Mísivas entre Héctor Aguilar y Rosalva Hernández, en El Correo Ilustrado de La Jornada;
Réplica de Aguilar Camín (domingo, 24/02/2008);
Con visible prudencia habla ahora la antropóloga Rosalva Hernández de “mutilaciones corporales” y no, como en el testimonio que recoge en su libro La otra palabra, de pechos cortados, palos introducidos en los genitales de las víctimas, bebés erradicados del vientre vivo de sus madres y jugados de machete en machete por sus captores (sic).
Ahora todo eso se ha convertido en “mutilaciones corporales”. Espero que este acto de prudencia verbal de la antropóloga sea un indicio de que matiza sus exageraciones ante la falta de pruebas de que eso que ella dice sucedió.
Conviene que nos diga ahora qué es exactamente lo que entiende por “mutilaciones corporales” y de qué testimonios específicos está hablando. Siendo tantos como sugiere, no tendrá problema en ofrecernos algunas muestras precisas.
La antropóloga Hernández no puede haber confirmado “en las autopsias y en las actas de fe ministerial” ninguna de las mutilaciones que incluye en La otra palabra. Ni en la fe ministerial ni en las autopsias aparecen las lesiones que dice el testimonio recogido por Hernández.
No le extrañaría, dice la antropóloga, que “muchos documentos hayan sido alterados o desaparecidos”. No me extrañaría que la antropóloga Hernández nunca haya tenido frente a sí ninguno de esos documentos.
Le envío copias de la fe ministerial y la necropsia de ley que yo he obtenido del expediente judicial (tomo 1 de la causa 224/97 y tomo XVIII de la causa 46/98) para que pueda cotejarlos y decirnos en dónde fueron alterados respecto de los que ella consultó.
En aras del rigor sería interesante que La Jornada publicara estos documentos íntegros o los subiera a su sitio electrónico para que los consulte quien quiera.
Héctor Aguilar Camín
Contrarréplica de Rosalva Hernández
En su deseo por seguir haciendo eco de la verdad oficial, el periodista Héctor Aguilar Camín hace de los cuerpos de las mujeres indígenas su campo de batalla en una guerra periodística fundamentada en el Libro blanco elaborado por la PGR.
No me interesa ser su contraparte en esta guerra, ni concurrir a ningún tipo de espacio para que él pueda seguir repitiendo sus “verdades”. Quienes estén interesados en los pormenores de las mutilaciones corporales cometidas por los paramilitares en los cuerpos de las mujeres de Acteal, pueden encontrar detalles sobre las mismas en los distintos expedientes judiciales, en los testimonios de los sobrevivientes y en los informes periciales en http//frayba.org.mx/informes.php. Estas vejaciones incluyeron el asesinato de cuatro mujeres con embarazos de entre 10 y 37 semanas, entre ellas María Gómez Ruiz, quien según la necropsia de ley realizada dentro de la averiguación previa AL7C/SJI/657/ 997 de la causa penal 361/99, consultada por las autoras de La otra palabra hace 10 años, presentaba “Exposición de víscera abdominal al medio ambiente a través de herida corto contundente penetrante en cavidad abdominal”; asimismo podrán consultar los testimonios ante el Ministerio Público presentados el 7 y 27 de enero de 1998 por varios de los sobrevivientes, entre ellos los de Victorio Gómez Pérez y Alonso Pérez Jiménez (causa penal 46/98), en donde se describe: “Cuando murieron las mujeres, un hombre les quitó su nagua, su ropa y lo echaron palo en su nalga a las mujeres. Había una mujer embarazada María Gómez Ruiz de Quextic y ya muerta lo cortó su estómago, tenía un cuchillo, lo abrió su panza y murió el niño ahí dentro de la panza de la mujer”.
Estas denuncias fueron reiteradas posteriormente por otros integrantes de Las Abejas que fueron testigos de la masacre y cuyos testimonios se pueden consultar en el documento Esta es nuestra palabra: testimonios de Acteal presentados en 1998 (Archivos CDHFBC).
Le adelanto al periodista sagaz que no todos los testimonios de este documento aparecen en la causa penal, porque algunos fueron presentados por menores aterrorizados por la pérdida de sus familiares y los sobrevivientes se negaron, comprensiblemente, a seguirlos agobiando con una presentación ante un Ministerio Público en el que no confiaban.
Por mi parte, y por respeto a los deudos, doy por cerrado este debate con el señor Aguilar Camín, convencida de que sus “verdades” no impedirán que finalmente se haga justicia y que los responsables al más alto nivel de la masacre algún día paguen por sus delitos.
