Así
fue el desalojo del plantón de Nochixtlán, narrado por testigos (Primera parte)
Reportaje de Nayeli
Roldán (@nayaroldan), Paris Martínez (@paris_martinez) y Arturo Daen
(@ArturoDaen)
Animal Político…
El
20 de junio pasado, un día después del enfrentamiento entre policías y
pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, los titulares de la Policía Federal y de la
Policía Estatal de esa entidad, Enrique Galindo y Jorge Ruiz Martínez, dieron
una conferencia de prensa para presentar la versión oficial de los hechos, que
dejaron un saldo de nueve personas muertas, al menos 26 más con heridas de
distinta gravedad, y decenas con lesiones menores.
Su
narración, sin embargo, difiere de lo que sobrevivientes y testigos no
involucrados vivieron ese domingo, 19 de junio de 2016, en que se celebraba en
el país el día del padre.
Animal
Político entrevistó a 22 testigos, incluyendo dos policías federales que
participaron en el operativo, de los cuales cinco vivieron los hechos ocurridos
entre las 7:30 y las 9:30 horas, cuando se reportó el primer herido de bala, y
el resto llegaron luego del primer enfrentamiento. Salvo los policías, ninguno
de los testimonios coincide con la versión oficial.
I. El
operativo para desalojar el bloqueo carretero inició, según la versión oficial,
“aproximadamente a las 8:30 de la mañana”, explicó Jorge Ruiz, secretario de
Seguridad Pública de Oaxaca, hora en que “llegaron a desalojar (a los
manifestantes), de una manera pacífica y dialogada con los líderes de quienes
ahí permanecían en este bloqueo”.
Según
el titular de la policía estatal oaxaqueña, en ese momento había
“aproximadamente 250 personas” obstruyendo la autopista que conecta la Ciudad
de México con la capital del estado.
Dos
de los testigos, sin vínculo entre sí, afirman que los hechos no ocurrieron
así. El operativo no empezó a las 8:30, no había 250 manifestantes y tampoco
fue pacífico.
L.
es uno de esos manifestantes que vieron llegar al contingente policiaco. Se
trata de un maestro de 32 años, mixteco y habitante de Nochixtlán desde su
nacimiento. Él da clases de primaria en las comunidades serranas desde hace
cinco años.
El
maestro estaba en el bloqueo carretero de Nochixtlán, desde la noche previa a
los hechos, y su testimonio contradice la versión oficial, empezando por la
hora en que se desataron los hechos, y el supuesto diálogo pacífico.
“Mira
–explica–, uno como maestro está acostumbrado a los desalojos, ya nos han
desalojado antes, y sabemos que existe un protocolo: llega la policía, y el que
viene al mando se acerca con los compañeros y dice ‘saben qué, ustedes tienen
30 minutos o una hora, y les vamos a pedir que nos desocupen estos espacios’…
Nosotros esperábamos que se aplicara ese protocolo, esa búsqueda de
entendimiento. Sin embargo, en esta ocasión, nos agarraron recién de mañana, a
las 7:30 de la mañana, a esa hora llegaron, y nosotros éramos poquitos en el
bloqueo, algo así como 20 o 25 personas, sobre todo padres de familia, pero
también algunos maestros.”
Según
los testigos, el ultimátum que los manifestantes esperaban de la policía,
exigiendo su retirada, no se dio y hubo golpes y gases lacrimógenos desde el
primer momento.
Uno
de los policías federales lesionados confirma que el operativo inició antes de
lo afirmado por los titulares de la PF y la SSP de Oaxaca, aunque no dice que
haya habido golpes en esa primera etapa.
Según
este agente, que resultó con una lesión en la mano, el operativo inició “como a
las 7 u 8 de la mañana”, y no a las 8:30. También descartó que se hubiera dado
algún diálogo pacífico entre los mandos policiacos y los manifestantes.
“Lo
primero que encontramos (al llegar) fue que estaba bloqueada la autopista, pero
al ver la presencia de la policía, la gente se retiró, caminó en dirección al
pueblo”.
Una
tercera testigo, M, una ama de casa y madre de familia en Nochixtlán, dice: “Yo
los vi. Cuando ellos empezaron a disparar gases le llamé al maestro de mi hija,
para avisarle lo que ocurría. Era 7:38 de la mañana”.
M.
no duda en la precisión de la hora, porque su celular tiene el registro de la
llamada que hizo ese domingo 19 de junio.
“Ellos
(los policías) no hablaron”, confirma M., quien acudió desde la noche previa de
los hechos a apoyar el bloqueo, en solidaridad con una amiga que ya participaba
en la protesta. “Ellos llegaron aventando bombas y nosotros (los manifestantes)
corrimos, pero nos siguieron hasta la desviación de Tlatongo. Ahí golpearon
gente. Ahí había gente que iba al hospital y no tenían nada que ver, pero
estaban en ese lugar cuando empezó”.
En
ese momento, dice la ama de casa, ya se escuchaban los balazos. “No se vale.
Ellos no llegaron hablando. Yo nomás lo creo porque yo lo viví”.
Según
los testimonios de estos dos habitantes de Nochixtlán, la andanada policial
puso en fuga a los entre 20 y 25 manifestantes que hacían guardia en el bloqueo
carretero.
