31 may 2012

El ánimo de Benedicto XVI ahora está lleno de indignación"

El ánimo de Benedicto XVI ahora está lleno de indignación"
Gianfranco Ravasi
El cardenal Gianfranco Ravasi critica la exageración de los medios de comunicación. Demasiados excesos, "pero también Jesús fue traicionado"
 Andrea Tornielli
http://vaticaninsider.lastampa.it
«No excluyo que en el ánimo del Papa, a pesar de la tranquilidad que muestra exteriormente, exista ese sentimiento que incuso Jesús explicó: la indignación». Son casi las tres de la tarde cuando el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, sale jadeante de los pabellones de la Fiera Milanocity, donde ha pronunciado la ponencia inicial del convenio teológico-pastoral que ayer abrió el VII Encuentro Mundial de las Familias, para luego comparecer en rueda de prensa y para terminar conceder numerosas entrevistas individuales. «Jesús conoce las ansias y las tensiones de las familias, incluso las de aquéllas con hijos difíciles con comportamientos inexplicables» recordó en la ponencia de la mañana.
-Eminencia, el Papa ha hablado del caso vatileaks y ha dicho que los advenimientos de estos días le han entristecido...

«Si, pero también ha confirmado la certeza del apoyo que Dios da a su Iglesia».
En el fondo lo que ha sucedido con el arresto del ayudante de cámara, ha afectado precisamente a la «familia» pontificia, la familia del Papa.
«La familia representa una parte fundamental de la religión, es un modelo que define la iglesia misma. Desde este punto de vista podemos entender de qué modo el esplendor humano y la miseria también humana, que emergen en la historia de la familia, están presentes también en la familia de la Iglesia».
-Hablemos de la Curia: los documentos publicados y lo que ha sucedido la pasada semana hacen que se muestre atravesada por grandes tensiones. ¿Es así?
«Seguramente hay problemas, no lo niego. Por otra parte la historicidad nos cubre de polvo, sin duda alguna. A veces puede ser que se camine sobre el barro, siempre ha sido así, de alguna manera es inevitable. Por otra parte, en la experiencia misma de Jesús ha habido un tratamiento clamoroso por parte de una persona cercana a él, y estamos hablando de algo muy grave, me parece, si se compara con la crónica de estos días. Dicho esto, se ha hecho y se sigue haciendo excesivo énfasis que termina por poner en circulación una imagen de la Santa Sede que no corresponde a la realidad».
El Papa ha hablado de «ilaciones gratuitas»...
 «Desgraciadamente el método normal de la comunicación se basa todo en el exceso, existe una mitificación de los fenómenos. Recorriendo el mundo, hablando con muchos jóvenes, incluso no creyentes, he encontrado en cambio atención y disponibilidad al diálogo y he podido de este modo darme cuenta de que existe una mitificación en torno a la Iglesia que no corresponde a la realidad».
-¿Cómo está reaccionando Benedicto XVI ante estas dificultades?
-«Tengo que decir que su actitud sinceramente me impresiona. Hace poco que lo he visto. Se muestra sereno, tranquilo, y yo siempre lo he conocido así, al contrario de algunos clichés mediáticos. Pero no excluyo que en su ánimo pueda existir ese sentimiento que Jesús mismo explicó, la indignación. Que no es ni ira ni cólera. La mía es una interpretación, el Papa nunca deja que se note, todos reconocen que está sereno. Pero la suya no es la serenidad de quien ignora el mal, sin duda alguna las cosas las sabe y tiene un sentido moral muy fuerte».
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Está en juego la elección de su sucesor
La inteligence: guerra entre facciones para suceder a Ratzinger. Vieja guardia contra bertonianos. El papel de los cardenales
 Giacomo Galeazzi e Francesco Grignetti, Ciudad del Vaticano
En juego, como es bien evidente, están los equilibrios más delicados del Vaticano. Y el enfrentamiento que se está consumando al otro lado de la Puerta de Bronce tiene que ver con la apuesta más alta que pueda haber: la elección del próximo Papa. Así lo interpretan, por lo menos, los analistas más agudos. Según una interpretación que comparte también la «inteligence» italiana, está teniendo lugar una guerra de posición entre por lo menos dos bandos armados uno contra otro. Por una parte la vieja guardia, la diplomacia de la prestigiosa escuela de la plaza de la Minerva (Sodano, Sandri). Por la otra, la renovación que se hace espacio: Bertone y sus devotos (Versaldi, Calcagno, Coccopalmerio, Bertello). No cuenta mucho que las municiones sean documentos secretos que van a parar a los medios de comunicación. Lo que queda es que están derruyendo la cúpula de la Santa Sede, pieza a pieza. Hay que echar a todos los «infieles», no tiene que quedar ninguno. Primero el secretario general del Gobernatorado, el arzobispo Carlo Maria Viganò. Luego el presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi.
