Monseñor Lugo Méndez SVD
La Alianza Patriótica por el Cambio con Monseñor Lugo a la cabeza puso fin a 61 años de gobierno del Partido Colorado, tras realizar una campaña contra la corrupción política y el desastre económico.
La Alianza Patriótica por el Cambio con Monseñor Lugo a la cabeza puso fin a 61 años de gobierno del Partido Colorado, tras realizar una campaña contra la corrupción política y el desastre económico.
Lugo declaró este lunes que su prioridad será ayudar a los indígenas en la pobreza y obtener mayores aportes de Brasil para la explotación conjunta de la represa hidroeléctrica de Itaipú.
La usina hidroeléctrica, construida en 1973, posee 20 turbinas. La mitad corresponde a Paraguay, pero sólo utiliza una para su consumo; el resto de la energía lo vende al Brasil por lo que recibe $300 millones anuales. Sin embargo, la empresa Electrobrás de Brasil al revender esa energía excedente al parque industrial de Sao Paulo recauda $2,000 millones por año.
En entrevista con la agencia The Associated Press, Moseñor Lugo pidió disculpas a Benedicto XVI por ingresar en la política y expresó deseos de volver a su puesto como obispo una vez concluya su presidencia.
La usina hidroeléctrica, construida en 1973, posee 20 turbinas. La mitad corresponde a Paraguay, pero sólo utiliza una para su consumo; el resto de la energía lo vende al Brasil por lo que recibe $300 millones anuales. Sin embargo, la empresa Electrobrás de Brasil al revender esa energía excedente al parque industrial de Sao Paulo recauda $2,000 millones por año.
En entrevista con la agencia The Associated Press, Moseñor Lugo pidió disculpas a Benedicto XVI por ingresar en la política y expresó deseos de volver a su puesto como obispo una vez concluya su presidencia.
"Mis hermanos los obispos", dice siempre que se refiere a la jerarquía eclesial.
No porta el anillo episcopal pero acepta ser llamado monseñor..
"Yo me pongo a disposición de la decisión que tome el Vaticano como hijo de esta Iglesia. Quiero pertenecer a esta Iglesia que tanto amo, pero buscar una salida de consenso", comenta.
Por cierto, Fernando Lugo, pidió perdón a Benedicto XVI, por el dolor que causó su desobediencia a las leyes canónicas; "Si mi actitud y mi desobediencia a las leyes canónicas causaron dolor, pido sinceramente perdón a los integrantes de la Iglesia. En especial, le pido perdón al papa Benedicto XVI", precisó en los estudios del canal de radio "Fe y alegría".
Afirmó en la radio que está dispuesto a dialogar para poder tener "una salida satisfactoria" para él para la Iglesia.
Sabemos que se está estudiando la situación canónica del obispo, complicada pues es inédita, algo que requiere tiempo.
Con un decreto firmado el 20 de enero de 2007 por el prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos, el cardenal Giovanni Battista Re, fue suspendido A divinis por haberse presentado como candidato a la presidencia de la República de Paraguay.
Según esta decisión, el obispo candidato sigue manteniendo el estado clerical, aunque no puede ejercer el ministerio.
Con un decreto firmado el 20 de enero de 2007 por el prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos, el cardenal Giovanni Battista Re, fue suspendido A divinis por haberse presentado como candidato a la presidencia de la República de Paraguay.
Según esta decisión, el obispo candidato sigue manteniendo el estado clerical, aunque no puede ejercer el ministerio.
Buena señal de EE UU
Por cierto, EE UU dio señales de su disposición a colaborar con el nuevo gobierno. El portavoz del Departamento de Estado, Tom Casey, declaró a la prensa que las elecciones eran un ''paso'' adelante luego de la ''historia más bien difícil en términos de desarrollo y democracia'' de Paraguay.
Sin embargo, Lugo enfrenta muchos retos: un 43 por ciento de la población del país (6.5 millones) vive en la pobreza, el analfabetismo es alto, 300,000 campesinos sin tierras exigen apoyo y la corrupción en Paraguay es flagrante. Lugo, quien nunca ha ocupado cargo público alguno, consolidó su coalición contra el Partido Colorado hace tan sólo ocho meses.
