25 feb 2008

Auden

Auden, el escurridizo
El poeta británico, de cuyo nacimiento se acaban de cumplir 100 años, esquivó las sospechas sobre su presunta colaboración con el KGB
LOURDES GÓMEZ - EL País, Londres - 03/03/2007;
Quién mejor que un poeta para mentir en un interrogatorio policial. La habilidad que el inglés W. H. Auden tenía con las palabras no existió sólo en sus párrafos. Le sirvió para escapar dos veces de la agencia británica de seguridad, cuando lo arrinconaron a preguntas por sospechar que ayudaba a espías soviéticos, el siglo pasado. Nadie supo del temible juego que mantuvieron los agentes de los servicios secretos y Auden, de quien se conmemoró la semana el centenario de su nacimiento. Al fondo, un trauma todavía no curado en la sociedad británica: las ayudas que recibieron Guy Burgess y Donald Maclean para escapar del Reino Unido cuando se descubrió que trabajaban para el KGB soviético.
En documentos oficiales del Archivo Nacional, desclasificados esta semana, aparecen informes sobre los frustrados intentos de agentes del MI5 y MI6 por extraer una confesión del autor de Letter to Lord Byron y Spain.
Sospechaban que Auden ayudó a Burgess y Maclean. Ambos agentes, formados en el selecto círculo universitario de Cambridge, cruzaron el canal de la Mancha el 25 de mayo de 1951, alertados por su colega y doble espía Kim Philby. Según los documentos, la investigación apuntaba como destino inicial de la huida la isla de Ischia, próxima a Nápoles, donde el poeta tenía una residencia de verano.
Clasificado como "intelectual comunista" por el MI5, Auden esquivó los interrogatorios de los oficiales de inteligencia. Los agentes no lograron extraer una confesión de colaboración pese a que informes de la policía italiana señalaban que el poeta viajó a Ischia tres días después de la desaparición de Burgess y Maclean.
Un periodista de la agencia Reuters levantó las sospechas. Y la prensa siguió el hilo de la noticia: informó de que Burgess había intentado contactar con el poeta en vísperas de su dramática escapada con Maclean. Auden estaba esos días en casa del escritor Stephen Spender, quien declaró que el espía al servicio de los soviéticos parecía "muy ansioso" por hablar con el presunto colaborador. El FBI presionó a los británicos, quienes quisieron apretar el cerco: citaron a Auden para otro nuevo interrogatorio, pero el autor y dramaturgo les dio esquinazo.
En octubre de 1951 regresó a Estados Unidos, su país de adopción. Tenía residencia estadounidense desde 1939.
Su habilidad con las palabras le sirvió para escapar dos veces de los interrogatorios británicos
Órdenes/Francisco Calvo Serraller
El País, 02/06/2007;
EN UNA NUEVA compilación antológica de quien, sin duda, fue uno de los más grandes poetas del siglo XX, W. H. Auden (1907-1973), la titulada Los señores del límite. Selección de poemas y ensayos (1927-1973) (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), una edición bilingüe a cargo de Jordi Doce, nos encontramos, como se anuncia, textos de poesía y de prosa. Entre estos últimos, hay no pocos, en efecto, de naturaleza ensayística, lo cual es particularmente relevante porque las reflexiones de Auden tocan muchas cuestiones de todo tipo siempre con singular agudeza. En uno de ellos, 'Leer', Auden no sólo confronta al lector con lo que significa la crucial experiencia de la lectura: "Leer es traducir, pues la experiencia de dos personas nunca son idénticas. Un mal lector es como un mal traductor: interpreta de forma literal aquello que debería parafrasear y parafrasea aquello que debería interpretar de forma literal"; sino que él mismo se atreve a interpelar al que, en principio, debería ser tomado como el lector más cualificado, el crítico literario. Toda la literatura y el arte contemporáneos están llenos de ácidas y doloridas desautorizaciones de la crítica profesional por parte de creadores no siempre resentidos. Éste es, desde luego, el caso de Auden, que trata de comprender los límites de la función crítica más que entregarse a la ingeniosa o mordaz descalificación de los críticos.
