Los
actos de Fox con el Papa transgreden el artículo 130
Nota de Norma Angélica Cuéllar |
La Crónica de hoy,| Fecha:
2002-08-01 |
Aunque ninguna de las cinco visitas de
Juan Pablo II a México ha sido de Estado (pese a que se le ha dado recibimiento
oficial) la presencia del Presidente, gobernadores y políticos en las
celebraciones ha sido una constante que les ha permitido lograr nuevas
posiciones.
A tenor de esto, el investigador en
asuntos religiosos, Fred Alvarez Palafox, cree que la presencia del presidente
Vicente Fox en las celebraciones litúrgicas que encabeza el Papa, en esta
visita transgrede el artículo 130 constitucional que establece el principio de
separación entre el Estado y la Iglesia.
Incluso la Ley de Asociaciones
Religiosas y Culto Público establece en el artículo 25 que las autoridades
federales, estatales y municipales no pueden asistir con carácter oficial a
ningún acto religioso de culto público.
Y, añade Alvarez Palafox, que el
Presidente no pudo despojarse de su investidura cuando asistió a la
canonización de Juan Diego.
Si se aplicara la Ley, la Secretaría
Gobernación estaría obligada a emitir un extrañamiento a todos los funcionarios
que asistieron a las celebraciones. Pero ésta no es la primera ocasión que
figuras públicas participan en actos religiosos.
Para el investigador Elio Masferrer Kan
las visitas papales siempre han sido capitalizadas por políticos, empresarios,
jerarcas católicos e incluso por el jefe del Ejecutivo. Recordó que la primera,
en 1979, derrumbó todas las predicciones pesimistas.
La segunda, en 1990, tuvo lugar en una
situación de distensión interna, asentada la crisis del 88. Salinas implementaba
el Programa Nacional de Solidaridad que aparentemente llamó la atención del
Papa. Sus discursos resaltaron el papel de la solidaridad, un valor muy
significativo en la Iglesia.
Dos años después, en 1992, Salinas
logró popularidad y beneplácito al reanudar relaciones diplomáticas con el
Vaticano y reconocer la personalidad jurídica de la Iglesia, lo cual hizo
olvidar las dudas sobre la legitimidad del proceso electoral de 1988.
L a presentación del proyecto de cambio
al artículo 130 Constitucional se hizo coincidir con el 12 de diciembre para
beneplácito de la jerarquía católica y molestia de los evangélicos, que se
sintieron ninguneados después de tantas muestras de lealtad al sistema
político.
La tercera visita, según el doctor en
antropología, en 1993, marcó el fin de la presunta luna de miel Estado-Iglesia.
Los actos fueron menos masivos, aunque
personajes como la entonces gobernadora de Yucatán, Dulce María Sauri, no tuvo
reparo en asistir a un acto público.
La IV visita, en enero de 1999, es hasta
hoy la más criticada por la alta comercialización de los actos litúrgicos que
encabezó el Papa en el Autódromo y el estadio Azteca.
Y tuvo amplios beneficios para la
Arquidiócesis de México, organizadora de este evento en que el Papa leyó las
conclusiones del Sínodo de América.
El propio cardenal Norberto Rivera
Carrera admitió que la Iglesia había pedido el apoyo de feligreses y empresas
para organizar la visita. Sabritas vendió su producto con estampitas del Papa
en las bolsas, de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego.
La visita no fue de Estado, pero no
impidió que el Pontífice fuera recibido y despedido por el Presidente Ernesto
Zedillo, se reuniera en la Residencial Presidencial con el Cuerpo Diplomático y
el jefe de gobierno del DF entregara las llaves de la ciudad con todo su
gabinete.
Pero, de todas maneras, en la visita
que acaba hoy no ha sucedido nada diferente al pasado. Personajes de la vida
pública continúan capitalizando su enorme capacidad de convocatoria.
Frente a la cruz de la evangelización
que bendijera hace cuatro años el Papa Juan Pablo II en la Calzada de los
Misterios, un grupo de danzantes indígenas a ritmo del sonoro repicar del
tambor, "hue huetl", el chisqueo de los cascabeles y el ambiente
invadido por el aroma a incienso, dedicaban una ofrenda a Su Santidad, durante
su trayecto hacía la Basílica de Guadalupe.
Mientras el rítmico sonar de los
cascabeles se confundía con la porra organizada por la señora Gloria, quien
apostada en su banquito de plástico, exhortaba a un grupo de jóvenes que junto
a ella se encontraba: "griten fuerte, hasta parece que tienen mi
edad".
Los caracoles se escuchaban como
invocando a una deidad, al tiempo que Doña Gloria gritaba: "Ya viene el
Papa, griten con ganas". El hombre que lucía un gran penacho con plumas de
varios colores, parecía responder a la convocatoria de doña Gloria al hacer
retumbar con un gesto de esfuerzo el "hue huetl".
Tres segundos se convirtieron en un
instante de emociones, plasmados en cada intento de llamar la atención del Sumo
Pontífice, con porras, gritos y silbidos, a los que se unía el rito de los
indígenas, sin embargo, la imagen encorvada, que reflejaba cansancio, del
máximo jerarca de la Iglesia católica, parecía sin reacción ante el fervor de
los feligreses.
Como si se unieran a la danza indígena,
las personas que no pudieron ubicarse al frente de la valla para observar de
cerca a Su Santidad, recurrían a sus dotes de equilibristas, manteniendo los
pies de punta, para tratar de encontrar una rendija entre la multitud para ver
siquiera de lejos al Santo Padre.
Para José Vázquez, integrante del grupo
de danzantes "Insignia Azteca", la canonización de un indígena ,
representa un orgullo para los mexicanos, " nosotros llevamos sangre
indígena , por lo que Juan Diego nos representa".
Mientras que para Gloria, "el
momento más feliz de su vida", había transcurrido con el paso del Papa.
(Rafael S. Trejo)
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