Editorial/La Jornada (www.jornada.unam.mx), 17 de septiembre de 2008;
Ante la barbarie, respuesta improcedente
La noche del lunes pasado, durante la celebración del 198 aniversario del inicio de la Independencia, varios artefactos explosivos fueron activados en la repleta plaza Melchor Ocampo, de Morelia, Michoacán. El saldo del atentado es, según cifras de la procuraduría estatal, de siete muertos y más de un centenar de heridos.
El ataque, abominable desde cualquier perspectiva, constituye un nuevo escalón en la barbarie que sacude al territorio nacional, en la medida en que ha tomado como objetivo a personas inocentes y ajenas a los conflictos entre organizaciones criminales y a las pugnas entre éstas y las corporaciones de seguridad pública.
Si se considera que este atentando artero contra civiles fue perpetrado en la ciudad natal del titular del Ejecutivo federal, en el momento culminante de la más significativa ceremonia republicana y horas antes de la mayor exhibición de fuerza militar por parte del poder público –es decir, con la garantía de una cobertura informativa masificada e instantánea–, es inevitable percibir en esta atrocidad tanto la intención de provocar un impacto mediático de gran escala en todo el país como la carga simbólica de un inequívoco mensaje de desafío a las más altas instancias del Estado.
La sociedad se encuentra ante un hecho delictivo de extremada violencia que escapa, al parecer, a la lógica tradicional de disputas territoriales, venganzas y ajustes de cuentas en el seno de la delincuencia organizada, y asiste al surgimiento de ataques homicidas perpetrados sin otro propósito que causar pánico y zozobra en la población y en las autoridades.
En el desfile militar de ayer, en un discurso fuera de programa, Felipe Calderón Hinojosa formuló severas descalificaciones contra los autores del atentado, lo vinculó de alguna forma con la fractura política que vive el país, exhortó a la oposición a renunciar a sus posturas e hizo un enésimo llamado a la unidad nacional que, según él, ameritan sus estrategias contra la criminalidad. La alocución referida falló en el tono, expresó ideas erróneas y, lejos de aportar elementos para la comprensión de lo ocurrido, introdujo factores adicionales de confusión ante la opinión pública: en una circunstancia como la presente cabe esperar de una jefatura de Estado firmeza, sí, pero también serenidad y mesura en la formulación de los problemas. En cambio, los ácidos denuestos vertidos por Calderón contra los agresores criminales dejaron ver inseguridad y descontrol. Adicionalmente, por más que haya resultado tentador el empleo de la expresión “traidores a la patria” en un discurso de 16 de septiembre, llamar así a quienes, en rigor, no lo son –y no hay aquí afán alguno de exculpar a los responsables del atentado, sino reclamo de precisión conceptual–, confunde y distorsiona la percepción pública del fenómeno delictivo. Lo más preocupante del mensaje comentado es la referencia a la polarización política que afecta a la ciudadanía, como si esa división fuese un factor causal o un agravante de la escalada de violencia delictiva y como si, para erradicarla, bastara con que la oposición depusiera sus diferencias con la administración actual.
La fractura referida, hay que recordarlo, no empezó antenoche en el Zócalo capitalino, sino en las postrimerías del foxismo, cuando el régimen intentó impedir por todos los medios –legales e ilegales– la llegada al poder de un proyecto alternativo de sociedad y de país, y se profundizó en el desaseado proceso electoral de julio de 2006, que culminó con la conformación de una presidencia impugnada por un tercio del electorado y deficitaria en legitimidad. El colapso de la seguridad pública y la ofensiva de la criminalidad, en cambio, son resultado de la desintegración social causada por el ciclo de gobiernos neoliberales todavía vigente y por la falta de visión y pericia de la actual administración.
El movimiento opositor al que Calderón Hinojosa exhortó ayer a la claudicación es, sin embargo, diametralmente opuesto a la salvaje violencia delictiva que se hizo notar en Morelia: mientras que ésta sembraba la muerte, el dolor y el pánico en la plaza central de esa ciudad, los seguidores de Andrés Manuel López Obrador hacían gala de civismo y espíritu pacífico en el principal espacio público de la ciudad de México, cercado por las fuerzas federales de seguridad, y que, sin embargo, fue ocupado, utilizado y desalojado en completo orden y disciplina por los integrantes de la resistencia civil. No hay razón ni justificación, por lo tanto, para mezclar, en una misma alocución, asuntos tan distintos e inconexos como las contiendas políticas en curso y el sangriento acoso de la criminalidad organizada.
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La noche del lunes pasado, durante la celebración del 198 aniversario del inicio de la Independencia, varios artefactos explosivos fueron activados en la repleta plaza Melchor Ocampo, de Morelia, Michoacán. El saldo del atentado es, según cifras de la procuraduría estatal, de siete muertos y más de un centenar de heridos.
El ataque, abominable desde cualquier perspectiva, constituye un nuevo escalón en la barbarie que sacude al territorio nacional, en la medida en que ha tomado como objetivo a personas inocentes y ajenas a los conflictos entre organizaciones criminales y a las pugnas entre éstas y las corporaciones de seguridad pública.
Si se considera que este atentando artero contra civiles fue perpetrado en la ciudad natal del titular del Ejecutivo federal, en el momento culminante de la más significativa ceremonia republicana y horas antes de la mayor exhibición de fuerza militar por parte del poder público –es decir, con la garantía de una cobertura informativa masificada e instantánea–, es inevitable percibir en esta atrocidad tanto la intención de provocar un impacto mediático de gran escala en todo el país como la carga simbólica de un inequívoco mensaje de desafío a las más altas instancias del Estado.
La sociedad se encuentra ante un hecho delictivo de extremada violencia que escapa, al parecer, a la lógica tradicional de disputas territoriales, venganzas y ajustes de cuentas en el seno de la delincuencia organizada, y asiste al surgimiento de ataques homicidas perpetrados sin otro propósito que causar pánico y zozobra en la población y en las autoridades.
En el desfile militar de ayer, en un discurso fuera de programa, Felipe Calderón Hinojosa formuló severas descalificaciones contra los autores del atentado, lo vinculó de alguna forma con la fractura política que vive el país, exhortó a la oposición a renunciar a sus posturas e hizo un enésimo llamado a la unidad nacional que, según él, ameritan sus estrategias contra la criminalidad. La alocución referida falló en el tono, expresó ideas erróneas y, lejos de aportar elementos para la comprensión de lo ocurrido, introdujo factores adicionales de confusión ante la opinión pública: en una circunstancia como la presente cabe esperar de una jefatura de Estado firmeza, sí, pero también serenidad y mesura en la formulación de los problemas. En cambio, los ácidos denuestos vertidos por Calderón contra los agresores criminales dejaron ver inseguridad y descontrol. Adicionalmente, por más que haya resultado tentador el empleo de la expresión “traidores a la patria” en un discurso de 16 de septiembre, llamar así a quienes, en rigor, no lo son –y no hay aquí afán alguno de exculpar a los responsables del atentado, sino reclamo de precisión conceptual–, confunde y distorsiona la percepción pública del fenómeno delictivo. Lo más preocupante del mensaje comentado es la referencia a la polarización política que afecta a la ciudadanía, como si esa división fuese un factor causal o un agravante de la escalada de violencia delictiva y como si, para erradicarla, bastara con que la oposición depusiera sus diferencias con la administración actual.
La fractura referida, hay que recordarlo, no empezó antenoche en el Zócalo capitalino, sino en las postrimerías del foxismo, cuando el régimen intentó impedir por todos los medios –legales e ilegales– la llegada al poder de un proyecto alternativo de sociedad y de país, y se profundizó en el desaseado proceso electoral de julio de 2006, que culminó con la conformación de una presidencia impugnada por un tercio del electorado y deficitaria en legitimidad. El colapso de la seguridad pública y la ofensiva de la criminalidad, en cambio, son resultado de la desintegración social causada por el ciclo de gobiernos neoliberales todavía vigente y por la falta de visión y pericia de la actual administración.
El movimiento opositor al que Calderón Hinojosa exhortó ayer a la claudicación es, sin embargo, diametralmente opuesto a la salvaje violencia delictiva que se hizo notar en Morelia: mientras que ésta sembraba la muerte, el dolor y el pánico en la plaza central de esa ciudad, los seguidores de Andrés Manuel López Obrador hacían gala de civismo y espíritu pacífico en el principal espacio público de la ciudad de México, cercado por las fuerzas federales de seguridad, y que, sin embargo, fue ocupado, utilizado y desalojado en completo orden y disciplina por los integrantes de la resistencia civil. No hay razón ni justificación, por lo tanto, para mezclar, en una misma alocución, asuntos tan distintos e inconexos como las contiendas políticas en curso y el sangriento acoso de la criminalidad organizada.
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■ Siete muertos y 132 heridos, saldo del atentado en Morelia
El agresor sólo esperó el último ¡viva México!
■ Pánico, confusión y versiones de otras explosiones ensombrecieron la ceremonia
■ Un hombre de negro que pidió “perdón”, posible autor
Antonio Aguilera, reportero
El agresor sólo esperó el último ¡viva México!
■ Pánico, confusión y versiones de otras explosiones ensombrecieron la ceremonia
■ Un hombre de negro que pidió “perdón”, posible autor
Antonio Aguilera, reportero
La Jornada Michoacán, 17 de septiembre de 2008;
Morelia, Mich., 16 de septiembre. Justo a las 23:10, cuando el gobernador de esta entidad, Leonel Godoy Rangel, concluía las arengas patrióticas ante más de 18 mil personas que colmaban el primer cuadro de Morelia, en la plaza Melchor Ocampo y sobre la avenida Madero, dos granadas de fragmentación estallaron de manera casi simultánea entre la multitud dejando un saldo de siete muertos y 132 lesionados.
Uno de los estallidos ocurrió a menos de 50 metros de donde el mandatario estatal encabezaba la ceremonia del Grito de Independencia; la otra granada explotó a cuatro calles del palacio de gobierno, en el cruce de la avenida Madero con la calle Quintana Roo. Las explosiones ocurrieron en el momento en que las campanas de palacio y de catedral tañían al unísono.
Desde el balcón central de la sede del gobierno del estado, Godoy Rangel pudo observar que la confusión y el pánico se apoderaban de un grupo de asistentes al acto, mismos que se localizaban en la plaza Melchor Ocampo. Al mismo tiempo, a cuatro calles de distancia, otra granada hizo explosión.
Instantes después de los estallidos los cuerpos de seguridad y auxilio se movilizaron. El gobernador aún sostenía la enseña nacional en las manos. Instantes después, el comandante de la 21 Zona Militar, general Jesús Ballesteros Topete, le dijo a Godoy: “Se trata de granadas de fragmentación”.
En la plaza Melchor Ocampo, los paramédicos y policías estatales prestaban ayuda a decenas de heridos, a los cuales la explosión atrapó entre las jardineras del lugar. En esos momentos, según versiones oficiales, algunos testigos aseguraron que un presunto atacante, descrito como “un hombre de complexión robusta que vestía de negro”, había dejado rodar una granada, y que tras lo sucedido pidió: “Perdónenos, pero esto es necesario”.
Mientras los paramédicos recogían los cuerpos de heridos y muertos, al interior de los salones de la sede del Ejecutivo estatal las versiones chocaban entre sí; primero se hablaba de una persona fallecida, sin embargo, el saldo final fue de siete muertos y 132 heridos.
Luego de los estallidos surgieron falsas versiones de que en distintos puntos de la capital michoacana militares o policías sostenían “enfrentamientos” con grupos del crimen organizado. Entre esas especies se mencionó que había “balaceras” en las salidas a Quiroga y a Charo; “amenazas de bomba” en ocho centros nocturnos; camionetas tiroteadas afuera de discotecas, así como otros supuestos ataques con granadas en la plaza de la Bandera Monumental o en el monumento al Pípila.
Estas versiones provocaron que bares y discotecas fueran desalojados y la ciudad quedara durante toda la madrugada en virtual estado de sitio; centenares de militares se desplegaron en toda la ciudad. En los accesos a Morelia se instalaron retenes con el afán de ubicar y detener a los responsables de estos hechos.
En tanto, Godoy Rangel se mantuvo en reunión permanente con los integrantes de su gabinete de seguridad, ya que se habían recibido amenazas de posibles atentados en municipios como Lázaro Cárdenas y Huetamo.
El ataque perpetrado la noche del Grito provocó que se suspendiera el desfile militar ante el temor de nuevas agresiones. Las principales calles de la ciudad fueron patrulladas por el Ejército; las zonas donde ocurrieron las explosiones quedaron cercadas, y fue hasta después del mediodía que los michoacanos se animaron a salir de sus casas para recorrer algunos sitios del centro, como la catedral y los portales.
Uno de los estallidos ocurrió a menos de 50 metros de donde el mandatario estatal encabezaba la ceremonia del Grito de Independencia; la otra granada explotó a cuatro calles del palacio de gobierno, en el cruce de la avenida Madero con la calle Quintana Roo. Las explosiones ocurrieron en el momento en que las campanas de palacio y de catedral tañían al unísono.
Desde el balcón central de la sede del gobierno del estado, Godoy Rangel pudo observar que la confusión y el pánico se apoderaban de un grupo de asistentes al acto, mismos que se localizaban en la plaza Melchor Ocampo. Al mismo tiempo, a cuatro calles de distancia, otra granada hizo explosión.
Instantes después de los estallidos los cuerpos de seguridad y auxilio se movilizaron. El gobernador aún sostenía la enseña nacional en las manos. Instantes después, el comandante de la 21 Zona Militar, general Jesús Ballesteros Topete, le dijo a Godoy: “Se trata de granadas de fragmentación”.
En la plaza Melchor Ocampo, los paramédicos y policías estatales prestaban ayuda a decenas de heridos, a los cuales la explosión atrapó entre las jardineras del lugar. En esos momentos, según versiones oficiales, algunos testigos aseguraron que un presunto atacante, descrito como “un hombre de complexión robusta que vestía de negro”, había dejado rodar una granada, y que tras lo sucedido pidió: “Perdónenos, pero esto es necesario”.
Mientras los paramédicos recogían los cuerpos de heridos y muertos, al interior de los salones de la sede del Ejecutivo estatal las versiones chocaban entre sí; primero se hablaba de una persona fallecida, sin embargo, el saldo final fue de siete muertos y 132 heridos.
Luego de los estallidos surgieron falsas versiones de que en distintos puntos de la capital michoacana militares o policías sostenían “enfrentamientos” con grupos del crimen organizado. Entre esas especies se mencionó que había “balaceras” en las salidas a Quiroga y a Charo; “amenazas de bomba” en ocho centros nocturnos; camionetas tiroteadas afuera de discotecas, así como otros supuestos ataques con granadas en la plaza de la Bandera Monumental o en el monumento al Pípila.
Estas versiones provocaron que bares y discotecas fueran desalojados y la ciudad quedara durante toda la madrugada en virtual estado de sitio; centenares de militares se desplegaron en toda la ciudad. En los accesos a Morelia se instalaron retenes con el afán de ubicar y detener a los responsables de estos hechos.
En tanto, Godoy Rangel se mantuvo en reunión permanente con los integrantes de su gabinete de seguridad, ya que se habían recibido amenazas de posibles atentados en municipios como Lázaro Cárdenas y Huetamo.
El ataque perpetrado la noche del Grito provocó que se suspendiera el desfile militar ante el temor de nuevas agresiones. Las principales calles de la ciudad fueron patrulladas por el Ejército; las zonas donde ocurrieron las explosiones quedaron cercadas, y fue hasta después del mediodía que los michoacanos se animaron a salir de sus casas para recorrer algunos sitios del centro, como la catedral y los portales.
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■ La PGR asegura que no existen indicios que hagan suponer que fue un acto terrorista
Integrantes del cártel del Golfo, posibles responsables del atentado en Morelia
■ Fuentes gubernamentales mencionan esa línea de investigación y descartan a grupos subversivos
Gustavo Castillo, Gabriel León y Antonio Aguilera (Reporteros y corresponsal)
Morelia, Mich., 16 de septiembre. Una de las líneas de investigación del gobierno federal en torno a lo sucedido en esta capital, es que integrantes del crimen organizado, vinculados al cártel del Golfo, serían los responsables del estallido de dos granadas de fragmentación durante la celebración del Grito de Independencia, informaron fuentes gubernamentales que participan en la investigación del atentado que dejó siete muertos y 132 heridos.
Los informantes señalaron que órganos federales de inteligencia descartaron la madrugada de este martes que el atentado hubiera sido provocado por grupos subversivos, “toda vez que cuentan con base social y sus ataques, por grandes o impactantes que hayan sido, no tratan de dañar a población civil, además de que los artefactos que usan son de distinta manufactura”.
Aunque funcionarios federales dijeron que en los sitios de las explosiones se habían asegurado dos granadas sin estallar, el procurador de Justicia, Miguel García Hurtado, afirmó que sólo se utilizaron dos artefactos.
Según la información coincidente que se obtuvo de funcionarios federales y estatales, se estima que una célula de diez personas habría actuado en la zona centro de Morelia, distribuidas en distintos puntos de la concentración que se extendió por varias calles aledañas al palacio de gobierno, a fin de cubrir la retirada de los responsables de arrojar las granadas a los asistentes a la conmemoración del Grito de Independencia.
Por esos hechos, la Procuraduría General de la República (PGR) informó que inició la averiguación previa AP/PGR/MICH/M-I/637/2008, por los delitos de homicidio y violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos en contra de quien resulte responsable.
En tanto, la Procuraduría General de Justicia de Michoacán trabaja en la elaboración del retrato hablado de un presunto agresor quien, según algunos testigos de la explosión en la plaza Melchor Ocampo, pidió que lo perdonaran porque “era necesario”.
Por otra parte, la Secretaría de Salud estatal informó que entre los 132 heridos hay 10 menores de edad que resultaron afectados por las esquirlas de las granadas.
En cuanto a las personas muertas, se dijo que se trata de Elisa Guerrero García, Gloria Álvarez Bautista, Alfredo Sánchez Torres, María del Pilar Mendoza, Leticia Tapia Guerrero, todos ellos habitantes de Michoacán, así como Juan Antonio Río Pescador y Martha Quintero Brambila, quienes las autoridades presumen son originarios de Tamaulipas.
Los funcionarios entrevistados indicaron que la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) se hizo cargo de las indagatorias y que peritos en fotografía, explosivos y criminalística de la PGR arribaron este martes a Morelia para participar en los estudios periciales de los restos de los artefactos explosivos que hubiesen quedado en las zonas donde estallaron.
Por otra parte, la PGR informó que hasta el momento no existen indicios que establezcan que se trató de un acto terrorista y precisó que están plenamente identificadas las personas muertas durante la celebración de las fiestas patrias en la capital michoacana.
La dependencia confirmó que en el atentado fueron detonados dos artefactos explosivos, uno en la plaza Melchor Ocampo y el otro en el cruce de las calles de Madero y Quintana Roo.
Como parte de sus indagatorias, la procuraduría negó que cuerpos policiacos hayan sostenido enfrentamientos con los responsables de los estallidos, como inicialmente se había informado en diversos medios de comunicación, y dijo que será su delegación estatal, en coordinación con la Procuraduría General de Justicia de Michoacán, las instancias que se encargarán de realizar las investigaciones de estos hechos.
Integrantes del cártel del Golfo, posibles responsables del atentado en Morelia
■ Fuentes gubernamentales mencionan esa línea de investigación y descartan a grupos subversivos
Gustavo Castillo, Gabriel León y Antonio Aguilera (Reporteros y corresponsal)
Morelia, Mich., 16 de septiembre. Una de las líneas de investigación del gobierno federal en torno a lo sucedido en esta capital, es que integrantes del crimen organizado, vinculados al cártel del Golfo, serían los responsables del estallido de dos granadas de fragmentación durante la celebración del Grito de Independencia, informaron fuentes gubernamentales que participan en la investigación del atentado que dejó siete muertos y 132 heridos.
Los informantes señalaron que órganos federales de inteligencia descartaron la madrugada de este martes que el atentado hubiera sido provocado por grupos subversivos, “toda vez que cuentan con base social y sus ataques, por grandes o impactantes que hayan sido, no tratan de dañar a población civil, además de que los artefactos que usan son de distinta manufactura”.
Aunque funcionarios federales dijeron que en los sitios de las explosiones se habían asegurado dos granadas sin estallar, el procurador de Justicia, Miguel García Hurtado, afirmó que sólo se utilizaron dos artefactos.
Según la información coincidente que se obtuvo de funcionarios federales y estatales, se estima que una célula de diez personas habría actuado en la zona centro de Morelia, distribuidas en distintos puntos de la concentración que se extendió por varias calles aledañas al palacio de gobierno, a fin de cubrir la retirada de los responsables de arrojar las granadas a los asistentes a la conmemoración del Grito de Independencia.
Por esos hechos, la Procuraduría General de la República (PGR) informó que inició la averiguación previa AP/PGR/MICH/M-I/637/2008, por los delitos de homicidio y violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos en contra de quien resulte responsable.
En tanto, la Procuraduría General de Justicia de Michoacán trabaja en la elaboración del retrato hablado de un presunto agresor quien, según algunos testigos de la explosión en la plaza Melchor Ocampo, pidió que lo perdonaran porque “era necesario”.
Por otra parte, la Secretaría de Salud estatal informó que entre los 132 heridos hay 10 menores de edad que resultaron afectados por las esquirlas de las granadas.
En cuanto a las personas muertas, se dijo que se trata de Elisa Guerrero García, Gloria Álvarez Bautista, Alfredo Sánchez Torres, María del Pilar Mendoza, Leticia Tapia Guerrero, todos ellos habitantes de Michoacán, así como Juan Antonio Río Pescador y Martha Quintero Brambila, quienes las autoridades presumen son originarios de Tamaulipas.
Los funcionarios entrevistados indicaron que la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) se hizo cargo de las indagatorias y que peritos en fotografía, explosivos y criminalística de la PGR arribaron este martes a Morelia para participar en los estudios periciales de los restos de los artefactos explosivos que hubiesen quedado en las zonas donde estallaron.
Por otra parte, la PGR informó que hasta el momento no existen indicios que establezcan que se trató de un acto terrorista y precisó que están plenamente identificadas las personas muertas durante la celebración de las fiestas patrias en la capital michoacana.
La dependencia confirmó que en el atentado fueron detonados dos artefactos explosivos, uno en la plaza Melchor Ocampo y el otro en el cruce de las calles de Madero y Quintana Roo.
Como parte de sus indagatorias, la procuraduría negó que cuerpos policiacos hayan sostenido enfrentamientos con los responsables de los estallidos, como inicialmente se había informado en diversos medios de comunicación, y dijo que será su delegación estatal, en coordinación con la Procuraduría General de Justicia de Michoacán, las instancias que se encargarán de realizar las investigaciones de estos hechos.
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■ Llegaron advertencias sobre atentados en Lázaro Cárdenas y Huetamo
Godoy: “habíamos recibido amenazas” de posibles ataques
■ Al menos unos 50 municipios michoacanos cancelaron sus desfiles
■ “Creemos que se trata del crimen organizado”, afirma el gobernador
■ Dice que, “sin duda”, técnicamente se trata de actos de terrorismo
Gustavo Castillo, Antonio Aguilera y Ernesto Martínez (Enviado y corrersponsales)
Morelia, Mich., 16 de septiembre. Desde hace una semana, grupos del crimen organizado habían amenazado a las autoridades con realizar ataques contra la población “si el gobierno insistía en efectuar las festividades” patrias.
Este martes, el gobernador Leonel Godoy reconoció: “habíamos recibido la amenaza de que en Lázaro Cárdenas y en Huetamo iba a haber un atentado la noche del Grito, y en Morelia hablaron del desfile y nos habíamos preparado para ello, para evitarlo, pero nunca creíamos que fuera una acción tan cobarde de atacar a personas inocentes”.
Debido a las amenazas, el desfile conmemorativo de Independencia fue cancelado en 50 de los 113 municipios del estado, ante la posibilidad de un nuevo ataque. Mientras, la capital michoacana nuevamente fue patrullada hoy por partidas de militares.
El procurador general de Justicia de Michoacán, Miguel García Hurtado, declaró que días previos a la celebración del acto cívico los números de emergencia de las dependencias de seguridad recibieron algunas llamadas, “cuyo origen ya se investiga, en las cuales se pedía la cancelación de las festividades patrias. Ello derivó en que se desplegara mayor fuerza de reacción en torno a la capital”.
En ese contexto, luego de conocerse que la detonación de dos granadas en el centro histórico de Morelia, durante la celebración del Grito de Independencia, provocó la muerte de siete personas y otras 132 resultaran lesionadas, el gobernador afirmó:
“Es un acto terrorista, aunque todavía no sabemos quién lo realizó (...). Creemos que fue el crimen organizado, aunque esto es parte de las investigaciones que está realizando la Procuraduría General de la República.”
Este 16 de septiembre fue declarado por Godoy Rangel como día de duelo en el estado y pidió que en los 113 municipios se guardara un minuto de silencio en memoria de las víctimas del atentado.
Acción “condenable y cobarde”
El mandatario señaló que “este lamentable acontecimiento, condenable y cobarde, obliga a replantear el tema de lo está haciendo el crimen organizado, pues las víctimas fueron personas inocentes, gente muy humilde de colonias populares”.
Informó que durante la madrugada de este martes sostuvo conversaciones telefónicas con el Presidente de la República, quien le manifestó su preocupación por lo sucedido y, al igual que muchos gobernadores, le expresó su solidaridad.
Este martes, a diferencia de otros años, se tuvo que suspender el desfile militar en la capital del estado, no así un acto cívico que se realizó en la explanada Miguel Hidalgo.
Leonel Godoy consideró que lo ocurrido “sin duda, técnicamente, es un acto terrorista”, del que aún se desconoce quiénes son los autores.
Se debe mencionar que ayuntamientos como Apatzingán, Tancítaro, Huetamo, Contepec, Buenavista, Aguililla, Coalcomán, Tepalcatepec, Tumbizcatío, Los Reyes y Peribán, entre otros, de la región de Tierra Caliente, cancelaron las fiestas cívicas ante el temor de ataques del crimen organizado.
Al respecto, el director de Protección Civil del estado, Carlos Mandujano Vázquez, señaló que “esta situación llegó al límite. Debemos tener cuidado y no tomar a la ligera cualquier amenaza o señalamiento que pudiera indicarnos ataques hacia la población”.
Durante una ceremonia religiosa especial para orar por las víctimas, el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, calificó los ataques de “acción irracional y salvaje de mentes perversas, que dirigieron actos violentos contra personas inocentes e indefensas que acudían a una festividad”.
Este miércoles se espera que representantes de partidos políticos, grupos parlamentarios, el gobernador michoacano y el alcalde de Morelia envíen un mensaje a la ciudadanía en torno a lo sucedido la noche del pasado 15 de septiembre.
***
Hermetismo de la Sedena
Jesús Aranda y Claudia Herrera, reporteros.
El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), general Guillermo Galván Galván, aseguró que se investigan los atentados de la noche del 15 de septiembre en Morelia, Michoacán, aunque evitó hacer un juicio sobre su origen
–¿Es un acto terrorista? –se le cuestionó.
–Se está haciendo una investigación. No sería conveniente aventurar algún criterio sobre el particular. No tenemos información concreta.
En tanto, el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, aseveró que el gobierno federal enfrentará estos hechos “con mucha contundencia”.
Dijo que las fuerzas federales ya están trabajando en el estado con las autoridades locales “para combatir los hechos delictivos”.
Cabe señalar que poco después de la una de la madrugada del día 16, el gobierno federal dio su primera postura sobre los atentados. En un comunicado, la Presidencia de la República manifestó su más enérgica condena y su disposición a redoblar esfuerzos para apoyar a la entidad en la investigación de los hechos, y desterrar así la criminalidad y la violencia que padece.
Señaló que actos tan cobardes y reprobables como los ocurridos merecen el repudio de la sociedad entera y la reacción inmediata de las fuerzas del Estado mexicano para castigarlos conforme a la ley.
De acuerdo con fuentes de Los Pinos, el presidente Felipe Calderón Hinojosa fue informado de los atentados en su despacho de Palacio Nacional por el titular del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional, Guillermo Valdés, minutos después de que concluyó la ceremonia del Grito de Independencia.
Luego de conocer la noticia, mantuvo contacto telefónico con el gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, y posteriormente sostuvo una reunión extraordinaria con los secretarios de la Defensa; de Marina, Francisco Saynez, y de Seguridad Pública, así como con Valdés, a quienes giró instrucciones para proceder al esclarecimiento de los hechos.
Más de una hora después, el mandatario bajó al patio central y convivió 30 minutos con un grupo de invitados, quienes, ajenos a lo que ocurría en ese momento, celebraban la noche mexicana organizada por la Presidencia de la República.
Godoy: “habíamos recibido amenazas” de posibles ataques
■ Al menos unos 50 municipios michoacanos cancelaron sus desfiles
■ “Creemos que se trata del crimen organizado”, afirma el gobernador
■ Dice que, “sin duda”, técnicamente se trata de actos de terrorismo
Gustavo Castillo, Antonio Aguilera y Ernesto Martínez (Enviado y corrersponsales)
Morelia, Mich., 16 de septiembre. Desde hace una semana, grupos del crimen organizado habían amenazado a las autoridades con realizar ataques contra la población “si el gobierno insistía en efectuar las festividades” patrias.
Este martes, el gobernador Leonel Godoy reconoció: “habíamos recibido la amenaza de que en Lázaro Cárdenas y en Huetamo iba a haber un atentado la noche del Grito, y en Morelia hablaron del desfile y nos habíamos preparado para ello, para evitarlo, pero nunca creíamos que fuera una acción tan cobarde de atacar a personas inocentes”.
Debido a las amenazas, el desfile conmemorativo de Independencia fue cancelado en 50 de los 113 municipios del estado, ante la posibilidad de un nuevo ataque. Mientras, la capital michoacana nuevamente fue patrullada hoy por partidas de militares.
El procurador general de Justicia de Michoacán, Miguel García Hurtado, declaró que días previos a la celebración del acto cívico los números de emergencia de las dependencias de seguridad recibieron algunas llamadas, “cuyo origen ya se investiga, en las cuales se pedía la cancelación de las festividades patrias. Ello derivó en que se desplegara mayor fuerza de reacción en torno a la capital”.
En ese contexto, luego de conocerse que la detonación de dos granadas en el centro histórico de Morelia, durante la celebración del Grito de Independencia, provocó la muerte de siete personas y otras 132 resultaran lesionadas, el gobernador afirmó:
“Es un acto terrorista, aunque todavía no sabemos quién lo realizó (...). Creemos que fue el crimen organizado, aunque esto es parte de las investigaciones que está realizando la Procuraduría General de la República.”
Este 16 de septiembre fue declarado por Godoy Rangel como día de duelo en el estado y pidió que en los 113 municipios se guardara un minuto de silencio en memoria de las víctimas del atentado.
Acción “condenable y cobarde”
El mandatario señaló que “este lamentable acontecimiento, condenable y cobarde, obliga a replantear el tema de lo está haciendo el crimen organizado, pues las víctimas fueron personas inocentes, gente muy humilde de colonias populares”.
Informó que durante la madrugada de este martes sostuvo conversaciones telefónicas con el Presidente de la República, quien le manifestó su preocupación por lo sucedido y, al igual que muchos gobernadores, le expresó su solidaridad.
Este martes, a diferencia de otros años, se tuvo que suspender el desfile militar en la capital del estado, no así un acto cívico que se realizó en la explanada Miguel Hidalgo.
Leonel Godoy consideró que lo ocurrido “sin duda, técnicamente, es un acto terrorista”, del que aún se desconoce quiénes son los autores.
Se debe mencionar que ayuntamientos como Apatzingán, Tancítaro, Huetamo, Contepec, Buenavista, Aguililla, Coalcomán, Tepalcatepec, Tumbizcatío, Los Reyes y Peribán, entre otros, de la región de Tierra Caliente, cancelaron las fiestas cívicas ante el temor de ataques del crimen organizado.
Al respecto, el director de Protección Civil del estado, Carlos Mandujano Vázquez, señaló que “esta situación llegó al límite. Debemos tener cuidado y no tomar a la ligera cualquier amenaza o señalamiento que pudiera indicarnos ataques hacia la población”.
Durante una ceremonia religiosa especial para orar por las víctimas, el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, calificó los ataques de “acción irracional y salvaje de mentes perversas, que dirigieron actos violentos contra personas inocentes e indefensas que acudían a una festividad”.
Este miércoles se espera que representantes de partidos políticos, grupos parlamentarios, el gobernador michoacano y el alcalde de Morelia envíen un mensaje a la ciudadanía en torno a lo sucedido la noche del pasado 15 de septiembre.
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Hermetismo de la Sedena
Jesús Aranda y Claudia Herrera, reporteros.
El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), general Guillermo Galván Galván, aseguró que se investigan los atentados de la noche del 15 de septiembre en Morelia, Michoacán, aunque evitó hacer un juicio sobre su origen
–¿Es un acto terrorista? –se le cuestionó.
–Se está haciendo una investigación. No sería conveniente aventurar algún criterio sobre el particular. No tenemos información concreta.
En tanto, el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, aseveró que el gobierno federal enfrentará estos hechos “con mucha contundencia”.
Dijo que las fuerzas federales ya están trabajando en el estado con las autoridades locales “para combatir los hechos delictivos”.
Cabe señalar que poco después de la una de la madrugada del día 16, el gobierno federal dio su primera postura sobre los atentados. En un comunicado, la Presidencia de la República manifestó su más enérgica condena y su disposición a redoblar esfuerzos para apoyar a la entidad en la investigación de los hechos, y desterrar así la criminalidad y la violencia que padece.
Señaló que actos tan cobardes y reprobables como los ocurridos merecen el repudio de la sociedad entera y la reacción inmediata de las fuerzas del Estado mexicano para castigarlos conforme a la ley.
De acuerdo con fuentes de Los Pinos, el presidente Felipe Calderón Hinojosa fue informado de los atentados en su despacho de Palacio Nacional por el titular del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional, Guillermo Valdés, minutos después de que concluyó la ceremonia del Grito de Independencia.
Luego de conocer la noticia, mantuvo contacto telefónico con el gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, y posteriormente sostuvo una reunión extraordinaria con los secretarios de la Defensa; de Marina, Francisco Saynez, y de Seguridad Pública, así como con Valdés, a quienes giró instrucciones para proceder al esclarecimiento de los hechos.
Más de una hora después, el mandatario bajó al patio central y convivió 30 minutos con un grupo de invitados, quienes, ajenos a lo que ocurría en ese momento, celebraban la noche mexicana organizada por la Presidencia de la República.
***
La noticia llegó de Morelia antes de que el Presidente bajara al patio central con sus invitados
La guerra que va ganando el gobierno ensombreció los festejos de Calderón
■ Los muertos del bicentenario caen por todo el país, como ahora en la tierra del mandatario
Arturo Cano, reportero.
La guerra que va ganando el gobierno ensombreció los festejos de Calderón
■ Los muertos del bicentenario caen por todo el país, como ahora en la tierra del mandatario
Arturo Cano, reportero.
“¡Que viva mi tierra, Michoacán/ y dénme charanda pa’ brindar!”, cantaron Los Morales apenas se anunció la presencia del presidente Felipe Calderón; tardía presencia causante de murmullos en el patio del Palacio Nacional.
Una hora y 40 minutos después del Grito, ortodoxo grito con vivas a México y a los héroes de rigor, Felipe Calderón, acompañado por su esposa, ocupó una mesa al ritmo de Juan Colorado y quiso sentarse, pero muy pronto comenzó el besamanos.
Calderón permaneció ahí sólo media hora. A los 20 minutos, a cuatro pasos del Presidente, algunos empleados repartieron el comunicado número 184, una vez que los funcionarios de la Presidencia se habían negado a decir nada sobre las explosiones en Morelia, la tierra del mandatario. Se condena, se apoya, se castigará, decían los cuatro párrafos de obviedades.
Los Morales habían terminado las notas de El michoacano, pieza también dedicada al anfitrión, al Presidente que hace menos de un mes firmó el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Legalidad y la Justicia. La nube de reporteros seguía tratando de sacar una declaración. Los invitados continuaban libando sus margaritas de tamarindo y jamaica, sus güisquis y sus tequilas, en el “pueblito mexicano” montado para la ocasión.
“Son tres muertos”, dijo alguien. “Me aseguran que fueron 20”, soltó otra voz. Y el Presidente, ahí, a cinco metros, saludaba y agradecía. Poco antes, y de ahí la tardanza, se había reunido con los secretarios de la Defensa y de Marina, con el director del Cisen y el titular de Seguridad Pública. La guerra que el gobierno va ganando imponía la urgencia, oscurecía la fiesta.
Calderón no era el centro de las miradas; imposible verlo para quienes permanecían en sus lugares, que sólo podían ver el montón de gente a su alrededor.
“El día en que cruzaste por mi camino/ tuve el presentimiento de algo fatal…”, trovaron yucatecos Los Morales.
El cobijo al Presidente
Con un vestido negro recién puesto, la dirigente del PAN en el DF, Mariana Gómez del Campo, se paseó entre los invitados. Una hora antes vestía informal, con una pañoleta verde, en el mismo lugar de hace un año, detrás de la primera valla y al centro, frente al balcón presidencial.
Terminó el Grito, simple, ortodoxo. Abajo, del contingente de directores de área salió una voz: “¡Viva Felipe Calderón!” “¡Viva!”, respondieron los funcionarios medios y las filas detrás de la primera valla.
“¡Fe-li-pe, Fe-li-pe, Fe-li-pe!”, dirigió la porra la pariente del Presidente. “¡Fe-li-pe!”, siguieron los invitados, mientras ondeaban las banderitas tricolores que les regalaron a la entrada. Eran tan pocos que no llenaron el tramo de asfalto donde se ubicaron las bocinas y los templetes para la prensa.
Un tercio de la plancha del Zócalo estaba delimitado para el pueblo traído expresamente para la ocasión. Pero no habría sorpresas. No aquí, sino en la Morelia de Calderón.
Los fuegos artificiales pusieron su nube de humo entre el balcón presidencial y la frase formada con foquitos, puesta ahí por el Gobierno del Distrito Federal. Una frase usada hasta el cansancio por los lopezobradoristas en el debate petrolero: “La soberanía de la nación reside en el pueblo. Francisco Primo de Verdad”.
Antaño, los cronistas se ocupaban de registrar con precisión qué gritaba el presidente de la República en turno. Se suponía que el héroe escogido o añadido a la lista daba pistas sobre las prioridades del todopoderoso señor de Los Pinos. Se recuerda, por ejemplo, que Luis Echeverría agregó un “vivan los pueblos del tercer mundo”.
Pero en estos tiempos, los medios están más ocupados en saber cómo hará Felipe Calderón para hacer sonar la campana y ondear la bandera al mismo tiempo.
Todo porque, quizá ocupado hasta la especialización en poner vallas, vaya donde vaya Calderón, el Estado Mayor Presidencial (EMP) parece haber relajado otros aspectos de su principal encomienda. José López Portillo, por ejemplo, se peleaba con su jefe del EMP porque no lo dejaba montar a caballo. A Calderón sí lo dejaron montar una bicicleta, con los resultados conocidos.
El rito se cumple, con todo. Pero casi al mismo tiempo explotan dos artefactos en Morelia, subrayando el mensaje que ya había sido enviado, el mensaje que llegó con el Mes de la Patria.
Ya enfiestado el país, ya tronando los cohetes por doquier y desplegadas miles y miles de banderitas por todas partes, México vivió su peor día de violencia, con 41 ejecutados en sólo una jornada, apenas el 12 de septiembre.
La ceremonia en honor de los Niños Héroes, un día después, estuvo marcada por el hallazgo de 24 cadáveres en La Marquesa.
Pero los muertos del bicentenario no caen “como renuevos cuyos aliños un cierzo helado destruye en flor”, sino decapitados, echados uno encima de otro, como pollos sobre el hielo picado. O en un festejo público, al azar, en la tierra del Presidente, por si algo faltara.
Desde que la República en pleno firmó el acuerdo por la seguridad, han sido ejecutadas en el país más de 400 personas, incluidas 30 decapitaciones y los asesinatos de 10 mujeres y cinco menores de edad.
El México de nota roja, no otro, sino el México real, llegó de sopetón a través de los teléfonos celulares, que comenzaron a sonar antes de que el Presidente bajara al patio, donde lo esperaban centenares de invitados.
Unas pantallas gigantes, con azules simulando el cielo, arcos muy mexicanos, puestos donde se repartieron globos de azúcar, buñuelos y churros, papas, flores y nieves. El escenario de las malas noticias.
Arriba, el Ejecutivo departía con su gabinete, diplomáticos y militares. Abajo, los invitados especiales de segunda esperaron, primero en un patio lateral, largos e inexplicables minutos. Tres enormes telones, con los colores de la Bandera, separaban a los invitados de segunda del patio central.
La noticia del atentado en Morelia corrió de boca en boca, pero no todos se enteraron. Muchos siguieron en el brindis, las canciones, la foto del recuerdo. “Hay que estar con el Presidente, ahora más que nunca”, dijo alguien, oído al pasar. Que esto ya no es contra su gobierno, sino contra México, completó. Y esto no es otra cosa sino la guerra que se iba ganando apenas ayer.
A la mañana siguiente, el Ejecutivo habría de demandar unidad, el Ejército ocuparía las calles de su ciudad natal y el país condenaría en pleno el atentado.
Pero la noche del 15, la noche del Grito, el rostro del Presidente denotaba hastío. Se le vio así en la firma del Acuerdo por la Seguridad, con ganas de terminar pronto. Se le volvió a ver igual después de su reunión sobre el atentado de Morelia. En su segundo grito, el de los bombazos en su tierra.
Una hora y 40 minutos después del Grito, ortodoxo grito con vivas a México y a los héroes de rigor, Felipe Calderón, acompañado por su esposa, ocupó una mesa al ritmo de Juan Colorado y quiso sentarse, pero muy pronto comenzó el besamanos.
Calderón permaneció ahí sólo media hora. A los 20 minutos, a cuatro pasos del Presidente, algunos empleados repartieron el comunicado número 184, una vez que los funcionarios de la Presidencia se habían negado a decir nada sobre las explosiones en Morelia, la tierra del mandatario. Se condena, se apoya, se castigará, decían los cuatro párrafos de obviedades.
Los Morales habían terminado las notas de El michoacano, pieza también dedicada al anfitrión, al Presidente que hace menos de un mes firmó el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Legalidad y la Justicia. La nube de reporteros seguía tratando de sacar una declaración. Los invitados continuaban libando sus margaritas de tamarindo y jamaica, sus güisquis y sus tequilas, en el “pueblito mexicano” montado para la ocasión.
“Son tres muertos”, dijo alguien. “Me aseguran que fueron 20”, soltó otra voz. Y el Presidente, ahí, a cinco metros, saludaba y agradecía. Poco antes, y de ahí la tardanza, se había reunido con los secretarios de la Defensa y de Marina, con el director del Cisen y el titular de Seguridad Pública. La guerra que el gobierno va ganando imponía la urgencia, oscurecía la fiesta.
Calderón no era el centro de las miradas; imposible verlo para quienes permanecían en sus lugares, que sólo podían ver el montón de gente a su alrededor.
“El día en que cruzaste por mi camino/ tuve el presentimiento de algo fatal…”, trovaron yucatecos Los Morales.
El cobijo al Presidente
Con un vestido negro recién puesto, la dirigente del PAN en el DF, Mariana Gómez del Campo, se paseó entre los invitados. Una hora antes vestía informal, con una pañoleta verde, en el mismo lugar de hace un año, detrás de la primera valla y al centro, frente al balcón presidencial.
Terminó el Grito, simple, ortodoxo. Abajo, del contingente de directores de área salió una voz: “¡Viva Felipe Calderón!” “¡Viva!”, respondieron los funcionarios medios y las filas detrás de la primera valla.
“¡Fe-li-pe, Fe-li-pe, Fe-li-pe!”, dirigió la porra la pariente del Presidente. “¡Fe-li-pe!”, siguieron los invitados, mientras ondeaban las banderitas tricolores que les regalaron a la entrada. Eran tan pocos que no llenaron el tramo de asfalto donde se ubicaron las bocinas y los templetes para la prensa.
Un tercio de la plancha del Zócalo estaba delimitado para el pueblo traído expresamente para la ocasión. Pero no habría sorpresas. No aquí, sino en la Morelia de Calderón.
Los fuegos artificiales pusieron su nube de humo entre el balcón presidencial y la frase formada con foquitos, puesta ahí por el Gobierno del Distrito Federal. Una frase usada hasta el cansancio por los lopezobradoristas en el debate petrolero: “La soberanía de la nación reside en el pueblo. Francisco Primo de Verdad”.
Antaño, los cronistas se ocupaban de registrar con precisión qué gritaba el presidente de la República en turno. Se suponía que el héroe escogido o añadido a la lista daba pistas sobre las prioridades del todopoderoso señor de Los Pinos. Se recuerda, por ejemplo, que Luis Echeverría agregó un “vivan los pueblos del tercer mundo”.
Pero en estos tiempos, los medios están más ocupados en saber cómo hará Felipe Calderón para hacer sonar la campana y ondear la bandera al mismo tiempo.
Todo porque, quizá ocupado hasta la especialización en poner vallas, vaya donde vaya Calderón, el Estado Mayor Presidencial (EMP) parece haber relajado otros aspectos de su principal encomienda. José López Portillo, por ejemplo, se peleaba con su jefe del EMP porque no lo dejaba montar a caballo. A Calderón sí lo dejaron montar una bicicleta, con los resultados conocidos.
El rito se cumple, con todo. Pero casi al mismo tiempo explotan dos artefactos en Morelia, subrayando el mensaje que ya había sido enviado, el mensaje que llegó con el Mes de la Patria.
Ya enfiestado el país, ya tronando los cohetes por doquier y desplegadas miles y miles de banderitas por todas partes, México vivió su peor día de violencia, con 41 ejecutados en sólo una jornada, apenas el 12 de septiembre.
La ceremonia en honor de los Niños Héroes, un día después, estuvo marcada por el hallazgo de 24 cadáveres en La Marquesa.
Pero los muertos del bicentenario no caen “como renuevos cuyos aliños un cierzo helado destruye en flor”, sino decapitados, echados uno encima de otro, como pollos sobre el hielo picado. O en un festejo público, al azar, en la tierra del Presidente, por si algo faltara.
Desde que la República en pleno firmó el acuerdo por la seguridad, han sido ejecutadas en el país más de 400 personas, incluidas 30 decapitaciones y los asesinatos de 10 mujeres y cinco menores de edad.
El México de nota roja, no otro, sino el México real, llegó de sopetón a través de los teléfonos celulares, que comenzaron a sonar antes de que el Presidente bajara al patio, donde lo esperaban centenares de invitados.
Unas pantallas gigantes, con azules simulando el cielo, arcos muy mexicanos, puestos donde se repartieron globos de azúcar, buñuelos y churros, papas, flores y nieves. El escenario de las malas noticias.
Arriba, el Ejecutivo departía con su gabinete, diplomáticos y militares. Abajo, los invitados especiales de segunda esperaron, primero en un patio lateral, largos e inexplicables minutos. Tres enormes telones, con los colores de la Bandera, separaban a los invitados de segunda del patio central.
La noticia del atentado en Morelia corrió de boca en boca, pero no todos se enteraron. Muchos siguieron en el brindis, las canciones, la foto del recuerdo. “Hay que estar con el Presidente, ahora más que nunca”, dijo alguien, oído al pasar. Que esto ya no es contra su gobierno, sino contra México, completó. Y esto no es otra cosa sino la guerra que se iba ganando apenas ayer.
A la mañana siguiente, el Ejecutivo habría de demandar unidad, el Ejército ocuparía las calles de su ciudad natal y el país condenaría en pleno el atentado.
Pero la noche del 15, la noche del Grito, el rostro del Presidente denotaba hastío. Se le vio así en la firma del Acuerdo por la Seguridad, con ganas de terminar pronto. Se le volvió a ver igual después de su reunión sobre el atentado de Morelia. En su segundo grito, el de los bombazos en su tierra.
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