Felipe Calderón no despierta pasiones/Joaquim Ibarz
Publicado en La Vanguardia, 21/06/2008
Felipe Calderón no ha parado de sortear obstáculos desde que asumió la presidencia de México
Desde que llegó a la residencia de Los Pinos, Felipe Calderón optó por el pragmatismo, la prudencia y alguna receta de la izquierda populista. Todos los recursos le hacen falta porque el presidente mexicano tiene poco espacio de maniobra para sacar adelante su amplio plan de reformas. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) vende muy caro su apoyo legislativo y el candidato derrotado en los comicios de 2006, Andrés Manuel López Obrador, le somete a un acoso continuo, político y social, que obstaculiza la labor del Gobierno.
La gestión de Calderón no despierta mayores pasiones, a favor ni en contra. No es un presidente de altibajos, ni por sus acciones, como lo fue Carlos Salinas, ni por su carisma o deslices verbales, como Vicente Fox. Es un mandatario activo, con discursos que, aunque no entusiasmen, resultan políticamente correctos. En sus primeros 18 meses de mandato se ha esforzado en reforzar la imagen de que ya hay piloto al mando de la nave del Estado. El presidente ha tenido que sortear los embates y descalificaciones de López Obrador, inundaciones en Tabasco y Chiapas, atentados contra la infraestructura petrolera por parte del grupo guerrillero EPR, subidas del precio de los alimentos, atasco en la reforma energética, aumento en el número de muertos en el combate al narcotráfico, críticas por los subsidios a la gasolina que ya suman 20.000 millones de dólares…. Calderón reaccionó con rapidez y eficacia frente a la crisis alimentaria y a los efectos del alza del petróleo, lo que le ha dado a México ingresos sin igual, pero también demanda de subsidios sin igual.
Aunque el Estado mexicano vaya ganando la costosa guerra –en vidas y en recursos económicos- contra los carteles de la droga, la percepción del ciudadano puede ser otra. Y en tanto la victoria no se vislumbre, irá creciendo el escepticismo de la prensa y de la población en general. Es probable que Calderón se plantee si está saliendo de control la utilización del Ejército y de la policía federal en la lucha contra el crimen organizado; pero también es consciente de que un cambio drástico de estrategia -o, incluso, un repliegue táctico- tendría un costo político muy elevado, pues se vería como una derrota sin paliativos. El mandatario insiste en que los resultados de la lucha contra las mafias se verán en el largo plazo. Pero el ciudadano no tiene paciencia suficiente para esperar que las mejoras se visualicen al cabo de cierto tiempo. Y pide logros inmediatos.
Calderón trata de conciliar a diestra y siniestra, sin mostrar signos de debilidad. Su mayor prioridad ha sido devolver el liderazgo que había perdido la institución presidencial. Ha mantenido estable el rumbo del país en un escenario difícil, por lo que se considera un punto positivo que haya podido sobrevivir sin mayores sobresaltos.
El presidente de México sabe donde está y donde quiere ir, pero los obstáculos se acumulan; esto puede dar la impresión de que el Gobierno está medio paralizado. Sus decisiones están acotadas desde que el Partido de la Revolución Democrática (PRD), primera fuerza opositora, con López Obrador al frente, afianzó su estrategia de movilización, confrontación y rechazo a cualquier reforma.
José A. Crespo, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), comenta que en las últimas semanas, Calderón parece enojado, irritable, tenso. El académico atribuye este estado de ánimo a que los proyectos de gobierno y las reformas no avanzan de la manera que se desearía. En todas las evaluaciones realizadas sobre su popularidad, el presidente sale bien valorado, lo cual debería provocar que estuviera satisfecho. Sin embargo, puede que tenga presente que el presidente Vicente Fox también mantuvo durante todo su mandato alta aprobación… y sus resultados fueron magros.
Las elecciones legislativas del año próximo, que renovarán la Cámara de Diputados, también generan inquietud al jefe de Estado. Crespo apunta que Calderón debe estar consciente de que el gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN) se perfila hacia el segundo lugar de los comicios, a distancia respetable con respecto al PRI, "lo que significaría mayor debilidad presidencial y, quizás, el virtual fin de su sexenio (como ocurrió con Fox desde 2003)". El presidente y los dirigentes del PAN tienen claro que la votación de 2009 constituirá un referéndum sobre la gestión del Gobierno. Al depositar las papeletas en las urnas los mexicanos dirán si están satisfechos o descontentos con Calderón. Los comicios del 2009 definirán el rumbo de la segunda mitad del sexenio. Si Calderón obtiene buenos resultados, tendrá más fuerza para impulsar sus reformas en los tres años de mandato que le quedarán. Si la votación le resulta adversa, la presidencia tendría el espacio muy acotado.