“Nos
agarraron desprevenidos –explica el docente L.– nunca hubo un acercamiento
dialogado, ni siquiera amenazante, como de ‘¡ya váyanse!’, nada… Nada más
llegaron, cerca de las 7:30, y empezaron a dispararnos casquillos que echaban
gases, y como éramos muy poquitos, y ellos eran cientos, pues nos tuvimos que
replegar así como empezaron a dispararnos casquillos de lacrimógeno, nos fuimos
hacia atrás, hacia el panteón municipal”, que se ubica a unos 350 metros de
punto donde se mantenía el bloque carretero.
En
contraste, la versión oficial de los hechos, ratificada en la misma conferencia
de prensa por el titular de la Policía Federal, Enrique Galindo, descarta que
los 800 uniformados que arribaron a Nochixtlán (mitad federales y mitad
estatales) llevaran armas, ni siquiera para lanzar cartuchos de gas
lacrimóngeno.
Según
Galindo, los 800 policías portaban exclusivamente “equipo antimotín: escudo,
casco, protección corporal, sin armas”, lo cual, enfatizó, fue “debidamente
certificado” ante notario público, antes de iniciar el operativo.
II.
Gracias
a ese repliegue inicial de los manifestantes, la policía logró tomar el control
de toda la zona que va de la carretera al panteón (350 metros lineales), donde
los uniformados tomaron posiciones estratégicas, según dos de los testigos.
“Unos
policías permanecieron en el bloqueo carretero –explica L.–, otros avanzaron
hacia donde están los chamizales (una zona de espinos y nopales que está frente
al panteón), otro grupo de policías estuvo en la vulcanizadora Reyes (a 30
metros del panteón), cubriendo todo lo que era el panteón. Y otro grupo estuvo
ubicado donde estaban los pirules, cubriendo toda la zona de las nopaleras
(también frente al panteón).”
Entre
las 8:30 y las 9:00 horas, según el maestro, “fue cuando comenzaron a
escucharse las campanas del pueblo, y toda la comunidad acudió a apoyar a los
maestros, llegó bastante, pero bastante, gente de la comunidad. Eran ya las
9:00 y ahí sí empezó el enfrentamiento, si así se le puede llamar, porque más
bien parecía una batalla.”
Tanto
habitantes de Nochixtlán, como autoridades, coinciden en un hecho: la población
respondió rápidamente al repique de las campanas, saliendo en auxilio de los
manifestantes del bloqueo, “debido a que los domingos se establece ahí (en el
poblado) un tianguis”, tal como señaló el jefe de la policía estatal oaxaqueña.
“Como
fue domingo –subraya P., un taxista de Nochixtlán– estaba toda la gente
preparándose para ir de plaza (recorrer el tianguis), al mercado, a comer. Y
empezaron a tocar las campanas, y la gente se fue directo a la carretera.
Pero
todo el pueblo se fue: yo vi gente que nunca se mete en problemas, pero ese
día, ahí estaba, en la protesta. Acudieron hombres, mujeres, gente grande,
gente joven, de todo.”
A
partir de la llegada de un gran número de habitantes de Nochixtlán a la zona de
la refriega, en apoyo al pequeño grupo de manifestantes, “las corporaciones
(policiacas) fueron agredidas de manera directa por grupos radicales –según la
versión oficial, dictada por el titular de la Policía Federal–, que de manera
indiscriminada arrojaron cohetones, petardos y nos fueron reportando lesionados
por arma de fuego”.
III.
Según
la versión oficial, estos “grupos radicales”, fueron los que abrieron fuego por
primera vez en la refriega, alrededor de las 9:00 horas.
Esta
afirmación, no obstante, fue rechazada por J., quien es la primera persona que
se reportó herida por un arma de fuego, durante los enfrentamientos del
domingo. Él es originario de Nochixtlán, pero nunca participó en el bloqueo de
la carretera.
En
la mañana, alrededor de las 8:00 horas del 19 de junio, estaba en su casa,
cuando escuchó gritos y autos pasando a toda velocidad.
Al
salir de casa, vecinos le notificaron de la presencia de policías federales en
el poblado, por lo que él, junto con otros habitantes, se acercaron a la carretera
para ayudar a los maestros y padres de familia que desde una semana antes
mantenían cerrada la carretera.
J.
llegó al lugar cuando los federales ya habían replegado a los 25 manifestantes.
Según su versión, para las 8:00 horas, los policías ya estaban desplegados
sobre el puente vehicular que pasa por encima de la carretera bloqueada, y
desde ahí diparaban gases lacrimógenos.
“Con
el gas –explica J.– nos estaban orillando hacia la entrada al pueblo (ubicada a
cerca de 700 metros del bloqueo carretero). Empezamos a replegarnos. Ya había
más gente y oí los disparos”. Cuando se le pregunta si vio a algún civil armado,
tal como sostiene la versión oficial, J. ataja: “Nada de armas (entre los
pobladores de Nochixtlán), los armados eran ellos (los policías): con sus gases
y los balazos que se oían eran del lado de ellos”.
Hacia
las 9:00 horas, J. se refugió a unos metros del panteón municipal.
Según
el reporte de la Policía Federal, ante el arribo de más pobladores a la zona,
“desde el centro de mando establecido en la ciudad de Oaxaca se valoró la
conveniencia de llevar a cabo un repliegue, y lo empezamos a hacer, poco a
poco, porque debíamos salir del cerco que estaban llevando a cabo los
pobladores de Nochixtlán”, tal como afirmó Enrique Galindo.