No es un misterio que en el punto de mira de los «cuervos» ahora es el Secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Ayer, el Pontífice declaró públicamente su confianza en sus más «estrechos colaboradores» precisamente para afirmar la posición de su brazo derecho. Sin embargo, es la gestión bertoniana, la que con toda probabilidad ha desencadenado las hostilidades en la Curia vaticana. En particular, un movimiento. El nombramiento por parte del Papa de 22 nuevos cardenales en el consistorio del 18 de febrero. Hacía meses que se hablaba de ello en los pasillos del Vaticano. Pero cuando se dieron a conocer los nombres, a la corriente hostil hacia Bertone le pareció que estaba claro que los equilibrios dentro del Sacro Colegio estaban cambiando porque muchos de los nuevos cardenales eran italianos y muchos de ellos considerados de observancia bertoniana. Y de este modo, un católico que habla claro como el historiador Alberto Melloni, explicaba con franqueza: «Ya lo han entendido incluso las piedras, dentro del poder curial es donde se aglomera la mayor parte de las tensiones y de las insatisfacciones».
Cierto, en el Colegio Cardenalicio la componente italiana es muy fuerte, pero desde que el mundo es mundo los cardenales nunca han votado por una bandera. Los italianos perdieron el cónclave del 78 y el del 2005, y no fue porque fueran pocos, sino porque estaban divididos. La verdadera apuesta es la mayoría en el próximo cónclave. Es decir, los equilibrios entre las diversas facciones.
Todo con los ojos puestos en un acontecimiento que entra dentro de la naturaleza misma de las cosas, considerando que Benedicto XVI ya ha cumplido 85 años. La referencia de ayer al cumplimiento de las obligaciones propias de su ministerio confirma que Benedicto XVI no tiene la más mínima intención de presentar su dimisión. Una propuesta que el director de «Il Foglio» Giuliano Ferra, entre otros, ha planteado de nuevo estos días.  «Elucubraciones periodísticas», de este modo la ha comentado el portavoz del Vaticano Federico Lombardi. Ratzinger mismo, por otra parte, en el libro-entrevista «Luz del mundo», no excluyó la hipótesis de dimitir, en el caso de verse incapacitado para guiar la Iglesia por imposibilidad física, psicológica o espiritual; pero precisó que un comandante no deja la nave en los momentos de dificultad.
Mientras, se hace ya el anuncio de un nuevo consistorio que tendría que celebrarse en diciembre y que en la otra orilla del Tiber algunos llaman «de renacimiento» porque debería restablecer los equilibrios desestabilizadores de la última hornada de purpurados. También los episcopados nacionales están manifestando su descontento por la desproporción entre los jefes de dicasterio premiados con la birreta cardenalicia y las Iglesias locales escasamente representadas en el Sacro Colegio Cardenalicio.
La oportunidad de las fugas de documentos hace pensar en un plano predefinido, pero hay que ver sus efectos. ¿Cuánto puede la «guerra de los venenos» de la Curia romana aumentar o disminuir la posibilidad de ascensión al Solio de Pedro de un candidato italiano tras dos pontífices extranjeros? Un escenario que la «inteligence» tiene bajo observación sobre todo desde cuando un papable italiano (el arzobispo de Milán, Angelo Scola) está situado en pole position para la sucesión. «El Papa no está fuera de la disputa, al final hará justicia y emergerá claramente quien será el ganador y quien el perdedor en esta contienda», asegura un cardenal «intermedio» entre las dos facciones en lid. La comisión cardenalicia no perdona, oye a monseñores y purpurados, refiere personalmente al Pontífice lo más grave que emerge. La atención está concentrada en particular en un cardenal de Curia con una larga carrera.
