19 jun 2015

Patriarca de Constantinopla: cuidar el medio ambiente también es preocuparse por la pobreza

Patriarca de Constantinopla: cuidar el medio ambiente también es preocuparse por la pobreza
Bartolomeo I
Entrevista con Bartolomeo I sobre la encíclica «Laudato si’», en la que Papa Francisco lo cita en varias ocasiones por su magisterio sobre la defensa de la Creación: «Ecología y economía tienen la misma raíz común: la casa»
ANDREA TORNIELLI
Vatican Insider, 19 de junio de 2015
El Patriarca ecuménico de Constantinopla, citado en dos párrafos de la encíclica «Laudato si’», es un pionero en la predicación en defensa del medio ambiente. Vatican Insider lo ha entrevistado después de la lectura del texto de Francisco.
-El Papa publica una encíclica dedicada a la ecología y en ella dedica dos párrafos a su magisterio sobre este tema. ¿Le sorprende?
 «La gentil referencia que ha hecho nuestro hermano Papa Francisco no me ha sorprendido. Por muchos motivos. Principalmente, quien busca discernir la belleza de Dios en la sacralidad de la Creación inevitablemente reconocerá “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, honrado, lo que es virtud y merece alabanza” (Filipinenses, 4, 8). En segundo lugar, puesto que no podemos hablar de un doble orden o de una doble realidad en la Creación, todas las Iglesias, todas las religiones y todas las disciplinas confesan la misma verdad, es decir que el mundo es un don divino que todos nosotros estamos llamados a proteger y a preservar. En tercer lugar, la crisis ecológica tiene una dimensión ecuménica: no se puede identificar una institución en particular y culparla por el daño que hemos provocado a la Creación, y ninguna institución sola puede resolver la crisis ecológica.»
 -¿Por qué las Iglesias ortodoxa y católica decidieron intervenir sobre este tema específico de manera tan decidida?