Sin
embargo, J. –que para ese momento estaba guarecido a unos metros del muro del
panteón– descarta que las fuerzas policiales se hayan replegado, sino que, por
el contrario, comenzaron a disparar ya con armas de fuego, y a avanzar también
hacia la zona del panteón.
Hacia
las 9:30 horas, J. fue alcanzado por un disparo que, según su versión, provino
de uno de los puntos en los que previamente se había parapetado un grupo de
policías.
“Nosotros
estábamos en una orilla (del panteón). Los que tiraron los balazos, entre ellos
el que me tocó a mí, fueron los federales que se escondieron donde está la
vulcanizadora Reyes (a 30 metros, del panteón), de ahí salieron los policías.
Desde ahí empezaron a disparar, y nosotros nos echamos a correr, pero me
dieron”. J. recibió el disparo en la pantorrilla.
La
PF sostiene, por el contrario, que “la orden de repliegue fue una orden táctica,
para no exponer la vida de los pobladores”.
Otro
grupo de testigos que refutan el “repliegue táctico” de las fuerzas policiales
es una familia que, en esos momentos, alrededor de las 9:30 horas, se
encontraba dentro del panteón municipal, excavando una fosa dónde sepultar a un
anciano, fallecido el 15 de junio.
Según
sus relatos, el gas lacrimógeno que comenzó a lanzar la policía llegaba hasta
donde estaban los 18 familiares, lugar al que ingresaron uniformados para
aprehenderlos.
“Llevábamos
un papel que decía que estábamos en el panteón (para enterrar a una persona),
pero los policías nos decían ‘cuál difunto, ustedes están con los maestros”,
revela R., uno de los integrantes de esta familia.
Luego
de ser aprehendidos, y golpeados, los 18 familiares fueron trasladados a un
camión policial, donde los obligaron a tenderse bocabajo, en el suelo del
vehículo, con las manos en la nuca.
Según
su testimonio, los policías los obligaron a permanecer en esa posición durante
más de 12 horas: de las 9:30 hasta las 22:30, cuando fueron puestos a
disposición del Ministerio Público, en la localidad de San Bartolo Coyotepec.
Finalmente,
esta familia fue puesta en libertad el 21 de junio por la noche, al no
encontrarse elementos para acusarlos de ningún delito.
IV.
P.
es un comerciante, y llegó a Nochixtlán desde las 5:00 de la mañana, para
vender en el tianguis que cada domingo se instala en el poblado; ese mismo
tianguis que, según la versión oficial, propició la concurrencia de muchos
pobladores a la zona de la refriega.
Se
trata, explica P., de un mercado abierto al que acuden los pobladores no sólo
de Nochixtlán, sino también de las localidades aledañas, para hacer sus compras
de la semana. Por eso, el domingo es un día de mucho bullicio y tránsito de
gente en el centro del poblado.
Poco
antes de las 8:00, P. afirma haber visto una humareda a lo lejos, hacia la zona
de la carretera, y minutos después, asegura que la gente comenzó a gritar que
la policía federal estaba desalojando la barricada de la carretera.
“Pensamos
que no llegarían al pueblo –narra P.–, pero cuando vimos al primer herido,
empezamos a levantar los puestos”.
Minutos
antes de las 9:00 de la mañana, asegura, las campanas de la iglesia repicaron
para que la población saliera a enfrentar el desalojo y una hora después, el
primer herido ya estaba llegando al atrio de la iglesia, asegura P.
Su
relato coincide con F., voluntario en la iglesia, quien asegura que desde las
8:30 de la mañana, él y otra persona instalaron una lona en el patio del templo,
que más tarde funcionó como área de atención médica para los heridos. El primer
herido, dice, llegó a las 10:00 horas y tenía una herida en el pie.
Se
refiere a J., el joven que recibió un disparo en la pantorrilla a las 9:30
horas cuando estaba refugiado junto al panteón, y a quien otros pobladores
ayudaron a llegar hasta la iglesia, para recibir primeros auxilios.
V.
K.
es policía tercero de la División de Fuerzas Federales de la Policía Federal.
Después de las 9:00 horas, cuando comenzó a congregarse toda la población de
Nochixtlán en la zona de la refriega, K. quedó aislada del resto de sus
compañeros, y fue golpeada por los manifestantes. Reconoce, sin embargo, que al
distinguir que se trataba de una mujer, uno de los pobladores intentó evitar
que el resto la siguieran golpeando, y la condujo hasta una ambulancia.
En
este vehículo, K. y un compañero más de la Gendarmería fueron conducidos
también al atrio de la iglesia, no sólo para recibir atención médica, sino
también para impedir que la población los linchara.
“Me
empezaron a golpear –narra la policía federal–, a quitarme todo mi equipo
antimotín, a darme con todo, me echaron gasolina. Uno les decía que yo era
mujer, este señor me levantó y me llevó a la ambulancia. En el recorrido a la
ambulancia, yo iba recibiendo toda clase de golpes, patadas, machetazos.”
Según
el parte médico, la agente de policía sufrió dos cortadas en la cabeza,
hematomas en diversas partes del cuerpo, golpes en el brazo, un golpe en el
coxis, y un machetazo en la pierna.