Sin embargo, Lugo enfrenta muchos retos: un 43 por ciento de la población del país (6.5 millones) vive en la pobreza, el analfabetismo es alto, 300,000 campesinos sin tierras exigen apoyo y la corrupción en Paraguay es flagrante. Lugo, quien nunca ha ocupado cargo público alguno, consolidó su coalición contra el Partido Colorado hace tan sólo ocho meses.
¡Felicidades Monseñor!
FERNANDO LUGO Presidente electo de Paraguay/ entrevista
"Es una victoria de la nueva izquierda latinoamericana"
J. MARIRRODRIGA -
"Es una victoria de la nueva izquierda latinoamericana"
J. MARIRRODRIGA -
El País, Asunción - 22/04/2008
Sentado en el salón de su casa de Asunción, una modesta habitación presidida por una lámina de un San Pedro pintado por El Greco, Fernando Lugo, el presidente electo paraguayo, anuncia cuál será la medida más importante, a corto plazo, de su mandato. "En 2009 la reforma de la Constitución debe estar en la agenda. La actual Constitución no ha tenido el resultado esperado. Para garantizar la independencia del poder judicial hay que cambiar sus mecanismos. Tenemos que garantizar que la Justicia sea apolítica", señala serio. ¿Introducirá la reelección? Se le pregunta. Entonces, el obispo mantiene el silencio y sonríe mirando de un lado a otro aviesamente, provocando la sonrisa de sus interlocutores. Pero no se pronuncia. Lugo preside una coalición de nueve partidos y aplica en política la misma prudencia que le lleva a medir cuidadosamente sus palabras cuando se refiere a su relación con el Vaticano. Personifica, más claramente que muchos políticos, la dualidad presente en todo ser humano.
"Vengo de una familia que lleva la política en la sangre", reconoce el hombre que cambió el púlpito por la tribuna cuando el 29 de marzo de 2006 encabezó una marcha de miles de personas contra el presidente Nicanor Duarte. La paradoja es que Lugo, nacido en 1951 en San Pedro, viene de una familia tradicional del Partido Colorado, el mismo con cuya hegemonía terminó el pasado domingo. Es sobrino de Epifanio Méndez Fleitas, un histórico líder colorado opositor al dictador Alfredo Stroessner, del mismo partido. "Mis padres estuvieron más de 20 años en la cárcel y tengo hermanos que sufrieron torturas y exilio", destaca.
Desde que se ordenara sacerdote, en 1977, siempre estuvo al lado de los que reclamaban justicia social -"lo mío es la opción pastoral por los pobres"-, primero como misionero en Ecuador y luego en diversos puestos en Paraguay. Pero ese compromiso social público en tiempos de turbulencia política no sólo no le costó ningún enfrentamiento grave con la jerarquía católica, sino que fue promocionado, llevado a estudiar a Roma y finalmente ordenado obispo en 1994. "Mis hermanos los obispos", dice siempre que se refiere a la jerarquía eclesial. Juan Pablo II le retiró como obispo en activo en 2005 y Benedicto XIV le suspendió a divinis (prohibición de administrar algunos sacramentos y enseñar doctrina) en 2007. De momento, el Vaticano no ha comentado la victoria de Lugo, que no porta el anillo episcopal pero acepta ser llamado monseñor. El San Pedro de El Greco es la imagen religiosa en su salón, pero comparte la presidencia junto a una foto del propio obispo en pleno mitin.
Pero por sus palabras nadie diría que está sancionado canónicamente. "Yo me pongo a disposición de la decisión que tome el Vaticano como hijo de esta Iglesia. Quiero pertenecer a esta Iglesia que tanto amo, pero buscar una salida de consenso", comenta para juzgar los rumores de una inminente dispensa de Roma. Acto seguido se define como "un obispo rebelde".