En este sentido, se plantea Auden hasta media docena de servicios, que, a su juicio, puede rendir la crítica, tres de los cuales son aportaciones fruto de la erudición -informar, convencer y mostrar relaciones-, mientras que los tres restantes tienen que ver con la genuina perspicacia crítica: sugerir una lectura diferente que acreciente la comprensión de una obra, iluminar el proceso de "construcción" artística y, por último, arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera. Aunque Auden valore obviamente más los últimos que los primeros, pues aquéllos son más raros que éstos, los cuales están al alcance de cualquier persona aplicada, es interesante que afirme que lo único que de manera terminante él no le tolera a un crítico es que le diga lo que "debería" aprobar o condenar; o sea: que le dé órdenes, entre otras cosas, porque nadie las puede dar sino en nombre de cualquier orden establecido, frente al cual un creador genuino ha de intentar abrir una brecha, con lo que le resultarán inútiles.
De todas formas, aunque muchos de los profesionales de la crítica actuales reduzcan su función a esta práctica ordenancista, que les viene dictada por la floreciente industria cultural, yo creo que donde Auden pone el dedo en la llaga es cuando reclama del crítico que guarde silencio sobre las obras que juzga malas, "al tiempo que promueve con vigor aquellas que juzga buenas, especialmente si han sido ignoradas o infravaloradas por los lectores". Pero ¡qué difícil es generar apasionadamente atención sobre lo poco o mal conocido, cuando se tiene al alcance de la mano comportarse como agente de la autoridad, aunque sea de manera vicaria!
El murmullo de la existencia/ANTONIO ORTEGA
El País, 18/08/2007;
Entre las opiniones que la obra del británico Wystan Hugh Auden (York, 1907-Viena, 1973) ha suscitado a lo largo de los años, la de Mario Praz destaca por su ecuánime rigor, lejos de cualquier tono pedante y moralizador a pesar de sus "desacuerdos" con ciertos dictados poéticos de la época, y fijando muy bien en ella el fondo de reserva del pensamiento de uno de los poetas mayores del siglo XX: "La brillante imaginación de Auden, su humor satírico y apasionado, trascendían su identificación con una determinada posición política. Se convirtió en el portavoz de la conciencia turbada, ansiosa y desdeñosa de toda una época. Sus flechas apuntan contra la hipocresía de las emociones, la sentimentalidad y la seudofilantropía burguesas". Quizás por ello sea el poeta que ha ejercido una mayor y destacada influencia en las sucesivas generaciones literarias, con las que en algún momento compartió un trayecto vital marcado por dos guerras mundiales, las revoluciones Rusa y China, la ascensión y caída del fascismo, y tres décadas de guerra fría, capitalismo y cultura de masas: "De infamar el paisaje de lo Notable y ver / Cómo la sangre de lo Personal sufre un paro sistólico, / Los Altos se deshacen en polvo reducido".
Como bien dice Jordi Doce en su preciso e iluminador prólogo, que es un brillante examen de la inteligencia y del genio natural del escritor, de su posición y medida en la literatura de su tiempo, "Auden es uno de los poetas más copiosos y prolíficos del siglo XX, pero el valor de su obra no depende tanto de un corpus invariable de textos como de las relaciones dialécticas -dialogantes, conflictivas o compensatorias- que establecen entre sí", pues su "poesía está en un estado constante de flujo". Nada más cierto, pues tanto su dominio riguroso de la lengua y de la arquitectura verbal, como su variedad y renovación temática, hacen que el poema alcance un valor instrumental hasta esos momentos desconocido. La modernidad más absoluta entra de forma clara no sólo en la poesía inglesa, sino también, y de su mano, en toda la escritura poética que le sigue: "Como el resto de fugitivos, como / Las flores incontables que no saben contar / Y las diversas bestias que no tienen recuerdos, / Hoy es el día en que hemos de vivir".