Su
narración sobre cómo inició la violencia, sin embargo, difiere de la de todos
los testigos consultados e, incluso, difiere de la versión oficial, ofrecida
por la misma corporación a la que pertenece.
Según
esta policía, desde que llegaron a Nochixtlán, los policías fueron recibidos a
balazos por la población.
“Cuando
llegamos ahí –narra– los pobladores nos recibieron con balazos”.
“Ellos
(los pobladores) corrían del lado derecho (de la carretera) balaceando –asegura
la agente–, primero (los disparos) sonaban al aire, luego ya directo a
nosotros, los compañeros empezaron a caer (…) Todos nos tirábamos al suelo
–reconoce–, porque era increíble que una población se levantara en armas.”
La
batalla, en realidad, apenas iniciaba.
#
¿Quién
emboscó a quién en Nochixtlán?
Esta
es la segunda entrega de tres de la reconstrucción de la batalla ocurrida en
Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19 de junio, elaborada a partir de las
narraciones de 20 testigos, documentos y material videográfico inédito.
¿Quién
emboscó a quién en Nochixtlán?
Nayeli
Roldán (@nayaroldan) y Paris Martínez (@paris_martinez)
junio
27 2016 08:12
Esta
es la segunda entrega de tres de la reconstrucción de la batalla ocurrida en
Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19 de junio, elaborada a partir de las
narraciones de 20 testigos, documentos y material videográfico inédito. Ese día
murieron siete personas (hubo dos más en los días siguientes). Uno de ellos
murió lejos de la batalla y de la policía y no se han encontrado testigos que
expliquen quién lo mató. Cinco fallecieron cerca de los enfrentamientos o en
zonas controladas por la policía. Y el último no se tiene registro del lugar
donde murió.
Nochixtlán
es un antiguo poblado comunal, que existe desde antes de la conquista, y al que
tocan dos carreteras: la autopista, que une la capital de Oaxaca con la capital
del país, y la carretera “libre”, que une los municipios del norte del estado.
Un
cruce carretero estratégico, que hace a este pueblo epicentro de protestas
políticas, que usan el bloqueo para presionar autoridades.
Eso
es lo que ocurrió el pasado 14 de junio, cuando grupos afines al movimiento
magisterial oaxaqueño bloquearon este punto carretero para exigir la anulación
de la reforma educativa.
No
eran muchos. Sólo un grupo de alrededor de 30 pobladores de Nochixtlán,
vigilando día y noche las piedras y troncos que obstruían el paso de los
vehículos en ambos sentidos del camino.
Hasta
el domingo 19 de junio.
Ese
día, a las 7:30 horas, 800 policías (la mitad federales y la mitad estatales)
se trasladaron hacia ahí para “liberar” la carretera.
Según
los testigos, la policía llegó disparando granadas de gas lacrimógeno, sin
mediar ningún intento de entendimiento, lo que generó que habitantes de
Nochixtlán salieran de sus casas para enfrentar a la policía, ya no como
simpatizantes del movimiento magisterial, sino como defensores de sus vecinos y
su comunidad.
La
versión oficial de los hechos, presentada por el titular de la Policía Federal,
Enrique Galindo, asegura en contrapartida que los policías actuaron siempre de
forma “pacífica y dialogada”, y que un grupo de los policías vivieron
“prácticamente una emboscada” por parte de “grupos radicales”, que dispararon
lo mismo a policías que a habitantes de Nochixtlán.
Hasta
la fecha, sin embargo, las autoridades no han presentado pruebas de esto último
y el único testimonio que lo respalda es el de una policía, cuya declaración
fue proporcionada por la Comisión Nacional de Seguridad, que prefirió que no se
le entrevistara.
Por
el contrario, los videos captados por turistas que se encontraban ese día de
visita en Nochixtlán muestran que la población que respondió al desalojo
llevaba palos y piedras, no armas.
De
hecho, en ninguno de los videos difundidos hasta ahora en todos los medios se
muestra a civiles armados y los únicos que aparecen con armas son los propios
policías.
Lo
que sí puede probarse es que el primero de los siete civiles que ese día
perderían la vida cayó 90 minutos después de que llegaran los policías.
Esta
primera víctima falleció cerca del panteón, en un momento en el que ese punto
estaba rodeado por policías.
El
segundo falleció lejos del lugar en el que estaban los policías y no se han
encontrado testigos que declaren quién lo mató, si fueron uniformados o
civiles.
Las
siguientes tres víctimas perecieron cerca de la línea de enfrentamiento, en un
punto controlado por los uniformados.
La
sexta víctima, Óscar Nicolás Santiago de quien hasta la fecha se ignora dónde y
en qué momento falleció, sólo se sabe que murió por herida de bala.
Durante
los hechos hubo una séptima víctima mortal de la que también se ignoran las
circunstancias del fallecimiento y se desconoce su nombre.
Cabe
destacar que el saldo total es de nueve muertos, sin embargo, el día de los
hechos sólo fallecieron siete; los otros dos fallecieron en los días posteriores.
El
repliegue
Según
los testimonios de los vecinos del poblado, el arribo de la policía obligó al
primer grupo de manifestantes a replegarse hacia la zona urbana de Nochixtlán,
cuyos habitantes, al percatarse de lo sucedido, salieron en su auxilio y cruzaron
un tráiler a mitad de camino entre la intersección carretera y el acceso al
pueblo, a un costado del panteón municipal.