 Hay mucho más. Lo que une a nuestras dos Iglesias es mucho más de lo que nos divide. Ambas deben tener presente este aspecto y comprometerse para la unidad. Pero, mucho más allá de nuestras difetencias confesionales y doctrinales, estamos unidos en la tierra que compartimos, en la Creación que nos ha sido ofrecida como don precioso y frágil por nuestro Creados. En lugar de sugerir que la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica decidieron denunciar el impacto que la humanidad ha tenido en el cambio climático, tal vez sería más correcto y apropiado decir que nuestras Iglesias se han dado cuenta de que no podemos actuar de otra manera, que “servir y preservar” la Creación de Dios es parte integral de nuestra vocación como líderes de comunidades cristianas. Así como también transformar la naturaleza en cultura y comprometernos en la justicia social del mundo.»
 -En la Encíclica «Laudato si’», Papa Francisco vincula el tema de la custodia de la Creación con la necesidad de cambiar los modelos de desarrollo para ir hacia una economía que tenga como fundamento el ser humano y no el dinero. ¿Comparte este enfoque?
 El problema de la contaminación y de la degradación ambiental no puede aislarse con el objetivo de comprenderlo o encontrar una solución. El medio ambiente es la casa que rodea a la especie humana e incluye el hábitat humano. Por ello no se puede apreciar ni evaluar el medio ambiente aislado, sin vincularlo directamente con la criatura única que lo habita. Preocuparse por el medio ambiente significa preocuparse por los problemas humanos como la pobreza, el hambre y la ser. Este vínculo está descrito detallada y exhaustivamente en la parábola en la que el Señor dice: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber” (Mateo, 25, 35). Además, los términos “ecología” y “economía” tienen la misma raíz etimológica. El prefijo que tienen en común “eco-“, deriva de la palabra griega “oikos”, que significa “casa” o “habitar”. Sin embargo, es deplorable y egoísta el hecho de que nosotros hayamos limitado el uso de esta palabra a nosotros mismos, como si fuéramos los únicoa habitantes del mundo. El hecho es que ningún sistema económico, por tecnológicamente o socialmente avanzado que sea, puede sobrevivir al derrumbe de los sistemas ambientales que lo sostienen. Este planeta es, efectivamente, nuestra casa, pero también es la casa de todos, así como es la casa de cada criatura animal y de cada forma de vida creada por Dios. Es un signo de arrogancia nuestra presumir que solo nosotros los seres humanos habitamos en esta tierra. De la misma manera, es también un signo de arrogancia creer que la Tierra pertenece solo a esta generación.»
El cristianismo a veces ha sido acusado por haber permitido la aplicación de un modelo de explotación de la tierra a partir de las palabras del Génesis: ¿qué sgnifica «cultivar y custodiar»?
«Nuestro objetivo está unido a la oración del sacerdote en la Divina Liturgia: “Los mismos dones, de Ti recibidos, a Ti los ofrecemos en todo y por todo. A Ti nos dirigimos, Te bendecimos, a Ti damos gracias, oh Señor, y Te suplicamos, oh Dios nuestro”. Entonces, debemos ser capaces de abrazar a todas las personas y a todas las cosas (no con miedo o por necesidad, sino con amor y alegría. Es entonces cuando aprendemos a cuidar a las plantas, a los animales, a los ríos, a las montañas, a los mares, a todos los seres humanod y a toda la naturaleza. Es entonces cuando descubrimos la alegría, en lugar de provocar dolor, en nuestra vida y en el mundo. Como consecuencia, creemos y promovamos instrumentos de paz y de vida, y no de violencia y de muerte. Es entonces cuando la creación, por una parte y la humanidad por otra (la que abraza y la que es abrazada) se corresponden plenamente y cooperan una con otra porque no se contradicen ni están en competencia. Es enconces cuando la humanidad ofrece a la Creación en u gesto de servicio y sacrificio sacerdotal, restituyéndola a Dios, y la Creación se ofrece en cambio como don a la humanidad para todas las próximas generaciones. Es entonces cuando todo se convierte en una especie de intercambio recíproco, fruto de la abundancia y complemento de amor. Es entonces cuando todo asume su destino original y su objetivo original, tal y como Dios lo pretendía desde el momento de la Creación.»
En la encíclica, Papa Francisco da valor al movimiento ecológico, pero se aleja de esa corriente de pensamiento que considera al hombre el “mal” del planeta y quisiera reducir a la población. ¿Qué opina?
-«En la lectura clásica de la Iglesia de los orígenes, la humanidad es considerada en términos dialécticos. San Gregorio el Teólogo, que fue arzobispo de Constantinopla hacia finales del siglo cuarto, dijo que el hombre es al mismo tiempo divino y humano, un creador llamado a convertirse en divino, un microcosmos y un micro-Dios, un co-creador junto al divino Creador. Esta ambivalencia de la humanidad significa que el hombre es capaz de llevar a cabo las más nobles y dignas acciones, pero al mismo tiempo se inclina a los abusos más repugnantes y dañinos. Así pues, es cierto que la humanidad, creada a imagen y semejanza de Dios, se encuentra en su estado más natural cuando actúa con compasión y cuida a los demás y a la naturaleza. Sin embargo, debido a la caída, el hombre actúa “contrariamente” a la naturaleza, de manera alterada, olvidándose de la visión y de la intención que Dios tenía para el mundo.»
-Francisco propuso nuevamente un acuerdo para una fecha fija en la que celebrar la Pascua. ¿Usted está de acuerdo con esta hipótesis?
«La Iglesia Ortodoxa discute sobre la posibilidad de una fecha fija y única para la celebración de la Pascua, la fiesta de las fiestas, desde hace más de medio siglo. De hecho, las primeras consultas panortodoxas, en preparación del gran Santo Concilio en programa para el año que viene en Estambul, han considerado varias opciones científicas y litúrgicas para esta eventualidad. Sin embargo, recientemente, y en particular después de la disolución de la Cortina de Hierro, algunos elementos importantes dentro de algunas Iglesias nacionales desgraciadamente se han resistido a esta hipótesis de cambio. Sin duda ninguna, un acuerdo sobre una fehca fina común para la celebración de la Pascua sería una ventaja, en particular para los cristianos que viven en América, en Europa occidental y en Oceanía. Pero, sin considerar el hecho de que personalmente esté o no de acuerdo, una propuesta de este tipo debería ser decidida por todas las Iglesias ortodoxas, para no poner en peligro la unidad del mundo ortodoxo.»

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