Al insistir en un fraude electoral que se denunció sin pruebas, el PRD no reconoce a Calderón como jefe de Estado; López Obrador se sigue presentando como presidente legítimo. Los delirios del caudillo populista paralizan acuerdos y traban reformas. Es, a fin de cuentas, un poder de veto muy efectivo. La apuesta de López Obrador es clara: seguir en campaña para fomentar la ingobernabilidad con la quimérica pretensión de derrocar a Calderón. Con este objetivo, ordena secuestrar durante 16 días la tribuna del Congreso, insulta, denuncia, critica y mantiene viva la polarización. Al promover una consulta sobre la reforma energética, que no está contemplada en el ordenamiento constitucional, pretende mantener viva la confrontación en forma permanente. Tal como señala el comentarista Pablo Hiriart en el diario Excelsior", lo que está en juego no es la reforma sino el poder.
La suerte de Calderón, de su gobierno y del PAN, dependerá en gran medida de lo que se decida sobre la reforma petrolera. Si bien existe la percepción de que los defensores de la propuesta presidencial -incluidos los medrosos panistas que se han arrugado a la hora del debate en la Cámara alta- están perdiendo la batalla, se pueden alcanzarse algunos acuerdos con el PRI que maquillarían el rechazo al proyecto de ley del Gobierno.
Los analistas mexicanos coinciden en que Calderón tiene operadores políticos ineficaces. Esa puede ser una de las razones de la expulsión de mala manera, sin siquiera guardar las formas, de Santiago Creel como portavoz del PAN en el Senado. Desde la residencia presidencial de Los Pinos se alega que Creel se había convertido en un cero a la izquierda en cuanto a la defensa de la reforma petrolera. No parece que su sucesor en el Senado sea mucho mejor. Más inoperante resulta aún Juan Camilo Mouriño, quien como presunto ministro estrella debía ser el impulsor de la reforma. Mouriño, que como ministro de Gobernación está encargado de la política interna, no tiene peso para negociar con el Congreso desde que López Obrador lo acusó de tráfico de influencias en temas energéticos a favor de su familia. Calderón carga con el lastre de tener un equipo bastante gris. Con excepción de la ministra de Educación, Josefina Vázquez Mota, el gabinete no responde a las expectativas.
Felipe Calderón insiste en la urgencia de la reforma. En el último año la producción de petróleo ha caído a mayor velocidad. El presidente reitera a diario que se debe permitir que Pemex cuente con los instrumentos de financiamiento, decisión, administración y contratación que le permitan expandir rápidamente su capacidad de operación y acceso a la tecnología en la exploración de nuevas reservas, en la producción de petróleo y gas, así como en la producción de gasolinas y refinados (México importa más del 40 % de la gasolina que consume).
Las exportaciones petroleras cayeron 22 % en el último año, la disminución más alta en la historia de Pemex, según cifras operativas de la empresa. En el mes de mayo las exportaciones de hidrocarburos bajaron a 1.376.000 barriles diarios, 382.000 barriles menos que en el mismo mes del 2007, cuando promediaron 1.758.000. A pesar de la reducción de las exportaciones, su valor aumentó 42 % en un año por los altos precios del crudo. Sólo en mayo se captaron divisas por 4.950 millones de dólares. Pero las importaciones de derivados del petróleo representaron en el mismo mes el 43 % de las ventas del petróleo al exterior. En 30 días, el valor de las importaciones aumentó 40 %, al pasar de 1.384 millones de dólares a más de 2.000 millones; las gasolinas y el gas natural son los hidrocarburos con mayor aumento en la demanda interna.