Los señores del límite reúne la mayor parte (a excepción de los más extensos y refractarios a la fragmentación) de sus mejores poemas y ensayos sobre poética (incluido el poema España, que el poeta eliminó de sus poemas completos), y a pesar de las dificultades para establecer visiones globales y justas en una obra tan grande y amplia, ofrece sin duda una muy satisfactoria panorámica de la escritura de Auden como un todo fluyente y evolutivo, mostrando equilibradamente las marcas más significativas de una personalidad poética única. La verdad, así, sin adjetivos ni restricciones, fue su obsesión más certera y apasionadamente comprometida: "La poesía no es magia. En la medida en que la poesía, como cualquier otro arte, puede tener un objetivo ulterior, ese objetivo es decir la verdad, y así desencantar y desintoxicar". De ahí su continuo juego intelectual, su meticulosidad e ironía, la variedad inconforme de unos textos en permanente diálogo, la voz de un yo nada tradicional, sino indiscriminadamente personal y verdadero. La emoción surge precisamente de la discursividad, de la capacidad intransitiva del lenguaje, de la mezcla sutil de voces y tiempos, de tonos, temas y formas, sin altisonancias, pues como dejo dicho, "nada es peor que un mal poema que pretendía ser grande".
Traducir y dar cuenta de una técnica virtuosa, poner de manifiesto el cuestionamiento de las certezas más definidas de su tiempo, que es lo que lleva a cabo la escritura de Auden, es empeño difícil. Jordi Doce cumple el reto brillantemente y, más allá de la trasposición literal, es capaz de establecer intensas y hermosas versiones, en relación directa con el espíritu del original, certeramente poéticas en castellano. Los versos finales del que quizás sea uno de sus mejores poemas, Elogio de la caliza, muestran la intensidad dramática y la fortaleza de una obra entera: "mas cuando intento imaginar un amor sin defectos / O la existencia por venir, lo que oigo es el murmullo / De aguas subterráneas, lo que veo es un paisaje calcáreo". Firmeza y honestidad. Arte y vida.

El Auden más joven brilla en tres poemas hallados en su colegio
El reciente hallazgo muestra su crisis religiosa y su atracción sexual por los chicos
LOURDES GÓMEZ - El País, Londres - 06/09/2007;
W. H. Auden publicó su primer volumen de poemas, titulado simplemente Poems, en 1930, un año después de abandonar la Universidad de Oxford. A finales de la década emigró a Estados Unidos dejando una colección de textos poéticos que fueron recopilados en The English Auden, en 2001. Para entonces, Princeton University Press ya había reunido en Juvenalia los trabajos de juventud del consagrado autor, reconocido entre los grandes de la poesía inglesa del siglo XX.
Ahora salen a la luz tres nuevos poemas. Tres textos de juventud olvidados o pasados de largo por los investigadores de la obra de Wystan Hugh Auden. Se han descubierto en la revista del internado privado de Gresham, en el condado de Norfolk, donde el futuro mito de las letras brilló académicamente entre 1920 y 1925. Los poemas no están firmados, pero un antiguo profesor del colegio, John Smart, cree que hay pocas dudas respecto a la autoría de su colosal y fortuito hallazgo.
Los tres poemas aparecen en ejemplares de la revista publicados entre 1922 y 1925. Auden tenía 15 años cuando se lanzó la publicación escolar y algunas de sus contribuciones se recogen en Juvenalia, editado por Katherine Bucknell en 1994. Pero en el volumen no aparecen los textos recuperados por Smart: Evening and night in Primrose Hill (Atardecer y noche en Primrose Hill), To a tramp met in holidays in Monmouthshire (A un vagabundo que conocí de vacaciones en Monmouthshire) y Enchantment (Hechizado). Se recogen en los números iniciales de la revista, que al parecer Bucknell no consultó en su trabajo compilatorio.
John Walsh, quien desvela el descubrimiento en un reportaje publicado ayer en The Independent deduce que el primer poema, que hace alusión a una hermosa colina del norte de Londres, se trata del debú de Auden en el universo poético. "Auden había comenzado a liberarse de sus creencias religiosas -su familia era devotamente católica- y, más significativo quizá, había descubierto su atracción sexual por los chicos", escribe Walsh.
Es posible que la revista del internado Gresham revele nuevos escritos desconocidos del rebelde inglés que se movilizó a favor del bando republicano durante la Guerra Civil. Sería un magnífico obsequio póstumo de un intelectual y artista del que se celebra este año el centenario de su nacimiento.

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