Ese
tráiler separaba para ese momento los bandos: del vehículo hacia la
intersección carretera era territorio controlado por la policía; de tráiler
hacia el pueblo era la zona en la que se fueron congregaron los habitantes de
Nochixtlán, hasta contarse por cientos.
F.
visitaba ese fin de semana Nochixtlán, famoso por su tianguis dominical y, a
las 8:00 horas, las incesantes campanadas de la iglesia la despertaron.
Momentos
después, esta turista salió a la calle y cuenta que vio a los pobladores de
Nochixtlán congregados a un costado del panteón, sobre la carretera “libre”,
justo frente a un tráiler que se incendiaba.
La
situación era excepcional, y F. decidió tomar video de lo sucedido.
Su
teléfono registró la hora de grabación: las 8:53 de la mañana.
Fue
a esa hora, según el registro de su video, que el contingente policiaco decidió
rebasar el tráiler, y avanzar sobre las posiciones que ocupaban los vecinos del
pueblo.
Sus
escudos y los parches reflectantes de sus uniformes “brillaban” con el sol,
según la turista F.
Tal
como muestra su video, ese avance de la policía generó un nuevo repliegue de
los pobladores, que huían no sólo de los policías, sino también del gas
lacrimógeno que lanzaban.
Debido
a que el tráiler incendiado se ubicaba a un costado del panteón municipal,
cuando los policías remontaron esa barrera comenzaron también a desplegarse
alrededor de este camposanto.
Las
imágenes captadas en ese momento por F. muestran que mientras los uniformados
lanzan granadas de gas contra los pobladores, éstos responden con piedras y
cohetes.
Con
lo que se aprecia en estas imágenes, además, coincide el testimonio de otra
turista que se encontraba también en la zona, P., según la cual “se veía que
los policías estaban yéndose hacia el panteón, donde había pobladores
(guarecidos)”.
En
ese momento “fue cuando yo empecé a escuchar lo que me parecieron disparos”,
narra.
La
turista F. refrenda este punto: luego de que los policías lanzaran lacrimógeno
contra los manifestantes, empezaron a disparar con armas de fuego.
Al
principio de la trifulca, narra, sólo se escuchaban lo que ella interpretó como
estallidos de la pirotecnia utilizada por los pobladores, pero alrededor de las
9:15 de la mañana, dice, se empezaron a escuchar detonaciones distintas a las
primeras.
Según
su testimonio, luego de que los policías remontaron el tráiler incendiado, los
uniformados formaron una valla frente a los manifestantes; mientras que otro
grupo de agentes se ubicó a un costado de ese punto, es decir, alrededor del
panteón municipal.
F.
relata que los policías que se ubicaron alrededor del panteón “estaban
persiguiendo a civiles y, como no los alcanzaron, les empezaron a disparar”.
Los
videos que capturó con su teléfono, efectivamente, muestran que un grupo de
uniformados lanzan una granada de lacrimógeno contra civiles ubicados en el
camino que lleva al panteón, y luego, desde donde están esos policías, el video
muestra que parten al menos cuatro destellos, que son los que la turista
identifica como disparos de arma de fuego.
Es
este momento, además, cuando policías estatales y federales realizaron las
primeras 18 aprehensiones del operativo, siendo los arrestados un grupo de
familiares que se encontraban dentro del panteón municipal preparando un
entierro.
Para
ese momento, según el video, faltaban unos minutos para que el reloj marcara
las 9:00 de la mañana.
En
esa misma zona del panteón, minutos después, J., un joven habitante de
Nochixtlán, recibió un disparo en la pantorrilla.
Según
su testimonio, sufrió la lesión alrededor de las 9:30 de la mañana, es decir,
cuando los policías ya tenía media hora desplegados desde el crucero carretero
hasta el territorio del cementerio.
“Nosotros
estábamos en una orilla (del panteón) –narra–. Los que tiraron los balazos,
entre ellos el que me tocó a mí, fueron los federales que se escondieron donde
está la vulcanizadora Reyes (a 30 metros, del panteón, junto a la gasolinería
instalada en la autopista bloqueada).
La
primera víctima
Los
destellos que muestra el video, que parten desde el lugar donde hay al menos
cuatro policías, se dieron a las 9:30 horas.
A
esa misma hora cae muerto la primer víctima fatal, Óscar Luna Aguilar, de 23
años, que se encontraba junto con otras personas a algunos metros del grupo de
policías que disparaban.
Según
L., otro joven de Nochixtlán, cuando Óscar fue herido se aproximó a él para
auxiliarlo, pero Óscar le dijo “ya me dieron, ya vete”.
Esas
fueron sus últimas palabras, expresadas mientras la sangre le brotaba de las
costillas.
“Me
di cuenta de que del lado derecho había unos pinos y de ahí salieron unos
federales. Al cargarlo (a Óscar), yo escuchaba que atrás de mí los policías se
gritaban entre ellos que que nos agarraran y siguieron las detonaciones, pero
por suerte no me tocó ninguno” de los disparos.
L.
afirma, convencido, que los tres o cuatro hombres armados que les dispararon
pertenecían a un grupo policiaco, y explica su convicción: “ellos traían todo
el equipo antimotín, y salieron dando la espalda, y sus uniformes decían atrás
‘Policía Federal’”.
