuir a una seguridad social para sostener un sistema de salud y de educación competentes y libres. Digo libres porque el cuidado médico que reciben los extranjeros que visitan la isla para sus tratamientos quirúrgicos no es el mismo que recibe la población en general. Digo libres porque la educación está severamente matizada por el adoctrinamiento político.
No se ha cuantificado de manera fiable cuánto ha representado en términos económicos para la isla el embargo norteamericano o la Ley Helms Burton. Según afirma el Gobierno cubano en las Naciones Unidas, este embargo ha representado pérdidas por más de 79.000 millones de dólares. Tenemos datos de que esta ley, especialmente en lo referente a las sanciones que se aplicarían a los que comercian con la isla, no ha sido aplicada a rajatabla porque hay intereses comerciales extranjeros que siguen operando en Cuba sin ningún tipo de problemas excepto la burocracia estatal. Véanse, por ejemplo, la preocupación de inversores españoles durante la guerra del canapé, la competencia entre abastecedores norteamericanos y europeos que se amparan en la cláusula de ayuda humanitaria de la citada ley. Y, por último, los acuerdos bilaterales comerciales recientes con China, Brasil, Venezuela, Argentina, entre otros. (Se estima que en 2005 las exportaciones de níquel ascendieron a 800 millones de dólares; de azúcar, a 500 millones; de tabaco, a 200 millones, y se estima que el turismo contribuye con aproximadamente 2.000 millones anuales.)
Finalmente, también fluyen hacia la isla las remesas que envían los cubanos desde el exterior y que representan una cantidad importante para el país; según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) rondan los 900 millones de dólares netos. No creo que estén incluidos en esta cifra los salarios de los trabajadores cubanos enviados por el Gobierno a apoyar a otros países en los sectores salud, educación y deporte.
La experiencia de Naciones Unidas en países que se han enfrentado a una transición, como por ejemplo, Namibia, países de Centroamérica o África del Sur, plantea elecciones libres y justas; establecimiento de una Asamblea Constituyente o de un Comité de Sabios para recoger los puntos de vista de todos los grupos y proceder a elaborar una nueva Constitución; creación de una Comisión para la Reconciliación y la Verdad, que se encargaría de escuchar todas las demandas contra los órganos represivos y sus agentes; desmantelamiento de los aparatos de seguridad y su reconducción a la democracia, con un fuerte componente de educación en los derechos humanos; liberación de todos los presos políticos; abolición de la pena de muerte, y aplicación de todos los Convenios Internacionales que haya firmado el país, entre los cuales figuran el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, los Convenios contra la tortura, contra la discriminación racial y la eliminación de la discriminación contra la mujer, entre muchos otros.
Si hablamos de la experiencia de las Naciones Unidas, hablamos de cambios de poder y de la filosofía del mismo en un clima pacífico, que conllevaría negociaciones a múltiples niveles. Por lo cual tenemos que pensar en una transición de al menos uno a dos años, pues cada paso tiene que ser medido conforme a los parámetros de la pluralidad y del consenso entre todos los representantes de la sociedad civil, dentro y fuera de Cuba, así como del presente Gobierno, que será el que acepte el principio de una transición. A no ser, claro, que hubiera una sublevación popular.
La experiencia de los países que salieron de la esfera soviética será muy importante para evitar en lo posible aquellos errores que pudieron cometer las nuevas democracias. Pero, sobre todo, no debemos olvidar que Cuba es una isla, anclada en el Caribe; que es parte de la comunidad regional de otras islas y Estados colindantes que también tendrán una experiencia solvente que ofrecer; que se integrará finalmente a la Organización de Estados Americanos, y a las Organizaciones del sistema Bretton Woods, de las cuales ha estado alejada; que deberá asumir el reto de su reconstrucción con humildad, utilizando a sus propios profesionales apoyados por el acceso a la información exterior hasta ahora negado. Ha aprendido mucho el cubano a ser autosuficiente, a encontrar donde no hay, y esta cualidad ayudará sin duda al proceso que se avecina, que no será un lecho de rosas.
Si, como a veces he sospechado, se inclinara la balanza nuevamente hacia la represión, la única vía factible y visto el reciente reforzamiento del Partido Comunista, Cuba gravitaría hacia un modelo chino, salvando las distancias, más aperturista hacia el capitalismo e integrado en la Organización Mundial del Comercio.
La paciencia es, sin duda alguna, la herramienta vital en estas circunstancias, pues sólo ella nos indicará cuándo, parafraseando a la escritora cubana Julieta Campos, se despejarán las nieblas y, yo añadiría, las tinieblas.
*Isel Rivero y Méndez, es escritora y fue directora del Centro de Información de las Naciones Unidas en España.
Tomado de El PAÍS, 01/09/2006
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