«Los cardenales responden ante el Papa, si hay problemas serios relacionados con un cardenal seguramente tiene que ser involucrado -explica el padre Lombardi-. Interrogar o no a un cardenal no puede depender del jefe de la Gendarmería o del fiscal.». La comisión de investigación recoge testimonios e información sobre Vatileaks, pero el asunto del IOR todavía no ha quedado resuelto. En el «directorio» del banco del Papa, los cardenales Nicora y Tauran han pedido aclaraciones sobre el voto de censura a Gotti Tedeschi.
 «No podía seguir siendo presidente: hacía escenas durante el consejo y trataba mal a los otros miembros laicos del board», explica un banquero cercano a Bertone. Si la meta es el cónclave, la etapa intermedia es la secretaría de Estado. En diciembre Bertone cumple 78 años y el Papa podría sustituirlo para pacificar la Curia. Dependiendo quien vaya a ocupar su puesto, el ministro de Asuntos Exteriores Mamberti (continuidad) o bien Sandri (cambio de dirección) se podrá entender quien será el vencedor.
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Caza al ladrón en el Vaticano
Documentos robados. Venenos. Arrestos. En la curia romana es la guerra. El despido del presidente del banco. Las maniobras del cardenal Bertone. Los falsos amigos del papa
de Sandro Magister
ROMA, 31 de mayo de 2012 – Hay método en esta locura. Desde el momento en que el mayordomo de Su Santidad ha acabado en la cárcel, el espectáculo, de repente, ha cambiado. En el centro de la escena ya no está el debate sobre el contenido de los documentos robados: están los ladrones. Resueltos a tramar a la sombra de un anciano vestido de blanco.
"Cuando se suprime la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones?". La frase es de San Agustín, pero ha sido Benedicto XVI quien la ha citado en su primera encíclica, "Deus caritas est", de 2005. No sabía que siete años más tarde esta sería la imagen pública del Vaticano. Una ciudad devastada por los hurtos, sin ningún rincón inviolado, ni siquiera ese "sancta sanctorum" que debería ser el escritorio privado del papa.
Los ladrones, verdaderos o presuntos, de los documentos vaticanos declaran a coro a los periódicos, anónimamente, que han actuado así justamente por amor al papa, para ayudarle a hacer limpieza. Y es verdad que ninguna de las fechorías puestas al descubierto en los documentos implica a su persona. Pero es más verdad que todo, inexorablemente, cae sobre él.
El papa teólogo, de las grandes homilías, del libro sobre Jesús, es el mismo que reina sobre una curia a la deriva, sentina de "egoísmo, violencia, enemistad, discordia, envidia", de todos los vicios por él estigmatizados en la homilía del domingo pasado, Pentecostés, y en tantas otras precedentes predicaciones inútiles.
Ha sido el mismo papa quien ha querido como secretario de Estado al cardenal Tarcisio Bertone,  y que sigue manteniéndole en su puesto, no obstante compruebe, cada día más, su ineptitud.

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Hoy, en el Vaticano, la frontera entre los actos ilícitos y los de puro mal gobierno se ha hecho muy sutil, casi inexistente.
La prueba clamorosa es de estos días. El mayordomo pontificio, Paolo Gabriele, acababa de ser arrestado por hurto de documentos en el apartamento papal cuando, dentro y alrededor del Instituto para las Obras Religiosas, el banco vaticano, ha tenido lugar una disputa de una violencia inaudita, registrada con igual brutalidad, primero en un comunicado oficial de la misma Santa Sede y, después, en un documento interno, deliberadamente filtrado a la prensa, para que el mundo supiese que todos los miembros del consejo de supervisión del banco habían votado una moción de censura al presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi.
Y se ha votado esta moción, se ha podido leer, por evidente incapacidad de desarrollar sus funciones, por frecuente abandono del puesto de trabajo, por ignorancia culpable de sus deberes, por un comportamiento personal "cada vez más extraño" y, sin duda también, por sospecha de difusión de documentos reservados. En resumen, por un total de nueve cargos de acusación sobre el filo del insulto, votados y aprobados uno por uno por la  junta de renombrados consejeros: el alemán Ronaldo Hermann Schmitz del Deutsche Bank, el americano Carl Albert Anderson  de los Caballeros de Colombo, el español Manuel Soto Serrano del Banco de Santander y el italiano Antonio Maria Marocco, notario en Turín y el último incorporado.
