Un fragmento del nuevo libro de Andrea Tornielli y Gianni Valente, editado por Piemme en Italia, reconstruye la trayectoria del cardenal al que el Papa Francisco quitó el birrete cardenalicio
Vatican Insider, 06/11/2018...;
ANDREA TORNIELLI - GIANNI VALENTE
CIUDAD DEL VATICANO
Por concesión de la editorial Piemme, anticipamos un fragmento del libro “El Día del Juicio”, que reconstruye cómo fue el nombramiento de McCarrick en Washington
Cuando llegó el nombramiento de McCarrick, que llegaba de la diócesis de Newark, el nuncio en Estados Unidos era monseñor Gabriel Montalvo. El prefecto de la Congregación de los Obispos (que acababa de llegar a su nuevo puesto pocas semanas antes) era Giovanni Batista Re. Según la hipótesis de Viganò, tuvo un papel importante en el nombramiento el cardenal Secretario de Estado Angelo Sodano. El ex nuncio que acusó al Papa Francisco escribió que Re se opuso al nombramiento, puesto que McCarrick ocupaba el décimo cuarto sitio en la lista de los candidatos. Y es lícito preguntarse: ¿por qué el nuevo prefecto de los obispos no estaba de acuerdo con la designación? ¿Por qué McCarrick estaba tan mal ubicado en el elenco de los posibles candidatos para guiar la diócesis de Washington?
El rechazo de Re deja intuir que ya habían llegado indicaciones sobre los comportamientos de McCarrick a la nunciatura de Estados Unidos. «Es cierto, no puedo negarlo», reveló a los autores de este libro uno de los arzobispos que en esa época, debido a su posición, conoció la documentación. «Había perplejidades, indicaciones y también indicaciones anónimas; estas últimas eran muy graves, porque no se referían solamente a molestias y abusos contra adultos. Lo que es cierto es que se habría debido investigar más y mejor, antes de promover a McCarrick a Washington y elevarlo inmediatamente al cardenalato», indicó. Pero, si la primera denuncia de Gregory Littleton en contra del obispo de Metuchen fue de 1994, ¿cómo es posible que no se hubiera seguido investigando sobre el argumento? ¿Por qué la denuncia de un hecho tan grave fue ignorada cuando había que elegir si enviar precisamente a ese obispo a guiar una de las diócesis más importantes del mundo, con su pastor invitado regularmente a la Casa Blanca? […]
«Hubo un personaje muy autorizado en la Iglesia de Estados Unidos que se opuso a ese nombramiento», cuenta nuestro testigo, «el cardenal John O’Connor». John Joseph O’Connor fue arzobispo de Nueva York de 1984 a mayo de 2000, cuando falleció, tres meses después de haber cumplido 80 años, debido a un tumor en el cerebro […] Puede ser considerado como el más “wojtyliano” de los obispos estadounidenses, y encarnaba también con su carácter cierta sintonía con el Papa polaco, comprometido ferozmente en las batallas contra el aborto y el sacerdocio femenino, y capaz de dar voz a los más débiles y marginados. Entonces, estamos hablando de un eclesiástico que contaba con cierta consideración, importante e influyente […]
Pero antes de llegar a los meses decisivos para el nombramiento en Washington, para situar exactamente la indicación contraria de O’Connor, debemos retroceder algunos mees. Desde mediados de 1999, efectivamente, la Santa Sede comenzó con el proceso para identificar al sucesor del cardenal Hickey, de 79 años, a la cabeza de la diócesis de la capital federal estadounidense. Nuestra fuente no habla sobre esto con facilidad. Trata de desviarse. «Se trató», explica, «de un proceso un poco dirigido hacia la figura de McCarrick. Desde Roma querían saber más sobre él, había un interés específico sobre él, se reunía información sobre él». ¿Quién podía ordenar y hacer un sondeo preventivo y específico sobre un determinado arzobispo? Es difícil imaginar que una iniciativa de este tipo haya sido una decisión autónoma del prefecto de la Congregación para los Obispos. Un sondeo “ad hoc”, dirigido, solamente podía haber sido encargado desde más alto. Juan Pablo II conoció a McCarrick, visitó su diócesis cuatro años antes, se quedó sorprendido con ese obispo brillante, que sabía llenar sus seminarios, dialogar a todos los niveles con la política, ser protagonista del diálogo interreligioso, firme en cuanto a los principios de la doctrina moral y abierto temas sociales.
En este contexto hay que ubicar la consulta del arzobispo de Nueva York, O’Connor, por parte del nuncio apostólico Gabriel Montalvo. El cardenal dio un parecer negativo. «Efectivamente, el cardenal, ya muy enfermo», revela nuestra fuente que fue testigo del proceso del nombramiento, «escribió una dura carta, en la que se refería al problema de las molestias de naturaleza homosexual. Declaró que McCarrick era carismático, muy bueno para reunir fondos. O’Connor recordó que él miso lo había recomendado en el pasado, pero que entonces, en conciencia, consideraba que no debía ser elegido. La carta da a entender que si el Papa hubiera hecho ese nombramiento, el clero estadounidense se habría dividido y la reputación de la jerarquía habría sido destrozada, arrojando fango sobre la Iglesia. Palabras que hoy resuenan como una premonición». La carta de O’Connor, según los datos que poseemos, fue enviada a Motalbo y tal vez también a la Congregación para los Obispos en octubre de 1999 […] Nuestra fuente añade un detalle: «Después de ese primer sondeo sobre McCarrick, considerando los pareceres del arzobispo de Nueva York y otros, la Santa Sede hizo una segunda ronda de consultas, nuevamente entre los obispos» […]
«Los datos de facto que hay que recordad son dos», explica nuestro testigo: «es decir la contrariedad de Re y la revelación que en esa época el mismo Re hizo a quien le preguntó noticias sobre el nombramiento de McCarrick: fue una voluntad “del apartamento”». Esto también da a entender que el nombramiento del arzobispo de Washington, en esos meses del año 2000, no pasó por la plenaria de la Congregación de los Obispos ni fue discutida en esa sede, sino que llegó por vía directa, como a veces sucedía y sucede con algunos nombramientos, decididos, precisamente, por el “apartamento” sin pasar por la discusión colegial por parte de los miembros del dicasterio-[…]
«Recuerdo que en las semanas decisivas que antecedieron el nombramiento en Washington se habló de un viaje de McCarrick a Roma, para un encuentro importante, pero no cuento con ningún testimonio cierto al respecto», indica nuestra fuente. ¿Con quién se reunió el arzobispo de Newark y con cuáles razones convenció al “apartamento” de que solo existían rumores en su contra? Según algunas fuentes, McCarrick habría escrito una confutación de las acusaciones en cu contra, mismas que definió como falsedades y calumnias. El desmentido, y todos los elementos que acompañaban esta auto-defensa del arzobispo que era uno de los candidatos para guiar la diócesis de Washington, evidentemente obtuvieron el efecto deseado en quien habría debido tomar la decisión final. McCarrick sabe ser muy convincente. El nombramiento, a pesar del juicio negativo de O’Connor, las indicaciones presentadas a lo largo de los años y el parecer negativo del futuro cardenal Re, fue aceptado. Ese nombre, que en el sondeo de la nunciatura y en los materiales que reunió la Congregación de los Obispos se encontraba simplemente en el sitio decimocuarto de una lista con nombres de los posibles candidatos, alta inexplicablemente al primer lugar. Evidentemente, el hecho de que una personalidad como el arzobispo de Newark hubiera acabado tan bajo en el elenco de los candidatos deja claro que existía algún problema sobre él. ..
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