Esta bitácora tiene casí todo el seguimiento al caso. Las cartas publicadas y sin publicar de Hirales, Anzaldo, y Cilia pueden leerse en este espacio. El debate seguirá, sin duda.
Columna Cartas marcadas/ Héctor Aguilar Camín.
Publicado en Milenio, 26/10/2007;
Con motivo de la publicación en la revista Nexos de la primera parte de una crónica mía llamada Regreso a Acteal (I. La fractura, Nexos, octubre 2007), se han sucedido en La Jornada diversas críticas y descalificaciones. Entre ellas a dos ex guerrilleros, Manuel Anzaldo y Gustavo Hirales, cuyos textos sobre la violencia en Chenalhó y la masacre de Acteal cito en mi texto.
Hirales ha enviado tres cartas a la redacción de La Jornada. Le hicieron corregir las dos primeras, antes de publicárselas, con sendas réplicas insultantes al pie de página. La tercera no la han publicado. Anzaldo mandó una carta que no han publicado. Mandaron otras cartas respondiendo imputaciones del diario los también ex guerrilleros Benjamín Palacios y David Cilia. Tampoco se han publicado.
Habrá que recordar que el derecho de réplica no es de la casa, sino del lector, y que está amparado legalmente.
Aparte de las descalificaciones a Hirales y Anzaldo, La Jornada ha publicado distintos textos descalificadores del mío y una nota en primera plana citando palabras sin fuente señalándome como no sé qué.
El día de ayer envié a la directora de ese diario, Carmen Lira, la siguiente carta:
“Colaboradores de La Jornada han descalificado la primera de tres partes de la crónica del Regreso Acteal I. La Fractura, que publiqué en la revista Nexos el mes de octubre. Si hubieran esperado a las dos partes que faltan, hubieran podido juzgar completo lo que escribí, en lugar de hacerse una opinión completa con la tercera parte que han leído.
“Pero ya que han empezado a corregirme les pido que lo hagan de verdad y que me muestren los errores y omisiones que encuentren en mi crónica. Me ayudarán a mejorarla.
“Respecto de lo que sucedió en Acteal no tengo una versión en la que creer, que defender o a la cual asirme. Quiero sólo saber la verdad de Acteal.
“Veo, como tantos, que hay culpables libres e inocentes presos, y que nos faltan saber cosas fundamentales sobre Acteal, cosas invisibilizadas por un proceso judicial que no ha hecho justicia a las víctimas ni ha castigado a los culpables de la matanza.
“Sus colaboradores ponen el énfasis en los culpables impunes. Tienen razón. Yo quiero ponerlo también en los inocentes presos.
“Respecto de la nota de primera plana publicada en ese diario citando a “Las Abejas” como fuente de unas declaraciones sobre mi texto, me gustaría saber el nombre del declarante, porque faltó en la nota, lo cual es faltar a la más elemental de las reglas del periodismo”.
Hay que decir que este viernes 26 de octubre la carta fue publicada completa en El Correo Ilustrado, con la siguiente:
Hirales ha enviado tres cartas a la redacción de La Jornada. Le hicieron corregir las dos primeras, antes de publicárselas, con sendas réplicas insultantes al pie de página. La tercera no la han publicado. Anzaldo mandó una carta que no han publicado. Mandaron otras cartas respondiendo imputaciones del diario los también ex guerrilleros Benjamín Palacios y David Cilia. Tampoco se han publicado.
Habrá que recordar que el derecho de réplica no es de la casa, sino del lector, y que está amparado legalmente.
Aparte de las descalificaciones a Hirales y Anzaldo, La Jornada ha publicado distintos textos descalificadores del mío y una nota en primera plana citando palabras sin fuente señalándome como no sé qué.
El día de ayer envié a la directora de ese diario, Carmen Lira, la siguiente carta:
“Colaboradores de La Jornada han descalificado la primera de tres partes de la crónica del Regreso Acteal I. La Fractura, que publiqué en la revista Nexos el mes de octubre. Si hubieran esperado a las dos partes que faltan, hubieran podido juzgar completo lo que escribí, en lugar de hacerse una opinión completa con la tercera parte que han leído.
“Pero ya que han empezado a corregirme les pido que lo hagan de verdad y que me muestren los errores y omisiones que encuentren en mi crónica. Me ayudarán a mejorarla.
“Respecto de lo que sucedió en Acteal no tengo una versión en la que creer, que defender o a la cual asirme. Quiero sólo saber la verdad de Acteal.
