5 sept 2010

Margo Glantz


Glantz: Vocación, lectura, escritura, el Premio FIL...
Armando Ponce
Revista Proceso 1766, pags 60-62, /5 de septiembre de 2010;
Entrevistada tras ser designada la semana pasada ganadora del Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara de Literatura en Lenguas Romances (antes Juan Rulfo), la narradora, ensayista y catedrática Margo Glantz habla de su determinación desde niña para la escritura, de su entereza por los libros y, a pregunta expresa, de sus literatas mexicanas admiradas, de las cuales sólo sor Juana y Nellie Campobello le dejaron influencias. En recuadro adjunto se ofrecen textos que la escritora incluyó para la edición argentina de Saña y que aparecieron en el mismo título publicado en México hace tres años.
Haber obtenido el Premio de Literatura en Lenguas Romances que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le entregará el 27 de noviembre, hace decir a la escritora Margo Glantz en el comedor de su casa de Tres Cruces, en el centro de Coyoacán, donde vive desde hace 40 años:
“Es muy satisfactorio, pero que me lo den a los 80 años me parece padrísimo. Me dieron el Premio Sor Juana, también en la Feria de Guadalajara, por El rastro… Estoy muy festejada, no sé qué piensen los demás de que me lo hayan dado, mucha gente me lo dice, pero habrá gente a la que le parezca que no. Para mí va a ser extraordinaria esta vez, voy a ser como la reina de la feria por un día, miss universo de la literatura por tres días.”
No son muchas preguntas las que se le hacen: su formación, sus influencias, sus colegas preferidos. Cuando habla de las escritoras dice:
“No creo que necesariamente las mujeres me hayan influido particularmente, pero puedo destacar muy especialmente a Nellie Campobello. A Elena Garro la admiro, de Rosario Castellanos su poesía, a Blanca Varela su poesía. No puedo decir que las influencias sobre mi obra son fundamentalmente femeninas. Es mi formación más que mi influencia.”
Y de la producción actual señala:
“Es un panorama riquísimo, no estoy muy al tanto obviamente, en otras épocas estaba más y tenía más tiempo para leer y dedicarme a esas cosas: Aunque afortunadamente me eligen como jurado para saber qué obras mexicanas podrán obtener un premio y eso me pone al día ante ciertos autores, pero sí he podido leer muchos libros de autores muy interesantes, magníficos escritores. Hay una joven como de 38 años, Guadalupe Nettel, que me parece deslumbrante, Ana García Bergua; Cristina Rivera Garza, que es de un talento indiscutible y una imaginación grande; Miriam Moscona, en poesía; Tedy López Mills; Antonio Parra; David Toscana, extraordinario. Leí El atentado, de Álvaro Uribe, aunque no he visto la película, la novela es magnífica.”
–Con alrededor de 40 libros publicados a partir de los años sesenta, ¿qué es lo que más le gusta de lo suyo?
–Me gusta lo que he escrito de sor Juana, de las crónicas de la conquista. Pero me gusta sobre todo Las genealogías, El rastro. Saña es un libro en el que me parece he logrado algo muy particular. Me gusta uno que no a muchos les gusta, De la amorosa inclinación de enredarse en cabellos, Apariciones. Me gusta mucho un cuento, Historia de una mujer que caminó toda la vida con zapatos de diseñador, sobre cáncer del seno, creo que es un muy buen cuento. Creo que a los 80 años ya puedo estar por encima de la modestia.