En
cuanto Óscar cayó herido, un grupo de pobladores se acercó y lo subieron a un
taxi, para llevarlo al hospital, pero perdió la vida antes de llegar.
De
acuerdo con el certificado de defunción, la hora de la muerte fue a las 9:40 de
la mañana.
L.
asegura que él y Óscar habían acudido a la zona del operativo a brindar apoyo a
los heridos, después del llamado que hizo el cura del pueblo, a través de
altavoces.
“Nosotros
nos fuimos a mano limpia, no llevábamos armas, ni siquiera llevábamos piedras
–narra–. Nomás nos dijeron que era un desalojo y uno se espera golpes, patadas,
pero nunca se imagina que iban a ver balazos.”
La
segunda víctima: quién disparó
Casi
al mismo tiempo cayó la segunda víctima mortal: Omar González Santiago, de 22
años. Z., uno de los testigos del deceso, asegura que éste ocurrió entre las
9:30 y 10:00 de la mañana, sobre la misma carretera “libre” en la que se
incendiaba el tráiler, pero ya en el acceso a Nochixtlán, a unos 300 metros de
distancia del panteón y del tráiler quemado, que era la zona hasta donde habían
llegado los policías.
Es
decir, según Z., Omar se encontraba a una distancia considerable de los
uniformados, lo que, a su juicio, hace imposible que el disparo viniera del
contingente policial.
En
el punto donde cayó muerto Omar se ubican tres hoteles: el Juquila, el Merli, y
el Fandango’s.
Por
eso, los pobladores concluyeron que el disparo homicida no vino del contingente
policiaco, sino del hotel Juquila, junto al que el joven estaba parado.
No
existe, hasta el momento, ningún testigo que afirme haber visto a quién habría
disparado desde el hotel; sin embargo, hacia las dos o tres de la tarde, el
rumor de que ese era el punto desde el cual dispararon a Óscar había cundido ya
entre la población de Nochixtlán y, después de la batalla, un grupo de
manifestantes se congregó frente al hotel y le prendió fuego.
Tres
muertos en un mismo punto
La
muerte de Óscar enardeció al pueblo porque era muy conocido. Tenía un puesto de
jugos y materias primas, que repartía en las casas de Nochixtlán.
Además,
su madre vende tamales en el mercado y su padre es un campesino apreciado por
los vecinos.
A
partir de que Óscar fue herido de muerte, la mayoría de los pobladores de
Nochixtlán salió a la carretera donde se desarrollaba el operativo policiaco,
ya sea para arrojar piedras y bombas molotov a los policías, para auxiliar
heridos, o para proporcionar trapos mojados a las personas afectadas por el gas
lacrimógeno.
En
la calle Progreso, que da hacia el centro del pueblo, los habitantes comenzaron
a preparar bombas molotov, que luego enviaban a la línea de batalla, para que
sus vecinos las arrojaran contra la policía.
G.
es uno de esos pobladores, que acudió al lugar de la refriega junto con otros
tres jóvenes, con la intención de prestar auxilio a los heridos.
Según
su testimonio, mientras la población se congregaba cada vez en mayor número en
la carretera, los disparos de la policía continuaban, y algunos iban dirigidos
contra ellos.
Por
esta razón, estos cuatro jóvenes intentaron guarecerse, detrás de una pequeña
casa en construcción, ubicada cerca del punto donde la carretera estaba
bloqueada.
Ese
lugar, sin embargo, no los protegía de las balas, por lo que corrieron hacia un
sembradío contiguo, y se echaron pechotierra.
En
ese momento, G. fue testigo de la muerte de las siguientes dos víctimas fatales
del operativo: Jesús Cadena, de 19 años, y Anselmo Cruz, de 33 años, con
quienes estaba tirado en el suelo para protegerse.
El
momento es confuso, dice G.
“No
sé por qué corrimos hacia allá, no supe por qué el chavo se levantó”.
Se
refiere a Jesús, quien recibió un disparo en la ingle, que momentos después le
provocaría la muerte.
G.
le dijo que estirara la pierna, para que no se desangrara y mientras se
acercaba a ayudarlo, cayó herido su otro acompañante, Anselmo, quien recibió un
disparo en el rostro, a pesar de que estaba pechotierra.
La
bala lo impactó cuando intentó levantar el torso y la cabeza, para observar lo
sucedido: el proyectil entró con una trayectoria horizontal, atravesando la
quijada y destrozando el pulmón.
La
hora de su muerte, según el acta de defunción, fue a las 11:00 de la mañana.
Jesús
murió poco después, a las 11:30, se asienta en el documento oficial.
Según
G., los disparos provenían de un costado de la súpercarretera, de un policía
plantado junto a un poste de luz, que estaba parado, disparando a descubierto,
por eso, afirma, es que pudo verlo claramente cuando accionó su arma larga
contra ellos.
En
ese mismo punto, y en ese mismo momento, murió también Yalid Jiménez, de 19
años, quien se guarecía junto con ellos.
En
el acta se asienta que su defunción ocurrió a las 11:00 de la mañana por
“choque hipovolémico severo producido por hemorragia interna intensa, producida
por perforación de corazón, producido por proyectil disparado por arma de
fuego”.