Los tres primeros, en 2009, habían dado su pleno apoyo al nombramiento de Gotti Tedeschi como presidente del IOR. Y este apoyo lo habían mantenido hasta hace poco tiempo, cuando las diferencias entre Gotti Tedeschi y el director general del banco, Paolo Cipriani, hombre fuerte de la vieja guardia, eran ya desabridas. No se hablaban desde hacía seis meses.
El comunicado con la moción de censura a Gotti Tedeschi terminaba diciendo que el día siguiente, viernes 25 de mayo, se reunía la comisión cardenalicia de vigilancia sobre el IOR, la única que podía ejecutar la moción de los consejeros.
En efecto, la reunión ha tenido lugar, pero sin un comunicado final. Formalmente, Gotti Tedeschi no ha sido aún destituido, y está preparando las armas para exponer sus razones.
Mientras tanto el conflicto se ha desplazado donde más cuenta, dentro de la comisión de los cardenales. En ella está Bertone, que es el presidente, pero también están Attilio Nicora, que casi nunca ha estado de acuerdo con él, y Jean-Louis Tauran que, como ex-ministro de asuntos exteriores de la Santa Sede, no ha digerido nunca que se haya confiado la secretaría de Estado a una persona no experta en diplomacia como, precisamente, Bertone.
Los otros dos cardenales de la comisión, Telesphore Placidus Toppo y Odilo Pedro Scherer, viven, respectivamente, en la India y en Brasil. Ausencias justificadas.
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Entre Bertone y Nicora, el último terreno de disputa ha sido el reglamento introducido en la Ciudad del Vaticano para la admisión a la "white list" internacional de los Estados con los estándares más altos de oposición al blanqueo de capitales.
Asombra que en el comunicado contra Gotti Tedeschi no se mencione este nudo esencial de la discusión.
Para escribir dicha normativa, Gotti Tedeschi y el cardenal Nicora habían llamado a los dos máximos expertos italianos en la materia, Marcello Condemi y Francesco De Pasquale, ambos de la cantera del Banco de Italia. La ley, la 127 en la numeración vaticana, entró en vigor el 1 de abril de 2011 y contextualmente Benedicto XVI, con un motu proprio, dotó al Vaticano de una Autoridad de Información Financiera, presidida por Nicora, con poderes absolutos sobre cualquier movimiento de dinero llevado a cabo en cualquier oficina interna o vinculada con la Santa Sede, incluidos el IOR y la secretaría de Estado.
Pero en el momento en que esta normativa fue aprobada, inmediatamente partió la contraofensiva.
La dirección del  IOR, la secretaría de Estado y el gobernatorado objetaron que con esta normativa el Vaticano perdía su soberanía y se convertía en un "enclave" de poderes externos bancarios, políticos y judiciales. Solicitaron a un abogado americano de su confianza, Jeffrey Lena, la nueva redacción de la ley y el invierno pasado, por decreto, hicieron entrar en vigor un segundo texto que limitaba los poderes de inspección de la Autoridad de Información Financiera, sometiéndolos a los de la secretaría de Estado.
Según sus promotores, el nuevo reglamento sería el que respondería mejor a las peticiones internacionales de transparencia.
Pero tanto Nicora como Gotti Tedeschi tienen una opinión diametralmente opuesta. Juzgan la nueva ley 127 "un paso atrás", que costará a la Santa Sede la no admisión a la "white list".
En julio se espera un primer veredicto por parte de las autoridades internacionales sobre la normativa contra el blanqueo de capitales en vigor en el Vaticano.
Pero los juicios preliminares expresados por los inspectores de Moneyval, después de dos sesiones investigativas en el Vaticano, no hacen presagiar nada bueno.
La primera versión de la ley 127, examinada bajo diez aspectos distintos, había recibido seis votos a favor y cuatro en contra.
La segunda versión ha tenido, en cambio, ocho votos en contra y sólo dos a favor.
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Mientras tanto en el Vaticano es la guerra. Al cardenal Bertone se le echa en cara la campaña por él guiada en 2011 para la adquisición, con dinero del IOR, del San Raffaele, el hospital de vanguardia creado en Milán por un discutido sacerdote, don Luigi Verzé, precipitado en una vorágine de deudas.