A quien más admira en poesía es a José Gorostiza, con Muerte sin fin, y en narrativa a Juan Rulfo. Pero su fuente de inspiración es sor Juana, de quien ha escrito varios ensayos y obtuvo el premio que lleva su nombre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2003. Cuando se toca el punto de documentos inéditos de los que ha dado cuenta el historiador Alejandro Soriano Vallés, entrevistado hace dos semanas en estas páginas, refiere que éste le contó que iba a publicar próximamente el libro con ellos y asienta:
“Hay una corriente muy católica que quiere hacer parecer a sor Juana como santa, son muchos escritores que están haciendo eso y esa corriente se sigue repitiendo, y Vallés es muy buen historiador pero muy católico, y pretende, quiere limpiar a sor Juana de cualquier rebelión contra la Iglesia. Y hay una corriente, en la que yo me encuentro, que trata de poner a sor Juana bastante liberal, porque no creo que no haya sido una buena católica, pero sí que tuvo una rebeldía muy fuerte, porque la tradición y la forma de organizar a la Iglesia era hacer que las mujeres se sometieran, como varios de los sacerdotes con lo que tuvo contacto, ahí están los textos. Pero en fin, hay que ver qué dice Vallés.”
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Suprimidas las interrogantes, en seguida se presentan fragmentos significativos de la conversación, a la manera del estilo de la prosa de Margo Glantz. La que queda –sin entrecomillar– es sólo la voz de la escritora:
Campobello
No había mujeres que escribían mucho cuando empecé. Pero una mujer muy interesante fue Nellie Campobello, una escritora que publicó en los años treinta y que apenas comenzaba a ser reconocida muy recientemente y a partir de ensayos femeninos, una escritora de una fuerza y una calidad enorme. Está el prólogo de Jorge Aguilar Mora, donde la situó bien, pero la mayor parte de los textos son femeninos y la rescatan para que se le haga justicia a esa escritura desdeñada. Una escritora de una calidad enorme, Aguilar Mora dice que sin ella no hubiera existido Rulfo, aunque no se conociesen, aunque Rulfo no la hubiese leído –que probablemente sí la leyó–, tiene un capacidad para sintetizar, para mostrar en brevísimas palabras acciones violentísimas, lo más terrible de la Revolución.
Garro
La manera de manejar las cosas en Elena Garro es también sin ninguna sensiblería. Maneja las cosas como medio surrealistas o fantásticas, como en los Recuerdos del porvenir, pero con una fuerza y una capacidad de penetrar en ellas… por ejemplo en El árbol o en La culpa es de los tlaxcaltecas o en los cuentos de La semana de colores, que son extraordinarios, con ciertos aspectos que explotarían después otras escritoras en ese contexto del realismo mágico, pero que ella no lo explotó por eso, sino porque era la única forma que tenía de escribir.
Similitudes
Quizá la escritura de Campobello tenga alguna relación con la mía, en el sentido de la fragmentación: ella hace textos muy breves, como impactos de bala, porque justamente quiere dar esa impresión a pesar de que hay muchas novelas de la Revolución y que son más tradicionales con una causa y efecto y una temporalidad más definida, digamos en Martín Luis Guzmán, Azuela o Muñoz: La de Nelly logra en fragmentos brevísimos dar idea de lo que es la Revolución, y cada texto en sí mismo vale por él mismo, tú lees un texto de Nellie Campobello y es de una estampa, pero no costumbrista de ver algo como una fotografía de la guerra de Vietnam, con una movilidad que no tiene una foto. Eso me parece extraordinario, y yo me podría parecer a ella en mi capacidad para utilizar el fragmento. Por ejemplo, el último libro que publiqué, que se llama Tania, es un libro en donde los textos son brevísimos y muy crueles, pero son textos en los que no me detengo a sufrir, a incluir el sufrimiento en la escritura, sino el sufrimiento se deduce de la escritura. Ese elemento de la fragmentación como estilo es el que tanto admiro de Nellie Campobello y la distancia frente a las cosas, y una ironía muy cruel si quieres, pero una ironía que te permite enfrentar las cosas como en su más absoluta realidad sin que las ocultes y sin que las dañes con una sensiblería inútil.