R. Aída Hernández Castillo
Respuesta de Aguilar Camín a Hernández Castillo (25/02/2008);
Celebro que la antropóloga Hernández al fin haya citado algo preciso en defensa de su aberrante versión de que los agresores de Acteal “desvistieron a las mujeres muertas y les cortaron los pechos, a una le metieron un palo entre las piernas, y a las embarazadas les abrieron el vientre y les sacaron a sus hijitos, y juguetearon con ellos, los aventaron de machete a machete” (La otra palabra, CIESAS, 1998, p. 31).
Esto es lo que publicó en su libro, ni más ni menos. Para probarlo cita ahora que en la necropsia consultada por ella hace diez años se dice que una de las mujeres muertas presentaba “exposición de víscera abdominal al medio ambiente a través de herida corto contundente penetrante en cavidad abdominal”.
No sé por qué ella piensa que esa herida no pudo ser causada por un disparo. En todo caso, ¿dónde quedaron las otras mujeres cortadas de los pechos y abiertas del vientre, y los bebés aventados “de machete a machete”?
La antropóloga Hernández cita como origen de su necropsia la causa penal 361/99. Quiero decirle que esa causa no existe en el expediente judicial. Las causas penales que la PGR abrió sobre Acteal fueron nueve: la 223/97, la 201/97, la 224/97, la 46/98, la 5/98, la 97/99, la 176/99 y la 129/98.
La causa 361/98 que cita la antropóloga Hernández no forma parte de esos expedientes. Convendría que la antropóloga enviara a La Jornada sus documentos, como yo envié los míos, para poder cotejarlos. Mientras tanto, concluyo que no tiene elementos para probar lo que publicó y que por eso se retira ahora de la discusión.
Sobre el respeto a los deudos y a los muertos, no sé cómo puede aducir esto quien ha querido añadir al horror de la matanza de Acteal, vejaciones a los muertos tan siniestras, e imaginarias, como las que difundió la antropóloga Hernández en La otra palabra. Eso no es respeto, sino abuso de los muertos.
Por lo demás no soy yo quien quiso hacer “campo de batalla” de las mujeres embarazadas asesinadas en Acteal. Fue la antropóloga Hernández quien ayudó a fabricar ese “campo de batalla” con un testimonio que ahora no puede probar. Si la antropóloga no quiere seguir hablando de estas cosas debió empezar por no hablar a la ligera de ellas.
Héctor Aguilar Camín
Con visible prudencia habla ahora la antropóloga Rosalva Hernández de “mutilaciones corporales” y no, como en el testimonio que recoge en su libro La otra palabra, de pechos cortados, palos introducidos en los genitales de las víctimas, bebés erradicados del vientre vivo de sus madres y jugados de machete en machete por sus captores (sic).
Ahora todo eso se ha convertido en “mutilaciones corporales”. Espero que este acto de prudencia verbal de la antropóloga sea un indicio de que matiza sus exageraciones ante la falta de pruebas de que eso que ella dice sucedió.
Conviene que nos diga ahora qué es exactamente lo que entiende por “mutilaciones corporales” y de qué testimonios específicos está hablando. Siendo tantos como sugiere, no tendrá problema en ofrecernos algunas muestras precisas.
La antropóloga Hernández no puede haber confirmado “en las autopsias y en las actas de fe ministerial” ninguna de las mutilaciones que incluye en La otra palabra. Ni en la fe ministerial ni en las autopsias aparecen las lesiones que dice el testimonio recogido por Hernández.
No le extrañaría, dice la antropóloga, que “muchos documentos hayan sido alterados o desaparecidos”. No me extrañaría que la antropóloga Hernández nunca haya tenido frente a sí ninguno de esos documentos.
Le envío copias de la fe ministerial y la necropsia de ley que yo he obtenido del expediente judicial (tomo 1 de la causa 224/97 y tomo XVIII de la causa 46/98) para que pueda cotejarlos y decirnos en dónde fueron alterados respecto de los que ella consultó.
En aras del rigor sería interesante que La Jornada publicara estos documentos íntegros o los subiera a su sitio electrónico para que los consulte quien quiera.
Héctor Aguilar Camín
Contrarréplica de Rosalva Hernández
En su deseo por seguir haciendo eco de la verdad oficial, el periodista Héctor Aguilar Camín hace de los cuerpos de las mujeres indígenas su campo de batalla en una guerra periodística fundamentada en el Libro blanco elaborado por la PGR.