Él
recibió el disparo también cuando estaba pechotierra, la bala, con trayectoria
horizontal, le atravesó el costado.
¿Radicales?
A
las 11:30 de la mañana, habitantes de otros pueblos como Tlaxiaco y Yanhuitlán,
comenzaron a llegar a Nochixtlán, “como si estuvieran desfilando, lanzando
consignas. Ahí todo se puso más violento y descontrolado”, cuenta la turista F.
El
poblado de Ñumi, a tres horas de Nochixtlán, mandó tres contingentes de apoyo.
El
primero llegó a mediodía, según confirmó Elías Chávez, agente del pueblo mixteco
que se rige por usos y costumbres.
Elías
asegura que distintos poblados llegaron a Nochixtlán, como parte del apoyo
hacia los maestros que sirven en sus pequeñas comunidades y su sentido de
solidaridad comunitario.
En
los siguientes minutos, los manifestantes, reforzados no sólo por la población
de Nochixtlán, sino de comunidades vecinas, hicieron retroceder a los policías
federales y estatales hasta el punto donde inició la batalla, es decir, casi al
llegar al cruce de la carretera libre con la supercarretera.
Según
T., un taxista de Nochixtlán, varios policías se ubicaron entre los sembradíos,
cerca del hospital, pero su gremio se organizó con machetes para cubrir ese
flanco, e impedir que los uniformados llegaran hasta el edificio donde se atendía
a enfermos.
A
esa hora, dice, “ya los estábamos corriendo”.
X.,
es un policía de Oaxaca y cuando se le pregunta si en esa zona de la mixteca
hay presencia de grupos radicales o hasta crimen organizado, con seguridad lo
niega.
“Aquí
se roban quizá un carro, sí hay delitos comunes, pero no hay ese tipo de
situaciones (guerrilla o crimen organizado). Uno conoce la noticia criminal y
de eso no hay (en Nochixtlán)”, dice.
Atención
humanitaria
Nochixtlán
cuenta con una pequeña clínica de cuidados preventivos, que suele operar con un
médico y dos enfermeras.
La
mañana del 19 de junio, sin embargo, los seis médicos de la zona entablaron
comunicación telefónica para organizar la atención de heridos, previendo que
ésta sería necesaria, al enterarse del arribo de cientos de policías a la zona.
T.
es uno de esos médicos, quien comenzó comunicaciones con el resto de sus
colegas a las 7:45 horas, es decir, 15 minutos después de que iniciara el
operativo policiaco.
“Los
seis médicos y dos enfermeras que llegamos a la clínica establecimos un
protocolo elemental para estabilizar a los heridos que requerían atención de
urgencia; luego de estabilizarlos, a los más graves (cuya vida estaba en
peligro) los enviábamos a otros hospitales”, mejor equipados, como el de
Huajuapan, ubicado a dos horas y media de camino.
El
objetivo del protocolo, explicó el médico, era “jamás negarle el servicio a
nadie”.
N.,
una de las enfermeras que acudió voluntariamente a prestar auxilio humanitario,
detalla que para las 9:30 horas, es decir, dos horas después de que inició el
operativo policiaco, en la clínica ya había al menos 50 personas con heridas de
bala.
“Desde
las 9:15 empezaron a escucharse los disparos –narra N.–, y todos los heridos
que llegaron aquí (a la clínica) tenían impacto de bala. La mayoría en los
brazos, en las piernas, en los pies.”
De
esos 50 heridos, al menos 13 tenían heridas de gravedad.
De
hecho, en esta clínica se decretó la muerte de seis de las siete personas que
fallecidos durante el operativo del 19 de junio.
Además
de estos ocho trabajadores de la salud, decenas de vecinos y vecinas de
Nochixtlán se sumaron a las labores de evacuación y traslado de heridos. Se
improvisó en el atrio de la iglesia una zona de atención médica y a las 10 de
la mañana recibieron al primer herido.
“Toda
la gente corría de un lado a otro –narra Y., una de esas vecinas que
voluntariamente acudió a prestar servicio humanitario a los heridos–. Llegaban
(heridos) en carros particulares, en camionetas, o cargados con mantas, como
camillas… y también llegaban caminando, aquellos que tenían heridas en los
brazos.”
Para
la evacuación de heridos fuera de Nochixtlán, además, acudieron en ayuda de la
población camilleros de ocho pueblos de la zona, a bordo de sus ambulancias,
provenientes de Santa María Apazco, Fortín, San Miguel Chicahua, Coixtlahuaca,
Tamazulapam, Tepelmeme, Tlaxiaco y Santiago Yolomécatl; es decir, los mismos
poblados de los que salió la población en caravanas de autos particulares, para
apoyar a la gente de Nochixtlán.
Para
las 12:00 horas, narra por su parte el doctor G., quien arribó a esa hora desde
la vecina comunidad de Tlaxiaco, “el pueblo era ya un escenario terrible: nunca
habíamos visto algo así en nuestras vidas, eso no era el escenario de un
desalojo, era el de una guerra como las que vemos en las películas… era
aterrador, y no nos dábamos abasto, nos faltaban medicamentos, vendas…”.
El
doctor G. fue, de hecho, quien atendió a K., una agente de la Policía Federal
que alrededor de las 11:00 horas fue retenida por pobladores, golpeada, y
finalmente conducida al puesto médico improvisado en la iglesia del pueblo; así
como a otro elemento de la Gendarmería (es decir, también policía federal),
quien fue conducido inconsciente a causa de los golpes.