“Veo, como tantos, que hay culpables libres e inocentes presos, y que nos faltan saber cosas fundamentales sobre Acteal, cosas invisibilizadas por un proceso judicial que no ha hecho justicia a las víctimas ni ha castigado a los culpables de la matanza.
“Sus colaboradores ponen el énfasis en los culpables impunes. Tienen razón. Yo quiero ponerlo también en los inocentes presos.
“Respecto de la nota de primera plana publicada en ese diario citando a “Las Abejas” como fuente de unas declaraciones sobre mi texto, me gustaría saber el nombre del declarante, porque faltó en la nota, lo cual es faltar a la más elemental de las reglas del periodismo”.
Hay que decir que este viernes 26 de octubre la carta fue publicada completa en El Correo Ilustrado, con la siguiente:
Respuesta
La matanza de Acteal es uno de los hechos más ominosos en la historia reciente de México. Una herida en la conciencia nacional que sólo cicatrizará si se hace realmente justicia.
Las víctimas pertenecían a la organización indígena Las Abejas. Los 45 asesinados y ultrajados, en su mayoría mujeres y niños, oraban por la paz cuando un grupo paramilitar acabó con su vida.
Las Abejas, asociación en la que participan los familiares de los asesinados, juzga que la crónica de Héctor Aguilar Camín trata de desviar la verdad sobre Acteal y hacer creer que el Estado no tuvo nada que ver en esa masacre. Divulgó su posición mediante un comunicado colectivo, similar al que elabora cada mes, y que es leído en las ceremonias que honran la memoria de sus caídos. Nuestro corresponsal lo reportó en su nota. Así lo señaló este diario, como parte de la mejor tradición del periodismo que practica, y que consiste en dar la voz a quienes no la tienen. El declarante es la organización Las Abejas.
Ciertamente, como lo señala el escritor, algunos de los culpables del multihomicidio siguen libres. Son, sobre todo, los responsables intelectuales y algunos operadores directos del crimen. En su momento, varios libros e informes oficiales (de los que se hace eco Aguilar Camín) trataron de exonerarlos. La justicia ha dictaminado que todos los convictos son culpables. Los testimonios recabados por los organismos de derechos humanos corroboran que, en distintos grados y formas, eso es cierto. No hay, como señala el escritor, detenidos inocentes.
Un escrito está sujeto al escrutinio público desde el momento mismo en que se hace público. No importa que se anuncie que el texto forma parte de una serie. Las tergiversaciones sobre la realidad presentes en una entrega pueden y deben ser señaladas en el momento mismo de su aparición. ¿Por qué “Regreso a Acteal I. La Fractura” habría de ser la excepción?
Diversos colaboradores de este diario, conocedores de la problemática de la región desde hace años, han señalado numerosos errores, omisiones y falta de rigor en la crónica de Aguilar Camín. Tal y como él lo solicita, con toda seguridad lo seguirán haciendo. La memoria de Acteal es un asunto demasiado serio como para permitir que se desnaturalicen los hechos y se quiera tapar la responsabilidad –material e intelectual– de quienes perpetraron la masacre.
La Jornada
La opnión de
La matanza de Acteal es uno de los hechos más ominosos en la historia reciente de México. Una herida en la conciencia nacional que sólo cicatrizará si se hace realmente justicia.
Las víctimas pertenecían a la organización indígena Las Abejas. Los 45 asesinados y ultrajados, en su mayoría mujeres y niños, oraban por la paz cuando un grupo paramilitar acabó con su vida.
Las Abejas, asociación en la que participan los familiares de los asesinados, juzga que la crónica de Héctor Aguilar Camín trata de desviar la verdad sobre Acteal y hacer creer que el Estado no tuvo nada que ver en esa masacre. Divulgó su posición mediante un comunicado colectivo, similar al que elabora cada mes, y que es leído en las ceremonias que honran la memoria de sus caídos. Nuestro corresponsal lo reportó en su nota. Así lo señaló este diario, como parte de la mejor tradición del periodismo que practica, y que consiste en dar la voz a quienes no la tienen. El declarante es la organización Las Abejas.
Ciertamente, como lo señala el escritor, algunos de los culpables del multihomicidio siguen libres. Son, sobre todo, los responsables intelectuales y algunos operadores directos del crimen. En su momento, varios libros e informes oficiales (de los que se hace eco Aguilar Camín) trataron de exonerarlos. La justicia ha dictaminado que todos los convictos son culpables. Los testimonios recabados por los organismos de derechos humanos corroboran que, en distintos grados y formas, eso es cierto. No hay, como señala el escritor, detenidos inocentes.