Las preferidas
He sido una lectora voraz desde muy niña, mis principales lecturas no era necesariamente de escritoras, pero leí mucho a Jean Austin, que me parece maravillosa. De las mexicanas he leído mucho a Elena Garro; a Amparo Dávila (que ya escribía cuando yo no lo hacía todavía); a Guadalupe Dueñas; Inés Arredondo, que es extraordinaria; Rosario Castellanos, que me gustaba sobre todo su poesía, y me sigue gustando mucho, creo que es muy buena como narradora, me gusta Balúm Canán, Oficio de tinieblas, no me gustan tanto sus cuentos, pero su poesía me parece deslumbrante, porque es justamente esa calidad, esa crueldad enfrentada (porque las cosas en sí mismas son crueles), y la capacidad de enfrentarlas en la escritura sin ninguna complacencia, eso me parece extraordinario de Rosario Castellanos.
¿Quién más?
De mis contemporáneas, ¿quién más? Cuando empecé a escribir yo era una mujer grande y ya había en el panorama una buena cantidad de mujeres que escribían que eran buenas. Aline Pettersson estaba escribiendo cosas importantes, y también escritoras de América Latina que me interesaban aún más, por ejemplo Clarice Lispector, que me parecía maravillosa… De América del sur, en cuanto a la narración, también Beatriz Guido, Elvira Orfé, Clara Lange, Estela Canto, varias argentinas de esa época. Estela Canto escribió un libro muy bueno sobre Borges. A ella le dedicó El Aleph y a ella le dedicó el original. Bueno, me parece que es una escritora de una forma verdaderamente casi imposible de soportar, Blanca Varela, de Perú. Julieta Campos era contemporánea mía y la admiraba muchísimo, podía pasar del ensayo a la narrativa de una manera airosa, fina y profunda, lo mismo podía hacer Rosario, estupenda en poesía, en narrativa, en periodismo.
Sor Juana
Sor Juana es un personaje tan singular, tan único… En su época consideraban que sor Juana era una especie de monstruo; no lo era, era un genio eso sí, y que le costaba mucho trabajo a la gente aceptar que fuese genio y mujer al mismo tiempo. Pensaban que no podía escribir si no era hombre. Sor Juana ha sido una fuente de inspiración en todos los niveles, tanto académica por los ensayos que he escrito sobre ella y también para mi narrativa, eso sí, es la figura que más ha influido en mi última narrativa, porque llevo 20 años escribiendo sobre ella. He utilizado ensayos que he escrito sobre sor Juana y los he narrativizado en una novela, por ejemplo Rastro, también he utilizado muchas frases de sor Juana en Apariciones. Sí es un personaje que directamente ha influido y he tratado de recrear en mi escritura, y ha sido un paradigma esencial para mí.
Escritura tardía
Yo empecé a escribir muy tardíamente, sabía que iba a escribir, pero no había encontrado cómo escribir. Sabía que mi vocación desde niña era la literatura, porque desde niña leí como desaforada, muchas cosas, quizá precozmente, porque mi padre no tenía una biblioteca pero sí muchos libros, como Calderón de la Barca, Shakespeare, y había muchas leyendas griegas y poesía, folletines, de todo, un revoltijo, y como yo era muy tímida y me fascinaba vivir otras vidas y lo hacía a través de la literatura, yo sabía que iba a hacer literatura. Y saliendo de la secundaria era muy buena en gramática y en la preparatoria iba a estudiar letras y luego a la Facultad de Filosofía, y después me fui a París, estudié letras allá, así que llegando a México empecé a enseñar, para mí era muy apasionante. Pero escribí tarde.
Lecturas
La lectura te va dando una formación si quieres inconsciente, vas asimilando lecturas de tal forma que se vuelven tu propia circulación mental, asimilas lo más importante y vas dejando las rebabas, aquello que para ti no es importante se va perdiendo y vas creando todo un almacén de vivencias y de erudición, que luego se van decantando y producen la escritura, yo creo.
Pintura y música
Mi padre pintaba y estaba muy entusiasmado, tenía una galería de arte, Camel, tenía mucho que ver con la música también. En mi literatura están la pintura y la música muy ligadas, toda la cosa de arte en general, museos, desde jovencita me compraba discos y oía todo el tiempo música clásica en la XELA, que desgraciadamente se acabó, como tantas otras cosas.