Y la misma dualidad se traslada al terreno político. "Yo no suscribo ninguna ideología de izquierdas", suele decir, pero al mismo tiempo reconoce que su victoria del domingo en las urnas "por la conformación de la Alianza es una victoria de la nueva izquierda latinoamericana". Aunque inmediatamente vienen los inevitables matices. "Algunos de los partidos que forman la Alianza tienen una relación explícita con gobiernos progresistas de América Latina. Pero otros sectores quizás más conservadores tienen su postura firme". Una técnica extrapolable al resto de panorama político. "Es necesaria una mesa de reconciliación nacional", subraya, pero no deja claro si está dispuesto a gobernar Paraguay en una gran coalición con sus rivales.
Por no definir, ni siquiera deja claro si le gusta más el fútbol o el baloncesto. "Practiqué los dos", responde. ¿Y cuál es el secreto para que los interesen contrapuestos no choquen? "Administrar conflictos", dice, y vuelve a sonreír.
Sentado en el salón de su casa de Asunción, una modesta habitación presidida por una lámina de un San Pedro pintado por El Greco, Fernando Lugo, el presidente electo paraguayo, anuncia cuál será la medida más importante, a corto plazo, de su mandato. "En 2009 la reforma de la Constitución debe estar en la agenda. La actual Constitución no ha tenido el resultado esperado. Para garantizar la independencia del poder judicial hay que cambiar sus mecanismos. Tenemos que garantizar que la Justicia sea apolítica", señala serio. ¿Introducirá la reelección? Se le pregunta. Entonces, el obispo mantiene el silencio y sonríe mirando de un lado a otro aviesamente, provocando la sonrisa de sus interlocutores. Pero no se pronuncia. Lugo preside una coalición de nueve partidos y aplica en política la misma prudencia que le lleva a medir cuidadosamente sus palabras cuando se refiere a su relación con el Vaticano. Personifica, más claramente que muchos políticos, la dualidad presente en todo ser humano.
"Vengo de una familia que lleva la política en la sangre", reconoce el hombre que cambió el púlpito por la tribuna cuando el 29 de marzo de 2006 encabezó una marcha de miles de personas contra el presidente Nicanor Duarte. La paradoja es que Lugo, nacido en 1951 en San Pedro, viene de una familia tradicional del Partido Colorado, el mismo con cuya hegemonía terminó el pasado domingo. Es sobrino de Epifanio Méndez Fleitas, un histórico líder colorado opositor al dictador Alfredo Stroessner, del mismo partido. "Mis padres estuvieron más de 20 años en la cárcel y tengo hermanos que sufrieron torturas y exilio", destaca.
Desde que se ordenara sacerdote, en 1977, siempre estuvo al lado de los que reclamaban justicia social -"lo mío es la opción pastoral por los pobres"-, primero como misionero en Ecuador y luego en diversos puestos en Paraguay. Pero ese compromiso social público en tiempos de turbulencia política no sólo no le costó ningún enfrentamiento grave con la jerarquía católica, sino que fue promocionado, llevado a estudiar a Roma y finalmente ordenado obispo en 1994. "Mis hermanos los obispos", dice siempre que se refiere a la jerarquía eclesial. Juan Pablo II le retiró como obispo en activo en 2005 y Benedicto XIV le suspendió a divinis (prohibición de administrar algunos sacramentos y enseñar doctrina) en 2007. De momento, el Vaticano no ha comentado la victoria de Lugo, que no porta el anillo episcopal pero acepta ser llamado monseñor. El San Pedro de El Greco es la imagen religiosa en su salón, pero comparte la presidencia junto a una foto del propio obispo en pleno mitin.
Pero por sus palabras nadie diría que está sancionado canónicamente. "Yo me pongo a disposición de la decisión que tome el Vaticano como hijo de esta Iglesia. Quiero pertenecer a esta Iglesia que tanto amo, pero buscar una salida de consenso", comenta para juzgar los rumores de una inminente dispensa de Roma. Acto seguido se define como "un obispo rebelde".