Pese a la urgencia de una reforma a fondo de la industria energética, ni Calderón, ni el PRD y mucho menos el PRI han planteado la reforma del sindicato petrolero. El sindicato de Pemex fomenta la corrupción, el clientelismo y la falta de productividad. Por ello está considerado como el auténtico cáncer que impide el desarrollo de la empresa estatal. Lo saben todos los que tienen que ver con Pemex, pero es políticamente incorrecto decirlo: el sindicato es uno de los dueños de la compañía. Se podrán hacer todos los cambios que se quiera al marco normativo de Pemex, pero si el sindicato sigue con el mismo nivel de poder e impunidad que hoy tiene en la empresa, en el fondo no va a cambiar nada.
El analista financiero Enrique Quintana señala en el diario "Reforma" que "aunque se abriera la oportunidad de que el sector privado invirtiera en refinación, si se condiciona a que opere con el mismo número de trabajadores que tienen actualmente las refinerías de la paraestatal, no va a haber quien invierta".
Podrán cambiar los órganos de gobierno de Pemex, pero si el poder real para que se apliquen las decisiones de la dirección sigue condicionado a lo que el sindicato quiera y acepte, no aumentará la eficiencia de la empresa. Podrán mejorar las finanzas de Pemex, pero si no hace nada con los pasivos laborales que alcanzan 40.000 millones de dólares, se tendrá un grillete que consumirá los recursos de la empresa. El sindicato petrolero alcanzó la fuerza que hoy tiene gracias a que durante muchos años fue un puntal político crucial para los gobiernos del PRI.
El profesor Roger Bartra declara a "La Vanguardia" que Calderón no ha asumido mayores riesgos ni ha tomado una serie de decisiones que son necesarias para modernizar al país, medidas que pudo impulsar sin necesidad de la aprobación del Congreso. "En eso sigue la línea de Vicente Fox, desde el ejecutivo pudo planificar algunos cambios, pero no se hizo gran cosa. El país sigue igual, con las mismas estructuras que dejó el PRI", señala Bartra.
La única decisión importante que percibe Bartra es en el combate al narcotráfico. "Tradicionalmente, en México había un pacto implícito entre el Gobierno y las mafias de la droga para que la guerra contra los carteles tuviera un nivel bajo, había cierta tolerancia. Calderón rompió con la permisividad, con lo que la guerra adquirió un perfil muy alto. Al golpear a grupos importantes, otros quieren ocupar el espacio, y aumenta la violencia", señala Bartra.
Desde que llegó a la residencia de Los Pinos, Felipe Calderón optó por el pragmatismo, la prudencia y alguna receta de la izquierda populista. Todos los recursos le hacen falta porque el presidente mexicano tiene poco espacio de maniobra para sacar adelante su amplio plan de reformas. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) vende muy caro su apoyo legislativo y el candidato derrotado en los comicios de 2006, Andrés Manuel López Obrador, le somete a un acoso continuo, político y social, que obstaculiza la labor del Gobierno.
La gestión de Calderón no despierta mayores pasiones, a favor ni en contra. No es un presidente de altibajos, ni por sus acciones, como lo fue Carlos Salinas, ni por su carisma o deslices verbales, como Vicente Fox. Es un mandatario activo, con discursos que, aunque no entusiasmen, resultan políticamente correctos. En sus primeros 18 meses de mandato se ha esforzado en reforzar la imagen de que ya hay piloto al mando de la nave del Estado. El presidente ha tenido que sortear los embates y descalificaciones de López Obrador, inundaciones en Tabasco y Chiapas, atentados contra la infraestructura petrolera por parte del grupo guerrillero EPR, subidas del precio de los alimentos, atasco en la reforma energética, aumento en el número de muertos en el combate al narcotráfico, críticas por los subsidios a la gasolina que ya suman 20.000 millones de dólares…. Calderón reaccionó con rapidez y eficacia frente a la crisis alimentaria y a los efectos del alza del petróleo, lo que le ha dado a México ingresos sin igual, pero también demanda de subsidios sin igual.
Aunque el Estado mexicano vaya ganando la costosa guerra –en vidas y en recursos económicos- contra los carteles de la droga, la percepción del ciudadano puede ser otra. Y en tanto la victoria no se vislumbre, irá creciendo el escepticismo de la prensa y de la población en general. Es probable que Calderón se plantee si está saliendo de control la utilización del Ejército y de la policía federal en la lucha contra el crimen organizado; pero también es consciente de que un cambio drástico de estrategia -o, incluso, un repliegue táctico- tendría un costo político muy elevado, pues se vería como una derrota sin paliativos. El mandatario insiste en que los resultados de la lucha contra las mafias se verán en el largo plazo. Pero el ciudadano no tiene paciencia suficiente para esperar que las mejoras se visualicen al cabo de cierto tiempo. Y pide logros inmediatos.