No me interesa ser su contraparte en esta guerra, ni concurrir a ningún tipo de espacio para que él pueda seguir repitiendo sus “verdades”. Quienes estén interesados en los pormenores de las mutilaciones corporales cometidas por los paramilitares en los cuerpos de las mujeres de Acteal, pueden encontrar detalles sobre las mismas en los distintos expedientes judiciales, en los testimonios de los sobrevivientes y en los informes periciales en http//frayba.org.mx/informes.php. Estas vejaciones incluyeron el asesinato de cuatro mujeres con embarazos de entre 10 y 37 semanas, entre ellas María Gómez Ruiz, quien según la necropsia de ley realizada dentro de la averiguación previa AL7C/SJI/657/ 997 de la causa penal 361/99, consultada por las autoras de La otra palabra hace 10 años, presentaba “Exposición de víscera abdominal al medio ambiente a través de herida corto contundente penetrante en cavidad abdominal”; asimismo podrán consultar los testimonios ante el Ministerio Público presentados el 7 y 27 de enero de 1998 por varios de los sobrevivientes, entre ellos los de Victorio Gómez Pérez y Alonso Pérez Jiménez (causa penal 46/98), en donde se describe: “Cuando murieron las mujeres, un hombre les quitó su nagua, su ropa y lo echaron palo en su nalga a las mujeres. Había una mujer embarazada María Gómez Ruiz de Quextic y ya muerta lo cortó su estómago, tenía un cuchillo, lo abrió su panza y murió el niño ahí dentro de la panza de la mujer”.
Estas denuncias fueron reiteradas posteriormente por otros integrantes de Las Abejas que fueron testigos de la masacre y cuyos testimonios se pueden consultar en el documento Esta es nuestra palabra: testimonios de Acteal presentados en 1998 (Archivos CDHFBC).
Le adelanto al periodista sagaz que no todos los testimonios de este documento aparecen en la causa penal, porque algunos fueron presentados por menores aterrorizados por la pérdida de sus familiares y los sobrevivientes se negaron, comprensiblemente, a seguirlos agobiando con una presentación ante un Ministerio Público en el que no confiaban.
Por mi parte, y por respeto a los deudos, doy por cerrado este debate con el señor Aguilar Camín, convencida de que sus “verdades” no impedirán que finalmente se haga justicia y que los responsables al más alto nivel de la masacre algún día paguen por sus delitos.
R. Aída Hernández Castillo
Respuesta de Aguilar Camín a Hernández Castillo (25/02/2008);
Celebro que la antropóloga Hernández al fin haya citado algo preciso en defensa de su aberrante versión de que los agresores de Acteal “desvistieron a las mujeres muertas y les cortaron los pechos, a una le metieron un palo entre las piernas, y a las embarazadas les abrieron el vientre y les sacaron a sus hijitos, y juguetearon con ellos, los aventaron de machete a machete” (La otra palabra, CIESAS, 1998, p. 31).
Esto es lo que publicó en su libro, ni más ni menos. Para probarlo cita ahora que en la necropsia consultada por ella hace diez años se dice que una de las mujeres muertas presentaba “exposición de víscera abdominal al medio ambiente a través de herida corto contundente penetrante en cavidad abdominal”.
No sé por qué ella piensa que esa herida no pudo ser causada por un disparo. En todo caso, ¿dónde quedaron las otras mujeres cortadas de los pechos y abiertas del vientre, y los bebés aventados “de machete a machete”?
La antropóloga Hernández cita como origen de su necropsia la causa penal 361/99. Quiero decirle que esa causa no existe en el expediente judicial. Las causas penales que la PGR abrió sobre Acteal fueron nueve: la 223/97, la 201/97, la 224/97, la 46/98, la 5/98, la 97/99, la 176/99 y la 129/98.
La causa 361/98 que cita la antropóloga Hernández no forma parte de esos expedientes. Convendría que la antropóloga enviara a La Jornada sus documentos, como yo envié los míos, para poder cotejarlos. Mientras tanto, concluyo que no tiene elementos para probar lo que publicó y que por eso se retira ahora de la discusión.
Sobre el respeto a los deudos y a los muertos, no sé cómo puede aducir esto quien ha querido añadir al horror de la matanza de Acteal, vejaciones a los muertos tan siniestras, e imaginarias, como las que difundió la antropóloga Hernández en La otra palabra. Eso no es respeto, sino abuso de los muertos.
Por lo demás no soy yo quien quiso hacer “campo de batalla” de las mujeres embarazadas asesinadas en Acteal. Fue la antropóloga Hernández quien ayudó a fabricar ese “campo de batalla” con un testimonio que ahora no puede probar. Si la antropóloga no quiere seguir hablando de estas cosas debió empezar por no hablar a la ligera de ellas.
Héctor Aguilar Camín
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