Y la misma dualidad se traslada al terreno político. "Yo no suscribo ninguna ideología de izquierdas", suele decir, pero al mismo tiempo reconoce que su victoria del domingo en las urnas "por la conformación de la Alianza es una victoria de la nueva izquierda latinoamericana". Aunque inmediatamente vienen los inevitables matices. "Algunos de los partidos que forman la Alianza tienen una relación explícita con gobiernos progresistas de América Latina. Pero otros sectores quizás más conservadores tienen su postura firme". Una técnica extrapolable al resto de panorama político. "Es necesaria una mesa de reconciliación nacional", subraya, pero no deja claro si está dispuesto a gobernar Paraguay en una gran coalición con sus rivales.
Por no definir, ni siquiera deja claro si le gusta más el fútbol o el baloncesto. "Practiqué los dos", responde. ¿Y cuál es el secreto para que los interesen contrapuestos no choquen? "Administrar conflictos", dice, y vuelve a sonreír.
Dos editoriales:
Relevo en el Paraguay/Editorial,
El Tiempo, 21/04/2008;
La elección del ex obispo católico Fernando Lugo como presidente del Paraguay, con el apoyo de una coalición de partidos y movimientos de centro e izquierda, sienta un precedente histórico solo comparable en el continente a la derrota sufrida en el año 2000 por el PRI en México. A semejanza de la victoria de Vicente Fox hace ocho años -tras 71 de hegemonía del PRI-, el triunfo de Lugo pone fin al monopolio del poder por el conservador Partido Colorado, que durante 61 años gobernó al Paraguay con dictadores militares y presidentes civiles, con exclusión y persecución de otras fuerzas políticas.
Con el relevo de los colorados, que hasta hace un año parecía un sueño imposible, concluye el espejismo de la 'transición democrática' que comenzó en febrero de 1989 con el golpe militar que depuso al dictador Alfredo Stroessner y lo reemplazó por el general Andrés Rodríguez, su consuegro y compañero en el Ejército y en las filas del 'coloradismo'. Rodríguez legitimó su presidencia tres meses después en unas elecciones realizadas por la misma organización electoral que había facilitado las 'reelecciones' de Stroessner. Y aunque la presión de la comunidad internacional lo forzó a efectuar una gradual apertura política, nada impidió que los presidentes civiles elegidos después fueran de la misma filiación.
El derrumbe de la hegemonía colorada tiene varias explicaciones. La primera es la corrupción de los gobiernos de la 'transición'. El juicio más elocuente de esos gobiernos fue hecho ayer por ABC Color, principal diario del Paraguay, en un editorial que ocupó todo el espacio de su primera página y que resume los "dieciocho tristes años" transcurridos desde la caída de Stroessner hasta la jornada del domingo. Años, dice el periódico, que "sumieron al país en peligrosos extremos de miseria e injusticia, y descrédito vergonzoso a los ojos del mundo".
El descontento creciente de la población encontró en Lugo un intérprete que la eterna fuerza de oposición (el Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA) no logró producir en los tres comicios anteriores de la 'transición' (1993, 1998 y el 2003). Su ejercicio religioso en la diócesis de San Pedro, una de las más pobres del país, le ganó simpatías entre gentes de distintas vertientes. Y cuando se lanzó a la política (desafiando una sanción del Vaticano), cultivó a sectores muy variados: desde los centristas y aun derechistas del PLRA (liderados por su compañero de fórmula, Federico Franco) hasta organizaciones y grupos de izquierda como el Movimiento al Socialismo. Todos ellos constituyeron la ahora triunfante Alianza Patriótica para el Cambio (APC).