“Cuando
llegué –narra el doctor–, también llegaron dos federales, muy golpeado de la
cara, con la nariz inflamada. La (mujer policía) federal sólo llevaba un
hematoma en la pierna izquierda, por lo que les limpiamos la cara y manos,
porque estaban llenos de sangre… mientras eso pasaba, la gente afuera de la
iglesia exigía que se los entregáramos, había gente del pueblo desaparecida y
entonces, los vecinos, decían que si la policía no regresaba a los detenidos,
entonces no iban a entregar a los federales. Sin embargo, el padre salió a
contenerlos, para que nosotros auxiliáramos a los policías, y sí, se les
atendió como a cualquier persona”.
La
ceguera
K.
es la integrante de la Policía Federal atendida por el doctor G. en el atrio de
la iglesia de Nochxtlán, hospitalizada actualmente por las lesiones que sufrió
durante el operativo policiaco del pasado 19 de junio, cuando quedó aislada del
resto de sus compañeros agentes, y fue tundida por pobladores de Nochixtlán,
que le provocaron dos cortes en la cabeza, diversos hematomas en el cuerpo y,
según su testimonio, un machetazo en la pierna.
“Fue
algo de verdad triste –narra, a través de una grabación proporcionada a Animal
Político por la Policía Federal–, porque no se tientan el corazón.”
Según
su testimonio, desde que llegó el contingente de 800 policías al bloqueo
carretero de Nochixtlán, “los pobladores nos recibieron a balazos (…) y todos
nos tirábamos al suelo, porque era increíble que una población se levantara en
armas. No lo creíamos. Todos estábamos asombrados de que nos recibieran así”.
En
la grabación, K. deja sentada su sorpresa ante un hecho particular: el que
desde distintas comunidades de la región hubiesen llegado más ciudadanos, para
dar refuerzos a los habitantes de Nochixtlán que enfrentaban a las policías
Federal y Estatal.
“Empezaron
a llegar más y más y más –exclama K.–, de muchas poblaciones, a atacarnos con
todo lo que tenían”.
Una
escena que ella calificó como “espantosa”, ya que se trataba de una “multitud
ciega”, que “no saben qué piden ni por qué luchan”
Muy
lejos del hospital en el que K. rinde su testimonio, aunque también postrado y
herido, R. da una respuesta a esas preguntas.
R.
es un joven de 24 años, que recibió un disparo en el vientre, mientras ayudaba
a evacuar heridos, durante el operativo policiaco en Nochixtlán.
Para
salvarle la vida, los médicos debieron extirparle el bazo y retirarle parte del
intestino, a causa de las perforaciones de una bala que sigue alojada junto a
su riñón.
R.
no es maestro ni padre de familia, no tenía nada qué ver con el bloqueo
carretero y, aún más, esos eran temas que no le incumbían: “yo ese día quería
ir a jugar futbol, pero me levanté tarde, a eso de las 9:15 de la mañana, y ya
no pude ir al juego”, se lamenta.
Por
ello, reconoce, lo único que lo vinculaba con los hechos era su condición de
“vecino” y, más aún, su condición de “mixteco”.
–¿Por
qué decidiste salir de tu casa el 19 de junio, y acudir al lugar de los
enfrentamientos?
–Yo
me asomé a la calle y en ese momento vi gente del pueblo desesperada, y (a lo
lejos) vi que ya estaba encendiéndose algo (en la zona de la confrontación), y
entonces yo también me alarmé… Luego escuché que estaban diciendo desde la
iglesia que se necesitaba apoyo, porque en esos momentos ya había gente herida…
entonces, si uno ve que hay gente que necesita ayuda, ¿a poco no te dan ganas
ayudarla? Por eso es que yo fui a apoyar, pues. Para sacar heridos, para
acercar agua, porque “somos hermanos mixtecos, nos tenemos que apoyar”.
Esa
expresión, la que invoca a la hermandad entre los pueblos de origen mixteco,
surge de forma reiterada, de hecho, cuando se consulta a otros pobladores,
hombres o mujeres, la razón de que habitantes de otras poblaciones, y los
mismos vecinos de Nochixtlán, salieran en auxilio del pequeño grupo de
manifestantes que mantenían tomada la carretera.
La
maestra Lis (la única entrevistada que aceptó que su nombre fuera publicado) lo
explica así:
“Yo
soy una indígena mixteca y estoy orgullosa de serlo, soy originaria de aquí, y
si hablamos de resistencias indígenas, mis paisanos la tienen. Nuestros usos y
costumbres son que por defender nuestro suelo, nuestra tierra, y a nuestros
hermanos, que venga lo que venga. Y esa es la postura de la mayoría de nosotros
(…) Y ustedes pueden constatar cómo somos tratados los indígenas: pueden ver
los muertos, los heridos que nos dejaron, y estamos muy molestos, porque los
medios de comunicación no han dicho nada: hay dolor, hay llanto, hay sangre”.
Esa
es la razón de que todo el pueblo de Nochixtlán, y todos los pueblos mixtecas
de la región acudieran en auxilio de aquellos sobre los que se desplegaba un
contingente de 800 policías armados y disparando.
No
es ceguera de ningún tipo, pues.
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