Calderón trata de conciliar a diestra y siniestra, sin mostrar signos de debilidad. Su mayor prioridad ha sido devolver el liderazgo que había perdido la institución presidencial. Ha mantenido estable el rumbo del país en un escenario difícil, por lo que se considera un punto positivo que haya podido sobrevivir sin mayores sobresaltos.
El presidente de México sabe donde está y donde quiere ir, pero los obstáculos se acumulan; esto puede dar la impresión de que el Gobierno está medio paralizado. Sus decisiones están acotadas desde que el Partido de la Revolución Democrática (PRD), primera fuerza opositora, con López Obrador al frente, afianzó su estrategia de movilización, confrontación y rechazo a cualquier reforma.
José A. Crespo, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), comenta que en las últimas semanas, Calderón parece enojado, irritable, tenso. El académico atribuye este estado de ánimo a que los proyectos de gobierno y las reformas no avanzan de la manera que se desearía. En todas las evaluaciones realizadas sobre su popularidad, el presidente sale bien valorado, lo cual debería provocar que estuviera satisfecho. Sin embargo, puede que tenga presente que el presidente Vicente Fox también mantuvo durante todo su mandato alta aprobación… y sus resultados fueron magros.
Las elecciones legislativas del año próximo, que renovarán la Cámara de Diputados, también generan inquietud al jefe de Estado. Crespo apunta que Calderón debe estar consciente de que el gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN) se perfila hacia el segundo lugar de los comicios, a distancia respetable con respecto al PRI, "lo que significaría mayor debilidad presidencial y, quizás, el virtual fin de su sexenio (como ocurrió con Fox desde 2003)". El presidente y los dirigentes del PAN tienen claro que la votación de 2009 constituirá un referéndum sobre la gestión del Gobierno. Al depositar las papeletas en las urnas los mexicanos dirán si están satisfechos o descontentos con Calderón. Los comicios del 2009 definirán el rumbo de la segunda mitad del sexenio. Si Calderón obtiene buenos resultados, tendrá más fuerza para impulsar sus reformas en los tres años de mandato que le quedarán. Si la votación le resulta adversa, la presidencia tendría el espacio muy acotado.
Al insistir en un fraude electoral que se denunció sin pruebas, el PRD no reconoce a Calderón como jefe de Estado; López Obrador se sigue presentando como presidente legítimo. Los delirios del caudillo populista paralizan acuerdos y traban reformas. Es, a fin de cuentas, un poder de veto muy efectivo. La apuesta de López Obrador es clara: seguir en campaña para fomentar la ingobernabilidad con la quimérica pretensión de derrocar a Calderón. Con este objetivo, ordena secuestrar durante 16 días la tribuna del Congreso, insulta, denuncia, critica y mantiene viva la polarización. Al promover una consulta sobre la reforma energética, que no está contemplada en el ordenamiento constitucional, pretende mantener viva la confrontación en forma permanente. Tal como señala el comentarista Pablo Hiriart en el diario Excelsior", lo que está en juego no es la reforma sino el poder.
La suerte de Calderón, de su gobierno y del PAN, dependerá en gran medida de lo que se decida sobre la reforma petrolera. Si bien existe la percepción de que los defensores de la propuesta presidencial -incluidos los medrosos panistas que se han arrugado a la hora del debate en la Cámara alta- están perdiendo la batalla, se pueden alcanzarse algunos acuerdos con el PRI que maquillarían el rechazo al proyecto de ley del Gobierno.
Los analistas mexicanos coinciden en que Calderón tiene operadores políticos ineficaces. Esa puede ser una de las razones de la expulsión de mala manera, sin siquiera guardar las formas, de Santiago Creel como portavoz del PAN en el Senado. Desde la residencia presidencial de Los Pinos se alega que Creel se había convertido en un cero a la izquierda en cuanto a la defensa de la reforma petrolera. No parece que su sucesor en el Senado sea mucho mejor. Más inoperante resulta aún Juan Camilo Mouriño, quien como presunto ministro estrella debía ser el impulsor de la reforma. Mouriño, que como ministro de Gobernación está encargado de la política interna, no tiene peso para negociar con el Congreso desde que López Obrador lo acusó de tráfico de influencias en temas energéticos a favor de su familia. Calderón carga con el lastre de tener un equipo bastante gris. Con excepción de la ministra de Educación, Josefina Vázquez Mota, el gabinete no responde a las expectativas.