En el fragor de la campaña, el presidente Nicanor Duarte y la candidata colorada, Blanca Ovelar, trataron de caracterizar a Lugo como un 'clon' de Hugo Chávez, y Duarte llegó a calificar de 'sospechosa' la presencia de unos técnicos venezolanos y ecuatorianos que habrían viajado al Paraguay para 'colaborar' con la APC. Pero ninguna de estas acusaciones fue sustentada. Lugo, por su parte, reivindica su independencia ideológica y rechaza las comparaciones con Chávez o Evo Morales, aunque no oculta su admiración por ambos. En su coalición hay marxistas, pero también democristianos, y su eje principal es el centroderechista PRLA. Lo cual no significa que su triunfo sea ajeno a la corriente de cambio que vive América Latina. Y, dados los antecedentes históricos, no debería sorprender que esta también haya llegado al Paraguay.
editorial@eltiempo.com.co
Con el relevo de los colorados, que hasta hace un año parecía un sueño imposible, concluye el espejismo de la 'transición democrática' que comenzó en febrero de 1989 con el golpe militar que depuso al dictador Alfredo Stroessner y lo reemplazó por el general Andrés Rodríguez, su consuegro y compañero en el Ejército y en las filas del 'coloradismo'. Rodríguez legitimó su presidencia tres meses después en unas elecciones realizadas por la misma organización electoral que había facilitado las 'reelecciones' de Stroessner. Y aunque la presión de la comunidad internacional lo forzó a efectuar una gradual apertura política, nada impidió que los presidentes civiles elegidos después fueran de la misma filiación.
El derrumbe de la hegemonía colorada tiene varias explicaciones. La primera es la corrupción de los gobiernos de la 'transición'. El juicio más elocuente de esos gobiernos fue hecho ayer por ABC Color, principal diario del Paraguay, en un editorial que ocupó todo el espacio de su primera página y que resume los "dieciocho tristes años" transcurridos desde la caída de Stroessner hasta la jornada del domingo. Años, dice el periódico, que "sumieron al país en peligrosos extremos de miseria e injusticia, y descrédito vergonzoso a los ojos del mundo".
El descontento creciente de la población encontró en Lugo un intérprete que la eterna fuerza de oposición (el Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA) no logró producir en los tres comicios anteriores de la 'transición' (1993, 1998 y el 2003). Su ejercicio religioso en la diócesis de San Pedro, una de las más pobres del país, le ganó simpatías entre gentes de distintas vertientes. Y cuando se lanzó a la política (desafiando una sanción del Vaticano), cultivó a sectores muy variados: desde los centristas y aun derechistas del PLRA (liderados por su compañero de fórmula, Federico Franco) hasta organizaciones y grupos de izquierda como el Movimiento al Socialismo. Todos ellos constituyeron la ahora triunfante Alianza Patriótica para el Cambio (APC).
En el fragor de la campaña, el presidente Nicanor Duarte y la candidata colorada, Blanca Ovelar, trataron de caracterizar a Lugo como un 'clon' de Hugo Chávez, y Duarte llegó a calificar de 'sospechosa' la presencia de unos técnicos venezolanos y ecuatorianos que habrían viajado al Paraguay para 'colaborar' con la APC. Pero ninguna de estas acusaciones fue sustentada. Lugo, por su parte, reivindica su independencia ideológica y rechaza las comparaciones con Chávez o Evo Morales, aunque no oculta su admiración por ambos. En su coalición hay marxistas, pero también democristianos, y su eje principal es el centroderechista PRLA. Lo cual no significa que su triunfo sea ajeno a la corriente de cambio que vive América Latina. Y, dados los antecedentes históricos, no debería sorprender que esta también haya llegado al Paraguay.
editorial@eltiempo.com.co
Cambio de era/Editorial
La victoria electoral del obispo Fernando Lugo liquida una época en Paraguay
El País, 22/04/2008
Que un obispo comprometido que colgó los hábitos hace tres años acabe en las urnas con la hegemonía más prolongada del mundo de un partido sobre un país, es en sí misma una saludable noticia. Si el país es Paraguay, es además alentadora. Porque Fernando Lugo, un abogado de los pobres -no se sabe todavía si a la manera de los teólogos de la liberación o más bien a la del vecino Lula da Silva-, al ganar claramente las elecciones ha desbancado con ello al Partido Colorado, capaz de acumular todas las corrupciones que permiten 61 años ininterrumpidos en el poder. Paraguay ha sido como una gran finca al servicio de los políticos colorados, cuyo ejemplo más conspicuo fuera el eterno dictador Alfredo Stroessner.