Un escrito está sujeto al escrutinio público desde el momento mismo en que se hace público. No importa que se anuncie que el texto forma parte de una serie. Las tergiversaciones sobre la realidad presentes en una entrega pueden y deben ser señaladas en el momento mismo de su aparición. ¿Por qué “Regreso a Acteal I. La Fractura” habría de ser la excepción?
Diversos colaboradores de este diario, conocedores de la problemática de la región desde hace años, han señalado numerosos errores, omisiones y falta de rigor en la crónica de Aguilar Camín. Tal y como él lo solicita, con toda seguridad lo seguirán haciendo. La memoria de Acteal es un asunto demasiado serio como para permitir que se desnaturalicen los hechos y se quiera tapar la responsabilidad –material e intelectual– de quienes perpetraron la masacre.
La Jornada
La opnión de
Pablo Romo Cedano*/Acteal, más que un banco de arena
Publicado en La Jornada, 26/10/2007;
A dos meses del décimo aniversario de la masacre de Acteal, se pretende reciclar una vez más la versión de que fue consecuencia de conflictos interreligiosos e intracomunitarios. Me refiero específicamente al artículo de Héctor Aguilar Camín en la revista Nexos del mes de octubre.
Hace 10 años los autores intelectuales de la masacre y sus cómplices intentaron explicar que las causas de los crímenes se debían a la lucha por un banco de arena y por cuestiones de diferencias religiosas entre católicos y protestantes. Esas versiones las circularon en ese tiempo los criminales que diseñaron la guerra de baja intensidad, los que formaron a los paramilitares, quienes brindaron impunidad a muchos homicidas e incrementaron la violencia del conflicto en todo el estado de Chiapas después de la masacre de Acteal.
Centenares de testimonios de personas del municipio de Chenaló, al que pertenece la pequeña comunidad de Acteal, recogidos antes y después de la masacre, no sólo por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, sino también por periodistas e investigadores honestos, revelaron en su momento, y lo siguen mostrando ahora, cómo un grupo de indígenas de localidades de este municipio fueron entrenados, armados y dirigidos por elementos de la policía de seguridad pública comandada por Jorge Enrique Hernández, secretario ejecutivo del Consejo Estatal de Seguridad Pública de Chiapas, asesorado por el general de brigada DEM retirado Jorge Gamboa Solís, coordinador general de la policía del estado.
Muchas veces fuimos testigos desde el Centro Fray Bartolomé de la protección que la policía y el ejército brindaban a esos grupos armados cuando cometían sus acciones criminales. Lo denunciamos públicamente y ante el Ministerio Público. No fuimos testigos solitarios de estas complicidades.
La magnífica y pertinente cámara de Carlos Martínez registró, por ejemplo, a un contingente de la policía cuando escoltaba a los paramilitares que regresaban a sus comunidades el 25 de diciembre de 1997, mientras caminábamos en procesión a dar sepultura a los 45 cuerpos de las niñas y niños, mujeres y hombres masacrados.
Meses antes, el mismo Carlos Martínez y su cámara, con una pequeña delegación nacional e internacional, con miembros de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), sorprendimos a elementos de la policía del estado entrenando a civiles en un campo cercano a la comunidad de San Pedro Nixtalucum, en los Altos de Chiapas. En otra ocasión, el obispo Raúl Vera fue atacado por un grupo paramilitar custodiado por elementos del ejército en las inmediaciones de Bachajón.
Los testimonios recabados por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, que documentaban la existencia de grupos paramilitares, su formación y entrenamiento en Chenaló y en la zona norte del estado de Chiapas, fueron entregados también a la Procuraduría General de la República en un acto público el 3 de enero de 1998.
Desgraciadamente muchos han sido los muertos, no sólo en Chenalhó, que se han registrado en el contexto de esas operaciones (medio) encubiertas. Operaciones coordinadas y estudiadas con precisión, aunque no siempre ejecutadas de esa manera. Operaciones aprendidas en escuelas de contrainsurgencia de Estados Unidos y con asesores militares de varios países más, entre ellos Argentina y Guatemala, o también aprendidas en los manuales que editaba la Secretaría de la Defensa Nacional en ese tiempo.
Problemas en Chiapas por bancos de arena, por disputas de tierra, por diferencias de religión, de partidos políticos o ideologías, han existido y siguen existiendo, y no por ello se cometen masacres como la de Acteal.
Explicar la masacre de Acteal por disputas de esa índole no sólo insulta la inteligencia, sino la memoria de los muertos asesinados mientras oraban por la paz.