Bueno, mi padre era poeta y tenía sensibilidad de poeta, el único problema es que escribía en un idioma que se había aniquilado, el idioma que hablaban los judíos de Europa Oriental y que fueron asesinados en los campos nazis, un idioma que iba perdiendo sus raíces cada vez más y que le daba poca oportunidad de que sus libros se publicaran. Los publicaba a costa de autor. Cuando era joven, en Nueva York había una comunidad de judíos ashkenazi muy grande con imprentas, periódicos y demás, mi padre estaba muy vinculado con ellos. También al principio, en Israel, el yidish tenía una importancia, pero poco a poco se fue perdiendo y mi padre ya no tenía asidero. Entonces escribió en español, pero auxiliado por poetas que lo ayudaban a escribir, y luego decidió ser pintor y escultor.
Rulfo en París
De las primeras grandes figuras para mí estando en París en 1953 fue Rulfo, me tocó leer El Llano en llamas y Pedro Páramo, que se publicó cuando yo estaba ahí (en el 53 y el 55). Fue un deslumbramiento, porque leía a Balzac, a los ingleses y muy poco de mexicanos, a pesar de lo que había leído en la escuela. Luego siendo profesora de literatura he estado más cerca de muchos autores, me fascina el siglo XIX, el folletín, Payno, Prieto, Inclán, son importantísimos para mí, las crónicas de la conquista, y sor Juana.
La obra propia
Mi obra es especial, no única pero sí especial, singular en el sentido en que parto de fragmentos, que van organizados de tal manera que son como pedazos de un mosaico que se pueden organizar de tal manera que el dibujo se complete. Una obra donde no me limito a géneros definidos, sino que transcurro por diversos géneros y voy de uno a otro, que acaban siendo normales. Hay gente que lo hace maravillosamente, como Pitol, pero mi escritura es diferente a la de él. En El viaje hace ese tipo de cosas donde hay memoria, biografía, dicción, más narrativos en ese sentido y modulados sobre una obsesión fragmentaria, porque trabajo con fragmentos en la escritura y en el cuerpo humano. Es importante de mi escritura la capacidad de relacionar las cosas más banales con las cosas más profundas o terribles, pasar de las modas, de las modelos –con ojo bastante crítico y al mismo tiempo chismoso como con Kate Moss con el holocausto–, de cómo se pueden imbricar temas tan diversos y encajar en el mismo mosaico, y eso lo he logrado en los últimos años en El rastro. l
***
Textos de “Saña” inéditos en México
Margo Glantz
La editorial argentina Eterna Cadencia acaba de publicar la obra de Margo Glantz que incluye estos cinco textos, entregados a Proceso por la autora, y que no aparecieron en la edición mexicana de ERA en 2007.
Desapariciones
George Perec, escritor nacido en 1936, hijo de judíos polacos emigrados a Francia, se preciaba de no haber repetido nunca un mismo tipo de escritura, dato en efecto cierto: su escritura es muchas veces el intento imposible de definir lo que es y lo que ha sido, guiado siempre por una idea fija: tratar de responder a una interrogante imposible de responder, las razones de una desaparición, razones que intentará entender mediante el lenguaje, o más bien, experimentando con sus signos: un libro del que desaparece la letra e por completo es uno de sus intentos, llamado justamente La desaparición (La disparition). Libro al que sucede otro, Los fantasmas (Les revenentes), donde todas las palabras utilizan la vocal e, la letra mediante la cual se designa en francés la terminación femenina de las palabras.