Es difícil desde los parámetros europeos entender cabalmente una formación cuyo todavía representante en el poder, el presidente saliente Nicanor Duarte, considera que en seis décadas -y desde luego en los últimos cinco años de su mandato- no ha habido tiempo suficiente para cambiar la suerte de la escandalosa proporción de pobres que todavía hay entre sus seis millones de almas.
Sobre Lugo, que no tomará posesión hasta mediados de agosto (demasiado tiempo para un país agitado como Paraguay) está todo por verse. El obispo, suspendido de sus funciones por Benedicto XVI por entrar en política, ha sido el estandarte victorioso de una alianza de partidos opositores y se considera a sí mismo un independiente, simpatizante con los regímenes izquierdistas moderados de Latinoamérica. Tendrá que lidiar no sólo con un Parlamento en el que no tiene la mayoría absoluta, sino con la infiltración y el control plenamente operativo, en cada uno de los niveles del poder, del omnipresente Partido Colorado.
Encerrado entre vecinos tan dominantes como Brasil y Argentina, Paraguay necesita imperativamente un crecimiento económico sostenido del que se beneficien todos sus ciudadanos. La primera y peliaguda medida predicada por Lugo es multiplicar el precio de la electricidad que Asunción vende actualmente a precio de saldo a Brasil desde la gigantesca central conjunta de Itaipú. El obispo Lugo va a llegar a la presidencia de Paraguay sin experiencia política real y presumiblemente a merced de logreros, por un lado, y de las inevitables demandas de la izquierda, por otro. En un país que no recuerda otra cosa que oligarquías, el experimento está servido.
El País, 22/04/2008
Que un obispo comprometido que colgó los hábitos hace tres años acabe en las urnas con la hegemonía más prolongada del mundo de un partido sobre un país, es en sí misma una saludable noticia. Si el país es Paraguay, es además alentadora. Porque Fernando Lugo, un abogado de los pobres -no se sabe todavía si a la manera de los teólogos de la liberación o más bien a la del vecino Lula da Silva-, al ganar claramente las elecciones ha desbancado con ello al Partido Colorado, capaz de acumular todas las corrupciones que permiten 61 años ininterrumpidos en el poder. Paraguay ha sido como una gran finca al servicio de los políticos colorados, cuyo ejemplo más conspicuo fuera el eterno dictador Alfredo Stroessner.
Es difícil desde los parámetros europeos entender cabalmente una formación cuyo todavía representante en el poder, el presidente saliente Nicanor Duarte, considera que en seis décadas -y desde luego en los últimos cinco años de su mandato- no ha habido tiempo suficiente para cambiar la suerte de la escandalosa proporción de pobres que todavía hay entre sus seis millones de almas.
Sobre Lugo, que no tomará posesión hasta mediados de agosto (demasiado tiempo para un país agitado como Paraguay) está todo por verse. El obispo, suspendido de sus funciones por Benedicto XVI por entrar en política, ha sido el estandarte victorioso de una alianza de partidos opositores y se considera a sí mismo un independiente, simpatizante con los regímenes izquierdistas moderados de Latinoamérica. Tendrá que lidiar no sólo con un Parlamento en el que no tiene la mayoría absoluta, sino con la infiltración y el control plenamente operativo, en cada uno de los niveles del poder, del omnipresente Partido Colorado.
Encerrado entre vecinos tan dominantes como Brasil y Argentina, Paraguay necesita imperativamente un crecimiento económico sostenido del que se beneficien todos sus ciudadanos. La primera y peliaguda medida predicada por Lugo es multiplicar el precio de la electricidad que Asunción vende actualmente a precio de saldo a Brasil desde la gigantesca central conjunta de Itaipú. El obispo Lugo va a llegar a la presidencia de Paraguay sin experiencia política real y presumiblemente a merced de logreros, por un lado, y de las inevitables demandas de la izquierda, por otro. En un país que no recuerda otra cosa que oligarquías, el experimento está servido.
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