Felipe Calderón insiste en la urgencia de la reforma. En el último año la producción de petróleo ha caído a mayor velocidad. El presidente reitera a diario que se debe permitir que Pemex cuente con los instrumentos de financiamiento, decisión, administración y contratación que le permitan expandir rápidamente su capacidad de operación y acceso a la tecnología en la exploración de nuevas reservas, en la producción de petróleo y gas, así como en la producción de gasolinas y refinados (México importa más del 40 % de la gasolina que consume).
Las exportaciones petroleras cayeron 22 % en el último año, la disminución más alta en la historia de Pemex, según cifras operativas de la empresa. En el mes de mayo las exportaciones de hidrocarburos bajaron a 1.376.000 barriles diarios, 382.000 barriles menos que en el mismo mes del 2007, cuando promediaron 1.758.000. A pesar de la reducción de las exportaciones, su valor aumentó 42 % en un año por los altos precios del crudo. Sólo en mayo se captaron divisas por 4.950 millones de dólares. Pero las importaciones de derivados del petróleo representaron en el mismo mes el 43 % de las ventas del petróleo al exterior. En 30 días, el valor de las importaciones aumentó 40 %, al pasar de 1.384 millones de dólares a más de 2.000 millones; las gasolinas y el gas natural son los hidrocarburos con mayor aumento en la demanda interna.
Pese a la urgencia de una reforma a fondo de la industria energética, ni Calderón, ni el PRD y mucho menos el PRI han planteado la reforma del sindicato petrolero. El sindicato de Pemex fomenta la corrupción, el clientelismo y la falta de productividad. Por ello está considerado como el auténtico cáncer que impide el desarrollo de la empresa estatal. Lo saben todos los que tienen que ver con Pemex, pero es políticamente incorrecto decirlo: el sindicato es uno de los dueños de la compañía. Se podrán hacer todos los cambios que se quiera al marco normativo de Pemex, pero si el sindicato sigue con el mismo nivel de poder e impunidad que hoy tiene en la empresa, en el fondo no va a cambiar nada.
El analista financiero Enrique Quintana señala en el diario "Reforma" que "aunque se abriera la oportunidad de que el sector privado invirtiera en refinación, si se condiciona a que opere con el mismo número de trabajadores que tienen actualmente las refinerías de la paraestatal, no va a haber quien invierta".
Podrán cambiar los órganos de gobierno de Pemex, pero si el poder real para que se apliquen las decisiones de la dirección sigue condicionado a lo que el sindicato quiera y acepte, no aumentará la eficiencia de la empresa. Podrán mejorar las finanzas de Pemex, pero si no hace nada con los pasivos laborales que alcanzan 40.000 millones de dólares, se tendrá un grillete que consumirá los recursos de la empresa. El sindicato petrolero alcanzó la fuerza que hoy tiene gracias a que durante muchos años fue un puntal político crucial para los gobiernos del PRI.
El profesor Roger Bartra declara a "La Vanguardia" que Calderón no ha asumido mayores riesgos ni ha tomado una serie de decisiones que son necesarias para modernizar al país, medidas que pudo impulsar sin necesidad de la aprobación del Congreso. "En eso sigue la línea de Vicente Fox, desde el ejecutivo pudo planificar algunos cambios, pero no se hizo gran cosa. El país sigue igual, con las mismas estructuras que dejó el PRI", señala Bartra.
La única decisión importante que percibe Bartra es en el combate al narcotráfico. "Tradicionalmente, en México había un pacto implícito entre el Gobierno y las mafias de la droga para que la guerra contra los carteles tuviera un nivel bajo, había cierta tolerancia. Calderón rompió con la permisividad, con lo que la guerra adquirió un perfil muy alto. Al golpear a grupos importantes, otros quieren ocupar el espacio, y aumenta la violencia", señala Bartra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario