18 dic 2009

Billetes ensangrentados



Bajo billetes ensangrentados

La Marina de México manipula el cadáver del 'narco' Beltrán Leyva para lanzar una advertencia a los capos de la droga
PABLO ORDAZ - Ciudad de México -
El País, 18/12/2009
Nunca un general tuvo tanta escolta. Sobre todo, después de muerto. Decenas de soldados vigilaron desde el miércoles por la noche el cuerpo del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, abatido a tiros por los infantes de la Marina de México en Cuernavaca (Estado de Morelos). Nadie ha reclamado aún el cadáver de El Jefe de Jefes, pero no sería la primera vez que los deudos de un capo quisieran ofrecerle un último homenaje recuperando sus restos a golpe de granada y ráfagas de AK-47.
La influencia de la cultura del narcotráfico en la sociedad mexicana alcanza ya límites espeluznantes. Hasta los infantes de Marina, se supone que con el beneplácito de sus superiores, parecen contagiados por la iconografía propia del crimen organizado. Muchas veces, cuando los sicarios de un cartel dan muerte a un rival, no se conforman con administrarle las balas suficientes para que deje de respirar, sino que lo presentan en público de forma humillante. Como si de un cartel más se tratara, la Marina de México presentó el cadáver de Beltrán Leyva con los pantalones bajados y cubierto su cuerpo desnudo por una lluvia de billetes ensangrentados. Para completar el cuadro, uno de los presuntos gatilleros detenidos fue expuesto con signos inequívocos de haber sido golpeado.
Lo cierto es que, por el momento, nadie había bajado aún de Sinaloa para llevarse, por las buenas o por las malas, el cuerpo de uno de sus hijos más famosos. Si las autoridades logran que nadie se atreva a ello, el cadáver de uno de los narcotraficantes más poderosos de México irá a la fosa común y la política de tolerancia cero con el narcotráfico puesta en marcha por Felipe Calderón avanzará un capítulo más. Otro capítulo polémico es el que concierne a los artistas, más o menos famosos, que se prestan a actuar en las llamadas narcofiestas.
La detención de ocho músicos -entre ellos el afamado cantante mexicano Ramón Ayala, ganador de cuatro premios Grammy- tras ser sorprendidos actuando en el último sarao organizado por los Beltrán Leyva, tiene todos los visos de ser un aviso para navegantes. El Gobierno de Calderón, agobiado por el cariz cruento que sigue presidiendo su guerra contra el narcotráfico, reconoce en privado que no va a permitir ningún acto, cultural o no, que presente a los mafiosos de la droga como héroes del pueblo. Los artistas, entre ellos Paquita la del Barrio, ya se han puesto en pie de guerra. "Yo he cantado para ellos", ha reconocido la celebrada autora de Rata de dos patas, "pero no lo supe hasta que llegué a la fiesta. Son gente muy culta. Y el trabajo es el trabajo...".
De todas formas, si Calderón pretende encausar a quien de palabra, obra u omisión colabora en México con el narcotráfico tiene mucho trabajo por delante. La Marina asegura que el capo Beltrán recibía protección de policías municipales de Cuernavaca y estatales de Morelos. Y que en la urbanización de lujo donde vivía tenía como vecinos a políticos tan principales como el presidente estatal del Partido Nueva Alianza o, incluso, a un senador del PAN, el partido del presidente de la República. Tan despistados ambos que no se dieron cuenta de que aquel vecino con barbas que siempre llegaba escoltado por siete camionetas de lujo y tipos malencarados era, quién lo iba a decir, el mismísimo Jefe de jefes...
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Abatido el capo Arturo Beltrán Leyva, el 'Jefe de Jefes'

La Marina mexicana da muerte al dirigente más poderoso del cártel de Sinaloa
PABLO ORDAZ
México 17/12/2009
Le llamaban La muerte, El Barbas o El Botas Blancas, pero sobre todo era El jefe de jefes. Arturo Beltrán Leyva, máximo dirigente del poderoso cártel de Sinaloa, fue abatido la tarde del miércoles (madrugada del jueves en España) durante un enfrentamiento con la Marina mexicana en una urbanización de lujo de la ciudad de Cuernavaca (Estado de Morelos). Tres de los sicarios que acompañaban a Beltrán Leyva, uno de los narcotraficantes más buscados por las policías de México y Estados Unidos, también resultaron muertos durante el tiroteo y otro más se suicidó al verse rodeado y sin escapatoria, según la versión oficial.
Arturo Beltrán Leyva no era un cualquiera. Su poder se extendía desde Colombia hasta Estados Unidos, y para conseguir llevar ríos de cocaína desde un país a otro no tuvo inconveniente en comprar cuerpos policiales enteros. Sin ir más lejos, los servicios de inteligencia mexicanos encargaron su captura a la Marina después de que en los últimos días el más poderoso de los Beltrán Leyva lograra burlar in extremis varios cercos policiales. De hecho, el pasado viernes, las autoridades mexicanas reventaron una fiesta que se celebraba en Tepoztlan (Morelos) donde sospechaban que se encontraba Arturo Beltrán Leyva y uno de sus principales lugartenientes, un tipo apodado La Barbie. Pero cuando lograron abrirse paso a tiros, ya en la fiesta sólo quedaban 24 sexoservidoras -así se les llama en México a las prostitutas- y el grupo musical Los Bravos del Norte. De El jefe de jefes y de La Barbie ni rastro. Tal vez un chivatazo cobrado a precio de oro.
Pero la tarde del miércoles, la Marina ya no le dio opción. Un amplio despliegue formado por más de un centenar de soldados y dos helicópteros irrumpieron en la urbanización Altitude de Cuernavaca. Los sicarios de Beltrán Leyva recibieron a los militares con ráfagas de ametralladora y lanzamiento de granadas, pero los soldados tampoco se anduvieron con chiquitas. Mataron sin contemplaciones al capo y a tres de sus gatilleros, provocando -siempre según la versión oficial- el suicidio de un cuarto. Según el comunicado oficial, "también resultaron heridos tres elementos de la Armada de México por ataques con granadas".
Los hermanos Beltrán Leyva no siempre fueron autónomos. Durante un tiempo pusieron dos de sus grupos de sicarios -Los Pelones, en el estado de Guerrero, y los Güeros, en Sonora- al servicio del histórico narcotráficante Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo Guzmán. Pero tras la detención de Alfredo Beltrán Leyva, también apodado El Mochomo, los hermanos que quedaron en libertad acusaron a El Chapo de traición e iniciaron una guerra por el poder en Sinaloa que aportó muchos muertos al terrible saldo de 15.000 bajas relacionadas con el narcotráfico desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República hace ahora tres años. Para afianzar su poder, los Beltrán Leyva sellaron un pacto de colaboración con el grupo criminal Los Zetas y extendieron su campo de acción a varios estados del país: Guerrero, Chiapas, Quintana Roo, Tamaulipas y hasta el propio Distrito Federal.
Después de detener a un sinfín de lugartenientes y a prácticamente ningún pez gordo, los responsables mexicanos de la lucha contra el narcotráfico -muy cuestionados en los últimos días- celebraron la noche del miércoles su hazaña. Ya El jefe de jefes sólo será una de las canciones más celebradas de Los Tigres del Norte.
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