El abordaje indígena de los conflictos y de las diferencias es ciertamente otro que el de los mestizos o europeos, pero raramente los lleva a la muerte. Y esto aun cuando se trate de temas tan importantes y delicados como los religiosos.
La masacre de Acteal aún está en la impunidad en cuanto a los autores intelectuales. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que se investigue y se les castigue?
* Ex director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, actualmente coordinador del Observatorio de la Conflictividad Social
A dos meses del décimo aniversario de la masacre de Acteal, se pretende reciclar una vez más la versión de que fue consecuencia de conflictos interreligiosos e intracomunitarios. Me refiero específicamente al artículo de Héctor Aguilar Camín en la revista Nexos del mes de octubre.
Hace 10 años los autores intelectuales de la masacre y sus cómplices intentaron explicar que las causas de los crímenes se debían a la lucha por un banco de arena y por cuestiones de diferencias religiosas entre católicos y protestantes. Esas versiones las circularon en ese tiempo los criminales que diseñaron la guerra de baja intensidad, los que formaron a los paramilitares, quienes brindaron impunidad a muchos homicidas e incrementaron la violencia del conflicto en todo el estado de Chiapas después de la masacre de Acteal.
Centenares de testimonios de personas del municipio de Chenaló, al que pertenece la pequeña comunidad de Acteal, recogidos antes y después de la masacre, no sólo por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, sino también por periodistas e investigadores honestos, revelaron en su momento, y lo siguen mostrando ahora, cómo un grupo de indígenas de localidades de este municipio fueron entrenados, armados y dirigidos por elementos de la policía de seguridad pública comandada por Jorge Enrique Hernández, secretario ejecutivo del Consejo Estatal de Seguridad Pública de Chiapas, asesorado por el general de brigada DEM retirado Jorge Gamboa Solís, coordinador general de la policía del estado.
Muchas veces fuimos testigos desde el Centro Fray Bartolomé de la protección que la policía y el ejército brindaban a esos grupos armados cuando cometían sus acciones criminales. Lo denunciamos públicamente y ante el Ministerio Público. No fuimos testigos solitarios de estas complicidades.
La magnífica y pertinente cámara de Carlos Martínez registró, por ejemplo, a un contingente de la policía cuando escoltaba a los paramilitares que regresaban a sus comunidades el 25 de diciembre de 1997, mientras caminábamos en procesión a dar sepultura a los 45 cuerpos de las niñas y niños, mujeres y hombres masacrados.
Meses antes, el mismo Carlos Martínez y su cámara, con una pequeña delegación nacional e internacional, con miembros de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), sorprendimos a elementos de la policía del estado entrenando a civiles en un campo cercano a la comunidad de San Pedro Nixtalucum, en los Altos de Chiapas. En otra ocasión, el obispo Raúl Vera fue atacado por un grupo paramilitar custodiado por elementos del ejército en las inmediaciones de Bachajón.
Los testimonios recabados por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, que documentaban la existencia de grupos paramilitares, su formación y entrenamiento en Chenaló y en la zona norte del estado de Chiapas, fueron entregados también a la Procuraduría General de la República en un acto público el 3 de enero de 1998.
Desgraciadamente muchos han sido los muertos, no sólo en Chenalhó, que se han registrado en el contexto de esas operaciones (medio) encubiertas. Operaciones coordinadas y estudiadas con precisión, aunque no siempre ejecutadas de esa manera. Operaciones aprendidas en escuelas de contrainsurgencia de Estados Unidos y con asesores militares de varios países más, entre ellos Argentina y Guatemala, o también aprendidas en los manuales que editaba la Secretaría de la Defensa Nacional en ese tiempo.
Problemas en Chiapas por bancos de arena, por disputas de tierra, por diferencias de religión, de partidos políticos o ideologías, han existido y siguen existiendo, y no por ello se cometen masacres como la de Acteal.
Explicar la masacre de Acteal por disputas de esa índole no sólo insulta la inteligencia, sino la memoria de los muertos asesinados mientras oraban por la paz.
El abordaje indígena de los conflictos y de las diferencias es ciertamente otro que el de los mestizos o europeos, pero raramente los lleva a la muerte. Y esto aun cuando se trate de temas tan importantes y delicados como los religiosos.
La masacre de Acteal aún está en la impunidad en cuanto a los autores intelectuales. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que se investigue y se les castigue?
* Ex director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, actualmente coordinador del Observatorio de la Conflictividad Social
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