Al inicio, Gotti Tedeschi apoyó la oferta de compra, pero muy pronto pasó a estar entre los opositores, entre los cuales estaban los cardenales Nicora y Angelo Scola, neoarzobispo de Milán, y el mismo Benedicto XVI, muy contrarios a la adquisición, no sólo por la implicación directa de la Santa Sede en un asunto mundano, demasiado alejado de sus fines espirituales, sino también porque en el San Raffaele y en la universidad anexa se practican actividades y se imparten enseñanzas en total oposición con la doctrina católica: y no se pueden sustituir en bloque, ciertamente, médicos, científicos y profesores.
Al final Bertone se ha rendido y el San Raffaele ha sido adquirido por Giuseppe Rotelli, empresario italiano de primera magnitud en el sector de la sanidad.
Pero para el exuberante secretario de Estado es duro abandonar el sueño de crear un grupo hospitalario católico bajo el control y la guía del Vaticano. Como prueba, su otra empresa fracasada: la conquista del Gemelli, el policlínico romano de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, famoso en todo el mundo por haber acogido y curado a Juan Pablo II.
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Para la conquista del Gemelli había un pasaje obligatorio: el control del instituto fundador y promotor de la Universidad Católica, el Toniolo, a su vez controlado por la conferencia episcopal italiana y tradicionalmente presidido por el arzobispo de Milán.
El Toniolo era desde hacía años el objetivo de un abordaje, cuyo fin era excluir con cualquier medio a sus exponentes más vinculados al cardenal Camillo Ruini, presidente de la CEI hasta el año 2007.
El ataque que en el año 2009 afectó a Dino Boffo, miembro del Toniolo y director del periódico de la CEI "Avvenire", con acusaciones de homosexualidad, después reconocidas como falsas por el mismo periódico que las había publicado, fue el  momento más feroz de esta lucha.
Bertone no le defendió. Peor: Giovanni Maria Vian, director del periódico editado por la secretaría de Estado vaticana, "L'Osservatore Romano", inundó de críticas a Boffo en una despiadada entrevista en el "Corriere della Sera", justamente en el momento crucial del ataque contra este último.
Hoy no habría sido necesario leer las pesarosas cartas escritas por Boffo en esa situación, aparecidas entre los documentos robados al papa. La dinámica sustancial de los hechos ya estaba entonces a la vista de todos.
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La operación San Raffaele, el ataque a Boffo, el intento de conquista del Gemelli, la pretensión de Bertone de suplantar a la CEI en el papel de guía de la Iglesia en Italia: todo está enlazado.
En 2010, el incontenible secretario de Estado, alardeando de un presunto mandato de Benedicto XVI, llegó incluso a requerir por escrito al cardenal Dionigi Tettamanzi que dejara la presidencia del Toniolo. El arzobispo de Milán se enfadó. Y Benedicto XVI dio la razón al segundo, tras haber llamado a ambos contendientes ante él.
También este carteo ha sido robado y hecho público, pero esta historia ya era conocida. Hoy la presidencia del Toniolo ha pasado pacíficamente al sucesor de Tettamanzi en la cátedra de Milán, el cardenal Scola.
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En 2009, en una carta pública a los obispos de todo el mundo Benedicto XVI advirtió: "Si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente".
El papa había tomado estas palabras de San Pablo, pues también en la cristiandad de los orígenes había contrastes feroces.
También con Jesús, entre los apóstoles, había quien se peleaba por los puestos de poder, como había quien protestaba contra el derroche del valioso ungüento versado sobre los pies del Maestro, en lugar de "venderlo y dar cuanto obtenido a los pobres".
Benedicto XVI tiene la delicadeza y la humildad de no identificarse jamás con Jesús, pero sí se asocia con Él. El pasado 21 de mayo, en el brindis de una comida con los cardenales, concluyó confiado: "Estamos en el equipo del Señor, por tanto, en el equipo victorioso".
Pero, ¡qué esfuerzo!, cuando todo juega contra él, incluso "disfrazado del bien".
Justo antes, el papa había citado a San Agustín a los cardenales: "Toda la historia es una lucha entre dos amores: amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios; amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo".