Atemorizado ante la Historia, así con H mayúscula, Perec intenta trazar la suya, con h minúscula, cosa que en inglés es fácil, pues existe la distinción entre History y story, por ello dice: No tengo recuerdos de infancia, hice esa afirmación con seguridad, casi como una especie de desafío. No tenía por qué interrogarme sobre esa cuestión. No estaba inscrita en mi programa. Se me daba permiso de evadirla, otra historia, la Grande, la Historia con su gran hache, ya había respondido en mi lugar: la guerra, los campos. Sin embargo, continúa, a los 13 años inventé, conté y dibujé una historia. Más tarde, la olvidé, y hace siete años, una noche en Venecia, me acordé de que esa historia se llamaba “W” y que en cierta forma era, si no la historia de mi infancia, una de las historias de mi infancia.
No tener una sola historia autobiográfica obliga al escritor a inventar a lo largo de la vida varias historias, mejor, a inventar varias formas de contar las historias posibles de la infancia. Una de ellas es ésta: una fabulación utópica que revele al mismo tiempo una mente adolescente, nutrida de aventuras folletinescas y, al mismo tiempo, la construcción del horror: la del universo concentracionario donde la ley es implacable pero a la vez imprevisible.
Mecánica infantil
Andrew Patrick Mackarron desembolsó 50 libras esterlinas para poder adoptar el nombre de su actor preferido, el norteamericano Marlon Brando, y sus fotografías (las del actor cuando era joven) cuelgan de todas las paredes de su casa.
El nuevo Brando declaró con una amplia sonrisa: Desde niño admiré a este actor, de manera que cuando decidí cambiarme el nombre elegí el suyo. Varias personas trataron de disuadirme para que no lo hiciera, diciendo que sería el hazmerreír de la gente. Hay quienes me miran extrañados cuando digo mi nombre actual, pero no me importa: tengo el nombre de un personaje célebre y me siento orgulloso de ello.
Marlon Brando bis añadió: todos mis documentos ostentan el mismo nombre.
(La ley británica ha hecho extensivo su célebre apellido a todos los miembros de la familia, incluyendo a uno de sus cinco hijos que desde ahora se llamará Errol Flynn Brando).
Placenta
Órgano redondeado y aplastado como una torta, intermediario durante la gestación entre la madre y el feto, que por una de sus caras, algo convexa, se adhiere a la superficie interior del útero, y de la opuesta, plana, nace el cordón umbilical. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970).
Placenta: palabra derivada del latín, que quiere decir torta (J. Corominas: Diccionario crítico etimológico e hispánico, 1981).
Placenta: Término anatómico. Masa carnosa y esponjada que se forma y congela en el vientre de la mujer preñada, de donde nace el cordón umbilical, por la cual está unida y atada al feto. Divídese en dos pedazos iguales: por cuyo motivo en el uso común de hablar se llaman los pares. Toda la placenta está cubierta de una tela muy lisa, que se continúa con el chorión y el amnión (Diccionario de autoridades, 1737).
Cambio de trenes
Jean Piwonski, coronel del ejército polaco, exguardagujas de la estación del campo de concentración de Sobibor, también en Polonia, me contó cuando lo conocí y me preparaba para filmar Shoa –relata Claude Lanzmann en su libro de memorias, publicado como La liebre patagona–, que mientras hacía una guardia nocturna alguien golpeó violentamente a su puerta: un ucraniano inmenso le exigió un litro de vodka, ofreciéndole en cambio un paquete pesado y hediondo, groseramente envuelto en papel periódico. No tuvo más remedio que aceptar; al abrirlo le dieron náuseas y vomitó de inmediato: dentro había una quijada sanguinolenta con dientes de oro, arrancada a un cadáver recientemente asfixiado por el gas salido de los escapes de los camiones que los nazis utilizaban para exterminar a los judíos.
Intimidad
Yo tengo guardadas en una caja, junto a varios pares de aretes, broches de pelo, prendedores y un collar de coral, unas prótesis antiguas de mis muelas del juicio con incrustaciones de oro. Además, una radiografía del fémur de mi madre, sus anteojos y su cabello conservado dentro de la media elástica que usaba para proteger sus piernas varicosas. l

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