Y había añadido: "Nosotros estamos en esta lucha y es muy importante tener amigos. Y en mi caso estoy rodeado de los amigos del Colegio cardenalicio: (…) me siento seguro en esta compañía".
También padre Federico Lombardi ha garantizado el 29 de mayo: "No hay ningún cardenal entre las personas investigadas o los sospechosos".
Pero sin incomodar a los gendarmes, no todos los cardenales "amigos" juegan en equipo como espera el papa.
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Las cartas robadas al papa
Entrevista de 'L'Osservatore Romano' al sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Becciu
CIUDAD DEL VATICANO, 31 mayo 2012 (ZENIT.org).- El asunto de las cartas robadas al papa, presuntamente por su ayuda de cámara, que está detenido, es el objeto de una entrevista con el sustituto de la Secretaría de Estado que publicaba este miércoles el diario vaticano L'Osservatore Romano.
El arzobispo Becciu afirma que ha visto al santo padre “dolido, porque, por lo que ha podido verse hasta ahora, alguien cercano a él parece responsable de comportamientos injustificables desde cualquier punto de vista. Cierto, en el papa prevalece la piedad por la persona implicada. Pero queda el hecho de que ha sufrido una acción brutal: Benedicto XVI ha visto publicadas cartas robadas de su casa, cartas que no son simple correspondencia privada, sino informaciones, reflexiones, manifestaciones de conciencia, incluso desahogos que ha recibido únicamente en razón de su ministerio. También por eso el pontífice está particularmente dolido, por la violencia que han sufrido los autores de las cartas o los escritos dirigidos a él”.
Según monseñor Becciu, la publicación de estos documentos es “un acto inmoral de inaudita gravedad. Sobre todo porque no se trata únicamente de una violación, ya en sí misma gravísima, de la reserva a la que cualquiera tiene derecho, sino también de un vil ultraje a la relación de confianza entre Benedicto XVI y quien se dirige a él, también para expresar en conciencia una protesta. No se han robado simplemente algunas cartas al Papa, se ha violentado la conciencia de quien se ha dirigido a él como al Vicario de Cristo, y se ha atentado al ministerio del Sucesor del Apóstol Pedro”.
Afirma que no se puede tratar de justificar la publicación de las cartas con una pretensión de transparencia y reforma de la Iglesia: no es lícito robar ni aceptar lo que otros han robado. “Son principios simples, quizá demasiado simples para algunos, pero lo cierto es que cuando alguien los abandona, se pierde fácilmente y lleva también a los demás a la ruina. No puede haber renovación que pisotee la ley moral, quizá basándose en que el fin justifica los medios, un principio que además no es cristiano”.
Algunos de los artículos publicados por la prensa en estos días insisten en que las cartas robadas revelan un mundo turbio dentro de los muros del Vaticano. Monseñor Angelo Becciu señala al respecto que “por una parte, acusan a la Iglesia de gobernar de modo absolutista; por otra, se escandalizan de que algunos, escribiendo al papa, expresen ideas o quejas sobre la organización del gobierno mismo. Los documentos publicados no revelan luchas o venganzas, sino esa libertad de pensamiento que, en cambio, se dice que la Iglesia no permite. (…) Los diversos puntos de vista, incluso las valoraciones contrastantes, son más bien normales. Si alguien se siente incomprendido, tiene todo el derecho de dirigirse al Pontífice. ¿Dónde está el escándalo? Obediencia no significa renunciar a tener un juicio propio, sino manifestar con sinceridad y hasta el fondo el propio parecer, para luego aceptar la decisión del superior. Y no por cálculo, sino por adhesión a la Iglesia querida por Cristo”.
En cuanto a la imagen del Vaticano que se está transmitiendo estos días, el arzobispo afirma que siente mucho que esté tan deformada, pero que “ello nos debe hacer reflexionar y estimularnos a todos nosotros a esforzarnos a fondo para hacer que se vea una vida más conforme con el Evangelio”.
Por último, el arzobispo desea decir a los católicos que “en el Papa no ha disminuido la serenidad que lo lleva a gobernar la Iglesia con determinación y clarividencia. (…) Hagamos nuestra la parábola evangélica que el papa Benedicto ha recordado hace poco: el viento se abate sobre la casa, pero ésta no se derrumbará. El Señor la sostiene y no habrá tempestades que puedan abatirla”.
 

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